domingo, 23 de agosto de 2015

Hacia el septiembre griego




Hacia el septiembre griego
por Fernando Mires 22 agosto 2015

"Quien lo hubiera pensado: hace pocas semanas Syriza y Tsipras eran vistos por la mayoría de los gobiernos demócratas europeos como una maldición. Hoy en cambio son vistos como una tabla de salvación. Así es la política: enemigos de ayer amigos de mañana".

Es muy temprano para trazar líneas que permitan saber el lugar donde desembocarán las aguas de la división de Syriza, hasta ahora, el partido mayoritario de la izquierda griega. Lo importante por ahora es constatar que esas aguas son más cristalinas que antes.

El nacimiento de Unidad Popular (UP) anunciado por el exministro Panayotis Lafazanis después de la rebelión de los 25 diputados en contra de Tsipras y de la renuncia del propio primer ministro (Jueves19 de Agosto) ha marcado un punto de inflexión en la política griega.

La UP reclama para sí la voluntad del pueblo expresada en el referéndum del 5 de Julio interpretada por sus representantes como un No rotundo a la política de la UE. Por lo mismo, el nuevo partido dirige su mensaje a las corrientes más extremas y antieuropeístas de Grecia. Su objetivo es formar un polo de atracción de fuerzas orientado a agrupar a los descontentos con las medidas restrictivas que implica el “tercer rescate”. En ese punto –así especulan los disidentes de Syriza- la UP podría lograr un gran éxito en las elecciones de Septiembre. Pero si eso no ocurre –la popularidad de Tsipras va más allá de Syriza- la UP podría correr el peligro de autoestigmatizarse para convertirse en el partido que abrió las puertas a los nazis de Aurora Dorada.

Lo que sí parece evidente, es que la división de Syriza abre una chance de grandes  dimensiones al primer ministro Alexis Tsipras. Catalogado de “traidor” por muchos de sus antiguos compañeros, si logra que Syriza obtenga una alta votación en las próximas elecciones, es decir, una que le permita concertar alianzas de modo ventajoso en el espectro político griego, puede llegar a convertirse en un estadista de alta calidad, dejando detrás de sí a las sombras de su pasado comunista. Eso quiere decir, si Tsipras logra superarse a sí mismo, podrá conducir a su partido hacia el espacio de la centro-izquierda, catalizar de este modo a la clientela socialdemócrata que ayer apoyo al PASOK y, lo más importante, convertirse en un respetable interlocutor frente a los demás gobiernos europeos. Sobre todo frente a Ángela Merkel.

Angela Merkel ha jugado muchas cartas a favor de Tsipras impulsando un “tercer rescate” que costará enorme sumas de dinero a los alemanes. Por ese motivo ha recibido fuertes ataques desde las fracciones más derechistas de su partido. Pero a la vez Merkel ha ganado legitimidad dentro del amplio espectro que sigue tradicionalmente a la socialdemocracia. Por su parte, la “Linke”, el partido de la izquierda post-estalinista, al negarse a votar a favor del  “tercer rescate”, ha unido su destino a la UP griega, acercándose peligrosamente a la derecha del socialcristianismo alemán. Como está ocurriendo de modo muy frecuente en Europa, también en Francia y en España, la izquierda extrema termina apoyando las posiciones de la derecha extrema y viceversa.

Desde su visión de estadista, Merkel, y en cierto modo también Hollande, saben que Europa no puede prescindir de Grecia. Mucho menos en estos momentos. El movimiento migratorio más grande de la historia europea pasa por el Mediterráneo. Por otro lado, la agresividad islámica ha contagiado al gobierno de Turquía, país con el cual Grecia tiene varios conflictos pendientes. Por si fuera poco, Putin, siempre muy atento, ha visto en la iglesia ortodoxa griega, en la ultraderecha y en la ultraizquierda representada ahora por la UP, puntos de contacto que le podrían ayudar a incrementar sus zonas de influencia en Europa.

En estos difíciles momentos la mayoría de los gobiernos de Europa necesitan de un fuerte interlocutor político en Grecia. La transformación de Tsipras de agitador populista en líder de una centro-izquierda renovada podría ser el mejor pago político de Grecia a su enorme deuda externa. En efecto, un interlocutor político confiable, es decir, una Syriza separada de sus fracciones más radicales, debería traducirse en una ayuda económica aún más generosa a Grecia.

El Septiembre griego será decisivo. Si triunfa Tsipras, Grecia será más europea que nunca. Si llegara a perder, Grecia no será de Europa y Europa será menos europea que antes.

Quien lo hubiera pensado: hace pocas semanas Syriza y Tsipras eran vistos por la mayoría de los gobiernos demócratas europeos como una maldición. Hoy en cambio son vistos como una tabla de salvación. Así es la política: enemigos de ayer amigos de mañana.

sábado, 15 de agosto de 2015

El proceso al mariscal Pétain

El proceso al mariscal Philippe Pétain
El 15 de agosto de 1945, el Tribunal Superior de Justicia condena a la pena de muerte al Mariscal Philippe Pétain .




Le procès de "Pétain, Philippe, maréchal de France..."

LE MONDE | 29.07.1985 à 00h00 • Mis à jour le 14.08.2015 à 16h23 | Par JEAN PLANCHAIS.

Le 15 août 1945, la Haute Cour de Justice condamne Philippe Pétain à la peine de mort. A travers la figure de l'ancien chef de l'Etat français, c'est le procès du régime de Vichy et de la Collaboration qui est instruit.




image: http://s1.lemde.fr/image/2015/08/13/534x267/4724080_3_6898_le-marechal-philippe-petain-arrive-dans-la_54bee2a0ddf9cf2e4204e3a3fc69ad00.jpg

Il fait très chaud le 23 juillet 1945 à 13 heures dans la salle de la première chambre de la cour d'appel de Paris. La canicule, certes, mais aussi l'entassement. Le tribunal, ses trois magistrats et ses vingt-quatre jurés, d'innombrables journalistes, des photographes, se serrent dans le prétoire où des privilégiés ont pris place derrière la cour. Le barreau est confiné entre l'entrée de la salle et les bancs des témoins. Les galeries du public ont été garnies la veille de gradins de bois.

Devant le banc de la défense, un fauteuil vide. La Haute Cour de justice présidée par M. Mongibaux, premier président de la Cour de cassation, va juger Philippe Pétain, maréchal de France, ancien chef de " l'Etat français ".

La guerre à l'ouest est terminée depuis deux mois et demi. Avant même qu'elle se fût achevée, le maréchal est rentré de son propre chef d'Allemagne où il se considérait comme prisonnier au château de Siegmaringen. Apprenant que le gouvernement provisoire avait décidé de le faire passer en jugement, il avait écrit à Hitler le 5 avril : " C'est en France seulement que je peux répondre de mes actes. " Le 20, devant l'avance alliée, les Allemands, après une course erratique sous les bombardements, l'avaient conduit à Bregenz, à la frontière suisse. Il l'avait franchie le 24 avril, jour de son quatre-vingt-neuvième anniversaire.

En savoir plus sur http://www.lemonde.fr/archives/temps_fort/2015/08/14/15-aout-1945-le-proces-du-marechal-petain_4723968_1819218.html#1a14eT6wgtOvGWWE.99

http://www.lemonde.fr/archives/temps_fort/2015/08/14/15-aout-1945-le-proces-du-marechal-petain_4723968_1819218_4723935.html


BIBLIOGRAFIA

El proceso  del Mariscal  Pétain

Por    JAIME  IRIGOYEN.
EL  PROCESO  DEL   MARISCAL  PET AIN,   por   Jaime  Irigoyen,. -      Lima.  -      Tipografía
Peruana.   -     222   páginas.  -     1948.

Uno de   los   juicios más sensacionales de   los   últimos tiempos es,   sin   duda  alguna, el  que la  Cuarta República Francesa instauró al  Jefe del  Estado, Mariscal Henri Philippe PETAIN, al   terminar  la   segunda  guerra  mundial.

Jaime Irigoyen, joven y  distinguido escritor  peruano,  que  se  encontraba  en   París durante  ese   ruidoso  proceso,  ha   publicado  recientemente  un    bien  documentado  libro en  el  cual relata las  fases principales de  ese  "juicio",  que ha  dado lugar a  los  más enco­ nados comentarios.    El   autor  juzga  imparcialmente  y   con  altura  los   argumentos  es grimidos en   la  Corte  de   París,  y  llega a   la   conclusión de   que  solo la   Historia podría juzgar  la  actitud  del   Mariscal Pétain,  y  'se  pregunta,  al   final, si  los   acusadores no   po drían  tal   vez cambiarse en   acusados.

Y no   hay  duda  que  la   Historia  demostrará  si      ya   no   está  ampliamente demostrando    que el  famoso militar que, en   t 918, salvó a  su  Patria,  la  salvó una vez más en   los   años  luctuosos  de    1940, cuando,  destruida  militarmente,  Francia  se   hallaba  a merced  del   enemigo.   El   anciano  Mariscal, condenado  por   el   "Tribunal"  que  lo   juz gó,   fue   víctima de   su  honradez, de  su  valor y  de   su  gran  patriotismo.   Había  que en­ contrar ·una víctima y,   naturalmente,  se   escogió a   quien,  voluntariamente, se   entregó a Francia para  responder de  su  actitud  y  "para  evitar  que otros  franceses fueran  con­ denados por   haber obedecido las  órdenes de  su  Jefe legítimo".

No  hay que olvidar que el  Mariscal Pétain  fue   llamado de  su   retiro en   1939, para 'asumir la  dirección de  la  Embajada en   Madrid, cuando, debido a  la  desastrosa política seguida por   el  Frente  Popular  durante  la   Guerra  Civil, su   país  se  encontraba  en   difi­ cultades con el  Gobierno del   General Franco.   ,El  solo podía  restablecer,  debido a   su rectitud y  a  su   prestigio, el  natural  ambiente de   cordialidad que tanto  sirvió más tarde   a  Francia,  que pudo entonces contar  con la  comprensión y   la  hidalguía de   la   gran nación  hispana.

La  guerra  fue   declarada, siendo el  Mariscal absolutamente extraño  a  ella. Fue nuevamente llamado para  participar  en   el  Gobierno, cuando  las   tropas  germanas avanza- han  de   manera  arrolladora  por   el  .suelo francés. Fue el  Gobierno constitucional del Presidente   Lebrun  quien' solicitó el   armisticio.     Después, los   responsables del   desas tre   se  ocultaron  y  no  encontraron  nada mejor  que protegerse  bajo la   aureola  gloriosa del anciano  militar a   quien  una  Asamblea Nacional temerosa  entregó  las   riendas  del Gobierno.   Fueron esos mismos hombres quienes, más tarde,  ya   lejano el  peligro, acu­saron  e  insultaron a  quien los   salvó de  la  cólera y  de  la  indignación del  pueblo.

EL PROCESO  DEL MARISCAL PETAIN                                                111

Todos los   Estados reconocieron, sin   vacilación, su  Gobierno, desde el  Vaticano, el más alto poder del   Mundo, hasta la   Rusia Comunista.

Durante cuatro años  que duró el  Calvario de  Vichy, el  Mariscal Pétain, luchó, sin tregua,  para  evitar  a   los   franceses mayores  daños.    Ningún  hombre Honrado podrá negarlo: en   medio de   las   peores dificultades, sin   contar  con muchos apoyos, el  venerable anciano devolvió a   sus compatriotas la   Fe   y   las   esperanzas perdidas.   Como el Capitán no   debe abandonar el  buque en   el  momento del   peligro, Pétain no   quiso huir del   suelo de   su   Patria  y  prefirió  sufrir  con los   cuarenta  millones de   (franceses, para que 108   libertadores no   hallaran  únicamente más tarde  ruinas  y   cementerios.

Los mismos alemanes han  reconocido, en   varias  oportunidades, que,  lejos de   co­ laborar con ellos, el  Mariscal se oponía frecuentemente a  los  designios del   Fuehrer; ya sabemos cómo fue llevado prisionero a   Alemania hasta' la  caída del   nazismo.

Ahora, a  los   94   años de   edad, encarcelado en   una  isla del   Atlántico frente a  la costa francesa, el  Mariscal Phillippe Pétain debe meditar sobre la   fragilidad de  las   co­ sas   terrestres y  sobre la   ingratitud de   los   hombres.   Como ferviente católico pedirá a Dios que no   castigue a   sus indignos carceleros y  que devuelva a   su   Patria  la   gloria que él  le  dié  y  de  la  que, desgraciadamente, no  supo disfrutar.

Jaime Irigoyen merece un   sincero aplauso por  su   obra.   Solo exponiendo los   he­ chos y   los   argumentos del   Fiscal y   de   la   Defensa deja ver claramente la   rectitud  con la   cual procedió en   todo momento el  más noble y  el  más ilustre de  10$  franceses.


Javier Kiefer·Marchand.

El Proceso I

El Proceso II

El Juicio de Riom 

El Pleito 1945 

sábado, 8 de agosto de 2015

Los Jacobinos. Revolución francesa


Los Jacobinos. Revolución francesa.


En la Asamblea Nacional existían dos sectores, ambos pertenecientes a la burguesía y coincidentes en la lucha contra el rey, la nobleza e imponer los principios liberales, pero distanciados con respecto a sus intereses y los medios para lograr sus objetivos.

Los empresarios y grandes comerciantes que integraban la gran burguesía, llamados girondinos, por provenir de una zona situada al sur de Francia, denominada Gironda, eran moderados, contaban con el apoyo de las provincias y consideraban prudente hallar un acuerdo con la monarquía y la nobleza, limitando el poder real, pero sin permitir el derecho a voto a las clases pobres, que no pagaban impuestos. La razón era el temor de este sector burgués, que había alcanzado gran prestigio, de perder sus privilegios por obra de los movimientos populares.

El otro sector, era el de los jacobinos, nombre proveniente de sus reuniones en el convento de la orden de los jacobinos, extremistas, duros y muy bien organizados, respaldados por el Consejo y el pueblo de París. Estaba principalmente integrado por profesionales y modestos propietarios que querían abolir definitivamente la monarquía y proclamar una República democrática, con derecho a voto para todas las clases sociales.



El primer sector se colocaba para deliberar, a la derecha en la Asamblea, el segundo, a la izquierda, y de allí proviene la posterior división entre partidos de derecha y de izquierda, según sean conservadores en su accionar político o propongan medidas tendientes a cambios profundos y violentos.

Los girondinos se consagraron triunfantes en octubre de 1791, cuando la Asamblea, por poseer mayoría entre sus miembros, sancionó la primera constitución, que imponía una monarquía parlamentaria, donde los miembros del Parlamento serían elegidos por las clases adineradas. El Rey continuaba en el poder con límites en sus atribuciones.

Los Jacobinos

Los jacobinos fueron una organización política durante la Revolución Francesa. Dominaron más prominentemente durante la Convención Nacional, consolidando el poder en el Comité de Seguridad Pública con líderes como Maximilien Robespierre. Ellos tenían una visión radicalista del gobierno y la sociedad, y ayudaron a la Revolución a protegerse a sí misma de fuerzas exteriores, invasiones y amenazas de cosecha propia de los contrarrevolucionarios.

Su nombre es procedente de “Jacobin”, del latín “Iacobus” (Santiago), en alusión a un convento de París donde celebraron durante algún tiempo sus reuniones los integrantes del grupo de revolucionarios al que le fue aplicado el vocablo.

Los jacobinos constituían el ala radical de la revolución, en oposición a los más moderados girondinos. Por el lugar que ocuparon en la Asamblea Nacional (el más alto de la tribuna izquierda) también se les designó con el apelativo de “montañeses”.

Marco temporal

El sector Jacobino fue formado primero durante los Estados Generales de 1789 por un grupo de diputados de Bretaña. Mientras la Revolución Francesa entraba a su infancia, los Jacobinos expandieron su membresía e influencia de poder. En 1791, había 152 capítulos asociados a través de Francia. Ese mismo año, mientras los jacobinos se volvían más radicalizados, muchos miembros moderados se desilusionaron por la dirección del Club y dejaron sus cargos. Esto permitió a los miembros de izquierda consolidar su poder.

Sin embargo, esta situación varió sustancialmente entre 1792 y 1794, cuando los jacobinos, con ayuda de los Sans Culottes, trabajadores urbanos, tomaron el poder e impusieron el terror.




Maximilien Robespierre


Liderados por Maximilien Robespierre y Danton, crearon tribunales populares que juzgaban y condenaban a muerte a todos los opositores de la revolución: el Rey, María Antonieta, sacerdotes y miembros de la nobleza fueron guillotinados, aunque luego, los propios líderes revolucionarios corrieron la misma suerte al ser acusados y condenados por aspirar a una dictadura personal.

Desplazaron a los girondinos del poder en junio de 1793 y en gran medida fueron los responsables de la ejecución del rey Luis XVI. En julio de 1794 (Thermidor o "cálido") un golpe de estado protagonizado por los sectores más moderados (la "Llanura") de la revolución acabó con el gobierno jacobino, poniendo fin a la etapa denominada “Régimen de Terror”, en alusión al gran número de ejecuciones llevadas a cabo bajo el liderazgo de los más exaltados (Robespierre).

Destacados jacobinos fueron Robespierre y Saint-Just.

Tomando un gran poder en la Convención Nacional, los jacobinos desbancaron exitosamente la dirección del partido girondino y tomaron control del Comité de Seguridad Pública, el cuerpo ejecutivo de la Convención. Con el poder del Comité, el Club Jacobino lanzó una campaña el 5 de septiembre de 1793, conocida como el Reino del Terror, con la decapitación de miles de realistas y contrarrevolucionarios. Finalmente, después de un año de terror, la Reacción Termidoriana llevó un rápido final al control jacobino y tomó el liderazgo del club.

Historia


Muchas figuras prominentes de la Revolución Francesa fueron miembros del Club Jacobino, la mayoría terminaron ejecutados durante el Terror o después de la Reacción Termidoriana.

Antoine Barnave fue uno de los originadores de la Revolución como diputado del Tercer Estado en los Estados Generales de 1789. Él trajo a su don de la oratoria al Club y escribió el primer manifiesto de la organización. Dejó a los jacobinos en 1791 cuando la membresía moderada empezó a perder poder de los elementos más radicales. Pronto, las revelaciones de su simpatía con la familia real lo llevaron a cargos por traición, lo que finalmente lo llevaron a su ejecución el 29 de noviembre de 1793.



 Maximilien Robespierre lideró el Comité de Seguridad Pública durante el reino jacobino en la Convención Nacional. Él consolidó su poder sobre el club siendo conocido como "incorruptible". Como abogado y estadista, Robespierre fue la figura central de la institucionalización del Reino de Terror. Finalmente, fue derrocado por una vasta conspiración entre los rangos de la Convención y fue ejecutado sin juicio el 28 de julio de 1794.

 Para el período durante el Terror, los Montañeses fueron sinónimos del Club Jacobino. También conocidos como la Montaña, el grupo fue el principal elemento de liderazgo de la Convención Nacional. Fueron claves en el derrocamiento de Robespierre, pero su unidad vivió poco y el grupo de disolvió poco después de la Reacción Termidoriana.

Función

El sector Jacobino trabajó como un partido político moderno de muchas maneras, específicamente en el establecimiento de una constitución y una plataforma. Los jacobinos eligieron a su líder de partido, junto con secretarios y un tesorero. Trabajaron como una organización de izquierda para empoderar a las personas con una voz durante la Revolución Francesa. Su posición principal fue establecer una República de Virtud al premia a las personas con el sufragio universal, la educación pública, la separación de iglesia y el estado, y un gobierno central fuerte.

Consideraciones

Al haber sido la fuerza motriz en la transición de la Revolución, el Club Jacobino controló al gobierno francés en un momento de gran agitación política. Ellos establecieron los derechos del ciudadano como un cuerpo en la sociedad francesa como también el crecimiento de la fuerza del gobierno central a una república de pleno derecho. Los jacobinos son conocidos actualmente por sus visiones liberales y ocasionalmente radicales del gobierno y de su lugar en la sociedad. El término se usa todavía para describir a alguien que toma una visión radical izquierdista de una situación y empuja para una autoridad central fuerte.

Significado

Responsable por la ejecución de más de 40000 franceses, los jacobinos llevaron al capítulo más sangriento en la Revolución Francesa. La iglesia Católica fue desmantelada y el viejo régimen feudal fue barrido a través de la deserción y la guillotina. Reclutaron un ejército de 850000 hombres, creando el ejército fundamental que más tarde marcharía por Europa en las guerras Napoleónicas.

Sin embargo, su liderazgo a través de estos tiempos llevó a Francia del borde de la inanición y la invasión a una república fuerte. Derrotaron a los enemigos extranjeros en sus puertas, previniendo una contra revolución y restablecieron el estatus económico del país a través de una clase media fuerte. Los jacobinos reinaron una era sangrienta, pero salvaron a la Revolución del colapso.

En la actualidad el término jacobino se aplica a quien es partidario de medidas revolucionarias o de la izquierdista radical. También se aplica con carácter peyorativo como sinónimo de exaltado, violento o sanguinario.  

Jacobinismo

Fue el pensamiento y la actitud de los jacobinos, en los tiempos de la Revolución Francesa.

Marat


Los jacobinos fueron los más exaltados, violentos e intransigentes de los revolucionarios, dirigidos por Dantón, Marat y Robespierre. Después de los Estados Generales de Versalles en 1789, ellos formaron primero una sociedad secreta —denominada club bretón— y, pasadas las jornadas sangrientas del 5 y 6 de octubre, empezaron a reunirse en el convento que antes fue de los frailes jacobitas (situado en la calle San Jacobo de París), donde constituyeron la Société des amis de la Constitution.

Esta circunstancia les dio el nombre, porque sus adversarios comenzaron a llamarles jacobinos. Ocurrió con ellos el mismo hecho curioso que con los protestantes, los marxistas y los maoístas: que deben el origen de su nombre a sus adversarios.

Fueron los jacobinos quienes presionaron para la disolución de la Asamblea General Legislativa a fin de dar paso la Convención, que habría de condenar a muerte a los reyes y a miles de sus colaboradores y de incorporar los principios revolucionarios a la legislación constitucional de Francia.

 La Convención, en realidad, fue la heredera de todo el movimento ideológico innovador del siglo XVIII. De los jacobinos surgió la fracción más radical de los representantes populares, cuyos miembros tomaban asiento hacia la izquierda y en los escaños más altos de la Convención y a los que se llamaba los montañeses.

Enemigos furibundos del trono y de la Iglesia, los jacobinos tomaron por la fuerza el 9 de agosto de 1792 la commune de París y asumieron todos los poderes de la ciudad. Lo hicieron por orden de Dantón. Bajo su control, la Convención abolió la monarquía e instauró la república francesa, una e indivisible, el 25 de septiembre de 1792.

Suprimió los títulos honoríficos, proclamó la igualdad y estableció el trato de “ciudadanos” para todas las personas no obstante la función que desempeñen. Después de un juicio sumario, declaró culpable de conspiración contra la libertad pública a Luis XVI y le condenó a muerte, por escasa mayoría de votos. Fue ejecutado el 21 de enero de 1793. Creó el Comité de Salud Pública encargado de velar por la seguridad del Estado y de reprimir la acción contrarrevolucionaria.




María Antonieta


Fueron pasados por la guillotina los principales líderes girondinos, que representaban el sector moderado y transigente de la revolución. Marat, Dantón y Robespierre, los tres grandes caudillos jacobinos, asumieron el control de la situación. Sin embargo, no pudieron escapar al sino trágico de los revolucionarios: Marat fue asesinado por Carlota Corday, Robespierre condenó a la guillotina a Dantón y poco tiempo después él corrió la misma suerte.

La revolución devoró a sus propios hijos.

 El jacobinismo se inspiró en el espíritu del libre pensamiento y del racionalismo de la Enciclopedia francesa, en las ideas de libertad e igualdad de Rousseau y en la teoría de la división de poderes y de la garantía de los derechos humanos de Montesquieu. Su pensamiento tuvo muy fuertes connotaciones revolucionarias, irreligiosas y anticlericales. Jacobinismo significó desde entonces radicalismo anticonfesional.

Este fue filosóficamente el jacobinismo. Pero tan importantes como sus ideas fue su actitud para defenderlas e imponerlas. La intransigencia doctrinal, el puritanismo y la austeridad fueron algunas de sus características fundamentales. Alguien lo denominó, por eso, “la tiranía de la virtud”. Y, desde entonces, se llama jacobinismo a la pasión e intolerancia para defender los principios filosófico-políticos más radicales de la Revolución Francesa.

Pero la palabra jacobinismo, como muchas otras del vocabulario político, se tornó polisémica. Si atendemos a sus orígenes históricos, ella está llamada a designar una actitud revolucionaria, radical, intransigente y resuelta a imponer y alcanzar sus objetivos políticos con fuerza y convicción.

 Los jacobinos franceses fueron hombres de esas condiciones. Anhelaban que los cambios sociales y políticos fueran profundos y rápidos. Querían romper las amarras con el pasado y con sus instituciones. Eran librepensadores, racionalistas, revolucionarios, anticlericales y anti aristocráticos. Estaban convencidos de que, en ese momento y en esas circunstancias, la violencia y la centralización del poder político eran inevitables para salvar a Francia.

El 9 de agosto de 1792, por orden del líder jacobino Dantón, el pueblo tomó por la fuerza la commune de París y los líderes populares asumieron todos los poderes de la ciudad. La revolución se extendió hacia las provincias. En todas partes se formaron ayuntamientos revolucionarios. Se desencadenó una vasta insurrección campesina de caracteres anárquicos y violentos.

Georges Jacques Danton

Bandas de descamisados (sans culottes), movidos por odios seculares, asaltaron castillos y destruyeron conventos. Y cuando triunfó la revolución los grandes aristócratas —los Artois, los Polignacs, los Condés, los Borbones, los Enghien— atemorizados por los actos de violencia, huyeron de Francia y se refugiaron en Suiza, en Flandes y en los pequeños reinos alemanes de la frontera renana.

El pensamiento revolucionario francés en el siglo XVIII atribuyó al pueblo la decisión última de los destinos sociales y forjó el concepto de la soberanía popular. Maximiliano Robespierre (1758-1794) afirmó que “la democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, regido por leyes que son obra suya, hace él mismo todo lo que puede hacer, y permite hacer, por medio de delegados, todo lo que él mismo no puede hacer”. En esta definición el líder jacobino conjugó el principio de la soberanía popular con los de la representación política y del Estado de Derecho.

Con el paso de los tiempos, la derecha dio al término jacobinismo un sesgo peyorativo. Jacobinos son, para ella, los políticos, los grupos y los movimientos “iluminados” y radicales que se arrogan la representación popular, hablan en nombre del pueblo y creen representarlo. La izquierda marxista, en cambio, tiene otro punto de vista. Lenin asoció el jacobinismo con las causas revolucionarias.

En un artículo publicado en 1917 llamaba a sus bolcheviques “los jacobinos de la actual democracia social” y escribía que “yace en la naturaleza de la burguesía el odiar a los jacobinos, y en la naturaleza de la pequeña burguesía, temerlos. La clase consciente de los trabajadores y artesanos cree en la transición del poder a la clase revolucionaria, oprimida, pues ésta es la esencia del jacobinismo”. El jacobino, desde la perspectiva marxista de Lenin, es un leal, aguerrido y convencido combatiente por la causa de la transformación social.

Pero dentro del marxismo no hay un acuerdo pleno, puesto que León Trotsky sostenía que el jacobinismo era un “radicalismo burgués”, detrás del cual “se mantiene en proscripción a una inmensa parte del pueblo”. Y Antonio Gramsci escribió que “el jacobinismo es un fenómeno puramente burgués” que caracterizó a la “revolución burguesa de Francia”.

Cuando la burguesía hizo la revolución —afirmó el ideólogo marxista italiano— destruyó el viejo orden, implantó el nuevo e “impuso su fuerza y sus ideas no sólo a la casta dominante, sino también al pueblo al que se dispuso a dominar. Fue un régimen autoritario que sustituyó a otro régimen autoritario”.



De modo que la derecha ve en el jacobinismo un peligroso radicalismo de izquierda, mientras que muchos de los ideólogos marxistas sostienen que es un radicalismo burgués.



Referance

Club des Jacobins

Jean Boutier, Philippe Boutry, Serge Bonin, Les sociétés politiques, Paris, Éditions de l'EHESS, 1992.
Philippe Reclus, La République impatiente ou Le Club des Jacobins (1951-1958), Paris, Publications de la Sorbonne, 1987.
Albert Soboul (dir), Dictionnaire historique de la Révolution française, PUF, 1989.
Jean Tulard, Jean-François Fayard, Alfred Fierro, Histoire et dictionnaire de la révolution française, ed. Robert Laffont, collection Bouquin, 1988

Lamartine, Alphonse de (1790-1869). Historia de los girondinos.    Francia, 1847
https://bibliotecafloridablanca.um.es/bibliotecafloridablancajspui/handle/11169/709
Madrid: [s.n.]
Descripción:     Localización: S-XIX 1178(I) I, S-XIX 1178(II) II, S-XIX 1178(III) III,S-XIX 1178(IV)IV
URI :     http://hdl.handle.net/11169/709

miércoles, 5 de agosto de 2015

Grecia y el "betutteling"



Grecia y el ‘betutteling’
Frans van den Broek

Actualizada 02/08/2015 a las 18:57    

Si alguien le preguntara a un holandés medio quién es Pericles o Aristófanes o Katzanzakis o Elytis, es bastante probable que se quedase con la boca abierta y la mirada vacía. “La boca llena de dientes”, reza un dicho en estos lares, para significar que no se tiene nada que decir, por ignorancia u omisión (suponiendo que aún se tenga dientes, pues los seguros médicos que antes cubrían los gastos dentales se han reducido de tal modo que puedo imaginarme a más de un holandés prefiriendo la caries que los miles de euros que supondría curárselas, y esto tras una privatización feroz que iría en principio en favor del consumidor, pero que ha ido, sobre todo, en favor de las aseguradoras, sin la protesta de nadie y con la anuencia y estímulo de la Unión Europea).

Pero si le mencionan el nombre de Tsipras o de Varoufakis, el oyente tendrá que prepararse para una retahíla de insultos, acusaciones y lugares comunes que seguro que aflojan los dientes y hasta el estómago. De ellos no paró de hablar la prensa en los últimos meses, por supuesto, lo que explicaría la reacción en cierto modo, y si bien hubo algunas voces comprensivas en la cobertura de la crisis griega, la mayoría se expresó siguiendo la narrativa aceptada por los gerifaltes de la Unión, de la que Holanda es orgullosa fundadora e incondicional soporte.

Quizá lo resuman bien las palabras de un colega, profesor universitario, quien dijo algo así como que ya era tiempo de que los griegos aprendieran a hacer las cosas de manera correcta y que merecían el castigo de los recortes, dadas la corrupción, ineficiencia y despilfarro de la nación. Lo dijo así, los griegos en general, la nación, como persona colectiva, no sucesivos gobiernos liderados por personas específicas, con nombre y apellido, miembros de partidos con nombre propio y a plena luz, conocidos de todos, incluidos los funcionarios europeos que aceptaron el ingreso de Grecia en la UE, aunque tuvieran entonces, casi de seguro, las mismas ideas sobre la nación griega que parece tener mi colega todavía, y la mayoría de los holandeses.

Es bien sabido que la mente, antes que pensar, repite, usando categorías que le ahorran el laborioso proceso de discriminación y análisis que supondría el ejercicio del pensamiento, como lo entendía el griego Aristóteles al menos, y que han olvidado los jerarcas europeos, y las instituciones bancarias, si atendemos a su comportamiento de los últimos tiempos con respecto a Grecia (y a otros países, sin duda). No es de extrañar, por tanto, que hasta un miembro del estamento intelectual, encargado de transmitir conocimiento, repita estereotipos cuya validez no se ha parado a juzgar con detenimiento.
El estereotipo es claro y la narrativa, fluida, y parecen ser los siguientes: Europa del Norte es superior ética, económica y culturalmente, sobre todo por su moral laboral, su impecable honestidad y su madurez de carácter, asociadas a su raigambre protestante. Europa del Sur es inferior, entregada a los placeres solares y a la buena vida, flexible, si no corrupta, en materia moral e ineficiente en la administración, que se entrega a familiares, amigos y conchabados. Parte del problema es ser católicos u ortodoxos, religiones, se sabe, con jerarquías dudosas y en las que una simple confesión redime de pecados que un buen protestante debe afrontar solo y con firmeza.
¿Cómo no iban a acabar mal dichos países, si siempre han estado jodidos y han permanecido en un estado de infantilidad general? Esos países tienen que aprender, y quién mejor para enseñarles que los países del Norte, cuya prosperidad es prueba de su misión divina, y que la Unión Europea, constructo sagrado y pináculo de civilización, cuyos modos de operación y deliberación asemejan los de un conciliábulo, por el bien del alma de todos, y que aplica la mejor forma de democracia: la de la sabiduría tecnocrática, aureolada por la ciencia y la verdad. Los holandeses tienen una palabra para definir esta actitud, que aceptan ellos mismos como perteneciente al carácter nacional (otro estereotipo, pero esto es de lo que se trata, a fin de cuentas): betutteling, del verbo betuttelen, que significa, traducido a lo bruto (pero qué le voy a hacer, soy más sureño que los sureños europeos, del retrasado Perú), paternalismo con el dedito estirado, dar la lección siempre, y creerse con derecho a hacerlo por el solo hecho de ser lo que se es, y de la nación a la que se pertenece.
Pues bien, durante los últimos meses, en los que mi adhesión a la causa europea, por lo que tenía de idealista, de progresiva, de cosmopolita, se ha transformado en viva animadversión, he tenido que escuchar esta historia en mi país de residencia una y otra vez, hasta despertar en mí deseos de formar un grupo de partisanos sureños que inicie una campaña de secuestro de funcionarios europeos, a los que someteríamos, al estilo de La Naranja Mecánica, a largas sesiones auditivas, pero no de música, sino de voces repitiendo el estereotipo contrario: Los europeos del Norte son gente de alma arrugada, carentes de sentido del humor, moralistas y cascarrabias, que han hecho de las regulaciones y leyes un fetiche, las cuales en lugar de servir al ser humano, son objeto de adoración y esclavitud, y que están dispuestos a castigar a pueblos enteros por lo que hicieron unos pocos o fue consecuencia de coyunturas internacionales.
Además, tienen poca memoria histórica, pues ni la colonización, ni las guerras mundiales, ni Srebrenica, ni el Plan Marshall, ni la quita de deuda masiva del que fueron beneficiarios, han aparecido mucho en los discursos punitivos con que acosaban a Grecia, ni en los panoramas catastrofistas con que minaban su democracia. Y para colmo, las decisiones las toman a escondidas, favorecen a las grandes corporaciones, desmantelan el sistema del bienestar, y exigen recortes que solo pueden significar miseria. Y todo esto, sin pensar un carajo. Pues según nuestra idea sureña del pensamiento, cuando una cosa no funciona y va mal, pues se analiza el problema y se cambian las medidas, como las de austeridad, pero la forma en que se han comportado los poderes norteños (que, no nos hagamos ilusiones, son quienes gobiernan la Unión Europea) me recuerda lo que dijera un combatiente afgano de los rusos que habían invadido su país en los ochenta: cuando algo sale mal, hacen más de lo mismo, pero con más fuerza. Quizá tras sesiones paulovianas de este tipo, y por aquello del síndrome de Estocolmo, algo empiece a cambiar en la tambaleante Unión Europea. Lo dudo mucho, sin embargo.
Claro está, en estudios socio-psicológicos o sociológicos del estereotipo y su funcionamiento se alude a lo que se suele llamar kernel of truth del mismo, el grano de verdad que poseen, ya que de lo contrario no existirían. Es cierto que los griegos no tuvieron los mejores gobiernos y que cocinaron sus cuentas, con la benemérita ayuda de Goldman Sachs (por lo que nadie ha sido juzgado responsable). Pero la Unión Europa tenía que haber sabido que la administración griega era lo que era, y no obstante, le prestaron dinero en carriles, y le vendieron a sus ultraendeudados habitantes todo lo que pudieron. Solo para ahora imponerle medidas rechazadas por su población, amenazarla con el infierno y ofender a cuanto objetante se pusiera delante. Y el que escribe, escuchando esta historia un día sí y otro también, pensando en que ahora entiendo cómo se hizo este país con territorios tan vastos como Indonesia, cómo asesinó a todos los jefes tribales de aquel país para hacerse con el comercio de la nuez moscada y cómo dejó a su suerte a los hombres y jóvenes de Srebrenica, y a pesar de todo, sigue teniendo la prensa que tiene en el extranjero, como la de un pueblo tolerante, civilizado y valiente.
Pues los estereotipos se inscriben en lo que se ha llamado la política de la representación, y la política en Europa en estos tiempos es clara: neoliberalismo o muerte; corporaciones que pueden, por trato hecho entre cuatro paredes con la Unión Europea en nuestro nombre, llevar a juicio a gobiernos que amenazan sus ganancias, movimientos sindicales amordazados por regulaciones centralizadas, privatización de las empresas públicas, a mansalva o no, re-nacionalización de empresas impedida por otras leyes, desmantelamiento de las prestaciones sociales. ¿Es esta la Europa por la que clamaban los políticos de izquierda, “La solución a los problemas es 'Más Europa'”? Quizá la izquierda, temerosa de ser asociada con los movimientos fascistoides que medran en esta Europa burocrática e insensible, tenga aun reticencia a expresarlo, pero a esta Europa hay que decirle no, Menos Europa. Que se queden con su Europa si europeizar significa imponer medidas anti-democráticas que condenan a un país entero a la pobreza.
El estereotipo holandés en el extranjero supone a este país modelo de tolerancia y apertura. Algo habrá de cierto en este lugar común, como lo demuestra (parte de) la Historia. Pero la tolerancia se acaba en cuanto te incordian, según se ve, como lo demostró el holandés Dijsselbloom, presidente del Eurogrupo (un grupo fantasma, sin existencia institucional, no sujeto a responsabilidad legal alguna, y sin embargo capaz de decidir el destino de países enteros) al dirigirse a Varoufakis por primera vez en una reunión, cuando le dijo que tenía dos alternativas: o aceptar lo que le ofrecían o el Caos (implicando total falta de apoyo a los bancos griegos, salida del euro, descrédito global). Así es como se trata a los infantiles griegos, tuve que leer en la prensa, escuchar a mis colegas, sufrir en conversaciones informales. 

O como lo hacemos nosotros, o el diluvio. Si esto sigue así, me voy para Grecia. No sé si a organizar a partisanos, pero al menos para tomar el sol, contemplar el Partenón, y recordar a Zorba el Griego y a Aristófanes, quien supo burlarse de Sócrates poniéndolo en las nubes. A ver si aparece algún otro dramaturgo heleno que ponga a los eurócratas en las nubes también. Y los haga caer de bruces en la realidad, a las buenas o a las malas.
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Frans van den Broek es escritor peruano-holandés. Tiene estudios de biología y filosofía y es doctor en Letras por la Universidad de Amsterdam. Ha publicado numerosos artículos en revistas como Claves y Revista de Libros. Colabora habitualmente en el blog Debate Callejero. En la actualidad, es profesor en la Hospitality Business School de La Haya.

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