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sábado, 21 de noviembre de 2015

Gilles Lipovestsky: La función politica del arte

 Lipovetsky: atentados de Paris y la función politica del arte


Acaba de suceder. Esto es lo que dijo el filosofo Gilles Lipotevsky sobre los atentados de París y la función del arte en las políticas de Estado en la conferencia de cierre de SurGlobal

“Frente a los atentados en Paris el Estado tiene actitudes políticas legítimas pero en cuestiones culturales la respuesta es muy débil. ¿Qué propuso desde lo sucedido en enero con los ataques a la redaccion de la revista Charlie Hebdo?: darle educación civica a los chicos. Todos estamos de acuerdo con eso, claro, en el respeto a los valores humanistas pero esta respuesta no puede hacer avanzarlas cosas. No creo. Porque los jóvenes que tienen actitudes hostiles a los valores republicanos siguen a la familia antes que a los profesores. En nuestro mundo hiperindividualista los individuos no tienen más marco y por lo tanto prosperan los fundamentalistas. Los jihadistas que van a Siria son jóvenes desestructurados que no recibieron información religiosa, que más bien recibieron información por google o por internet.

El arte tiene ahí un verdadero objetivo político: devolverle a los jóvenes las cosas que les gusta. 

La escuela, la ciudad, el Estado deben ayudar a dar herramientas a los jóvenes de maneras muy diversas para que se puedan reconstruir. Hay una verdadera misión política de inclusión de los jóvenes a través del arte, para reencontrar algo que los revaloriza. Necesitamos la ayuda de todos los artistas, los diseñadores, los cantantes. Todo lo que puede permitir a los individuos ser creativos e incluirse a una sociedad con cosas que tengan valor. Eso es el arte, en el sentido mas legitimo de la palabra porque permite a los individuos integrarse en la sociedad en la que están viviendo.

Hay muchos jóvenes estudiando arte. Por lo cual, es un error menospreciar la enseñanza del arte. Los adultos del siglo XXI van a preguntarse cuál es el sentido de su vida. El arte tiene distintas manifestaciones que lo que hacen es preguntarse por la belleza. En esta vocación, el arte encuentra su sentido mas noble y mas humano.


CIUDAD DE MÉXICO, 20 de agosto.-  “Estamos en la época del capitalismo artista”, afirma el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky (1944), “un sistema que incorpora de manera continua la exigencia estética en todos los sectores del consumo, incluso en los objetos utilitarios”.
La frontera que separaba el arte del mercado ha desaparecido, el capitalismo artista “ha logrado confundir completamente los universos”. Atrás quedó la visión romántica del arte puro, ahora todo es híbrido, efímero, acelerado, y responde a la lógica de la concentración, explica uno de los pensadores más influyentes en la actualidad.

En conferencia magistral en el Tecnológico de Monterrey, el asesor del Primer Ministro francés detalló ayer la propuesta de su libro más reciente, La estetización del mundo, que se publicó en marzo pasado en París y está siendo traducido al español por Anagrama. El autor cree que estará disponible en un año.

Lipovetsky plantea que el capitalismo no sólo ha generado violencia, horror y sexo, sino que también ha producido un tipo de arte diferente al que era elitista y para las minorías.

“Ha creado un arte para las masas, un arte de un lenguaje fácil, accesible, que no requiere de ninguna cultura. Un tipo de arte que puede gustar o no; pero que es arte, otro tipo de arte”, agrega.

Destacó que el primer rasgo de este capitalismo artista es la generalización del diseño en las industrias del consumo. “No hay un solo objeto, aunque sea utilitario, cuya forma, color y hasta textura hayan sido diseñados minuciosamente. El diseño ha conquistado el territorio de los olores, el tacto y hasta el sonido. Trabaja con todo aquello que despierta sensaciones y emociones. Los mensajes van dirigidos a las fantasías del consumidor”.

El autor de La era del vacío, su primer libro publicado hace 30 años, añadió que el segundo rasgo del capitalismo mencionado es la diversificación de estilos. “Ya no hay un estilo dominante, sino que cohabitan diseños decorativos, con expresivos, conceptuales, surrealistas o minimalistas. El mercado se abre a todo. Hay mil tendencias en la moda. Es una especie de gran bazar caleidoscópico”.

La concentración del éxito es otra característica del capitalismo artista. Dice que si bien nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos artistas y productos, como películas, discos, libros, espectáculos, series de televisión o museos, como ahora, el éxito se concentra en muy pocas manos.

Y da unos ejemplos: de los 20 millones de títulos de la industria disquera y de imagen sólo el cinco por ciento son escuchados; de los dos mil museos que aproximadamente tiene Francia, los turistas visitan sólo 20; y de los miles de creadores de arte contemporáneo, los museos siempre exhiben la obra de los mismos.

La escalada de lo efímero y la dinámica de la aceleración son otros de los rasgos del fenómeno. El profesor de la Universidad de Grenoble señala que nuestro mundo posee mil posibilidades en cuando a moda, juegos, accesorios, perfumes, bares, hoteles.

“Cada año aparecen en el mercado 20 mil productos nuevos; el 90 por ciento no resisten ni los 12 meses. De 800 nuevos perfumes que se crean cada año, sólo sobreviven uno o dos. Excepto el Chanel No. 5, que se ha mantenido desde los años 20 de la pasada centuria. El consumo es moldeado por la lógica de lo efímero”, apunta.

El miembro del Consejo de Análisis de la Sociedad detalló un último rasgo del capitalismo artista: la lógica de la hibridación. “Estamos en una época en la que se confunde, se entrecruzan diversos universos antes separados, como la moda y el deporte. Armani se exhibe en los museos de Nueva York y Gautier está en una sala al lado de Rembrandt”.

Lipovetsky concluye que no todo es tan malo en este mundo del star-sistem, del best-seller. “Estamos en una época donde hay un formidable desarrollo de las aspiraciones artísticas. Vemos desde hace 20 o 30 años un enorme número de personas que quieren crear. Siento un optimismo porque lo importante no es la gloria, sino hacer las cosas que a uno le gustan, que esto cree pasión. Hay que anteponer la creatividad sobre todo”, recomienda.

lunes, 5 de mayo de 2014

LIPOVETSKY: UNA TEORÍA DE LA SOCIEDAD POSTMODERNA



Reflexiones sobre la obra de Gilles Lipovetsky



Gilles Lipovetsky es uno de los estudiosos más fecundos de lo que él llama la “hipermodernidad”. Consideramos que su obra es un paradigma de base para reflexionar sobre la situación actual en contextos y realidades diferentes.
   Sostiene que desde hace 20 años, se esta desarrollando una dinámica que favorece las tendencias de exhibicionismo narcisista individual.
   Encuentra que los límites pueden percibirse en la proliferación de psicopatologías. La vida en este tipo de sociedades es a la vez difícil y fácil, por eso vemos a mucha gente con estrés, ansiedad y las personas ya no tienen más certezas. Ese es un primer límite. El segundo lo vemos expresarse en paralelo a este individualismo, como es la crítica al consumo, la protesta ecológica, etc. No hay que tener una mirada apocalíptica de este individualismo. El asunto es que las dos fases cohabitan.
   Afirma que la individualización ha ido en paralelo a la crisis de los productores o instituciones colectivas. No puede haber una individualización real, estructural, si se tienen ‘grandes relatos’, puesto que aquel proceso implica justamente que cada uno pueda, por ejemplo, construir su propia religión. Lo mismo en la política. Esta situación no ha desaparecido, más bien se ha acentuado.
   Y esa desorientación de los individuos se ha convertido en algo estructural. Ya no es una crisis, porque esto acompaña a la individualización. El primero que se percató de esta dinámica fue Nietzsche a fines del siglo XIX.
   Concuerdo con el pensador en que las tendencias populistas no son exclusivamente de los estados de América Latina. Lo vemos también en Italia, en Francia, en otros países vemos esa lógica que consiste en hacer que los individuos se levanten contra las élites políticas, y que tengan cierto éxito. Este es el resultado de la caída de las grandes utopías colectivas de la modernidad, y de una individualización que genera miedo. La individualización no es solo hedonismo. Las personas que se ubican en estos movimientos populistas están desestabilizadas en su situación.
   En su obra trata de mostrar que el capitalismo es más complicado que las críticas que veían en él una máquina destructora de la belleza, del estilo; son críticas muy clásicas, desde el siglo XIX.
  Coincidimos en que hoy, por un lado, el arte ya no se plantea más como enemigo absoluto del mercado, eso es cierto desde Andy Warhol y, por otro lado, el mercado integra cada vez más en las industrias culturales, el diseño o el cine, la dimensión estética creativa. Esto da una nueva configuración, el ‘capitalismo transestético’. Hoy existen fenómenos transversales por todas partes, que hace que la moda sea ahora presentada en museos, por ejemplo.

LIPOVETSKY: UNA TEORÍA  DE LA SOCIEDAD POSTMODERNA 





¿Es el humor un instrumento de coerción social? 
Cuando se trata del humor o la risa en una obra sociológica, el fenómeno al que se suele atender (casi exclusivamente) es al control social por medio del ridículo. Se restringe, pues, el estudio al humor aristotélico, a la risa de superioridad, a la carcajada que señala una situación de desigualdad. Hay, sin embargo, otras formas de humor que pueden limar los bordes más afilados de las estructuras sociales y hacerlas tolerables a quienes tienen que vivir dentro de ellas:
Lipovetsky percibe el humor de las sociedades postmodernas ausente de pathos. ¿Quiere eso decir que en tales sociedades ya no hay lugar para la angustia? En absoluto:
A fin de cuentas, no parece plausible el nihilismo sin un mínimo de desesperación; la sociedad postmoderna padece males característicos y le aplica remedios característicos, pues «el sense of humor consiste en subrayar el aspecto cómico de las cosas sobre todo en los momentos difíciles de la vida». Tal vez por eso, en una sociedad particularmente caída en desgracia de los dioses y sus certezas, «el humor se convierte en una cualidad exigida al otro»), y esa omnipresencia de lo festivo no indique felicidad, sino una implacable ocultación de su antítesis.
La pérdida de la fe salpica, también a las ideologías. La política de una sociedad humorística tiene, por obligación, que adoptar formas nuevas, desconocidas hasta la fecha:
La política se convierte casi explícitamente en circo de entretenimiento. Lipovetsky cita el caso del cómico francés Coluche, que llegó a ser candidato presidencial en su país después de una flamante carrera artística construida las más de las veces a base de patochadas y sal gruesa. Lipovetsky, cuyo texto es contemporáneo del suceso, afirma que  «todo el mundo está contento de que un payaso profesional ocupe la escena política, puesto que ésta se ha convertido ya en un espectáculo burlesco».
Una vez alcanzada la mayoría de grandes reivindicaciones sociales del pasado, las banderas comunes que podían convocar tras de sí considerables movimientos colectivos, las aspiraciones políticas del presente se acercan gradualmente a lo esperpéntico, al particularismo exacerbado propio de una sociedad hedonista donde todos exigen carta de naturaleza para sus rasgos personales y construyen comunidades minúsculas partiendo de criterios que bordean el capricho:
Naturalmente, esa primacía de lo particular impregna también nuestra forma de percibir a los demás y, por tanto, la interacción social en su escala más básica. La muerte de la razón como instancia legitimadora de las acciones individuales da paso al hedonismo, al principio de placer, a la primacía de las preferencias personales. Por necesidad, esa sucesión de funciones tiene que hacerse patente en todo el cuerpo social:
Y a partir de los niveles más simples de interacción podemos ascender a estadios más complejos, en los que se define la concepción misma de la ciudadanía y la comunidad sociopolítica, pues: «...el modo de aprehensión del otro no es ni la igualdad ni la desigualdad, es la curiosidad divertida, de manera que cada uno de nosotros se ve condenado a parecer a corto o largo plazo extraño, excéntrico ante los otros».
De esta forma, la convivencia acaba por fundamentarse en la disimilitud y en la extravagancia del prójimo. Una extravagancia que es en sus manifestaciones diferente a la nuestra, pero en su principio, idéntica, pues se basa en la presunción a priori de respetabilidad para todo comportamiento que produzca placer y bienestar a su agente

 Insiste Lipovetsky:
¿Es esa la sombra del ciudadano postmoderno? Perdidos los lenguajes comunes del pasado (mitos, religión, razón), ¿está condenado el individuo a no poder comunicar el contenido de sus actos, a ser eternamente incomprendido salvo por aquellas otras escasas almas perdidas que comparten su placer? ¿Está condenado a no comprender a sus semejantes? La respuesta de Lipovetsky no puede estar más alejada de la de, pongamos, un McIntyre: la base común es ese vago ideario hedonista-democrático, para el cual toda ocupación placentera es legítima en tanto no interfiera en la libre elección ajena; a partir de ahí, los lenguajes se dispersan y se hacen tanto más incompatibles cuanto más lejos se lleva el principio de partida.
¿Qué lenguaje común reconcilia todas esas diferencias? ¿Qué lenguaje común evita la dispersión absoluta, la desintegración de lo social en un hervidero de “nacionalidades” extravagantes? Principalmente, el comentario humorístico autorreflexivo que, por su propia naturaleza lúdica, recuerda el principio personal hedonista común a toda la variedad:
¿Hay un humor postmoderno?
          La teoría de Lipovetsky sería significativa y más que digna de atención para todo estudioso del humor aunque sólo fuera por la seguridad con la que postula dos afirmaciones:
1)       Que la sociedad postmoderna es específicamente humorística. Esto es, hay una serie de rasgos variados que caracterizan lo que se conoce como sociedad postmoderna, y uno de ellos, y no uno de los menos importantes, es su carácter humorístico.
2)      Que hay un humor específico de la sociedad postmoderna. Esto es, que el humor propio de la sociedad postmoderna y que, tal como se afirma en el punto anterior, define en cierta medida dicha sociedad, es esencialmente diferente a las formas de humor que pueden encontrarse en otras sociedades, en otros espacios, en otros tiempos.

He aquí, resumidos y ordenados, los rasgos característicos del humor postmoderno, tal como él lo define:
1)     Omnipresencia. El humor postmoderno lo impregna todo, se adentra en terrenos hasta ahora vedados para el discurso de su género. En épocas anteriores, el humor era una explosión episódica (tal que la fiesta medieval) o una herramienta identificada y claramente ubicada en el almacén de recursos de la razón (tal que el humor ilustrado). Si nos atenemos al ámbito de los productos de consumo cultural, observamos como la ironía penetra en géneros que dejan de tomarse del todo en serio a sí mismos y que sólo son aceptados por el público cuando hacen un guiño a su inteligencia por medio de comentarios autorreflexivos .
2)    Hedonismo. El humor, aunque, como ya hemos visto, sirva a propósitos diversos, sólo se justifica explícitamente por sí mismo. Se tiene por un fin en sí mismo. No se considera un humor instrumental, no es algo que necesite excusas; toda la razón de ser que necesita es el placer, la diversión, el gozo que proporciona.
3)  Ausencia superficial de angustia. El humor postmoderno, por razón del principio hedonista expuesto en el punto anterior, renuncia de partida a mostrar en primer plano los aspectos oscuros o desagradables de la realidad. Le interesa lo lúdico, lo brillante, lo festivo, lo espectacular, lo estrafalario, lo llamativo.
4)    Habilidad social. El humor, en la sociedad postmoderna, se convierte en lenguaje universal y, por tanto, en una habilidad social más que hay que dominar para desenvolverse exitosamente en el entorno. El humor se hace componente necesario en la comunicación interpersonal y deviene arma de seducción, quizá no suficiente por sí sola para conseguir un objetivo dado, pero sí necesaria.
5)     Igualitarismo. Aristóteles afirmó que, mientras la tragedia es el espectáculo de las desgracias que acontecen a personajes superiores al espectador (y que, por ello, tiene un efecto conmovedor), la comedia es el espectáculo de las desgracias que acontecen a personajes inferiores al espectador (y, por ello, tiene un efecto hilarante). Si en todo humor existiese un componente de desigualdad, en el humor postmoderno, opina Lipovetsky, dicho componente está reducido al mínimo: el humor nace del espectáculo de la diversidad, y aunque la propia diversidad sea objeto de comedia (pues, como dice Lipovetsky, la igualdad se ríe de la igualdad), en última instancia hay, por necesidad, un respeto esencial a dicha diversidad. Cabe suponer, no obstante, que el humor postmoderno no es tan suave cuando toma por objeto comportamientos ajenos a la sociedad postmoderna y que, por tanto, sí son susceptibles de observación desde una perspectiva superior.
6)       Presencia soterrada de angustia. El humor postmoderno es, después de todo, el humor de una época que ha perdido las certezas. Si bien, como hemos dicho, en su superficie todo es color, fiesta y alegría irresponsable, persiste un fondo de nihilismo angustiado. La fiesta postmoderna no puede presumir del abandono dionisíaco de la fiesta medieval; lo lúdico postmoderno es necesariamente tenso, pues oculta un abismo existencial y, por su propia proliferación (por esa omnipresencia que hemos señalado en el primer punto), el efecto cómico se diluye, se dispersa.
7)    Variedad y novedad. La superficie colorida y dicharachera del humor postmoderno implica, además, la necesidad de una sensación constante de diversidad, de cambio, de novedad interminable. No vale la repetición monótona de un mismo recurso humorístico. Para funcionar, el humor postmoderno tiene que ser, cuando menos en apariencia, proteico.
8)      Individualismo. El hedonismo postmoderno es un hedonismo individual, basado en el placer individual, que deriva de la obtención de los objetos de deseo personales. El humor postmoderno es comunitario en tanto sirve de lenguaje común para comunicar todas esas individualidades diferentes, inmersa cada una en su propia empresa de placer, pero el punto de partida para el diálogo es el reconocimiento respetuoso de la realidad de esas diferencias.
9)       Autorreferencia. El humor postmoderno tiene por objeto privilegiado al propio humorista, sea profesional o no. Incluso cuando comenta el comportamiento de un individuo distinto del comentarista, el fondo de la cuestión es la relación con la propia opción personal de quien habla. Uno de los grandes problemas con que se encuentra una sociedad que ha desechado los grandes relatos, repetimos, es el vacío que genera en la legitimación de acciones, en las herramientas de valoración y los criterios para la toma de decisiones sobre la propia existencia. Comentando el absurdo de las decisiones ajenas (que son absurdas en cuanto carecen de una razón última que las justifique), comentamos el absurdo de las nuestras.
10)   Utilidad. Ya hemos señalado que el humor es, en la sociedad postmoderna, una habilidad social y una herramienta de seducción. Esto quiere decir que, en última instancia, es un instrumento que puede ser utilizado para obtener fines diversos (partiendo de que, aunque se produzca un vacío en el sistema de ideas a la hora de justificar los fines, dichos fines siguen existiendo). Lipovetsky propone el ejemplo bastante obvio de la publicidad: el humor sirve para vender productos, haciendo mofa de la propia noción de la promoción y venta de productos. Sabemos que dicha actividad no tiene un sentido último, como tampoco lo tiene la existencia (o que no somos capaces de ponernos de acuerdo respecto a un sentido último; a efectos sociológicos, eso es lo que cuenta); la publicidad persiste en esa actividad carente de sentido último, pero indica que es consciente de que carece de sentido último.
11)   ¿Función? El punto anterior señala una posibilidad de alcance un tanto superior. En la medida en que el humor es útil, o, cuando menos, utilizable... ¿es posible que cumpla una función social (o varias) reconocible(s)? Nuestra hipótesis: sí, aunque no exclusivamente. El humor oficia de sistema ideológico de legitimación subsidiario (¿y transitorio?) y ayuda a mantener la cohesión social en una época en la que el vínculo comunitario, en su sentido espiritual, se presenta especialmente débil. En otras palabras, el humor viene a suavizar y a hacer aceptable el vacío que han dejado los grandes relatos al desmoronarse (recordemos a Lyotard). No es, evidentemente, el único elemento que cumple dicha función; para empezar, cabe la duda de que los grandes relatos hayan desaparecido por completo. Pese a todo, hay esa percepción de vacío, de debilidad, de nihilismo y el humor contribuye a hacerla tolerable. Las construcciones ideológicas que sustentaban la práctica cotidiana de las sociedades occidentales se han demostrado insuficientes; el humor colabora para que, pese a todo, tal práctica cotidiana se mantenga, comentando su absurdo esencial y convirtiéndolo en placer cómico.

Estas son, pues, las intuiciones de Lipovetsky, expuestas hace cerca de veinte años. ¿Se atreverá algún científico riguroso a poner a prueba estas hipótesis o quedarán olvidadas como tantos otros caprichos intelectuales del ensayismo postmoderno?

Por arbitrarias que sean sus clasificaciones, por desmesurada que sea la ambición explicativa de sus páginas, en ellas encontramos herramientas de utilidad analítica. En su propuesta de desarrollo histórico del humor en tres estadios (medieval, ilustrado y postmoderno) nos ofrece tres tipos ideales válidos para el estudio de la realidad contemporánea.

El humor “moderno” o “ilustrado” necesita un blanco contra el que cargar, y sólo es comercial cuando hay una proporción suficiente del público que está de acuerdo con la pertinencia de dicho blanco. Cuanto mayor es el desencanto político, cuanta menos fe tenemos en nuestra capacidad de cambiar las cosas (para mejor, claro) haciendo uso de la razón... más se parece nuestro humor a lo que describe Lipovetsky.
       Ahora, habría que mirar el quiosco, la televisión, el cine... y preguntarnos qué humor es el que más vende. Y por qué...




















Lipovetsky en el contexto de la filosofía política

Lipovetsky en el contexto de la filosofía política




Gilles Lipovetsky (París, 1944) es un filósofo y sociólogo francés. Es profesor agregado de filosofía y miembro del Consejo de Análisis de la Sociedad y consultor de la asociación Progrès du Management. En sus principales obras (en particular, La era del vacío) analiza lo que se ha considerado la sociedad posmoderna, con temas recurrentes como el narcisismo apático, el consumismo, el hiperindividualismo psicologista, la deserción de los valores tradicionales, la hipermodernidad, la cultura de masas y su indiferencia, la abolición de lo trágico, el hedonismo instanteneista, la pérdida de la conciencia histórica y el descrédito del futuro, la moda y lo efímero, los mass media, el culto al ocio, la cultura como mercancía, el ecologismo como disfraz y pose social, entre otras. Es profesor de la Universidad de Grenoble.

Principales ideas

En una de sus principales obras (L'ère du vide, 1983), Lipovetsky analiza una sociedad « posmoderna » marcada, según él, por una separación de la esfera pública, y a la vez una pérdida del sentido de las grandes instituciones colectivas (sociales y políticas) y una cultura « abierta » con base en una regulación cool de las relaciones humanas (tolerancia, hedonismo, personalización de los procesos de socialización, educación permisiva, liberación sexual, humor). Esta visión de la sociedad plantea un neoindividualismo de tipo narcisista y, más aún, aquello que Lipovetsky llama « la segunda revolución individualista ». 

Toda la obra de Lipovetsky gira en torno a la evolución y desarrollo del individualismo actual. Estos análisis se centran en la creación de una nueva categoría de pensamiento: la de hipermodernidad. La hipermodernidad vendrá acompañada de un hiperindividualismo y ambos se enfrentarán con la ambigua concepción de la postmodernidad. La postmodernidad ya no sirve para definir el momento actual de las sociedades liberales. Estamos en un momento histórico donde no existen sistemas alternativos al presente y donde el mercado ha impuesto su ley. Es el momento de la hiper-modernidad sin oposición alguna, sin normativa o regulación y que tiene el estatus de global.

Con este término, Lipovetsky presenta un mundo caracterizado por la invasión de las nuevas tecnologías y la modificación del concepto de cultura. Vivimos en una sociedad donde el papel de la imagen se ha convertido en un icono, rodeados de una pantalla global (ordenadores, teléfonos móviles, televisores,…), una pantalla que ha roto el discurso narrativo continuado a favor de lo plural e híbrido, sin forma definida y con total heterogeneidad. Se ha redefinido el concepto de cultura poniendo el acento en la formación de la misma a través del capitalismo, del imperio del hiperindividualismo y de la tecnociencia. 

A lo largo de sus análisis, Lipovetsky presenta un concepto de cultura del siglo XXI caracterizado por la cotidianidad en el acceso a las redes informáticas y sociales de modo inmediato, por el hiperconsumo en busca de la novedad (neofilia), por los medios de comunicación a la carta y un tecnocapitalismo global. El clásico concepto de cultura, que diferenciaba entre la popular y la ilustrada, se ha desvanecido entre las redes y las nuevas tecnologías, y los campos de conocimiento empiezan a entremezclarse. La cultura es inseparable de la industria comercial y abarca todos los rincones del planeta, tiene aspiraciones concretas planetarias, independientemente del nivel económico.

En la concepción del nuevo individualismo (hiper-individualismo) el pensador francés pone el acento en una de las características más importantes del tiempo hipermodeno: lo paradójico. El desarrollo de una cultura PSY (incremento del factor "psicológico"), el acceso democrático al lujo, y el hiper-consumo han provocado grandes desequilibrios internos en la relación del individuo consigo mismo.

La línea de sus últimas publicaciones se encuentra muy ligada al análisis de los principales factores que organizan y mueven a la sociedad del momento. La economía ocupa uno de los papeles relevantes que mejor condicionan a la sociedad en la que vivimos. Existe un nuevo concepto de cultura, la cultura-mundo, que dista mucho del tradicional enfoque que otrora puso en marcha la Ilustración con la asociación de este término a los conocimientos humanísticos. La cultura-mundo actual significa el fin de la heterogeneidad tradicional de la esfera cultural y la llegada de la universalización de la cultura comercial, conquistando las esferas de la vida social, los estilos de vida y casi todas las esferas de las actividades humanas.

En esta nueva cultura encontramos nuevos problemas con repercusiones globales tales como la ecología, la inmigración, la crisis económica, el terrorismo,… pero al mismo tiempo también tenemos crisis existenciales; de este modo Lipovetsky argumenta que el mundo se ha vuelto cultura y que a su vez, la cultura se ha vuelto mundo.

Distinciones

  • Chevalier de la Légion d'Honneur
  • Docteur Honoris Causa de l'Université de Sherbrooke (Québec, Canadá)
  • Docteur Honoris Causa de la nouvelle Université Bulgare (Sofía)
  • Doctor Honoris Causa de la Universidad de Aveiro (Portugal)

Bibliografía

  • "La era del vacío" : ensayo sobre el individualismo contemporáneo", Ed. Anagrama "El imperio de lo efímero": La moda y su destino en las sociedades modernas", Ed. Anagrama
  • "El crepúsculo del deber" : La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Ed. Anagrama
  •  "La tercera mujer: Permanencia y revolución de lo femenino", Ed. Anagrama "Metamorfosis de la cultura liberal: Ética, medios de comunicación, empresa", Ed. Anagrama
  •  "El lujo eterno: De la era de lo sagrado al tiempo de las marcas", Ed. Anagrama
  • "Los tiempos hipermodernos", Ed. Anagrama
  • "La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo", Ed. Anagrama
  • "Educar en la ciudadanía", Institución Alfonso el Magnánimo (Valencia),
  •  "La sociedad de la decepción", Ed. Anagrama
  •  "La pantalla global: cultura mediática y cine en la era hipermoderna", Ed. Anagrama
  •  "La cultura Mundo: Respuesta a una Sociedad Desorientada", Ed. Anagrama
  • "El Occidente globalizado: Un debate sobre la cultura planetaria", Ed.Anagrama "L'esthétisation du monde : vivre à l'âge du capitalisme artiste, Paris, Gallimard, 2013 (avec Jean Serroy), coll.
  •  « Hors série Connaissance », 496 p. Traducción en Ed. Anagrama prevista para 2014
  • Sobre Gilles Lipovetsky
Sébastien Charles, La philosophie française en questions. Entretiens avec Comte-Sponville, Conche, Ferry, Lipovetsky, Onfray et Rosset, Paris, Le Livre de poche, 2004. Distinctions



UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA SITUACIONAL: BITACORA DE PERCY CAYETANO ACUÑA VIGIL.

  UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA  SITUACIONAL.  Percy Cayetano Acuña Vigil. En este escrito se ha registrado información básica situacional con...