lunes, 25 de agosto de 2014

EL ARRIBISMO EN EL PERÚ: CARLOS DELGADO

Carlos Delgado Olivera (1926 - 1980)

Ejercicio sociológico sobre el arribismo en el Perú (*)

Carlos Delgado Olivera

La Imagen del Bien Limitado
El modelo de orientación cognoscitiva que en mi concepto explica mejor la conducta campesina es la Imagen del Bien Limi­tado. Por Imagen del Bien Limitado quiero significar que am­plias áreas de la conducta campesina están organizadas en forma tal como para sugerir que los campesinos conciben sus universos social, económico y natural, es decir la totalidad de su ambiente, como uno en el cual las cosas deseadas en la vida, tales como la tierra, la riqueza, la salud, la amistad y el amor, la hombría y el honor, el respeto y el status, el poder y la influencia y la seguri­dad, existen en cantidades finitas y siempre en cantidad reducida desde el punto de vista del campesino. No sólo éstas y otras cosas buenas existen en cantidades finitas y limitadas sino que, además, no hay directamente dentro del poder del campesino modo alguno de incrementar las cantidades disponibles... Consecuentemente, hay un primer corolario a la Imagen del Bien Limitado: si el Bien existe en cantidades limitadas que no pueden expan­dirse, y si el sistema es cerrado, entonces un individuo... sólo puede mejorar una posición a expensas de otros” (1).

La conducta arribista en el Perú urbano y “moderno”
Este concepto de la Imagen del Bien Limitado, entendido como modelo o principio integrador, es, de acuerdo a Foster, la clave para comprender mejor la orientación genérica de la cultura de las sociedades campesinas. En apoyo de tal punto de vista, su autor apela al respaldo empírico de numerosos trabajos de campo. La idea ha sido expuesta, defendida y criticada en diversos ensayos (2) y es, sin duda, estimulante y valiosa. Aquí como se verá enseguida, se la adopta como punto de partida para intentar una extensión de su marco de aplicabilidad a fin de interpretar formas de comportamiento que se dan en universos sociales dis­tintos a los de las sociedades campesinas (3). Concretamente, el propósito de este breve ensayo es tornar inteligible la conducta arribista en el escenario específicamente urbano y “moderno” del Perú contemporáneo, a la luz del concepto de la  

Imagen del Bien Limitado.
En el Perú el “sistema” social sigue caracterizándose por una marcada rigidez que en gran medida dificulta e impide formas fluidas de movilidad social. La rígida estrechez del “sistema” en cuanto red de desplazamientos sociales, determina que el éxito social sólo puede alcanzar a grupos relativamente pequeños de individuos (4). En una sociedad así, donde la virtualidad operativa de los mecanismos de movilidad social sufre el impacto decisivo de las influencias personales, el poder de patronazgo de ciertos individuos dentro de la sociedad es, en realidad, considerable y, por ende, la posibilidad de manipular tal poder en beneficio pro­pio gravita con fuerza irresistible para estimular determinados ti­pos de comportamiento de gran eficacia dentro del contexto de un ordenamiento patrimonial de la sociedad (5). En una sociedad de tales características las posibilidades de éxito social son extremadamente reducidas y es muy alta la competencia por el acceso a posiciones de prestigio, riqueza y poder concebidos como bienes supremos.

Como tales bienes se juzgan inalcanzables para tantos competidores, como la competencia es muy acentuada, y como las posibilidades de éxito se consideran mínimas, la lucha por el triunfo social alcanza a veces niveles de verdadera ferocidad. En tales circunstancias no hay armas vedadas: todo medio es lícito para conseguir la finalidad perseguida. Como todos quieren “su­bir” y hay pocas posibilidades de lograrlo, el “ascenso” de un individuo entraña el “descenso” de otro: sólo se puede “subir” cuando otro “baja”. Pero como dentro de condiciones sociales de alta competencia tal “descenso” no puede ser resultado del deseo espontáneo de nadie, surge la necesidad de ascender derribando. En síntesis, dentro de tal contexto social, para tener éxito es preciso “traerse abajo” a otros individuos (6).

El arribismo
A este deseo desenfrenado por “subir” se le denomina en el Perú arribismo. Donde como en este país, la naturaleza misma de las vías de desplazamiento social genera numerosas áreas de inten­so estrechamiento sujetas, en gran medida, al control de quienes manipulan resortes de poder dentro de un complejo mecanismo de interacciones e interdependencias inherentes al funcionamien­to de diversos “feudos” e “imperios” personales, la emergencia del arribismo como forma de conducta social para triunfar en la vida, no es, en puridad, sorprendente.

En realidad, lo sorprenden­te sería que tal tipo de comportamiento no se registrara en la interacción competitiva de quienes integran una sociedad como la nuestra. Desde este punto de vista, la significación del estudio del arribismo como conducta social de competencia estriba, justa­mente, en que puede permitir una mejor comprensión de la forma en que las relaciones sociales están estructuradas en el Perú contemporáneo.

En otras palabras, el arribismo obedece a imperativos de carácter social generados por la propia estructura de la sociedad peruana. Por tanto, es posible enfocar la conducta arri­bista como medio a través del cual algunos aspectos de las interrelaciones sociales en el Perú podrían tornarse inteligibles. Esto supone aceptar que no es el comportamiento arribista el que de­termina las modalidades funcionales de los “sistemas” de relación social sino que, por el contrario, el arribismo debe ser entendido como derivación y producto de los “sistemas” que tipifica.

De este modo es enteramente concebible que un cuidadoso análisis del arribismo, al nivel de los casos empíricos, pudiera abrir el camino al hallazgo de inéditas y valiosas descripciones de diversos “sistemas” de interacción social desde el punto de vista de sus propios actores. Es posible, en efecto, que la observación del comportamiento arribista como fenómeno social, al permitir se­guir el hilo de un tipo de conducta competitiva orientada objeti­vamente a lograr éxito en la sociedad circunscrita o global, abra un camino de aproximación a la naturaleza del universo social del arribista. Tal enfoque tendría, a mi juicio, la significación de re­presentar, por lo menos, una posibilidad verificatoria y de complementación de otros enfoques orientados, desde otros ángulos, a desentrañar el carácter estructural de un cuadro social determi­nado. 

A la luz de este planteamiento, la conducta arribista no constituye un problema individual, sino un fenómeno derivado de la naturaleza estructural de las relaciones sociales en países como el Perú. Por tanto, como fenómeno social debe ser explicado en términos sociales, no individuales. Sin embargo, esto no implica desconocer la significación de factores psicológicos, ya que parece ser que sólo determinado tipo de individuos se inclina por adoptar una modalidad arribista de comportamiento. De hecho, es preciso reconocer la existencia de otras formas de conducta que, aunque orientadas también a lograr el éxito social, no adoptan las características del comportamiento arribista (7). Ello no obstante, la acu­sada generalización de las formas de comportamiento propias de la conducta arribista, permiten seguramente hablar de una cultura del arribismo en el Perú.

El éxito de unos depende del fracaso de otros
Me he referido anteriormente a la estrechez operativa de las vías de desplazamiento social en el Perú, a la limitación de las oportunidades de éxito que ello determina, y a la intensidad de la competencia por el acceso al disfrute de bienes sociales que se conciben limitados. Nada de esto ocurre, desde luego, a un nivel de entendimientos explícitos. Los presupuestos de la conducta arribista no se verbalizan. Pero el arribismo se nutre y refleja al mismo tiempo en significaciones de muy clara elocuencia. En este sentido, sería iluminante desentrañar los recónditos sentidos e implicancias de expresiones tales como “serruchar el piso”, “tre­par”, “dejar colgado de la brocha”, “abrirse paso”, “traer abajo”, “tirarse” o “madrugarse” (a alguien) y otras que sirven para desta­car la naturaleza sórdida de la lucha competitiva en nuestra sociedad. En efecto, parece ser que el arribista no reconoce armas vedadas en el combate social; en su lucha todo instrumento es permisible, todo medio es lícito.

La crudeza misma de la acción competitiva se justifica por los resultados: “subir”, “llegar”, dis­frutar de prestigio y poder ya sea en el ámbito social delimitado o en la sociedad global. Y como sólo unos pocos pueden llegar a posiciones de victoria, el triunfo suele concebirse necesariamente basado en la derrota de la gran mayoría de competidores por el éxito social, como quiera que éste se entienda dentro de un con­texto determinado. Aquí ocurre, quizás, algo similar a lo que sucede cuando muchas personas pugnan desesperadamente por salir de un recinto cerrado a través de una única puerta de estre­chas dimensiones: el éxito de unos se basa inexorablemente en el fracaso de otros. En tales circunstancias, entre éxito y fracaso hay una relación de función: el primero es función del segundo. Sólo cuando alguien fracasa existe alguien que triunfa (8).

Modalidades operativas del arribismo
El arribismo parece tener dos principales modalidades operativas. Una es la adulación genuflexa a quien ocupa posiciones de poder. En la fabla popular la modalidad constituye el sobe: se soba al superior, al influyente, al poderoso, a quien puede dispensar favores y apadrinar el “ascenso” social. La otra modalidad del arribismo se expresa en la agresión verbal generalmente indirecta, en el ataque a mansalva, en el chisme, en la crítica destruc­tiva, en el chiste peyorativo de implicaciones zahirientes y de doble intención. En la fabla popular esto se denomina raje; se raja de todo aquel a quien el arribista considera competidor real o potencial por el acceso a las estrechas vías del éxito y del reconocimiento. Raje y sobe, sin embargo, claramente dimanan de la concepción lúcida o brumosa del bien como categoría limitada, poco accesible e insuficiente para generar satisfacción universal.

Estas dos modalidades operativas del arribismo no son, en realidad, excluyentes y nada impide que el arribista practique ambas, alternativa o simultáneamente de acuerdo a las circunstancias, según la naturaleza de su campo de acción, y dependiendo de quienes sean las personas objeto de su halago o su diatriba. La preferencia por una de las modalidades señaladas no descarta, en consecuencia, la posibilidad de utilizar la otra: la adulación a una persona influyente suele, en efecto, llevar aparejada la diatriba hacia otra a quien el arribista considera con respecto a la primera, en una posición de efectiva o presunta rivalidad.

Naturalmente, este procedimiento tiene también una aplicación inversa. Esto quiere decir que el comportamiento arribista parece tener, en esencia, un carácter de relativa “simetría” en virtud del cual los resultados de la adulación o de la diatriba se conciben como ventajas recíprocamente afianzadoras de las expectativas de éxito social. De ser así esto seguramente confirmaría el común origen psicológico de ambas formas de conducta arribista en la concep­ción del bien como categoría de extremada limitación de uso y acceso (9).

En este sentido, cabe señalar que las expectativas de ventaja personal que el arribista cifra en la diatriba se refuerzan con el halago dirigido hacia quienes se considera situados en una real o supuesta relación de conflicto con respecto a los individuos a quienes el arribista estima contendores en su lucha por el éxito social. Así, halago y adulación tienden a reforzar la virtualidad destructora del ataque y la diatriba.

El triángulo del arribista
De este modo, la competencia social del arribista tiende a conformar una relación de tipo triangular; de un lado, los individuos a quienes él define como contendores reales o potenciales en su reclamo al reconocimiento social; de otro, aquellos a quienes el arribista define como virtuales aliados en su acción competitiva; y de otro lado, el propio arribista que, empleando virulencia verbal con los primeros y ditirambo con los segundos, intenta usar a ambos para lograr sus fines de beneficio personal. Por esta razón, generalmente ni el halago ni la diatriba utilizados para unos y otros pueden tener unicidad formal de propósito: el primero se otorga dentro del contexto dual de una declaración que, al mismo tiempo, elogia a la persona a quien va dirigido y zahiere, implícita o explícitamente, a otro u otros individuos; y la segunda suele, asimismo, formularse dentro de un contexto también dual de ata­que a quien va dirigida, por un lado, y de enaltecimiento a terce­ros, por otro.

 En esta forma, tanto la “crítica” como el elogio sirven para definir la esencial ambidextría operativa del arribismo, es decir, su utilización de valores antitéticos de apreciación dirigi­dos hacia individuos a quienes el arribista operacionalmente define y presenta como antagonistas recíprocos dentro de una ecuación social, que si bien es “simétrica” en términos de la autoubicación funcional del arribista vis-a-vis sus expectativas de un bene­ficio personal derivado del presunto conflicto de terceros que él construye, es claramente “asimétrica” desde el punto de vista de la autoubicación sentimental, valorativa e intelectual que el arribista, asimismo, define: él se sitúa lo más cerca posible de quien elogia y lo más lejos posible de quien ataca.

En esta forma, la ambivalencia posicional del arribista opera, obviamente, en su favor. La crucialidad del problema radica en su habilidad para definir, en la forma más ventajosa posible, los fac­tores de “simetría” y “asimetría” de esa relación triangular en cuyo vértice el arribista, en principio, se coloca cuando manipula, mediante el empleo simultáneo de las dos modalidades operativas descritas, los blancos de su ataque y sus halagos. En estas condiciones, parece evidente que, dentro del mecanismo propio de las relaciones que caracterizan al universo social de vastos sectores de la sociedad peruana, si el arribista exhibe un alto grado de habili­dad manipulativa sus posibilidades de éxito son, en realidad, muy considerables.

Preferencias operativas del arribista
Ello no obstante, la observación cuidadosa de este tipo de conducta permite postular la existencia de tendencias preferenciales en el ejercicio del arribismo. Éste, en general, tiende a ser unilate­ral en su expresión operativa. En efecto, pareciera que el arribista típico se especializa, por decirlo así, en una de las dos modali­dades operativas mencionadas, las mismas que, como se verá más adelante, tienden a manifestarse con mayor énfasis en determinados campos de acción. De esta manera, pareciera que una y otra modalidad de conducta arribista tipifican áreas distintas de activi­dad donde el arribismo se da como fenómeno social generalizado.

El arribista por sobe
Profundizando un poco más el enfoque propuesto es fácil advertir que, si bien parece evidente que el punto de partida del arribismo en general es la noción del Bien Limitado, también parece evidente que la escogitación de una modalidad operativa, en vez de la otra, revela importantes diferencias psicológicas en la actitud del arribista. En ambos casos el problema es el mismo: cómo maximizar las posibilidades de éxito social. Pero los dos tipos de arribista plantean y resuelven el problema de manera distinta. El arribista por sobe escoge una alternativa en cierta forma pasiva que implica el establecimiento de relaciones persona­les en las que el adulador asume una posición subordinada y deliberadamente “inferior” como estratagema para triunfar.

Esta alternativa, obviamente, destaca el valor de indirección tan pre­sente en la cultura de la mayoría de los grupos sociales del Perú. Aquí hago referencia a la proclividad por los “rodeos”, patente en el comportamiento generalizado de la sociedad peruana. Este va­lor de indirección se manifiesta en la virtual resistencia a encarar una situación o un problema de manera frontal, prefiriendo siem­pre o casi siempre la vía indirecta, el intermediario, la posterga­ción, el “mañana” de todo desenlace. Esto mismo se manifiesta al nivel del lenguaje en la preferencia por el eufemismo, el circunlo­quio y la excesiva adjetivación. 

Antenor Orrego alguna vez señaló que los poetas peruanos solían agotarse “calificando a las cosas sin jamás nombrarlas” (10), es decir sin jamás llegar a su esencia, a su raíz. Esto es, acaso, en cierta forma lo mismo que denunció González Prada al sostener la imperiosa necesidad de romper para siempre en el Perú “el pacto infame y tácito de hablar a media voz” (11), admonición desoída, con la que aparentemente se hacía alusión a una característica tangencial, pero importante, de la conducta arribista toda vez que el rechazo al directo enfrentamiento de los problemas lleva a enfatizar otros valores de la indirección, tales como la virtual cobardía que impide hablar en alta voz, es decir, directamente, llamando a las cosas por su nombre. 

En efecto, el arribista, como hombre en el fondo intensamente inseguro de sí mismo, elude los compromisos que importan las definiciones y huye de los riesgos que, derivados de esas definicio­nes, pueden poner en peligro sus posibilidades de éxito: la expresión “no conviene enemistarse con nadie” forma parte conspicua del universo semántico que orienta la vida del arribista.

Por esta razón, el arribista por sobe, al desarrollar su vida social en términos predominantemente pasivos, suele carecer de iniciati­va real y de coraje intelectual para enfrentarse con circunstancias competitivas adversas. La subordinada pasividad implícita en su preferencia por la adulación, lo lleva a teñir toda su vida psicológica de una actitud generalizada de opacidad, de timidez y de dependencia (12). Tal conducta parece generar necesariamente frus­traciones de variable agudeza que encuentran desahogo y expre­sión en el comportamiento típico de esta clase de arribistas hacia quienes ocupan con respecto a él posiciones subordinadas de pres­tigio y poder. En tales situaciones, el arribista generalmente reo­rienta su agresividad hacia quienes considera “por debajo” suyo.

 En la victimización del personal a él subordinado, el arribista pro­bablemente encuentra factores de compensación que permiten restablecer su equilibrio interior y su autorrespeto, críticamente afectados por la práctica continua de la adulación y el halago como técnicas de competencia social. No es seguramente una ca­sualidad que este tipo de comportamiento ambivalente y, a prime­ra vista, desconcertante sea frecuente precisamente allí donde los rigores de la competencia por el éxito social parecen ser muy acusados en el Perú, es decir, en el campo de la burocracia y en el de las organizaciones altamente institucionalizadas donde las estrecheces de las vías de “ascenso” social son manifiestas.

El arribista por raje
La segunda modalidad operativa del comportamiento arribista parece representar una alternativa de mayor dinamismo psicológico por cuanto en este caso no se enfatizan valores de pasividad y sumisión sino valores de agresividad. Sin embargo, aquí también se trata, en el fondo, de una modalidad de conducta que acentúa las consideraciones de indirección antes señaladas: en efecto, el arribista por raje trata de lograr su finalidad a través del activo descrédito de aquellos a quienes hace blanco de sus ataques; pero el ataque y la crítica acerba no son generalmente directos; se dirigen, por el contrario, casi siempre en un sentido, por decirlo así, circunvalatorio. La característica principal del raje es, precisamente, la maledicencia a menudo oculta y, a veces, anónima. El arribista de este tipo suele no dar la cara y actúa de preferencia a espaldas de su víctima ante quien suele asumir una actitud cordial o, por lo menos, neutra, muy distinta por cierto a la que asume en otras circunstancias.

Desde otro punto de vista, el raje suele operar en dos niveles diferentes. En uno, se expresa como ataque personal propiamente dicho. En este caso, se tiende a destacar y aumentar los defectos reales o imaginarios de la persona a quien el ataque va dirigido. 

Cuando esto ocurre, la “crítica” destructiva casi nunca es frontal y por tanto, ella enfatiza intensamente los valores de indirección tantas veces mencionados. Y en otro, el comportamiento arribista por raje asume el pretendido carácter de una evaluación de los trabajos de quien se trata de atacar. En tales situaciones, casi inevitablemente se formulan a veces “críticas” directas y persona­les. Pero, cuando esto ocurre, la mecánica de esta modalidad de arribismo demanda destacar todos los posibles aspectos real o supuestamente negativos del trabajo que se “critica” con prescindencia total o casi total de sus posibles aspectos positivos. En ambos casos, sin embargo, el objetivo es el mismo: “traerse abajo” a un posible contendor por el acceso al disfrute de un bien social cuya disponibilidad se considera limitada.

Esta segunda modalidad de arribismo se ha dado tradicionalmente en las esferas intelectuales y políticas (13) y, acaso en menor grado, en las esferas artísticas del Perú. Ellas no se caracte­rizan por una tendencia constructiva hacia la emulación sino más bien hacia la rivalidad, el conflicto soterrado, el alineamiento en grupos y bandos irreconciliables. Aquí, quien sabe paradójicamente, la competencia suele ser mezquina y ruin en grado sumo y sólo parecen superarla aquellos que merced a su talento y superioridad manifiestos, han logrado ya trasponer el umbral del reconocimien­to y de la fama. Por eso en el Perú pareciera que sólo los intelec­tuales que han “llegado” suelen ser intelectualmente generosos. En este sentido, se diría que la generosidad de este tipo es un lujo que en nuestro medio sólo contados intelectuales y artistas pueden darse.

El arribismo como cultura de la inseguridad
Por ser el arribista, como se anotó anteriormente, un indivi­duo, en esencia, inseguro, la cultura del arribismo es también una cultura de la inseguridad. De esto se derivan los rasgos a veces psicopáticos que el arribista evidencia en su ardorosa e intensa ansiedad por procurarse un éxito que parece inalcanzable por la vía de los comportamientos socialmente constructivos. Esto explica que el arribista sea también un individuo fundamentalmente negativo e hipercrítico cuyas energías se orientan básicamente hacia finalidades de destrucción. Esto parece ser particularmente cierto del arribismo propio de las esferas intelectuales.

Las características mismas del mundo intelectual determinan que aquí la conducta arribista asuma perfiles de elevada sofisticación destruc­tiva. La naturaleza esencialmente negativa del intelectual arribista tiende a reducir drásticamente su capacidad creadora. Y esta limi­tación que decreta la sustancial falta de originalidad de su talento, parece ser, precisamente, la que lo impele hacia formas de comportamiento arribista para reforzar las posibilidades de un éxito que parece altamente problemático a través del ejercicio creador de un talento original que él no posee.

En un mundo social de características marcadamente competitivas, el intelectual arribista encuentra que la limitación antes aludida tiende a incrementar el sentido de íntima inseguridad que tipifica su vida psicológica y que se acrecienta más aún cuando, en la competencia por un reconocimiento de posibilidades acusada­mente limitadas, advierte en otros el talento creador y la originali­dad que él no posee. En tales circunstancias, el intelectual hipercrítico y negativo sólo atina a redoblar sus esfuerzos destructivos apelando a cualquier recurso, por vedado que sea. En este sentido, surgen distintas posibilidades de acción susceptibles de empleo simultáneo: la crítica exacerbada cuya finalidad no es evaluar sino destruir, la tergiversación, la maledicencia encubierta, el chiste de corrillo cargado de veladas acusaciones implícitas, y la virtual organización de “campañas de silencio” destinadas a “liquidar” a un adversario al que es preciso “cerrarle el paso”.

El refinamiento logrado por algunos individuos en el manejo de estas técnicas operativas del arribismo alcanza a veces niveles de sofisticación realmente impresionantes. Sin embargo, lo que el arribista parece no apreciar con justeza es el alto costo intelectual y psicológico que demanda el dominio de estas técnicas competitivas y que, en mucho, explica su frustración y su frecuente fracaso. En efecto, la inversión emocional e intelectual que esta conducta impone es de tal magnitud que sólo una parte relativamente pequeña de ener­gías potenciales puede ser positivamente orientada hacia formas de comportamiento constructivo que abran paso a una competen­cia lícita por el éxito social.

Mucho de lo anteriormente señalado tiene que ver con algo que Foster puntualiza para las sociedades campesinas y que, creo, tiene su contrapartida en situaciones que aquí se comentan. Foster indica que cuando el campesino migrante hace fortuna fuera de su comunidad, tal hecho no determina comportamientos agre­sivos entre los miembros de su sociedad local porque la fortuna acumulada en esas condiciones no pone en peligro el equilibrio interno del grupo y su estabilidad. Algo similar parece ocurrir en el mundo intelectual y artístico peruano entendido como la “co­munidad” de los artistas e intelectuales. Estos, generalmente, ne­cesitan consagrarse en el exterior antes de ser reconocidos en el Perú. Para “ganarse un nombre” en esta comunidad suele ser necesario triunfar primero fuera de ella, acaso “porque nadie es profeta en su tierra”.

El triunfo interno es a veces singularmente difícil si no está precedido por victorias logradas allende los linderos del país. El hacer “fortuna intelectual” fuera del medio tiende en cierta manera a desalentar conductas agresivas en los miembros de la comunidad intelectual para quienes −en modo análogo a lo puntualizado por Foster con referencia a las sociedades campesinas− los éxitos foráneos no parecen afectar la distribución interna del bien limitado y, por ende, no atentan contra la estabilidad y la seguridad del grupo local. Éste es, en efecto, el caso de prácticamente la mayoría de los más altos valores de la cultura peruana contemporánea.

Las conjuras de silencio, los intelectuales y la necrolatría en el Perú
Todo esto y mucho más, tiñe de sinsabor y de amargura al mundo en que se mueven el intelectual y el artista peruanos de hoy, a menudo vilipendiados, con frecuencia ignorados, casi siem­pre incomprendidos y, a veces, literalmente perseguidos en una sociedad que los marginiza y con respecto a la cual ellos suelen sentirse extraños y remotos. Recientes palabras de Vargas Llosa (14) parecen confirmar la corrección de estas apreciaciones. En los casos extremos, la obra del creador intelectual se ve por mucho tiempo ahogada por verdaderas campañas de silencio que se de­cretan por implícito consenso de los factores de poder, institucionalizados o no, que operan dentro del mundo intelectual.

En este sentido, vale recordar aquella carta de Vallejo a Orrego en que el genial poeta alude con amargura al hecho de que su Trilce encon­tró al publicarse el más completo vacío (15). Este tipo de situaciones no es, desde luego privativo de nuestro medio: Ernesto Sábato pone en boca de uno de sus personajes argentinos esta expresión hermosa y lapidaria que bien podría haberse escrito para el Perú: “En este país de resentidos sólo se llega a ser un gran hombre cuando se deja de serlo” (16). Difícilmente, acaso, sería posible reflejar más descarnadamente la desolación y la amargura del intelectual que tiene que desarrollar su vida en un ambiente sobrecargado de aristas y de escolios.

En el Perú la intensidad de tales fenómenos parece revelar y al propio tiempo explicar, por lo menos en parte, el carácter en cierta forma necrolátrico de la cultura intelectual peruana (17): aquí, en efecto, pareciera que se persigue a los vivos y se adora a los muertos. Los casos de González Prada, Mariátegui y Vallejo son muy claros a este respecto. Sólo cuando el gran creador ha desaparecido se suele reconocer su grandeza en el Perú ya que en vida él es a menudo blanco de las conjuras del silencio tan caracte­rísticas del comportamiento arribista y cuya esencia parece estar entrañablemente unida a la concepción del bien limitado que Foster postula como modelo interpretativo para comprender el senti­do de la conducta en las sociedades campesinas y que, a mi juicio, aporta valiosas sugestiones para entender algunos aspectos importantes de la cultura del arribismo en el Perú contemporáneo.

Notas
1.   George M. Foster, “Peasant Society and the Image of Limited Good”. En American Anthropologist, vol. 67, N° 2, abril 1965, pp. 293-315.
2.   David Kaplan y Benson Saler, “Foster’s Image of Limited Good: An Example of Anthropological Explanation”, American Anthropologist vol. 68, N° 1, febrero 1966, 202-205; Steven Piker, “The Image of Limited Good: Comments on an Exercise in Description and Interpretation”, American Anthropologist, vol. 68, N° 5, octubre 1966, pp. 1202-1211; John G. Kennedy, “Peasant Society and the Image of the Limited Good: A Critique”, American Anthropologist, vol. 68, N° 5, octubre 1966, pp. 1212-1225; William Mangin, “A Classification of Highland Communities in Latin America”, versión mimeográfica preliminar, 1967.
3.   El propio Foster expresa en el estudio aquí citado que, en su opinión, la noción del bien limitado es aplicable a otros tipos de sociedad y en este sentido menciona en forma particular a las sociedades de los países en vías de desarrollo.
4.   La sucinta caracterización que aquí se presenta no debe, sin embargo, llevar al desconocimiento del poderoso impacto que recientes proce­sos de cambio social tienen en el cuadro tradicional de la sociedad peruana. En la actualidad están ocurriendo importantes desplazamien­tos sociales que afectan a vastos sectores y que están decisivamente contribuyendo a remodelar la imagen de la sociedad. Ver a este respecto mi trabajo “Notas sobre movilidad social en el Perú”, en Problemas sociales en el Perú contemporáneo.
5.   Ver Julio Cotler, La mecánica de la dominación interna y el cambio social en el Perú, Instituto de Estudios Peruanos, serie Mesas Redon­das y Conferencias, N° 6, Lima, enero 1967.
6.   Sin embargo, la noción del bien limitado tal como aquí se le entiende, no supone siempre, necesariamente, que el ascenso de un indivi­duo se base o determine, a fortiori, el descenso de otro. Puede muy bien suceder que en la carrera competitiva uno de los competidores se vea detenido en su progreso, pero no literal o indispensablemente “traído abajo”. En este caso, empero, el detenimiento equivale a la derrota. Esto en cierta manera supone una desviación del pensamiento de Foster sobre este problema. La posibilidad alternativa que estoy aludiendo, hace referencia, desde luego, a un enfoque dinámico de la cuestión en virtud del cual se enfatizan los valores del movimiento interno dentro de un determinado cuadro de interacción social.
7.   Obviamente, aquí sólo se destaca un aspecto de la conducta que lleva al éxito. Hay otras formas de alcanzarlo relacionadas directamente con la capacidad y el aporte cualitativo de los individuos que lícitamente compiten por el éxito social de acuerdo a formas constructivas de comportamiento.
8.   Como se verá más adelante, estas situaciones no son privativas del Perú. La competencia por el éxito social es el fenómeno de cualquier otra sociedad. Lo significativo es que en sociedades como la peruana “las reglas del juego” no se sujetan a definiciones de valor universal sino que están supeditadas a la influencia y determinación de factores externos y “particularistas”. Esta indefinición normativa para precisar el carácter y el sentido de la competencia obliga a recurrir a formas de comportamiento que no tienen amparo en el dictado de ninguna nor­ma universal: tal situación se expresa en el dicho “sólo el que tiene padrino se bautiza” que, desde luego, tiene una clara filiación con el uso institucionalizado de la “vara”.
9.   Foster en su trabajo no establece claramente el distingo sutilmente significativo entre la limitación del bien como tal y la limitación en el acceso a su disfrute. Aquí se trata de superar esta dificultad ya señalada, por lo demás, en la crítica de Kaplan y Saler.
10.   Antenor Orrego, “Un poema del ser y de la trascendencia”, Prólogo a Julio Garrido Malaver, La dimensión de la piedra, Editorial Juan Mejía Baca y P. L. Villanueva, Lima, 1955. p. 22.
11.   Manuel González Prada, “Discurso en el Teatro Olimpo” (1888), en Pájinas libres, Ediciones Pájinas Libres, Lima, 1960, tomo I, p.47.
12.   Sin embargo, es posible advertir en la conducta del arribista por sobe una soterrada agresividad hacia la persona con respecto a quien él se ubica en una posición subordinada. Surge de este modo, nuevamente, la ambigüedad característica del arribismo. Y así como el sobe escon­de en el fondo un elemento de agresividad, el raje también suele dejar la puerta abierta a la posibilidad de una reconciliación susceptible de ser utilizada en beneficio personal.
13.   Aquí no se hace referencia especial al comportamiento arribista en el mundo político, pero en general cuanto se sostiene respecto al arribismo en los círculos intelectuales podría aplicarse a esta modalidad de conducta en el campo de la política. En éste como en otros aspectos del presente ensayo se hace necesario un ahondamiento de la descrip­ción y el análisis del arribismo en el Perú.
14.    Entrevista de Winston Orrillo, “El Perú mutila, hostiga, frustra y en­canalla a sus escritores”, palabras de M. V. Ll., Oiga, N° 236, agosto, 25, 1967, pp. 24-26.
15.    La carta de Vallejo dice: “El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él”. Citado en Juan Espejo Asturrizaga, César Vallejo, itinerario del hombre, Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1965, p. 111.
16.    Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, Editorial Sudamericana, Bue­nos Aires, 1966, p. 179.
17.   Antenor Orrego, ob. cit, p. 12.
(*) Fuente: Carlos Delgado Olivera. 1971. Problemas sociales en el Perú contemporáneo. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, Campodónico Ediciones.
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domingo, 24 de agosto de 2014

Entrevista premonitora a Julio Cotler.

Julio Cotler: “En este país cada quien baila con su propio pañuelo”

Domingo 24 de agosto del 2014 | 07:21

Analista cuestiona el individualismo que germina por la falta de partidos políticos y de instituciones sólidas. Crear consensos es muy difícil, advierte.

Somos un país en proceso de maduración, dice,  pero nos faltan moldes para llegar más lejos. (David Vexelman)
Somos un país en proceso de maduración, dice, pero nos faltan moldes para llegar más lejos. (David Vexelman)

Juan José Garrido (director@peru21.pe)

Considerado uno de los pensadores más reconocidos, Cotler recibió a Perú21 para analizar el pasado, el presente y el futuro de nuestro país, cuyos conceptos bien podrían marcar la pauta de la agenda nacional.

¿Cuál sería su balance de estos últimos 24 años?
A primera vista te diría que tenemos un cambio de rumbo notable y una reestructuración profunda de la sociedad peruana. Indudablemente hay cosas positivas y negativas. Nos encontramos en una situación en la que no se ven consolidados el rumbo económico ni las transformaciones sociales. Mi sensación es que vivimos en medio de una ola que no se sabe bien cómo va a reventar. Por un lado, hemos tenido crecimiento económico, se ha reducido la pobreza y tenemos una clase media emergente, aunque todavía vulnerable. El 60% de ese sector puede caer nuevamente en pobreza ante un resfrío. Las empresas se han capitalizado y contamos con ejemplos importantes; pese a todo, en el caso peruano lo impresionante es la informalidad.

¿Por qué, si es tan importante, cree que el presidente no la mencionó en el último discurso a la nación?
Bueno, ¿quiénes son los asesores políticos y económicos del presidente? Yo estoy convencido de que si hubiera una fiscalización de las empresas grandes, en 24 horas el 75% de la población informal se reduciría a la mitad. Estoy convencido de que, entre la tercerización y los empleos que se renuevan cada tres meses, todo lo que es legislación laboral favorece increíblemente la informalidad. La informalidad económica es muy importante porque tiene que ver con la desigualdad. Pero a mí lo que me impacta más es la informalización de la sociedad y de la política. Cada quien baila con su propio pañuelo, actúa como le da la gana y se acaba la historia.

¿Hay un exceso de individualismo?
A nadie le importa nada. La individualidad o el individualismo que se cultiva en nuestro país no va asociado con responsabilidades hacia la colectividad. Estoy de acuerdo con que todo este crecimiento favorece el individualismo, y en buena hora, pero al mismo tiempo aquí no va ligado a la responsabilidad. Lo que tenemos no es más que un individualismo salvaje en que cada uno hace lo que quiere.

Eso quizá responde a la falta de instituciones…
A mí me hace gracia cuando la gente habla de la falta de instituciones. No es así. La mafia tiene instituciones, los piratas también, todos tienen sus normas, sus valores. Serán los equivocados, no serán los nuestros, pero existen. Y eso ocurre con las instituciones en nuestro país: existen, pero son débiles, están equivocadas. Cuando te encuentras con una sociedad tan heterogénea, tan desigual como la peruana, crear consensos es muy difícil. Hablamos de lenguajes y conceptos totalmente diferentes. ¿Qué cosa pueden tener en común un Marco Arana con una Keiko Fujimori? Hablamos de dos experiencias de vida radicalmente diferentes. ¿Qué une a un muchacho del Markham con otro de un colegio fiscal en Tarma? ¿Qué tienen en común para poderse comprender? Una de las grandes conquistas de los países europeos fue la educación pública, donde el hijo del rico y el hijo de pobre se juntaban, compartían, pero aquí desde que nacemos tenemos una segregación tremenda.


Sin rumbo. No existe ningún referente cultural, intelectual ni político que señale el horizonte, señala Cotler. (Perú21)
En una reciente encuesta que hicimos y publicamos en el diario, nos encontramos con que, según su perfil ideológico, el 31% de peruanos son autoritarios o totalitarios, personas que no creen en las libertades políticas, sociales y económicas.
El Perú es un país terriblemente conservador. Este país ha hecho un vuelco a la derecha no solo en términos políticos, sino sociales y culturales. Esta historia del rechazo al aborto terapéutico, a la unión civil es una cuestión de una proporción impresionante, cosa que no sucede en otros países. Hay un fondo populista en todo esto, nos encontramos en un escenario ideal para que aparezca un Antauro Humala.

Un caudillo…
Pero claro. Perú ha perdido lo que los posmodernos llamarían un relato. Aquí los empresarios son empresarios, pero no constituyen una clase social, en el sentido propiamente dicho, porque no tienen una organización real. La Confiep es un cascarón vacío. Esto de que Cecilia Blume escriba o llame al ministro y no sea la Sociedad de Pesquería la que plantee el problema te dice algo, son relaciones de carácter personal; no hay una acción colectiva empresarial como existe en Colombia o Chile. Acá todo es a nivel individual.

¿Lo mismo ocurre a nivel político?
Exacto. Todos le piden al presidente que diga cuál es su visión de futuro, adónde vamos. Pero si el señor no tiene partido, no representa a una clase en el sentido orgánico de la palabra, no hay una base social organizada que apoye, que sustente un discurso, unas ideas de país. No existe ningún referente cultural, intelectual o político que señale un horizonte. Tenemos 25 años de reformas económicas sin un referente intelectual, sin ideas. Los editoriales de El Comercio no son suficientes, pues, para hacer creíble este horizonte. La disonancia entre lo que plantean y la realidad que los peruanos vivimos día a día. Decir que en el Perú 98% somos empresarios, desde el dueño del Banco de Crédito hasta el dueño de la bodega de la esquina, es demasiado burdo para que enganche con la realidad.

¿Por qué ha sido tan difícil para el Estado Peruano brindar la promesa del servicio público en educación, salud o justicia si el presupuesto se ha multiplicado por seis?
Porque hay intereses corporativos muy fuertes. En todas partes del mundo los maestros constituyen una corporación muy fuerte que defiende sus intereses. Lo mismo sucede con los médicos, las enfermeras, y ni que hablar de los jueces y la Policía. Pero, ¿aquí qué haces con 350 mil maestros que han entrado en diferentes momentos de la historia bajo diferentes procedimientos y saben que no hay una alternativa fuera? Tienen que defender lo que tienen a como dé lugar. Es eso o nada. ¿Cómo se va a negociar o llegar a un acuerdo ahí? La gente se agarra de lo que tiene.


Confesión de parte. Estudioso advierte que la clase emergente del país podría caer nuevamente en la pobreza. (David Vexelman) ¿Cuáles diría usted que son las tendencias de la clase política?
Es que no hay clase política realmente. Piensa que, de los 130 congresistas, 85 han sido elegidos por primera vez. Cuando hablo de clase, yo me refiero a un grupo con continuidad y permanencia, y que participa de ciertas normas implícitas, y aquí no tienes eso. Hay una fragmentación muy grande. En el próximo Congreso, 90 serán totalmente nuevos, personas que no se conocen, que nunca se han visto, que nunca han mantenido, ya no una discusión, sino una sencilla conversación. El presidente nombra a ministros con los cuales nunca se ha visto. ¿Qué clase política es esa? ¿Cómo van a debatir para marcar el rumbo del país? En los países europeos, de donde viene la noción de clase política, hay individuos que circulan durante 20 o 30 años en la arena pública: son ministros, congresistas, alcaldes. Acá suben y desaparecen nomás. Aquí no es que haya crisis política, como a veces se dice. Lo que hay es una precariedad política, y por ello los tecnócratas tienen un peso muy importante.

Pero este gobierno ha sido la prueba de que los tecnócratas no bastan. En lugar de hacer política ha nombrado tecnócratas, y el país no está paralizado, pero no está muy lejos.
No digo que vayan a salvar al Perú. Digo que los tecnócratas asumen cada vez roles más importantes. En lo que a la parte económica respecta, la gente no se va a quejar mucho porque ha habido estabilidad. Pero ahora se quiere llevar ese manejo estrictamente tecnocrático a la salud, la educación y la justicia, y ahí es más complicado, porque necesitas interlocutores políticos. Cuando esto falta, te encuentras con problemas muy serios. En el Perú tenemos una estabilidad institucional muy precaria.

Por primera vez en la historia del Perú vamos a tener una cuarta elección democrática.
Así es. Además, hay que señalar que en 2006 fue la segunda vez que hubo una alternancia legítima. Ahí está la prueba de nuestra precariedad democrática. Mientras que otros países latinoamericanos pueden hablar de 50 o 60 años, nosotros no podemos remontarnos más allá de este siglo. Por eso digo que vivimos en medio de una ola que no sabemos cómo va a reventar. Ojalá tengamos elecciones como se espera. La democracia requiere tiempo, rutinas, requiere crítica y fiscalización. El hecho de que tengamos una cuarta elección considero que es un éxito impresionante. ¿Como va a salir eso? Esperemos que mejor, pero no sabemos, porque los partidos políticos dan precisamente una buena perspectiva…

Tenemos caudillos como César Acuña, liderazgos personalistas como el de Keiko Fujimori o Alan García…
En efecto. Los partidos políticos se supone que son organizaciones que agregan intereses de distinto calibre. En una sociedad cuentas con agrupaciones que articulan intereses de grupos determinados. Tienes una federación médica, un sindicato de construcción civil, etc. Un partido político, en un sistema liberal, debe agregar esos intereses bajo un ideario y plantear una plataforma conjunta. ¿Pero cómo se hace esto en una sociedad con un 75% de informalidad? ¿Los intereses de quién se van a articular, de los ambulantes informales? Si los informales, por definición, no se pueden organizar, no cuentan con representación.

¿La informalidad es la principal traba para el futuro del Perú?
Sin ninguna duda. Si no tienes actores sociales, no puedes tener actores políticos. El Perú tiene un déficit institucional impresionante. ¿Qué instituciones tienes a nivel deportivo, cultural, sindical, político? No hay. Los empresarios, las organizaciones empresariales no sirven. Con el caso de Cecilia Blume queda claro. Ella se comunica directamente con el ministro, sin necesidad de una organización empresarial. El fundador de The Economist en el siglo XIX hablaba de articulación en una sociedad, de cómo se agrupaban y luego se articulaban los intereses de distintos sectores sociales. ¿Pero qué ocurre si tienes una población no articulable, si te encuentras con esta población flotante que un día es chofer de taxi, otro día vigilante, otro día vendedor callejero? Si no tienes una ocupación permanente, no logras decantar intereses. Es alrededor de eso que creas instituciones y normas.


Aprobado. Asegura que Humala lo está haciendo bien. (Perú21) El IEP acaba de cumplir 50 de años en un país donde cuesta que haya think-tanks. ¿Cuáles serían los principales resultados de las investigaciones del IEP? ¿Cuál es el análisis 50 años después?
Los fundadores del IEP procuraron integrar la academia con la política, distintas visiones de nuestra sociedad. Eran intelectuales y plantearon una gran exploración del Perú en sus múltiples manifestaciones. Primero el mundo rural, luego las transformaciones que trajo Velasco y luego todo el análisis de lo que pasaba en los años 80, y de ahí se plantearon posibilidades para consolidar la democracia. Ha sido y es un lugar de debate plural con base en análisis de la realidad peruana. Hay instituciones que han procurado ser los técnicos del gobierno o de las empresas, lo que yo llamo expertos, que incluso han formulado políticas públicas en ese apoyo a los partidos o gobiernos de turno. En el IEP estamos más apegados al aspecto sociológico, antropológico e histórico. Y creo que ambos nos complementamos.

¿Ha habido diálogo entre estas instituciones?
Muchas veces hemos invitado a gente del otro lado. Yo considero que es necesario tomarlos en cuenta, aunque en el otro lado sí se nos ha buscado ignorar. Yo creo que la gente orientada a realizar políticas públicas desconoce la realidad del país, la textura social. A veces me recuerda a un pakistaní del Banco Mundial que había hecho la ley de aguas en Pakistán y vino al Perú a implementarla. Me decía que, si allá funcionaba, aquí debía funcionar también, como si habláramos de reglas universales, que tienen validez sin considerar el aspecto particular.

¿Considera que el trabajo del IEP ha sido justamente reconocido?
Bueno, es algo excepcional que una institución de esa naturaleza haya podido sobrevivir a pesar de todo, de que no hay financiamiento nacional, de haber estado en varias oportunidades amenazados por cierre. Pero el instituto ha hecho una contribución importante, tenemos más de 400 textos y títulos de libros, que, bien mirado, es algo que da cuenta del déficit universitario. Algunas de las cosas que hace el IEP, como estas publicaciones, en cualquier otro país las harían las universidades. ¿Por qué todavía ahora el instituto tiene que publicar los mejores textos de Historia del Perú en lugar de que lo haga una universidad?

Hablaba antes del diálogo con otras instituciones. ¿Por qué cree que en el Perú no es tan difícil conversar con quien opina distinto?
Porque no tenemos esa práctica de conversar. Hay una segmentación clara: yo me junto con los míos, con los que opinan como yo, no me voy a juntar con los que no me creen o piensan diferente. Volvemos a un tema que tratábamos antes. Estas personas que deberían dialogar no han tenido ni buscado oportunidad de juntarse. A veces se pone a un fulano de izquierda y otro de derecha sentados en una mesa y ya parece que se ha hecho suficiente. Pero no, eso no es dialogar, hay que pensar que el otro tiene intereses que son diferentes a los míos, y que eso es legítimo. En el Perú eso no existe. Cuando hay una sociedad tan segmentada es muy difícil, pero hay que tender puentes.

¿En que línea le habría gustado ver al Perú desarrollándose?
Mi trabajo ha sido ver cómo se puede desarrollar un Estado nacional en el sentido de que la integración nacional significa integración social y política. Y ha habido muchas oportunidades perdidas. Con Velasco, por ejemplo, a pesar de las reformas, uno veía que se planteaba la democratización por la vía autoritaria, que es la característica de los populismos; quieren igualdad por la vía vertical, y eso es un contrasentido. Pero no quiero sonar tan pesimista. El IEP, por ejemplo, ha sido un semillero para jóvenes intelectuales y hay una nueva capa de gente joven que espero que puedan sustituir a los que venimos detrás, intelectuales y políticos. Nuestros dirigentes siguen pensando que están en el Perú de los años 60.


Ardua tarea. Hay que combatir la informalidad, sugiere Cotler. (Perú21) El cambio que se está produciendo les está pasando por encima, ¿no?
Así es. Ha habido avances, ha habido cambios tremendos, para bien y para mal, pero cambios. Y nuestra clase dirigente sigue pensando en un Perú que ya no existe. Pareciera que creen que seguimos en la década de los 60. Es muy importante que el país haya avanzado en términos de individualidad de las personas, pero eso debe ir asociado a nexos de responsabilidad colectiva. Si no ocurre este individualismo salvaje que tenemos donde “yo hago lo que me da la gana”, “el que puede puede, se acaba la historia”. Uno ve un Mercedes Benz por la calle, abren la ventana y tiran cscaras de plátano en la avenida, pero se van a Miami y se portan bien. Y es así a todo nivel. El emergente piensa: “Si los de arriba hacen eso, ¿por que yo no lo voy a poder hacer?”.

Pasados tres años, ¿Humala ha sido mejor o peor de lo que esperaba?
Creo que lo ha hecho bien, no ha sido tan malo como lo que uno podía esperar. Hay la ley universitaria, la ley del magisterio, Servir, la reforma de salud. Y nos ha evitado las cosas terribles que uno podía haberse imaginado. Además, no veo por qué la gente piensa que se podría hacer algo más. No tengo muchas expectativas brillantes para el Perú, no es Colombia, no es Chile. Recién estamos en proceso de tener una clase empresarial, aunque tengo mis dudas. Hay mucho de capital extranjero que no tiene por qué estar interesado en el destino del país; no tenemos una clase media orgánica de donde surjan nuevos intelectuales como en Colombia. Después de Mario Vargas Llosa, ¿quiénes son los intelectuales, los escritores? Quizá recién se estén armando las bases para el futuro, pero cuando ves las universidades y colegios que tenemos, ¿qué se puede esperar? Además, Perú es muy poco cosmopolita, mirarse al ombligo es una práctica muy tradicional, muy común, hay que compararse y ponerse en un estándar. La historia pesa pues. Hay una dependencia del camino, pero, como me dijo un amigo chileno una vez, los peruanos estamos condenados a ser optimistas.

SABÍA QUE
- Los 50 años del Instituto de Estudios Peruanos (IEP)
El Instituto ha hecho una contribución importante, tenemos más de 400 textos y títulos de libros, que bien mirado es algo que da cuenta del déficit universitario. Algunas de las cosas que hace el IEP, como estas publicaciones, en cualquier otro país las harían las universidades. El IEP ha sido y es un lugar de debate plural en base a análisis de la realidad peruana.Estamos más apegados al aspecto sociológico, antropológico e histórico.

TENGA EN CUENTA
- Liderazgo
Se necesita un liderazgo fuerte. Ojo, eso quiere decir tener claridad de pensamiento de lo que se quiere y tener una base organizada que te permita llevarlo a cabo. Hablamos de un Roosevelt, un Churchill, o incluso una Bachelet que es un liderazgo fuerte y seguro. Liderazgo fuerte no significa autoritario. Y no significa solo un líder sino un conjunto de individuos con un horizonte, que permita a todos saber a dónde van y cómo hacer para que las cosas vayan.
- Informalización en la política
Hoy lo que ocurre con la informalización de la política es que te encuentras con un fulano que quiere hacer las cosas de una manera y puede conseguirse a cinco personas más, pero no hay base, no hay discusión de ideas, no hay horizonte. Y eso bloquea determinado tipo de acción.
En un país con fuerzas centrifugas y sin punto de cohesión, mientras tengas crecimiento económico puede haber cierto desarrollo, pero no se puede ir muy lejos con una base institucional así de precaria.

DATOS
- Cotler es profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
- Principal obra: Clases, Estado y Nación en el Perú, considerado un clásico de las ciencias sociales en el país.
- Otras publicaciones
Cotler es autor de: – Política y Sociedad en el Perú – La cohesión social en la agenda de América Latina y de la Unión Europea. – El Fujimorismo. Ascenso y caída de un régimen autoritario. – Clases populares, crisis y democracia en América Latina.
VISIÓN
- Falta estabilidad
En el próximo Congreso, 90 serán totalmente nuevos. Personas que no se conocen, que nunca se han visto, que nunca han mantenido ya no una discusión sino una sencilla conversación. El presidente nombra a ministros con los cuales nunca se ha visto. ¿Qué clase política es esa? ¿Cómo van marcar el rumbo del país?

viernes, 22 de agosto de 2014

La razón la tiene quien grita más fuerte o es más retuiteado.

Desprestigio y crisis del intelectual

Peru21: Miércoles 20 de agosto del 2014 | 01:04
 
Carlos Meléndez, Persiana Americana
 

En una entrevista que Marisol Grau hizo a Enrique Bernales para el último Somos, el constitucionalista analiza la distancia que han tomado los intelectuales de la política. “Frente a tanto advenedizo… que no les interesa sino saquear los fondos públicos, el intelectual se replegó”, indica. 

A diferencia de lo que sucedía en el siglo XX, donde Porras Barrenechea o Basadre tenían al Senado como su hábitat natural, ahora los “pensadores son convocados por las empresas y la prensa”.

El académico tiene un serio problema de desprestigio en el país. Primero, hay una pobre valoración de su trabajo. Algún sabelotodo dijo en su megáfono radial que los intelectuales son unos “parásitos”. 

La opinología, ese fast food de las ideas, ha devaluado la difusión de argumentos sin mayor sustento que la bravuconada y la popularidad. La razón la tiene quien grita más fuerte o es más retuiteado.

Pero, además, el sistema universitario en crisis ha mermado la legitimidad del intelectual. Por un lado, la baja rigurosidad académica –¿usted se imagina a un gran pensador en una universidad cuyo rector no lee libros?– y, por otro, la politización de las agendas universitarias (¿es posible que a un profesor de la PUCP no le digan caviar o a uno de USMP apristón?). Los claustros universitarios han perdido crédito.

Entonces, efectivamente, el sector privado (la consultoría y la columna) se impone como alternativa por default, con sus pros (recursos) y contras (producción efímera). La otra vía es el extranjero: solo afuera se halla independencia. Como me dijo alguna vez un intelectual peruano radicado en el exterior: “La sociedad peruana es ingrata con sus pensadores”. Así, la academia también languidece mientras usted celebra su digito del PBI.

Lecciones de los hechos en medio oriente.




Presenciamos una tragedia,  sin precedentes en la historia moderna del Medio oriente. El odio visceral nutre los avances de las huestes de ISIS y odio que esta detrás de las prácticas atávicas que revelan un nivel de deshumanización que linda con lo patológico.

Esta energía vital, cruda y primitiva, está condenada a encontrar su opuesto en otras que le harán frente con igual fuerza. Tal es el caso de los EEUU y la reciente decisión del presidente Obama de retornar a Irak, y bombardear a esta gente para detener su avance y evitar el genocidio de poblaciones indefensas. Hasta el Papa Francisco, apartándose de la histórica cautela de la iglesia en asuntos de conflictos entre países, ha avalado esta decisión. 

Sin embargo, el analisis geo político muestra que la captura y control de zonas muy ricas en petróleo y la amenaza latente a Kurdistán, el principal socio de los Estados Unidos en la región es parte del cálculo utilitarista del interés y beneficio. Resulta que ese es el mismo principio que distinguió el ejercicio del poder en la región por parte de ingleses y franceses hace cien años. En el Medio Oriente todo el mundo lo sabe y es vox populi.

De este modo tener a un Estados Unidos dispuesto a evitar una crisis humanitaria y, de paso disuadir el elan insano de ISIS deviene en indispensable, pero indispensable también para gestar los problemas. Así ocurrio con Libia que es un estado fallido, las armas enviadas para combatir a Al-Assad en Siria están en manos de los ejércitos de ISIS, a Irán se le hostiga y en el inventario de lo descabellado es imposible ignorar la invasión de Irak.

 
Siria, teatro de operaciones

La inconsciencia es raíz de graves crisis y problemas. Así como Estados Unidos engendra Al-Qaeda como instrumento para combatir a la Unión Soviética en Afganistán, el génesis de ISIS se encuentra en la decisión estratégicamente fallida y moralmente injustificable de asentar su dominio sobre la región a través de la ocupación de Irak. ¿Se han aprendido estas terribles lecciones? Es evidente que los hechos demuestran que no.

El país "indispensable" podrá lucir aparentemente más cauto ahora pero cuenta con políticos y líderes de opinión muy influyentes que nunca dieron evidencia de humildad. Los que dominan el debate público, en lo fundamental, son los mismos que resueltamente apoyaron la aventura en Irak y a quienes les falta por lo menos disculparse. Entre ellos, la abanderada del Partido Demócrata, Hillary Clinton. Ajenos al ejercicio de la reflexiva sabiduría, a este tipo de líder le cuesta entender que el Medio Oriente es mucho más que un tablero de ajedrez, que los habitantes de las diversas naciones, etnias y creencias que lo pueblan no son incómodas abstracciones sino seres humanos dignos de respeto. La soberbia es lo que los identifica. 

 
Israel - Iran Escenario de conflicto

La evidencia no permite preveer tiempos diferentes. En el Medio Oriente se  presagia un futuro de más guerra, con una mayor presencia de los Estados Unidos. Y, en el resto del mundo entero, es muy posible una escalada del terrorismo por parte de grupos de fanáticos que enarbolan la fe islámica que puede palidecer a sus expresiones de años recientes.

Es evidente que no se toma en consideración que son demasiados los que han visto sus derechos pisoteados, sus familiares y amigos desplazados o desaparecidos, su fe burlada, y su dignidad mancillada. 

Palestina. Franja de Gaza


Esto permite ver a Occidente enfrentándose a un Al-Qaeda que se reproduce con mil cabezas. Las lecciones no se aprenden y es evidente que los intereses priman mas que la toma de conciencia. En este caso, podemos preveer que el conflicto continue a menos que se logre detener la insanía del fanatismo islámico. 

Los Kurdos frenan a los Yihadistas. Nadie lo esperaba y son ellos mismos los que estan enfrentando el problema militar.

Link al articulo sobre el conflicto Irak-Syria publicado en urbanoperu.

La partición de Chipre es otro conflicto latente en la Región

El califato árabe a las puertas de Jordania : 240814

LOS FILISTEOS: BITÁCORA DE CAYETANO ACUÑA VIGIL-

LOS FILISTEOS Este archivo tiene el objetivo de proporcionar información resumida sobre el contexto de uno de los aspectos gravitantes sobre...