domingo, 6 de julio de 2014

Carlos Franco, el realismo desencantado y su amor por el Perú.

Transcribo el escrito de Martín Tanaka en relación a la Obra de Carlos Franco quien acaba de pasar a ocupar su lugar el horizonte eterno.
Carlos Franco, el realismo desencantado (y su amor por el Perú)
Martín Tanaka
En alguna conferencia, hace algunos años, Carlos Franco decía que su vida había sido regida por dos grandes máximas: “un fracaso más qué importa” y “persistir en el error”. En alguno de sus últimos escritos, explicaba el origen de lo que podría llamarse su posición política: “Acaso por el imperio de los calendarios o por mi ya larga militancia en la internacional de los perdedores, intentaré argumentar ahora un elogio del realismo desencantado […]” (Franco 2004: 77).
Vistas así las cosas, podría pensarse que lo notable de Franco fue su integridad y honestidad política e intelectual: nunca renegó de sus apuestas, se mantuvo fiel a ellas y asumió sus consecuencias.

Esta mirada irónica a sí mismo se entiende a la luz de las apuestas políticas de Franco: apoyó las reformas “participativas” del gobierno de Velasco, luego el populismo tardío del primer gobierno de Alan García, después pensó que el populismo peruano alumbraría una modernidad popular verdaderamente nacional y, finalmente, se mostraría crítico frente a la democracia como régimen, precisamente porque la configuración “criollo-occidental” del Estado le impediría superar el desafío de representar a ese mundo popular cholo-plebeyo. 

Sin embargo, creo que con el tiempo aprendimos, a mi juicio, que ninguna dictadura puede justificarse, por más progresista que se presente, que el puro voluntarismo político termina en el desastre económico, que la apuesta por la modernidad popular desembocó en la anomia y terminó siendo cooptada por el fujimorismo, cuyo carácter autoritario llevó precisamente a una revalorización de la democracia como régimen político. Vistas así las cosas, podría pensarse que lo notable de Franco fue su integridad y honestidad política e intelectual: nunca renegó de sus apuestas, se mantuvo fiel a ellas y asumió sus consecuencias, actitud poco común en un medio más bien habituado a las constantes mudanzas sin mayores justificaciones.

No obstante, este criterio deja de lado sus importantes aportes intelectuales. En este texto comentaré algunos de sus principales trabajos de naturaleza política, dejando de lado otras contribuciones valiosas.1

Link al artículo  


Nota sobre la vida de Carlos Franco: Publicada en la Primera
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas-y-colaboradores/carlos-franco-el-sonador_101865.html
 

Fino y profundo autor de textos esenciales de la ciencia política en nuestro continente, Carlos fue reconocido por su brillantez y también por su proverbial afabilidad y sencillez que lo hicieron amigo y maestro de muchos intelectuales y políticos de la izquierda democrática.

Carlos Franco ligó su nombre, pensamiento y vida a la necesidad del cambio social en nuestro país y en nuestro continente. Esa preocupación vital impregnó sus amaneceres que lo encontraron desvelado, leyendo y precisando conceptos que vinculaba con singular claridad, maestría y profundidad. Se interesó siempre por la democracia en el sentido de la igualdad de oportunidades y de la necesidad de participación de todos. A ella dedicó sus mejores afanes desde su reducto del CEDEP junto a un selecto equipo de amigos, íntegros intelectuales peruanos, con quienes editó la revista Socialismo y Participación.

Su sensibilidad social y su búsqueda reformadora lo llevaron a involucrarse, desde la trinchera civil, en la revolución velasquista en la que creyó y a la cual inspiró en lo que tuvo de democracia participativa. El primer gobierno del Apra le dio esperanzas de que algo se podría hacer por las mayorías abandonadas a su suerte. Pensó, escribió, estudió, activó y apostó con ilusión de soñador impenitente.

No siempre acertó y asimiló muchas frustraciones que, sin embargo, no amargaron su sonrisa tranquila y dulce, ni su invariable afecto para con sus amigos.

Como politólogo deja obras claves para la disciplina sobre el carácter del populismo en América Latina y la naturaleza de las transiciones de la dictadura a la democracia formal. Su libro “Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina” (1998) es de obligada consulta para las escuelas de Ciencia Política pues aborda las limitaciones de la participación popular. Uno de sus textos más conocidos es “Imágenes de la sociedad peruana: la otra modernidad” (1991), donde define el proyecto democrático, nacional y popular.

Bien lo describe Mirko Lauer, uno de sus grandes amigos “Carlos Franco fue un hombre bondadoso y amable, un espíritu sonriente, lector enciclopédico, conversador eximio y de largo aliento, caminante infatigable”. Quienes tuvimos el privilegio de su amistad, de conocerlo y escucharlo, lo vimos siempre entregado a su tarea misión, aunque en tertulias y en reuniones amicales no dudara en coger la guitarra y cantar. Deja un inmenso vacío intelectual, político, académico. A entristecidos y agradecidos amigos y discípulos. Uno de ellos dice de él “No recuerdo un profesor más afable al tiempo que inteligente. Paciencia y saberse que uno no tiene la última palabra en el análisis de la política es lo que aprendí de él. Pero también la crítica indignada de las relaciones políticas desiguales, legitimadas por una cultura y una ideología ad hoc a la desigualdad”.

Su estela de humanidad, amor y brillo intelectual es solo de grandes y distinguidos espíritus. Mi solidaridad y condolencias para Carmela Mayorga, su gran amiga y compañera inseparable, y para sus hijos, amigos de los míos, con quienes formó una maravillosa y ejemplar familia. Honor al honor.

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