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lunes, 29 de enero de 2018

Liberalismo político: John Rawls



Liberalismo político: John Rawls 

Género Ensayo y literatura filosófica : Tema: Filosofía política 
Editorial, Columbia University Press : Fecha de publicación 1993 

El Liberalismo político es un texto resultado de ocho conferencias dictadas por John Rawls. Las primeras tres datan de abril de 1980, y fueron pronunciadas en la Universidad de Columbia. Estas se refieren a la explicación del trasfondo filosófico del liberalismo político en el marco de la razón práctica. Las segundas tres, tratan ideas como la del consenso traslapado, la de la prioridad de lo justo y su relación con las ideas del bien, y la idea de la razón pública. Posteriormente redactó tres conferencias adicionales sobre el liberalismo político, las cuales utilizó para unificar el material de las primeras 6 conferencias.

La versión en español fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, en el año 1995. Ha sido reimpreso varias veces, así como otras editoriales, lo han publicado.



Introducción
El autor reconoce que en su libro anterior, Teoría de la justicia, las sociedades modernas se caracterizan por tener varias doctrinas razonables que no necesariamente son compatibles entre sí, ni aceptadas en un consenso por todos o casi todos los ciudadanos.

En Liberalismo político, comienza a hacer distinciones entre las doctrinas filosóficas, morales y políticas, tanto razonables como no razonables. En el mismo, se presupone que la pluralidad de doctrinas en una sociedad es simplemente el resultado del razonamiento humano dentro del régimen democrático, y que las doctrinas comprensivas razonables no rechazan los principios esenciales del razonar. El liberalismo político, con su pluralidad en las doctrinas, se originó a raíz de la Reforma religiosa en los siglos XVI y XVII, que trajo la libertad de conciencia y de pensamiento.

El liberalismo político no intenta encarar temas morales que dividen las múltiples doctrinas en la sociedad, ya que la filosofía moral, únicamente le concierne, si llega a afectar el trasfondo cultural y las doctrinas comprensivas que apoyan al régimen institucional.

Contenido
La Estructura Básica como Objeto
John Rawls plantea que toda sociedad requiere la existencia, de lo que él denomina, la “Estructura Básica”, sobre la cual emerge una teoría de justicia, utilitarismo, moralismo y teoría libertaria. Rawls parte idealmente del hecho que, las personas son morales, libres e iguales; la actuación se basa en una concepción del bien con capacidad de entendimiento. La estructura básica, está integrada por componentes como: la familia, la organización de la economía, las formas de propiedad e instituciones como la iglesia y las universidades. Todo ello, determina relaciones sociales independientes de ciudadanos entrelazados en un Pacto Social, equilibrado mediante una mano invisible que supera las desigualdades de los menos favorecidos.

A tal pacto se pertenece por nacer en la sociedad, por tanto su participación es voluntaria y natural. Basado en la teoría libertaria, considera que el Estado es un ente más de la estructura básica y que su misión solo se refiere a la atención de las instituciones sociales, sin perturbar la economía y las libertades individuales. Es ahistórico y señala que de un estado de naturaleza abundante, los hombres tomaron lo que necesitaban y lo fueron heredando en el tiempo, por consiguiente no hay injusticia con la propiedad de los medios de producción; pero que la teoría de la justicia sobre los principios de que cada persona tiene el mismo derecho en un amplio esquema de libertades, puede ir corrigiendo las desigualdades sociales, para que mayores beneficios se otorguen a los menos privilegiados.

Constructivismo Político
Los principios de la justicia política son consecuencia de un procedimiento de construcción en el que las personas racionales (o sus representantes), sujetas a condiciones razonables, adoptan los principios que regulan la estructura básica de la sociedad. El constructivismo forma parte del liberalismo político, ocupándose de lo concerniente a lo político. Es a su vez, un punto de vista en cuanto a la estructura y el contenido de una concepción política. Indica en cuanto se logra el equilibrio reflexivo, que los principios de la justicia política (el contenido) puedan presentarse como el resultado de cierto procedimiento de construcción. El constructivismo político de Rawls, supone que puede haber acuerdos políticos al margen de valores morales extensos, al interior de los individuos. Tanto el pluralismo razonable y la necesidad de tener una sociedad democrática para asegurar la posibilidad de un consenso traslapado acerca de sus valores políticos fundamentales forman parte del significado del constructivismo político.

Características del Constructivismo Político
Existen algunas características del constructivismo político que difieren del intuicionismo racional como por ejemplo: • Que utiliza una concepción bastante compleja de la persona y de la sociedad para dar forma y estructura a su construcción. • Especifica una idea de lo razonable y aplica la misma a varios sujetos, siendo ellos: juicios, fundamentos, personas, instituciones, principios y concepciones. • Los principios de la justicia política pueden ser representados como resultado de un procedimiento de construcción, en el cual los agentes racionales seleccionan los principios para regular la estructura básica de la sociedad. • La razón práctica es la base para la construcción del procedimiento.

El Constructivismo Moral de Kant
Entre el constructivismo moral de Kant y el constructivismo político de Rawls, existen algunas diferencias. Tales como el hecho de que la doctrina de Kant es un punto de vista moral comprensivo, en que el ideal de autonomía tiene un papel regulador para toda la vida mientras en Rawls no sobrepasa el acuerdo político. Otra de las diferencias, es que el constructivismo moral de Kant tiene su fundamento en su filosofía del conocimiento idealista, mientras que Rawls no asume ninguna posición epistemológica. Así, el constructivismo de Kant es más profundo; sin embargo, el constructivismo político, acepta el punto de vista de Kant, en cuanto a que los principios de la práctica, se originan en nuestra conciencia moral informada por la razón práctica.

Tres Concepciones de Objetividad:
La objetividad puede ser concebida desde tres puntos de vista diferentes: el constructivismo moral de Kant; el intuicionismo racional; y, el constructivismo político. Rawls sostiene que este último, tiene un mayor poder explicativo para dilucidar la práctica política, por las siguientes razones:

 Primero: Una concepción de la objetividad debe establecer un marco público de pensamiento que sea suficiente para que el concepto del juicio se aplique y para que se llegue a conclusiones fundamentadas en la razón y en la evidencia. 
Segundo: Resulta definitivo el juicio que apunta hacia lo razonable o hacia lo verdadero según sea el caso.
Tercero: La concepción de objetividad debe especificar un orden de razones que se obtengan de sus principios y criterios, y debe asignar estas razones a agentes, individuales o corporativos como razones que deberán ponderar y que deberán guiarlos en ciertas circunstancias 
Cuarto: Debe distinguir el punto de vista objetivo del punto de vista de cualquier agente particular o cualquier grupo de agentes en cualquier momento o circunstancia. 
Quinto: La objetividad toma en cuenta el acuerdo en el juicio entre los agentes razonables.

La idea de un consenso entrecruzado
La idea de un consenso entrecruzado describe como el mismo en los terrenos políticos es, sus características, y lo que no debe ser, ni indiferente ni escéptico. De esta manera, el autor comienza describiendo la posibilidad del liberalismo político, como una distinción de justicia y un antecedente para la existencia de un consenso entrecruzado. Así el liberalismo político se da sobre la base de una existencia de un régimen constitucional bien ordenado y basado en dos puntos: la resolución de los elementos constitucionales esenciales en materia de justicia básica que puedan resolverse apelando a los valores políticos y, el segundo, que los valores políticos expresados por sus principales ideales tengan el suficiente peso para prevalecer sobre todos los demás valores que podrían entrar en conflicto con ellos.

Después Rawls presenta una relación de la concepción política con la estabilidad; diciendo que la misma es una característica puramente práctica ya que si fracasa en estabilidad es inútil tratarla y se debe de tomar en cuenta las clases de inestabilidad y la naturaleza de las fuerzas que la consolidan. 

En un siguiente apartado, el autor presenta las tres características de un consenso entrecruzado: El consenso de doctrinas comprehensivas razonables, la unidad social no debe de basarse en la idea de consenso entrecruzado, y la idea de someter el consenso entrecruzado mismo a la idea de pluralismo razonable. Por otra parte, el autor dice que el consenso entrecruzado no de debe ser ni indiferente ni escéptico, deviniendo el mismo de la justicia debiendo aplicar los principios de la tolerancia y de libertad de conciencia. Finalmente, Rawls discute cómo una concepción política no necesita ser comprehensiva, ya que los valores políticos deben de alguna forma prevalecer sobre los demás para la existencia de un régimen constitucional y la disminución de conflictos en la sociedad. 

Después, se describen los pasos hacia un consenso constitucional, que busca enmendar las dificultades utópicas del consenso entrecruzado aplicando el mismo a un solo ente que busca ser universal para el estado. Finalmente, se presenta los pasos para un consenso entrecruzado que se basan en las ideas de justicia como imparcialidad como una concepción política.

La Idea de la Razón Pública
La “razón pública” es el criterio demarcador que permite distinguir qué elementos pueden ser asumidos en el debate político y cuáles deben ser excluidos en virtud de estar vinculados con doctrinas comprehensivas del bien, sea a nivel ético-moral o religioso. Las doctrinas comprehensivas ofrecen un abanico de respuestas globales a las cuestiones fundamentales de la vida humana, creando así convicciones que regularmente están en contraposición entre sí. El ethos liberal moderno reconoce esta pluralidad de convicciones e invita a que las personas sean tolerantes entre sí, para así evitar daños a la convivencia pacífica, la justicia y la libertad entre los hombres. Mediante la “razón pública”, los ciudadanos poseen criterios claros para alcanzar acuerdos que responden al interés social y comprender los motivos sobre decisiones socialmente trascendentes.

El concepto de “razón publica” se apoya sobre dos premisas: a) los ciudadanos son libres e iguales y que son capaces de regular su comportamiento de acuerdo a concepciones racionales del bien y, b)la sociedad es un sistema justo/equitativo de cooperación entre ciudadanos libres e iguales capaces de elaborar una concepción política de la justicia.

Críticas
Se ha acusado a Rawls de mantenerse en el utilitarismo clásico. En ese sentido, las instituciones más importantes de la sociedad están dispuestas de tal modo que obtienen el equilibrio neto de satisfacción distribuido entre todos los individuos pertenecientes a ella, entonces la sociedad esta correcta, es ordenada y justa. Según algunas personas, tal posición es una falta de respeto hacia los individuos; pues, una persona no es considera como valiosa y digna de protección por derecho propio; por ende, tienen que aceptar bajos niveles de utilidad, siempre y cuando, forme parte del esquema que maximiza su utilidad total.

Otras críticas indican que Rawls no considera externalidades que aportan forma negativa, como la pobreza, corrupción, violencia, estados débiles, hambre, desempleo, que muchas veces son toleradas porque no afectan la línea de los derechos básicos.

Los siguientes son críticas textuales de varios autores:
"Es preciso entender el cometido de la serie de trabajos iniciada en 1972, que culminaría con la publicación de Political liberalism en 1993. La defensa del liberalismo político no supondría, sin embargo, un desmentido de la argumentación moral de su teoría de la justicia, aunque sí volvería a abrir el debate sobre su adecuación. De esta forma, el trabajo pone de manifiesto que la formulación rawlsiana de un liberalismo político, en la tradición del liberalismo social de John Stuart Mill, no sólo no contradice, sino que exige con plena coherencia la defensa del universalismo moral de su teoría de la justicia. Así como del igualitarismo de los derechos que ésta supone. El cambio de registro en su argumentación viene motivado por el intento de dar respuesta al problema del pluralismo político generado por las democracias liberales."
Cfr. http://biblioteca.universia.net/ficha.do?id=38572059

"El liberalismo político ha generado un conjunto sorprendente de los debates contemporáneos en liberalismo. Esto es perfectamente comprensible, para el debate post rawlsiano el cual a planteado cuestiones de profundo significado para la sociedad contemporánea (es decir, la situación actual de los radicales, Culturales y religiosos y el pluralismo étnico), y cabe duda de que las cuestiones planteadas por Rawls acerca de la ciudadanía liberal y de cómo se debe dar cabida a las formas liberales de la religión es totalmente digno de la atención que han recibido de los políticos filósofos. "Liberalismo político" es un texto sorprendente que tal vez ha recibido menos atención en la literatura referente a los méritos de Rawls.(...)"
Cfr. http://www.cpsa-acsp.ca/papers-2008/Beiner.pdf

Bibliografía
John Rawls. Liberalismo político. Trad. Sergio René Madero Báez. México: Fondo de Cultura Económica, 1995. (título original: Political Liberalism. 1993, Columbia University Press, reservados todos los derechos, Nueva York, Chichester, West Sussex) ISBN 0-231-05248-0

https://es.wikipedia.org/wiki/Liberalismo_pol%C3%ADtico_(libro)

Liberalismo

Figuras alegóricas del Monumento a la Constitución de 1812 en Cádiz.
El Agreement of the People (1647) era un manifiesto por un cambio político, propuesto por los Niveladores durante la Revolución inglesa. Se llamó a la libertad de culto, celebración frecuente del parlamento y la igualdad ante la ley.

John Locke El liberalismo es una doctrina que se basa en la defensa de las iniciativas individuales y que busca limitar la intervención del Estado en la vida económica, social y cultural. fue el primero en desarrollar una filosofía liberal, incluido el derecho a la propiedad privada y el consentimiento de los gobernados.

El liberalismo es una filosofía política que defiende la libertad individual, la iniciativa privada y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural.1​ 

Asimismo, se identifica como una actitud que propugna la libertad y la tolerancia en las relaciones humanas, fundamentada en el libre albedrío (vid. Escuela de Salamanca). Promueve, en suma, las libertades civiles y económicas y se opone al absolutismo, al despotismo ilustrado, al conservadurismo, los sistemas autoritarios, dictatoriales y totalitarios. Constituye la corriente en la que se fundamentan tanto el Estado de derecho como la democracia representativa y la división de poderes.

Desde sus primeras formulaciones, el pensamiento político liberal se ha fundamentado sobre tres grandes ideas:2​

Los seres humanos son racionales y poseen derechos individuales inviolables, entre ellos, el derecho a configurar la propia vida en la esfera privada con plena libertad, y los derechos a la propiedad y la felicidad. Esto se basa en los tres derechos naturales de John Locke: vida, libertad y propiedad privada.

El gobierno y, por tanto, la autoridad política deben resultar del consentimiento de las personas libres, debiendo regular la vida pública sin interferir en la esfera privada de los ciudadanos.

El Estado de Derecho obliga a gobernantes y gobernados a respetar las reglas, impidiendo el ejercicio arbitrario del poder.




Aboga principalmente por: 
El desarrollo de los derechos individuales y, a partir de éstos, el progreso de la sociedad.
El establecimiento de un Estado de derecho, donde todas las personas sean iguales ante la ley (igualdad formal), sin privilegios ni distinciones, en acatamiento de un mismo marco mínimo de leyes que resguarden las libertades y el bienestar de las personas.

El liberalismo está inspirado en parte en la organización de un Estado de derecho con poderes limitados —que idealmente tendría que reducir las funciones del gobierno a seguridad, justicia y obras públicas— y sometido a una constitución, lo que permitió el surgimiento de la democracia liberal durante el siglo XVIII, todavía vigente hoy en muchas naciones actuales, especialmente en las de Occidente.

El liberalismo europeo del siglo XX ha hecho mucho hincapié en la libertad económica, abogando por la reducción de las regulaciones económicas públicas y la no intervención del Estado en la economía. Este aspecto del liberalismo ya estuvo presente en algunas corrientes liberales del siglo XIX opuestas al absolutismo y abogó por el fomento de la economía de mercado y el ascenso progresivo del capitalismo. Durante la segunda mitad del siglo XX, la mayor parte de las corrientes liberales europeas estuvieron asociadas a la comúnmente conocida como derecha política.
Debe tenerse en cuenta que el liberalismo es diverso y existen diferentes corrientes dentro de los movimientos políticos que se autocalifican como "liberales".

Características
Sus características principales son
El individualismo, que considera al individuo primordial, como persona única y en ejercicio de su plena libertad, por encima de los aspectos colectivos.

La libertad como un derecho inviolable que se refiere a diversos aspectos: ​libertad de pensamiento, de culto, de expresión, de asociación, de prensa, etc., cuyo único límite consiste en no afectar la libertad y el derecho de los demás, y que debe constituir una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los individuos.

El principio de igualdad ante la ley, entendida referida a los campos jurídico y político. Es decir, para el liberalismo todos los ciudadanos son iguales ante la ley y ante el Estado.

El derecho a la propiedad privada como fuente de desarrollo e iniciativa individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado y protegido por la ley.

El establecimiento de códigos civiles, constituciones e instituciones basadas en la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), y en la discusión y solución de los problemas por medio de asambleas y parlamentos.

La libertad de cultos y la separación del Estado y la iglesia en un Estado laico.
La no politización de los cargos de gobierno, y demás elementos públicos, como la educación (tanto la escolar como la universitaria), la salud y la justicia. Esto es un punto fuertemente contrario al populismo y al marxismo, que consideran que "todo es política" .4​5​

Liberalismo social y económico
Artículos principales: Liberalismo social y Liberalismo económico.

Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga en 1831, quienes intentaron sin éxito acabar con la política absolutista de Fernando VII. Óleo de Antonio Gisbert Pérez (1834-1901).

El liberalismo normalmente incluye dos aspectos interrelacionados: el social y el económico. El liberalismo social es la aplicación de los principios liberales en la vida política de los individuos, como por ejemplo la no intromisión del Estado o de los colectivos en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales, existiendo plena libertad de expresión y religiosa, así como los diferentes tipos de relaciones sociales consentidas ya sean de carácter amistoso, amoroso o sexual, así como en aspectos de moralidad.

Esta negativa permitiría (siempre y cuando sea sometida a aprobación por elección popular usando figuras como referendos o consultas públicas, ya que dentro del liberalismo siempre prevalece el Estado de derecho y éste en un Estado democrático se lleva a su máxima expresión con la figura del sufragio) la libertad de paso, la no regulación del matrimonio por parte del Estado (es decir, éste se reduciría a un contrato privado como otro cualquiera), la liberalización de la enseñanza, etc. Por supuesto, en el liberalismo hay multitud de corrientes que defienden con mayor o menor intensidad diferentes propuestas.

El liberalismo económico es la aplicación de los principios liberales en el desarrollo material de los individuos, como por ejemplo la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, impulsando la reducción de impuestos a su mínima expresión y reducción de la regulación sobre comercio, producción, etc. Según la ideología liberal, la no intervención del Estado asegura la igualdad de condiciones de todos los individuos, lo que permite que se establezca un marco de competencia, sin restricciones ni manipulaciones de diversos tipos. Esto significa neutralizar cualquier tipo de beneficencia pública, como aranceles y subsidios.

La disolución del gobierno y el derecho a la resistencia: Locke, Kant y Rawls
Para ​Locke la sociedad es una creación humana, es decir por consentimiento, debido a ello puede elegir a quien(es) gobierne(n). Sin embargo, como los miembros de la sociedad o dicho de otro modo, los miembros del cuerpo político decidieron a quien elegir, por cuanto tiempo y bajo qué condiciones, si quienes gobiernan contravienen los principios del gobierno y los derechos del pueblo, el poder debe regresar a sus manos originarias.

El pueblo no está obligado a obedecer cuando se infringen las normas “Locke se refiere en todo momento a la pérdida de autoridad, a la ilegalidad como condición de posibilidad de la disolución del gobierno, ante la cual se habilita la resistencia en forma legítima" ​ la pregunta es ¿podrá el pueblo sublevarse por cualquier cuestión que considere importante? La respuesta es NO, “Locke insiste en que el pueblo no se subleva por nimiedades, y es capaz de tolerar un gran número de injusticias. Sólo cuando las violaciones a la ley o a los fines de la sociedad se perpetúan en el tiempo los pueblos se resisten".

Otro pensador clásico, liberal fue Immanuel Kant, quien también estudia la conformación de la sociedad, la libertad y la sujeción al gobierno. Para Kant la libertad  está directamente relacionada con el derecho del individuo de obedecer solo aquellas leyes en las que vea reflejada su propia voluntad legisladora.8​ Hasta este punto parece estar de acuerdo con Locke, pero si bien el pueblo es una suma de voluntades que pactan para una mejor forma de vida,  “las ideas de voluntad general y de contrato no implican, en este marco, el reconocimiento de derechos inalienables del pueblo, sino que son asumidas, en todo caso, como criterios que permiten al legislador dictar leyes tales que hubiesen podido ser aceptadas por la voluntad unida de todo un pueblo”.

Si bien el pueblo tiene derechos, estos se pueden y deben enajenar en el momento que se conforma un gobierno, mismo que se vuelve su representante que puede diseñar y ejecutar leyes pensando en el bienestar del mismo. De ahí que “Para que una ley sea considerada legítima (y pueda reclamar el consentimiento de aquellos que se someten a ella), no es preciso que sea el pueblo reunido en asamblea quien dicte tal ley, ni tampoco es necesario que éste preste su consentimiento efectivo: si una ley es de tal índole que resulte imposible que todo un pueblo pueda otorgarle su aprobación, entonces no es legítima, pero con que sea solo posible que alguna vez el pueblo prestara su conformidad a dicha ley establecida, entonces ésta puede ser considerada justa”.

Luego entonces, para poder contar con un gobierno justo quienes lo eligen, deben conocer las cualidades y capacidades de sus elegidos, porque de acuerdo a Kant, una vez electos, no hay marcha atrás. ¿Perdió algo el liberalismo? Así es, la posibilidad de desobediencia civil.

Ahora bien, ¿Es aplicable la desobediencia civil en tiempos contemporáneos? ¿Qué dicen los nuevos abanderados del liberalismo?

Actualmente, la sociedad se encuentra inmersa en la injusticia, la pobreza y la desigualdad; que se han extendido de una manera vertiginosa. De ahí que los estudiosos de las ciencias sociales retomen al liberalismo como salida o resolución de un problema que se está agravando. Ellos sostienen "que las situaciones de pobreza extrema y miseria existentes en los países del mundo subdesarrollado constituyen un problema de justicia económica global” una de las propuestas de John Rawls, máximo exponente del liberalismo actual, es la implementación de políticas de asistencia social, pero de ninguna manera cambiar el sistema económico.

Según Rawls, los problemas sociales actuales nada tienen que ver que las estructuras económicas internacionales, más bien son problemas locales, que los gobiernos internos han sido incapaces de resolver.

Contrario a la mayoría de los pensadores clásicos, que procuran explicar las condiciones sociopolíticas de su tiempo, pensadores contemporáneos como Rawls buscan justificar el sistema económico actual. Así pues, nos encontramos con dos posturas: una que defiende la posición del pueblo y otro que defiende la posición del gobierno.

Teorías del óptimo social: Liberalismo benthamiano y paretiano
Monumento a los liberales del siglo XIX situado en el barrio Agra del Orzán, La Coruña, España.

Una división menos famosa pero más rigurosa es la que distingue entre el liberalismo predicado por Jeremías Bentham y Wilfredo Pareto propusieron otras dos concepciones para el cálculo de un óptimo de satisfacción social.

En el cálculo económico se diferencian varias corrientes del liberalismo. En la clásica y neoclásica se recurre con frecuencia a la teoría del homo œconomicus, un ser perfectamente racional con tendencia a maximizar su satisfacción. Para simular este ser ficticio se ideó el gráfico Edgeworth-Pareto, que permitía conocer la decisión que tomaría un individuo con un sistema de preferencias dado (representado en curvas de indiferencia) y unas condiciones de mercado dadas. Es decir, en un equilibrio determinado.

Sin embargo, existe una gran controversia cuando el modelo de satisfacción se ha de trasladar a una determinada sociedad. Cuando se tiene que elaborar un gráfico de satisfacción social, el modelo benthamiano y el paretiano chocan frontalmente.

Según Wilfredo Pareto, la satisfacción de que goza una persona es absolutamente incomparable con la de otra. Para él, la satisfacción es una magnitud ordinal y personal, lo que supone que no se puede cuantificar ni relacionar con la de otros. Por lo tanto, sólo se puede realizar una gráfica de satisfacción social con una distribución de la renta dada. No se podrían comparar de ninguna manera distribuciones diferentes. Por el contrario, en el modelo de Bentham los hombres son en esencia iguales, lo cual lleva a la comparabilidad de satisfacciones y a la elaboración de una única gráfica de satisfacción social.

En el modelo paretiano, una sociedad alcanzaba la máxima satisfacción posible cuando ya no se le podía dar nada a nadie sin quitarle algo a otro. Por lo tanto, no existía ninguna distribución óptima de la renta. Un óptimo de satisfacción de una distribución absolutamente desigual sería, a nivel social, tan válido como uno de la más absoluta igualdad (siempre que estos se encontrasen dentro del criterio de óptimo paretiano).

No obstante, para igualitaristas como Bentham no valía cualquier distribución de la renta. El que los humanos seamos en esencia iguales y la comparabilidad de las satisfacciones llevaba necesariamente a un óptimo más afinado que el paretiano. Este nuevo óptimo, que es necesariamente uno de los casos de óptimo paretiano, surge como conclusión lógica necesaria de la ley de los rendimientos decrecientes.

Principales corrientes liberales y derivadas de éstas
El liberalismo, en origen, defiende la libertad individual y económica y el contractualismo, siendo reacio a un estado fuerte (antiestatismo) y a gravar con altos impuestos a los ciudadanos. Sin embargo, a partir de esta doctrina, han surgido numerosas variantes. A continuación, se presentan las principales, organizadas de menor a mayor regulación (desde aceptar cierto nivel de gobierno, hasta no aceptarlo en absoluto, que ya se considera anarquismo más que liberalismo):

*Nota: se ha omitido en esta escala el neoliberalismo, puesto que su criterio distintivo no es ideológico, sino cronológico (aunque hay divergencia de opiniones, la acepción más generalizada es que es el mismo liberalismo tradicional, adaptado al tiempo actual).

Socioliberalismo: defiende la compatibilidad de la libertad individual con el Estado y el bienestar y desarrollo sociales. Para este movimiento, la función del Estado es garantizar la igualdad de oportunidades evitando abusos y monopolios, y fomentando el desarrollo personal y la libertad de todos los ciudadanos, pero en ningún caso sustituyéndolos en la toma de decisiones. 

Libertarismo o liberalismo libertario (en ocasiones también llamado libertarianismo, por adaptación del inglés libertarianism, no confundir con liberalism): los libertaristas defienden el liberalismo puro, en contraposición al liberalismo del siglo XXI, frecuentemente aliado político de partidos conservadores hasta el punto en que se han llegado a considerar equivalentes en algunos países.

Los libertarios defienden un Estado mínimo y amplias libertades individuales, así como el capitalismo. No obstante, puede admitir como una de las pocas funciones del Estado defender al individuo frente a las prácticas monopolistas y acumulativas que pongan en riesgo su libertad.

Minarquismo: este movimiento defiende el Estado mínimo, es decir, que un gobierno mínimo es necesario para preservar la libertad, pero restringiéndose a sus funciones "mínimas" de "vigilante" (principalmente, tribunales, policía, prisiones, y fuerzas de defensa), sin intervenir en la economía, aceptando impuestos solo para casos muy particulares.

Anarquismo: defiende la abolición total del Estado (entendido como gobierno) y, por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas. Puede clasificarse en varias corrientes, aunque también existe el anarquismo sin adjetivos, que defiende que las diferentes escuelas de pensamiento anarquistas pueden y deben convivir simultáneamente.

Anarcocapitalismo (también denominado austroanarquismo o voluntarismo): promueve la soberanía total del individuo siendo este poseedor de Derechos naturales inviolables a cualquier nivel. El anarcocapitalista rechaza la cualidad principal de un Estado, su capacidad imperativa y coactiva. 

Además, no reconoce la validez del Contrato Social desarrollado por Rousseau. Se relaciona a menudo con el anarquismo individualista (que enfatiza la autonomía del individuo, sosteniendo que cada uno es su propio dueño y solo interactuando con los otros a través de la asociación voluntaria, frente a las formas organizadas del anarcosocialismo) y el Mutualismo moderno. Se trata un sistema político-filosófico donde los agentes individuales determinan libremente las estructuras económicas y sociales a las que se suscriben.

Un error común fuera de la academia, derivado de su denominación, es la extendida creencia de que dicho sistema obliga a adoptar un rol laboral empresario-trabajador o una estructura concreta. Los anarcocapitalistas no se oponen a ninguna formulación política o forma de vida siempre que esta sea voluntaria y no impuesta sobre los individuos (inclusive doctrinas totalitarias como el   Marxismo-leninismo  ). En síntesis, no establece formas organizativas sino ausencia coactiva bajo el principio de no agresión.

Anarcosocialismo: opuesto al capitalismo por considerar que la libertad de empresa y de propiedad pueden ser un grave obstáculo a la libertad individual por la aparición de monopolios; a diferencia del libertarismo (que corrige esto con el Estado mínimo), el anarcosocialismo promueve una economía no capitalista, con un tejido productivo cooperativista que impediría por sí mismo los monopolios y el enriquecimiento desmedido. Responde al aforismo de Louis Blanc «De cada cual según sus medios, a cada cual según sus necesidades». Por ello, sus principales corrientes son:

El anarcocomunismo, y sus principales modos organizativos (Comunismo libertario y Colectivismo; bajo tesis de Piotr Kropotkin y Mijaíl Bakunin, respectivamente) el mutualismo(economía de libre intercambio entre pequeñas cooperativas de productores, formulado por Pierre-Joseph Proudhon) y el anarcosindicalismo (organización social a través del movimiento obrero).

Se debe tener en cuenta el acuerdo consensuado en la Internacional Anarquista acontecida en Carrara durante 1968. Dicho acuerdo establece que una vez alcanzada la acracia cada unidad productiva determinará de forma libre y unilateral su estructura política. Esto confiere al anarcosocialismo un marco operativo mucho más laxo y plural visto desde una óptica liberal.

Por otra parte, el mutualismo moderno ( libre mercado anticapitalista, véase Kevin Carson) adoptó la Teoría subjetiva del valor, convergiendo con el anarcocapitalismo. Los mutualistas modernos sostienen que la figura del capitalista (poseedor de factor productivo capital) desaparece en una economía de libre mercado total.

La burguesía solo puede evitar la adquisición competitiva en el mercado de factor capital por parte de los obreros mediante mecanismos estatales (como la protección de la propiedad intelectual y las patentes o el adulteramiento de los tipos de interés,; cuestiones que muchos liberales rechazan). Por esto último, no es raro observar lazos entre estos y los minarquistas y/o anarcocapitalistas.

Bibliografía
Historia de la teoría política, George Holland Sabine, Fondo de Cultura Económica, 2000. ISBN 950-557-097-X
Historia de la teoría política (tomos 3 a 6), Fernando Vallespín Oña (ed.), Alianza Editorial, 2002. ISBN 978-84-206-7305-9
El liberalismo en occidente: historia en documentos (6 tomos), E.K. Bramsted y K.J. Melhuish (eds.), Unión Editorial, 1982-1984. Tomo 1 ISBN 978-84-7209-151-1
De Lo Político a la política. Liberalismo: El otro límite de la legitimidad. Pablo M. Fernández Alarcón. E-Prints Complutense, Madrid 2005 ISBN 84-669-1876-0
Historia del pensamiento económico (2 tomos), M.N. Rothbard, Unión Editorial, 1999. ISBN 978-84-7209-351-5
Beade, Ileana P. (2009). «Consideraciones acerca de la concepción kantiana de la libertad en sentido politico». Revista de Filosofía 65. ISSN 0718-4360. Consultado el 24 de agosto de 2016.
Severo Chumbita, Joan (mayo de 2014). «La configuración del pueblo en la resistencia. Un abordaje contemporáneo sobre la obra de John Locke». Revista SAAP. Publicación de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de Análisis Político (1). ISSN 1666-7883. Consultado el 24 de agosto de 2016.
Cortés Rodas, Francisco (abril de 2010). «Una crítica a las teorías de justicia global: al realismo, a Rawls, Habermas y Pogge». Ideas y Valores 59 (142). ISSN 0120-0062.
https://es.wikipedia.org/wiki/Liberalismo

martes, 23 de junio de 2015

Camino de servidumbre: Friedrich Hayek

Camino de servidumbre: Friedrich Hayek, Premio Nobel de Economía.



 

Camino de servidumbre (título original "The Road to Serfdom") es un libro escrito por Friedrich Hayek, Premio Nobel de Economía.

Contexto
Publicado por primera vez por Rouledge Press en marzo de 1944 en el Reino Unido, y en septiembre del mismo año por la Universidad de Chicago en EEUU. En abril de 1945 Reader's Digest publicó una versión ligeramente abreviada del libro, que llegó a alcanzar una difusión de 600.000 lectores.
Alrededor de 1950 se publicó en Look Magazine una versión ilustrada, posteriormente convertida en folleto por General Motors.

El libro ha sido traducido a unos 20 idiomas, y está dedicado "A los socialistas de todos los partidos". La introducción a la edición de su 50º aniversario fue escrita por Milton Friedman, también galardonado con el premio Nobel y adversario monetarista de Hayek. Camino de servidumbre es una de las manifestaciones más populares e influyentes de la escuela austríaca en el liberalismo.


Tesis y argumentos principales
La tesis central es que Socialismo y Totalitarismo son esencialmente lo mismo, dos retoños del colectivismo y éste, a su vez, un modelo de organización incompatible con la libertad humana. Para Hayek toda planificación económica, por leve que sea, se basa en la creación de un supuesto bien común o nacional que se constituye en objetivo general. Asi pues, la planificación económica conduce necesariamente hacia el totalitarismo y a la pérdida de las libertades individuales. En el libro, él usa tanto la Unión Soviética como la Alemania Nazi como ejemplos de países que han recorrido el "camino a la servidumbre" y llegado a esa situación.

En sus palabras:
Cualquier política dirigida directamente a un ideal de justicia distributiva, es decir, a lo que alguien entienda como una distribución "más justa", tiene necesariamente que conducir a la destrucción del imperio de la ley porque, para poder producir el mismo resultado en personas diferentes, sería necesario tratarlas de forma diferente. Y ¿cómo podría haber entonces leyes generales?[1]

Von Hayek argumenta que en una economía planificada no puede ser ni el pueblo ni sus representantes (el parlamento) los que lleven a cabo la planificación, localización y distribución tanto de recursos como de bienes producidos, sino que esa tarea recae sobre un grupo pequeño de "planificadores", (técnicos o economistas) grupo que, bienintencionado o no, será incapaz de obtener y procesar toda la información necesaria para llevar a cabo la tarea como se espera o en forma eficiente. (ver "Debate sobre el cálculo económico en el socialismo")

Continua von Hayek argumentando que desacuerdos acerca de los diferentes planes posibles, combinado con esa ineficiencia de los planificadores en el manejo de los recursos económicos disponibles, llevará inevitablemente al uso de la coerción a fin de obtener los fines deseados.

Fallas en ese sentido serán percibidas, tanto por los planificadores como por el público, como resultado de una falta de poder por parte del Estado para poder implementar una buena idea. Esa percepción llevaría al público a elegir a quienes proponen más poder para el estado. Lo mismo sucedería entre los planificadores, terminando con la llegada al poder de un "hombre fuerte", percibido como capaz de hacer lo que se necesita. Una vez completado lo anterior, el país inevitablemente termina en una dictadura.

Para von Hayek, el "camino a la servidumbre", inadvertidamente comenzado por los que buscan "justicia social", con su control y subsecuente desmantelamiento del mercado libre, termina con la destrucción de toda libertad económica y personal.

Von Hayek afirma que varias naciones democráticas están siguiendo el mismo camino que la Alemania Nazi o la Rusia comunista:[2] buscando una utópica justicia social y basándose en el principio de que el fin justifica los medios, principio que él observa en "la ética individual se considera la negación de toda moralidad. En la ética colectivista llega a ser, de necesidad, la regla suprema".

Sin embargo, como el propio Hayek afirma "es importante no confundir la oposición contra este tipo de planificación con una actitud dogmática a favor del laissez-faire" pero tal oposición debe ser, en su opinión, dentro de un marco estricto: "Obviamente, el funcionamiento de la competencia requiere, y depende, de condiciones que nunca pueden ser totalmente garantizadas por la empresa privada. La intervención estatal siempre es necesaria, pero la planificación y la competencia sólo pueden combinarse cuando se planifica para la competencia, no en contra de ella"[3]

Von Hayek ofrece la siguiente observación, que podría haber servido de conclusión a su obra: "En el pasado, ha sido la sumisión a las fuerzas impersonales del mercado lo que ha hecho posible el desarrollo de la civilización. Es esta sumisión lo que nos permite a todos construir algo que es mayor que lo que cada uno de nosotros pudiera construir. Se equivocan terriblemente los que creen que podemos ayudar a dominar las fuerzas de la sociedad de la misma forma que hemos aprendido a dominar las fuerzas de la naturaleza. Esto no sólo es el camino hacia el totalitarismo sino también el camino hacia la destrucción de nuestra civilización y, ciertamente, la mejor manera de bloquear el progreso."[4]


Contenidos
1.    El camino abandonado
2.    La gran utopía
3.    Individualismo y colectivismo
4.    La "inevitabilidad" de la planificación
5.    Planificación y democracia
6.    Planificación y el Estado de Derecho
7.    La intervención económica y el totalitarismo
8.    ¿Quién, a quién?
9.    Seguridad y Libertad
10.    Por qué los peores se colocan en cabeza
11.    El final de la verdad
12.    Las raíces socialistas del nazismo
13.    Los totalitarios en nuestro seno
14.    Condiciones materiales y fines ideales
15.    Las perspectivas de un orden internacional
16.    Conclusión

Criticas
"Camino a la servidumbre" ha sido criticado por algunos autores, incluyendo Karl Polanyi, como una visión utópica debido a la sugerencia, entre otras, que "en el pasado, ha sido la sumisión a las fuerzas impersonales del mercado lo que ha hecho posible el desarrollo de la civilización". De acuerdo con Polanyi, el desarrollo de la civilización sucede, por el contrario, cuando las fuerzas sociales, incluida el funcionamiento de la economía, están organizadas en función de los intereses comunes. ("empotradas", en sus palabras).[5] Para Polanyi, el desarrollo sugerido por Hayek refleja un caso excepcional, destructivo de los valores sociales que constituyen las bases de una civilización estable.

Otras dos respuestas, la de Herman Finer, un miembro de la Sociedad Fabiana, en su Camino a la reacción (1946) y la de Barbara Wootton - Libertad en la planificación" (Freedom under Planning) han sido generalmente no considerados como relevantes o adecuadas por parte de los seguidores del neoliberalismo. Hayek llamo el libro de Finer "un ejemplo de abuso e infundios que es probablemente único en la discusión académica contemporánea".[2] y Frank Knight, fundador de la Escuela de Economía de Chicago, escribió acerca del segundo: "déjeme repetir que el libro de Wootton no es en ningún sentido lógico una respuesta a "Camino a la servidumbre"[6]

Sin embargo, cabe considerar que ambos autores centran sus críticas en lo que consideran la visión casi maniquea o injustificadamente dualística tanto de von Hayek como de su predecesor, Ludwig von Mises, quien, por ejemplo, afirma:
Simplemente no hay otra opción que esta: ya sea abstenerse de interferir en el libre juego del mercado, o delegar el manejo completo de la producción y distribución al gobierno. Ya sea capitalismo o socialismo: no hay un camino intermedio[7]

En el mismo "Camino de Servidumbre", von Hayek agrega:
Una de dos. Si el estado tiene que poder prever los resultados de sus acciones, no podrá dejar ninguna opción a los afectados por ellas. Y si queremos dejar opciones a la gente, los resultados de la acción gubernamental tendrán que ser imprevisibles. Las reglas generales, a diferencia de las reglas específicas o sustantivas, tienen que operar en circunstancias que no puedan ser previstas en detalle. Ser imparcial significa no tener respuesta para ciertas preguntas.[8]

Algunos autores sugieren que von Hayek invierte la forma en que la planificación central funciona. Por ejemplo, Paul Sweezy bromea en su revision del libro de von Hayek -presentada en su "The Present as History", 1953- que von Hayek busca hacernos creer que si hubiera, por ejemplo, una sobre producción de cunas para bebés en un momento determinado, los planificadores ordenarían a la sociedad "producir" mas hijos en lugar de guardar dichas cunas por un tiempo y disminuir su producción el ciclo siguiente.

En ese sentido son de interés los argumentos cibernéticos de Stafford Beer en su Designing Freedom -clase magistral de Massey (en 1974)- acerca de cómo la "planificación de inteligencia adaptiva" puede aumentar libertad. Igualmente lo son las posiciones técnicas de Herbert Simon y Albert Ando, quienes sugieren que los elementos de los sistemas jerárquicos semi-separables de la economía no están completa y rígidamente relacionados ni son totalmente dependientes, como von Hayek asume serían para fundamentar su crítica.

Volviendo a la sugerencia que la posición de von Hayek presenta una dicotomía discutible, Offe sugiere:
Es mi pretensión que los dos argumentos clave del análisis liberal-conservador son válidos en gran medida, al contrario de lo que a menudo argumentan críticos de la izquierda. El principal defecto que veo en este análisis se relaciona menos con sus afirmaciones explícitas que con aquello que omite considerar[9]

Martínez de Pisón agrega que no es posible desconocer el paso de la historia, pero así como no se puede negar el absolutismo que los partidarios -reales o putativos- de la planificación estatal han en ocasiones impuesto, tampoco es posible desconocer los resultados de un mercado totalmente libre, incluyendo su incapacidad para evitar Crisis cíclicas y el resultado tanto social como político de tales crisis.[10] (Ver "orígenes y evolución" en Estado del Bienestar). Jeffrey Sachs concluye: "Von Hayek estaba equivocado. En las democracias sólidas y vigorosas, un Estado social de bienestar generoso no es un camino a la servidumbre sino a la justicia, la igualdad económica y la competitividad internacional."[11]

Hans-Hermann Hoppe, otro miembro de la Escuela Austríaca de Economía., critica el libro no porque considere que los planificadores centrales carezcan del conocimiento necesario para hacer funcionar el sistema (como von Hayek sugiere) sino porque, en su opinión, falla en establecer que el problema central de la economía planificada es la ausencia de la propiedad privada de los medios de producción. Eso significa, en la opinión de Hoppe, que es imposible para los planificadores efectuar cualquier cálculo significativo, aun cuando poseyeran toda la información existente acerca de las necesidades y deseos de los individuos.[12]




Hacia el totalitarismo:
Resumen detallado:

Entrevista a Hayek:
Comentario- Juan Urrutia- Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico - Presidente del Patronato de la Fundación Urrutia Elejalde:

Comentario- Este artículo es un extracto del prólogo escrito por Juan F. Bendfeldt al libro de F. A. Hayek «Camino a la Servidumbre»:

Notas y referencias
1.    ↑ von Hayek: Camino a la servidumbre, capitulo VI: "La Planificación y el Imperio de la Ley".
2.    ↑ La referencia es a las propuestas del Estado del bienestar, que se estaba empezando a implementar en esa epoca.
3.    ↑ Camino de servidumbre, capitulo III: Individualismo y Colectivismo
4.    ↑ Camino de servidumbre, Capítulo XIV: "Condiciones materiales y fines ideales"
5.    ↑ Karl Polanyi, "La gran transformación", Madrid, La Piqueta, 1989. ISBN 84-7731-047-5
6.    ↑ Knight, Frank (1946). «Freedom Under Planning». Journal of Political Economy 54 (5):  pp. 451-454.
7.    ↑ Mises, Ludwig von [1] Liberalism, 1927. (la fuente es la traducción al inglés de 1985.)
8.    ↑ von Hayek: "Camino de servidumbre" Capítulo VI : La planificación y el imperio de la ley
9.    ↑ Offe. C - "Algunas contradicciones del moderno Estado del Bienestar"" en Contradicciones en el Estado del Bienestar. pp 141.
10.    ↑ José Martínez de Pisón: La crítica neoliberal al Estado social. Un resumen y una valoración
11.    ↑ Jeffrey D. Sachs "EL ESTADO SOCIAL DE BIENESTAR, MÁS ALLÁ DE LA IDEOLOGÍA" : http://econpapers.repec.org/article/col000093/004347.htm
12.    ↑ http://www.mises.org/journals/rae/pdf/RAE9_1_13.pdf

Ver: Prologo de "La fatal arrogancia"
La Fatal Arrogancia. Los Errores del Socialismo es la última obra escrita por Friedrich A. Hayek. El título original en inglés es The Fatal Conceit: The Errors of Socialism (Routledge y Chicago University Press, 1988). La versión en español fue publicada por Unión Editorial (Madrid, 1990) en coedición con el Centro de Estudios en Economía y Educación (CEEE). Con esta obra se inició la publicación de las Obras Completas de Hayek a cargo del Profesor W. W. Bartley III de la Hoover Institution, Stanford University.

Categoria:
Filosofía
Enviado por Percy en Dom, 07/22/2012 - 01:13


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miércoles, 20 de mayo de 2015

Liberalismo económico.



Aportes para pensar otras alternativas para enfrentar la versión del liberalismo económico hegemónico.


El liberalismo en sentido amplio suele dividirse en liberalismo económico, liberalismo político e, incluso, liberalismo filosófico. Para Giovanni Sartori, el liberalismo es político y no económico. Este autor propone que a esta última acepción se le llame por su estricto nombre: librecambismo.

Liberalismo político


Thomas Hobbes puede ser considerado como el precursor de la ideología liberal, por su teoría de la legitimidad del poder, impregnada de individualismo. El poder político se justifica a partir de un acto de voluntad humana racional, a partir del consentimiento individual. Lo curioso y paradógico de Hobbes es que termina legitimando, así, el poder absolutista del monarca (el Leviatán).

Pero es John Locke el verdadero iniciador de la teoría liberal. Su obra Segundo Tratado sobre el gobierno civil (1689) consagra la doctrina de la propiedad privada como salvaguarda de la libertad individual, la tolerancia religiosa, la distinción de los poderes legislativo y ejecutivo, la posible resistencia al poder público establecido cuando éste abusa contra los individuos, la teoría parlamentaria y de una monarquía constitucional (la de un rey limitado en sus poderes por los nobles y clérigos). Hay unos derechos individuales, anteriores a la constitución de la Sociedad y del Estado, que deben ser necesariamente respetados por el Estado.

El Estado debe estar limitado en sus fines, al servicio de la voluntad de los ciudadanos. Y en el ejercicio del poder debe estar limitado por ellos, por la Ley y por los representantes legítimos del pueblo. Las ideas de Locke influirán directamente en los padres fundadores de la Constitución norteamericana (1787) y en los redactores de las distintas declaraciones de derechos humanos que vienen después.

Bien ha resumido Sartori este liberalismo político cuando dice: “el liberalismo en su connotación histórica fundamental, es la teoría y la praxis de la protección jurídica de la libertad individual, por medio del Estado constitucional” [[1]]. Este liberalismo político se identificó pronto con la idea de democracia (el gobierno del pueblo y por el pueblo). Con alguna exageración, Kelsen llega a afirmar que “la democracia coincide con el liberalismo político” [[2]]



Y es que el liberalismo representa una solución al problema de la democracia, tal como Rousseau lo formuló tan descarnadamente: los hombres nacen libres, pero están encadenados por doquier. Los varios tipos de democracia coinciden con el Estado liberal de derecho y sus cinco elementos: supremacía de la Constitución, separación de los poderes públicos, legitimidad del gobierno central, garantía de las libertades ciudadanas y derechos humanos, respeto a los resultados de los comicios periódicos como expresión de la voluntad ciudadana.

Pero sigue siendo válida la advertencia de Ortega y Gasset [[3]] de que “democracia y liberalismo son dos respuestas a dos cuestiones de derecho público completamente distintas. La democracia responde a esta pregunta: ¿Quién debe ejercer el Poder Público? Y la respuesta es: la colectividad de los ciudadanos. El liberalismo, en cambio, responde a otra pregunta quienquiera que ejerza el Poder público: ¿Cuáles deben ser los límites del Poder? Y la respuesta suena así: el Poder público, ejérzalo un autócrata o el pueblo, no puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del Estado. Es, pues, la tendencia a limitar la intervención del Poder público".

Liberalismo económico

Pero el liberalismo político se alió pronto, y se reforzó, con el mercantilismo naciente y el ulterior capitalismo. La teoría liberal se constituyó en la filosofía de la burguesía (en lo social), en la filosofía por excelencia del capitalismo (en lo económico) y en la “mentalidad” dominante de la civilización occidental (en lo socio–económico y cultural). La tesis de la individualidad y la libertad no podía menos que favorecer la actividad lucrativa de quienes ya tenían y querían tener más, sin trabas, o con el mínimo de restricciones por parte del Estado.

Fue Adam Smith quien con su famosa obra Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776) - en el supuesto de que la economía está regida por unas leyes naturales inmutables-, consagra la máxima libertad a los individuos que buscan enriquecerse y sustenta que el Estado no intervenga en el plano económico o intervenga tan sólo al mínimo cuando así lo requiera el bien común de la sociedad. El Estado no debe meterse a regular el Mercado; el Estado debe limitarse al simple mantenimiento del orden y la defensa: laissez faire, laissez passer, dejar que las fuerzas económicas hagan y fluyan a su antojo.

Por este camino, a la par con las democracias occidentales, se formaron los grandes capitales, se conformaron los grandes centros capitalistas del mundo, con su secuela de injusticia social, de explotación de los pobres por los ricos en cada nación y de dominio colonialista por parte de las grandes potencias a nivel mundial.

La libertad individual produjo riqueza para unos y el capitalismo de las naciones; pero no produjo igualdad social, sino una inmensa brecha entre ricos y pobres.

Neoliberalismo y globalización

Tras la caída del llamado “Estado de Bienestar” (años 1980), en la era de Margaret Thatcher en Inglaterra, y de Ronald Reagan (en los Estados Unidos de Norteamérica), y muy especialmente tras el colapso del Comunismo estatista en la Unión Soviética y países satélites (1989 y siguientes), el mundo ha vuelto a mirar hacia el viejo liberalismo de Adam Smith, sin llegar a las exageraciones del liberalismo manchesteriano inglés. Más libertades para el mercado nacional e internacional, menos trabas de todo tipo, un menor Estado o menos intervencionista, globalización e internacionalización de la economía.

El liberalismo, debido a su etimología, da una idea de libertad que, en la mayoría de las mentes occidentales se asocia a una concepción bastante positiva de sus propuestas y de los resultados que propone. Sin embargo, a pesar de haber sido alguna vez una propuesta revolucionaria, es pertinente recordar que, una vez convertida en la doctrina de las élites gobernantes, muy pronto mostró sus límites y sus graves implicaciones sociales.

Desde muy pronto pudo notarse que las élites burguesas liberales trataron de limitar la participación política del pueblo; para ejercer los derechos políticos pusieron como requisitos la propiedad, la riqueza o hasta la raza.

Por otro lado, la igualdad social no fue un postulado básico del liberalismo. Su defensa de la igualdad sólo hace referencia a la igualdad jurídica (todos iguales ante la ley), pero no intenta nada para paliar la desigualdad de fortunas, o los extremos ligados a ella.

El liberalismo clásico ni siquiera se molestó entonces por la cuestión de la equidad, esa noción que acepta que para competir en términos de igualdad en el mercado, en la política, en la educación, etc., es necesario tomar medidas compensatorias para los que han nacido en desventaja.

A finales del siglo XIX, las crisis económicas recurrentes, inherentes al mismo sistema económico liberal; los sucesivos y cada vez más fuertes movimientos sociales que pedían reformas, así como la aparición y extensión de las ideas socialistas, empujaron a algunos Estados a admitir reformas sociales y económicas heterodoxas desde el punto de vista de los liberales puros, pero necesarias en términos sociales y políticos. Tomar estas decisiones era aceptar, de hecho, las limitaciones políticas y sociales del liberalismo, aunque frecuentemente, más que debido a un afán reivindicativo, estas decisiones se tomaron para apuntalar el poder político de los gobernantes en turno.

Ya durante el siglo XX, con las crisis económicas que seguían apareciendo a los liberales no les quedó más remedio que reformarse. El llamado Estado benefactor trató de cumplir con su cometido de paliar las grandes desigualdades y brindar protección económica y social a la mayor parte de los ciudadanos, funciones que el liberalismo no contemplaba como parte de las obligaciones estatales, pues con éstas se interfería en las leyes naturales del mercado.

A partir de la segunda mitad de la década de 1970 se fueron fortaleciendo cada vez más los defensores del librecambio. Frente a los resultados cada vez más cuestionables de las políticas intervencionistas del Estado benefactor, los nuevos liberales (los neoliberales) pedían un regreso al sistema de librecambio.

Debido a estas cuestiones, no debería extrañarnos que el nuevo liberalismo no promueva la equidad ni proponga soluciones a los extremos de pobreza y riqueza generados con la aplicación de sus principios.

El colofón a toda esta saga se encuentra hoy en la propia Europa y en los propios EEUU. que hoy día se encuentran sumidos en su propia marea liberal.

Valoración.

Libre mercado e injusticia social.


Es un hecho objetivo y no una mera apreciación personal que los sistemas de economía de mercado -que han terminado por imponerse prácticamente en todo el mundo- si bien se muestran eficientes para crear riqueza, son injustos para distribuirla. Sabemos bien que el mercado tiene sus leyes propias, totalmente desvinculadas de consideraciones de tipo ético, social y político. De hecho, el mercado es un campo de relaciones de poder en el que los poderosos ganan y los débiles pierden.

El mercado es cruel porque excluye a los que carecen de bienes materiales para participar en él, porque castiga a los que no están en condición de competir y porque generalmente favorece el triunfo de los más poderosos y los más audaces. No cabe discutir que para superar la pobreza es indispensable el crecimiento económico, lo que las economías de mercado logran hacer. Pero el crecimiento, siendo necesario, no es suficiente para eliminar la pobreza, y si no se complementa con políticas eficaces de desarrollo social, aumenta las desigualdades.

El mercado, dejado a su propia dinámica y a sus propias leyes, no es ni puede ser un justo y equitativo distribuidor de riqueza.

El mercado no tiende a la justicia sino a la mera ganancia.

Encarna un anti valor moral. Las tan referidas privatización, globalización, internacionalización, cifras de crecimiento macro-económico, por sí solas siempre serán selectivas y discriminatorias. Favorecerán al que ya tiene y desfavorecerán a los que no tienen. Favorecerán más a los que tienen más y favorecerán menos a los sectores marginales y a las regiones y países periféricos. Es decir, consagrarán la injusticia social.

La reciente etapa de “mundialización” o “internacionalización” no es, así, más que una faceta de la vieja dependencia de los países periféricos respecto de los grandes centros de poder económico mundial.

¿Algo más de Estado? Sin recaer, ni mucho menos, en una apología de los pasados Estados omnipotentes o factótums, ante la nueva realidad de una hegemonía despótica del Mercado, tenemos que abogar  por algo más de Estado. El Estado no puede seguir perdiendo soberanía “por arriba”, ante la esfera internacional, ni “por abajo”, ante la sociedad mercantil interior.

Nuestro Estado-nación, en América Latina, no puede seguir ‘a la defensiva’ en la actual coyuntura neo-liberal. Los ciudadanos necesitamos de un Estado que intervenga y regule, que distribuya justamente, que equilibre las cargas, que impida la injusticia económica, que ponga barreras a lo internacional cuando éste intenta desmantelar o apropiarse de lo nacional. Y esto tanto más en un país que como el nuestro se ubica entre los países del hemisferio sur que siguen siendo altamente dependientes de las potencias económicas, militares y políticas del norte.

Estas consideraciones pueden ayudarnos a realizar un mejor análisis de los acontecimientos actuales, y para cuestionarnos los discursos triunfalistas que suelen esgrimir los liberales de hoy.

Referencias:
SARTORI, Giovanni, Elementos de teoría política, Alianza Universidad, Madrid, 1992.
SHAPIRO, J. S., Liberalism: Its meaning and History, Princeton. N. J., 1958.
PALMADE, Guy, La época de la burguesía, Siglo XXI, México, 1998.
BERGERON, Louis, et al., La época de las revoluciones europeas, Siglo XXI, México, 1998.
Historia del liberalismo como referencia




Andrzej Tomasz Towiański (1799 - 1878)

Fue un filósofo polaco y líder religioso mesianista.
Towiański nació en Antoszwińce, un pueblo cerca de Vilna, que después de particiones de Polonia perteneció al imperio ruso. Él era el líder carismático de la secta Towiańskiite, conocido también como Kolo Sprawy Bożej (el Círculo de la Causa de Dios). En 1839 experimentó una visión en la que el Espíritu Santo y la Virgen María le instaron a actuar como un mensajero del Apocalipsis. Los polacos, franceses, sobre todo. Napoleón - y los Judíos fueron desempeñando un papel destacado. Entre. aquellos influidos por su pensamiento fueron los poetas románticos polacos Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki y Goszczyński Seweryn.

Su extraordinaria influencia en Mickiewicz, un líder de la comunidad de emigrados de Polonia, fue decisivo.


Towiański was born in Antoszwińce, a village near Wilno, which after Partitions of Poland belonged to the Russian Empire. He was the charismatic leader of the Towiańskiite sect, known also as Koło Sprawy Bożej (the Circle of God's Cause). In 1839 he experienced a vision in which the Holy Ghost and the Virgin Mary urged him to act as a messenger of the Apocalypse. The Poles, the French - particularly Napoleon - and Jews were to play leading roles. Among those influenced by his thinking were the Polish Romantic poets Adam Mickiewicz, Juliusz Słowacki, and Seweryn Goszczyński.
His extraordinary influence on Mickiewicz, a leader of the Polish emigre community, was divisive, and some members of the community accused him of being a Russian agent.
He died in Zurich.


link

 

Adam Mickiewicz

 



Adam Mickiewicz de Poraj (1798- 1855) fue un poeta y patriota polaco, cuya obra marca el comienzo del Romanticismo en su país. Se le conoce sobre todo como el autor de la novela poética Dziady y epopeya nacional Pan Tadeusz, lo que es considerado el último gran epopeya de la polaco-lituana noble cultura.
            A lo largo de su vida luchó por la independencia de Polonia con respecto a Rusia, donde estuvo exiliado desde 1824 por sus actividades revolucionarias durante su época de estudiante. Logró escapar de Rusia, estableciéndose en Lausana. Sus poemas abordan temas nacionalistas polacos y presentan una imagen heroica, si bien melodramática, del alma humana, y una visión byroniana de la libertad y el heroísmo. Sus obras han sido traducidas a la mayoría de las lenguas europeas.
            Entre las traducidas al español se encuentran los poemas épicos Grażyna (1823) y Pan Tadeusz (1834), el drama Dziady (Los antepasados, 1823), y el poema histórico Konrad Wallenrod (1828), que es el relato de una venganza patriótica, a resultas de la cual tuvo que abandonar Rusia y establecerse en París.
            Es considerado uno de los destacados poetas Eslavos y Europeos, descrito como un "bardo eslavo". Fue un importante Romántico dramático y se ha comparado en Polonia  con Byron y Goethe .
            Mickiewicz participo en la lucha por lograr la independencia de su patria, entonces parte del Imperio Ruso. Paso cinco años en el exilio interno en el centro de Rusia por sus actividades políticas, dejó el Imperio en 1829 y pasó el resto de su vida en la emigración, al igual que muchos de sus compatriotas. Se instaló por primera vez en Roma, más tarde en París, donde se convirtió en profesor de literatura eslava en el Collège de France.
            Murió, probablemente de cólera, en Constantinopla en el Imperio Otomano, a donde había ido para ayudar a organizar las fuerzas polacas para luchar contra Rusia en la guerra de Crimea. Sus restos fueron trasladados más tarde a la catedral del Wawel en Cracovia, Polonia.
            Mickiewicz ha sido considerado como el poeta nacional de Polonia, y una figura muy reverenciada en Lituania. Monumentos y otros tributos a él abundan en ambos países, así como en Ucrania y Bielorrusia.
            En 1898, en el 100 º aniversario de su nacimiento, una imponente estatua inscribe en la base, "al poeta de la Nación.


Transcribo una cita del Dr. Fernando Fuenzalida Vollmar Titulado: Metapolítica: entre el Nomos y el Anomos, publicado como Introducción al libro del Dr. Eduardo Hernando Nieto : Pensando peligrosamente: El pensamiento reaccionario y los dilemas de la democracia deliberativa.


"...Resulta iluminado, con ésto, el núcleo profundamente escatológico que se oculta tras las formas filosóficas, ideológicas, políticas y aun jurídicas que se muestran en la más o menos agitada superficie de esta discusión sobre el telos de la evolución y del progreso que se prolonga ya por lo menos dos siglos en las sociedades de origen latino y helénico; y que, desde una armazón teológica encubierta por la jerga cientista de las disciplinas sociales de la pos revolución francesa, articula aspectos tan varios de nuestro pensamiento moderno como los que atañen al ultramontanismo, al socialismo utópico, al sinarquismo de Saint Yves, al positivismo sansimoniano y al de Comte, al hegelianismo y a la juventud hegeliana, a los mesianismos políticos de Towianski y de Mickiewicz, a los utopísmos evangélicos y protestantes del siglo XIX, a la ortodoxia paneslávica, al marxismo, al bolchevismo, al nazismo con su aspiración joaquimita y last but not least a las nuevas ideologías seculares de fin del milenio y a los omnipresentes delirios del New Age."
Referencia en Urbanoperu


Sobre el mesianismo político de Andrzej Towianski y Adam Mickiewicz.
Descripción: link


Apenas Mickiewicz abandonó la compañía de un hereje (Lammenais), se puso a frecuentar a otro quizás peor: Andrzej Towianski (1799-1871), antiguo compañero de estudios en Vilna.

Este último desembarca en París en 1841 y “cura a distancia” a la mujer de M. internada en un hospital psiquiátrico; convirtiéndose así para M. en “el enviado de Dios”. “Durante tres años consecutivos, entre los cuales los dos últimos de su enseñanza [en el Collège de France], M. se convertirá en el heraldo del towianismo” (págs. 253-25). Towianski era un adepto del “mesianismo”, corriente inaugurada por Hoëne Wronski (1778-1853), “que había terminado por creerse el Paráclito encargado de anunciar el ‘cristianismo cumplido’ ” (pág. 251).

Eran igualmente mesianistas dos grandes hombres de letras polacos, Zygmunt Krasinski (1812-1859) y Augusto Cieszkovski (1814-1894): el primero, “anunciaba que la Iglesia de Pedro tocaba a su fin, como toda la sociedad antigua”; el segundo, “anunciará la apertura de la tercera y última era de la historia: después de la antigüedad, que fue la era del Padre, y del cristianismo, que fue la era del Hijo, vendría pronto la era del Espíritu Santo; el cual, al realizar la armonía de la voluntad humana con la divina, instauraría el reino de Dios sobre la tierra: entonces se realizaría la ‘plenitud de las naciones’ anunciada por San Pablo” (págs. 250-251).

En cuanto a Towianski, humildemente cree ser, después de Napoleón (10), la tercera epifanía de Cristo, el caudillo predestinado que debía nacer de una nación, Polonia, mártir y redentora como Cristo. Estaba “ebrio de literatura mística y ocultista; quizás estuviera iniciado en varias sociedades secretas” (pág. 252). “Su sistema metafísico y moral, anti-racionalista y anti-autoritario, sufrió la influencia de Saint-Martin, Swedenborg, T. Grabianka” (11); pero también de un cierto Jacob Frank, del cual volveré a hablar.

Es interesante señalar que para T., al final de los tiempos el infierno no existiría más (8). Numerosos autores han sido influenciados por T.: así, el poeta polaco Juliusz Slowaki (1803-1849), que predecirá la elección de un Papa eslavo (12); nuestro Mickiewicz; el escritor modernista Fogazzaro (13). Ahora bien, Mickiewicz, Slowaki, Krasinski, son indicados por Buttiglione como “maestros” de Karol Wojtyla (pág. 32).

Towianski expuso su pensamiento en un libro de 1841 (puesto en el Index en 1858) titulado Biesiada, el Banquete. M. se torna su difusor en el prestigioso Collège de France. “En diciembre de 1843, toma por objeto de su curso ‘la Cena’ (= ‘el Banquete’), del cual respeta el anonimato y evita citar directamente. Es -afirma- ‘el fruto más precioso y más maduro que salió del árbol de vida de la raza eslava’, es ‘una declaración de guerra contra toda doctrina, contra todo sistema racionalista’ ” (pág. 254).

“Me siento sostenido por una fuerza que no viene del hombre -decía M. durante su clase del 19 de marzo de 1844- (...) me proclamo ante el cielo el testigo viviente de la nueva revelación” (pág. 254). No es nada sorprendente que M. y los suyos hayan sido tomados por “nuevos Montanistas” (14). El Estado (Luis Felipe) y la Iglesia se inquietan, aunque por motivos diferentes. El primero, obliga discretamente a M. a dejar su cátedra en 1844; y la segunda, pondrá en el Index, el 15 de abril de 1848, los dos últimos tomos de sus cursos parisinos: La Iglesia y el Mesías y La Iglesia oficial y el mesianismo.

http://www.sodalitiumpianum.it/index.php?pid=33
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/2007/12/mesianismo-de-hene..



Ernst Niekish

http://eduardohernandonieto.blogspot.com/search/label/Niekisch
http://mariomingolla.blogspot.com/2008/12/ernest-niekish-alfredo-mario-mingolla-2.html


[1] Giovanni Sartori (1992): Elementos de Teoría Política, Madrid Alianza, p. 125.

[2]  H. Kelsen (1979): Compendio de teoría general del estado, Barcelona Blume.
[3] Ortega y Gasset (1925): Ensayo Ideas de los castillos: liberalismo y democracia, citado por M. Pastor (1989): Ciencia Política, Madrid McGraw–Hill, p. 89.

UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA SITUACIONAL: BITACORA DE PERCY CAYETANO ACUÑA VIGIL.

  UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA  SITUACIONAL.  Percy Cayetano Acuña Vigil. En este escrito se ha registrado información básica situacional con...