martes, 30 de septiembre de 2014

El Pensamiento de Louis Althusser



El Pensamiento de Louis Althusser

 

 

Revisión: Percy Acuña Vigil

Ideología
La línea de trabajo más conocida de Althusser tiene que ver con sus estudios de la ideología, y es Ideología y aparatos ideológicos de Estado su obra más conocida en este campo. Este ensayo establece el concepto de ideología, y lo relaciona con el concepto gramsciano de hegemonía.

Si bien la hegemonía en Gramsci está en última instancia determinada por fuerzas políticas, el concepto althusseriano de ideología se apoya en los trabajos de Sigmund Freud y Jacques Lacan sobre lo imaginario y la fase del espejo, y describe las estructuras y los sistemas que nos permiten tener un concepto significativo del yo (moi en Lacan). Estas estructuras, según Althusser, son agentes represivos inevitables (y necesarios).

Es bajo la influencia de Lacan que define la ideología como la representación de una relación imaginaria con las condiciones reales de existencia. Para Althusser la ideología es ahistórica pues, al igual que el inconsciente freudiano, es eterna; es decir, que siempre habrá ideología.

Para Althusser ésta no es una forma de "engañar" o de "conciencia falsa" sino más bien una relación normal de individuos con la sociedad. La ideología, como ya vimos, es la relación imaginaria (sucede en la mente) de los sujetos con sus relaciones sociales.

La ruptura epistemológica
Althusser pensaba que las ideas de Marx habían sido malentendidas, especialmente por los marxistas. Consideraba que varias formas de interpretar a Marx (el historicismo, el idealismo, el economicismo, el humanismo, etc.), no hacían justicia al carácter científico de los trabajos de Marx a partir de 1845.

Frente a la idea de que toda la obra de Marx se podía entender como un todo consistente, Althusser argumentó que hubo una ruptura epistemológica (concepto que toma de Gaston Bachelard, Pierre Bourdieu, Jean Claude Passeron y Jean Claude Chamboredon) a partir del momento en que Marx se concentró en sus trabajos económicos.

Además consideraba que se perdía la especificidad y la fuerza del conocimiento científico si se "complementaba" al Marx maduro con nociones extraídas de sus escritos de juventud o de obras de F. Engels.

Aunque los primeros trabajos de Marx están vinculados a las categorías filosóficas hegelianas y a la economía política clásica, con La ideología alemana (escrita en 1845) se habría producido una ruptura repentina y sin precedentes que prepara el camino para sus trabajos posteriores.

El problema se complica por el hecho de que Marx no reflexionó en el papel sobre ese giro, y solo lo comunicó oblicuamente. Este giro se puede apreciar solo mediante una lectura crítica cuidadosa, o mediante otras operaciones, como la que hizo Althusser al editar a Feuerbach traducido al francés y mostrar que muchos de los párrafos de los cuadernos de trabajo de Marx que los marxistas humanistas glosaban, no eran sino transcripciones de Feuerbach que Marx hacía para su uso personal.

El proyecto de Althusser era rescatar el poder y originalidad de la teoría de Marx para el avance del conocimiento científico de la sociedad (lo que él denominaba "el continente historia descubierto por Marx") y, a partir de ese conocimiento, poder ofrecer al movimiento comunista internacional elementos para orientar la acción política.


Filosofía
Otros trabajos de Althusser incluyen el volumen colectivo Para leer El Capital (en francés: Lire Le capital 1965), el cual consiste en un intenso trabajo de relectura, en clave estructuralista, de El Capital, la obra más importante de Karl Marx. En su edición española el libro está dividido en dos partes; en la primera de ellas Althusser realiza una fuerte crítica a la lectura de El Capital de forma empirista, y en general, a toda forma de empirismo que ataque las ciencias. En la segunda parte Etienne Balibar analiza el objeto teórico de El Capital y la teoría de la transición de una sociedad a otra que hay allí.

En la recopilación de ensayos La revolución teórica de Marx (en francés: Pour Marx 1965), Althusser intenta establecer una periodización estricta de la obra de Marx, separando al Marx maduro, "marxista", del Marx de juventud, aún bajo la fuerte influencia idealista de Hegel y Feuerbach. Esta periodización ha sido sometida a fuertes críticas por el pensamiento marxista posterior, que ha intentado revalorizar el pensamiento político del primer Marx.

Quizá la tesis central de toda la filosofía de Althusser es que la historia es un proceso sin sujeto ni fines cuyo motor son las fuerzas productivas (y la lucha de clases determinada por ellas). La historia no tiene sentido. Para Althusser todos somos sujetos, y en calidad de éstos, marionetas de la historia, pero esta historia no es movida por alguien, lo que desemboca en su famosa tesis de que todos somos marionetas de algo que no va a ningún lado, de algo sin sentido.

Otra famosa tesis de Althusser en filosofía es que, al contrario de lo que comúnmente se piensa, la filosofía siempre viene después de la ciencia. Esta tesis rechaza que la filosofía haya sido la madre de todas las ciencias, sino que, más bien, la filosofía es la hija de las ciencias. Esto quiere decir, la filosofía no es una ciencia, sino una reacción a las ciencias en el campo teórico. De esta forma, la matemática (Tales de Mileto) engendró la filosofía de Platón, la física (Galileo) engendró la filosofía de Descartes, la ciencia de la historia (Marx) engendró su propia filosofía y el psicoanálisis (Freud) comienza hasta ahora a engendrar su propia filosofía.

Lo interesante de este proceso es que la filosofía marxista, engendrada por la ciencia de la historia es, para Althusser, "correcta", (no verdadera, pues la filosofía no dice verdades, no es una ciencia, sino una ideología), esto quiere decir, la filosofía se ubica correctamente en posiciones que defiendan a las ciencias ya que la ciencia de la historia le permite el conocimiento científico de la producción filosófica e ideológica, le permite, el conocimiento científico de la producción de sí misma. En esto consiste "la inmensa revolución teórica de Marx".

Menos conocidos son sus trabajos sobre Maquiavelo, Spinoza, Montesquieu y Rousseau.

Algunos de los estudiantes y camaradas de Althusser llegaron a ser posteriormente intelectuales eminentes: Jacques Derrida, Michel Foucault, Etienne Balibar, Alain Badiou, Marta Harnecker, Jacques Rancière, Pierre Macherey, Saul Karsz y Bruno Sandstede.

Consultar en Urbanoperu:

Obras de Louis Althusser
  • La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI. 1967. ISBN 968-23-0166-1.
  • Sobre el trabajo teórico: dificultades y recursos. Anagrama. 1967. B. 30296-1970.
  • Montesquieu: la política y la historia. Barcelona: Ariel. 1968. ISBN 84-344-0749-3.
  • Para leer El capital. México: Siglo XXI. 1969. ISBN 968-23-0319-2.
  • Lenin y la filosofía. México: Era. 1970.
  • Seis iniciativas comunistas. Madrid: Siglo XXI. 1977. ISBN 84-323-0289-9.
  • Lo que no puede durar en el Partido Comunista. Madrid: Siglo XXI. 1978. ISBN 84-323-0316-X.
  • Para un materialismo aleatorio. Madrid: Arena. 2002. ISBN 84-95897-01-6.
  • Marx dentro de sus límites. Madrid: Akal. 2003. ISBN 84-460-1992-2.
  • Ideología y aparatos ideológicos de estado / Freud y Lacan. Buenos Aires: Nueva Visión. 2003. ISBN 950-602-032-9.
  • Maquiavelo y nosotros. Madrid: Akal. 2004. ISBN 84-460-1993-0.
  • Política e historia. De Maquiavelo a Marx. Cursos en la Escuela Normal Superior, 1955-1972. Madrid: Katz editores. 2007. ISBN 978-84-96859-03-6.
  • L'avenir dure longtemps, París, Stock/Imec, 1992, autobiografía.
  • Lettres à Hélène, París, Grasset, 2011.
  • Initiation à la philosophie pour les non-philosophes, París, Presses universitaires de France, 2014.
Véase también
Enlaces externos

domingo, 28 de septiembre de 2014

Sobre reformas. Visión de Cynthia Samborn.

Domingo 28 de septiembre del 2014 | 06:55

Investigadora considera que para poder efectuar mejoras en la institucionalidad en el país se debe primero identificar dónde están los obstáculos.


Directora del Centro de Investigación de la Universidad del
Pacífico y profesora principal del Departamento Académico de
Ciencias Sociales y Políticas del mismo centro de estudios, Cynthia Sanborn hace un análisis a fondo de las reformas y cambios de los noventa y de lo que hace falta para mejorar en las tareas pendientes, como la educación.
Tú conociste el Perú de los años ochenta y has profundizado en el estudio de nuestros años setenta. ¿Cómo ves nuestra situación en comparación con el Perú actual?
Yo vine a Perú por primera vez en 1981 e hice mi tesis doctoral sobre la transición a la democracia a fines de los setenta y el fracaso en la creación del sistema de partidos en los años ochenta.
Si comparo, creo que los cambios son formidables, a nivel social y a nivel de la capacidad de la población de articular lo que siente, lo que quiere, sus demandas. Hay temas que eran tabú en los ochenta que hoy están en agenda: racismo, discriminación, igualdad de oportunidades.
¿Cuál es tu balance de los últimos 24 años?
Es un periodo en que el Perú ha recuperado la senda de la democracia, lo que es fundamental. Hay un crecimiento económico positivo, que permite que la gente empiece a mirar alrededor y exigir mayor calidad de vida. Los conflictos que se ven están asociados a una población que espera más, un Estado más eficiente, mejores servicios públicos, que espera ser tomada en cuenta.
¿Esos grandes cambios tienen como base las reformas económicas de los noventa?
Yo fui y soy muy crítica de la manera en que gobernó Fujimori, y de la complicidad de muchos sectores dizque democráticos que lo apoyaron a pesar de las evidencias de corrupción y de autoritarismo. No me parece que fue tan positiva la manera de gobernar. Sí, Perú hizo reformas, quizás las más rápidas y radicales de Sudamérica, más que Chile, pero es una combinación de factores.
Haber pacificado y recuperado cierta tranquilidad y poner al Perú en la senda de apertura me parece muy importante, pero creo que se pudo hacer en democracia. Creo que el Sr. Fujimori tenía aliados en el Congreso, pero decidió patear el tablero y hacerlo a la mala. Creo que algunas de las herencias autoritarias vienen de entonces. Pero abrir la economía peruana y recibir inversión, poner en manos de la iniciativa privada algunos sectores me parece muy bien.
Cuando uno profundiza en lo que se hizo bien, en el plano económico, se halla con un grupo de tecnócratas detrás. ¿Por qué es tan difícil hacer lo mismo en otros aspectos, como, por ejemplo, la reforma educativa o institucional?
Si miramos el periodo de los noventa, en efecto, vemos que se pudieron reformar la gestión macroeconómica, las relaciones comerciales exteriores, la promoción de inversiones, pero reformar sectores tan fundamentales para la población como educación y salud no requiere solo de habilidades técnicas, sino también políticas: negociación, concertación, diálogo, muñeca, relacionarse con actores sociales muy complicados. Y eso es algo que los tecnócratas solos no pueden hacer.
Como James Robinson, dirías que las mejoras institucionales solo pueden provenir de consensos políticos…
No sé si de consensos… Es más bien una combinación de consensos y audacia. Porque hay reformas que, si uno espera a que todos estén de acuerdo, no se van a hacer. Necesitas también poder identificar dónde están los obstáculos, por qué no se pudo hacer antes y tener una estrategia para poder superarlos.
La manera de manejar las reformas de política pública, si se estudian casos exitosos, es con esa combinación de diálogo y muñeca para ‘by-pasear’ a los que nunca van a estar de acuerdo.
Y nuestra partidocracia no ayuda…
En Chile hay partidocracia; yo hablaría en nuestro caso de fragmentación, la falta de un sistema de partidos y de organizaciones cívicas que realmente representan los intereses de sus bases. Si tú puedes negociar a nombre de y acordar, en buena hora, pero tenemos una cantidad de grupetes que son básicamente electorales y luego desaparecen. El acuerdo nacional es una cosa fantástica en el papel, pero ninguno puede realmente representar sus bases, lo que hace mucho más difícil negociar, firmar si están de acuerdo e implementarlo.
Si no nace de los partidos o de los centros de investigación (que producen ideas), ¿por qué otro lado de la sociedad puede empezar este trabajo?
Hay una necesidad de reforzar las organizaciones de intereses, que representan intereses legítimos en la sociedad, grupos de ciudadanos o entidades que tienen algo en común. Hay que reforzar su capacidad de influir sea quien sea el candidato que gane. Aquí los partidos no están cumpliendo esta función. Entonces, hay que reforzar entidades cívicas que puedan incidir en la política.


Reflexión. “Hay una necesidad urgente de poner orden, que no es lo mismo que aplastar libertades”. (César Fajardo) La élite económica tradicional no está interesada en hacer política; los interesados son la llamada “nueva clase media”, que tienen muchos intereses políticos, algunos por rentismo y otros por vocación…
Pero así hicieron Fujimori y Toledo; el único que ha hecho carrera política es Alan García y tuvo que cometer muchos errores para aprender. Hay algo del ‘factor Fujimori’, que todavía inspira a muchos con intereses no tan públicos.
En lo que es el empresariado más grande, más logrado, más exitoso, no es conveniente apostar por un partido, porque, dada la volatilidad del sistema político, no sabes quién va a ganar y no conviene estar identificado con quien no ganó. Más bien después, hay una suerte de acercamiento racional.
En una reciente encuesta, el 31% de peruanos se situaba en el recuadro de autoritarios, totalitarios. ¿Crees que aún queda espacio para un caudillo antisistema?
Es producto de la historia del Perú, donde los presidentes con mayor popularidad han sido Velasco y Fujimori, que aunque pudieran tener políticas totalmente opuestas, eran ambos caudillos autoritarios. El recuerdo de ellos, y para algunos sectores incluso el de Odría, es que hicieron cosas, hicieron reformas, impusieron orden, mientras que el recuerdo de la democracia es el recuerdo del caos, de la fragmentación, de la crisis económica, de la inseguridad. En un país donde la democracia no ha ido de la mano con la eficiencia del Estado en proveer servicios es comprensible que piensen así.
Sin embargo, algunos países que nos rodean como Venezuela, Bolivia o Ecuador no han cumplido sus promesas políticas democráticas…
Bueno, Bolivia está muy bien para los bolivianos. No soy devota de la reelección eterna, pero no podemos dejar de ver la relativa satisfacción de la población boliviana con su gobierno…
*También en la época de Fujimori había mucha aceptación de su gobierno; lo que se criticó fue justamente la re-reelección… ¿No estamos con diferentes varas?
Sí, y los abusos que se descubrieron posteriormente…*
Ecuador también está cambiando la Constitución para ir a otra re-reelección…
No hemos tenido un Correa ni un Evo Morales, y Fujimori terminó de otra forma.
La esperanza es que hay una población donde, a pesar de que la democracia no ha rendido como muchos esperaban, no existe esa sensación de que nos vamos a tirar por la borda. Hay una necesidad urgente de poner orden, que no es lo mismo que aplastar libertades. Nos falta orden en el sentido de seguridad y servicios públicos que funcionen bien.
¿Dónde encuentras las principales restricciones para que las reformas no ocurran?
En educación el tema tiene que ver con política y con gestión. Hemos tenido mucha inestabilidad (es el ministerio que más rotación tiene), eso combinado con una falta de audacia y liderazgo político. Hay mucha virtud en tener ministros que apuntan a hacer reformas con audacia, un ejecutivo que apoya al 100%, otros líderes que se alinean detrás, y vayamos a hacerlo.
El Sutep sabe lo que quiere, y tiene bastante influencia, tiene una agenda clara; en el otro lado, tenemos mucha dispersión, no veo al presidente o a la primera dama jugándosela por la reforma magisterial, en el trabajo con los colegios rurales, etc.


Hay tiempo. Las reformas en educación deben continuar, dice. (Mario Zapata) A 20 meses de las elecciones, ¿aún hay espacio para hacer reformas?
¡Espero que sí! Ahora tenemos un equipo en el Minedu de muy buenos tecnócratas y colegas que conocen con mucha claridad cuáles son los problemas del sistema. Espero que en un año y medio no cambien y puedan avanzar en varias de las medidas y movilizar apoyo para hacerlo. No sé si el presidente quiere meterse en este campo; él quiere regalar pañales a mujeres andinas, pero espero que sí.
Este gobierno trajo consigo muchos miedos al comienzo y, para tranquilidad de muchos, mantuvo su palabra con la hoja de ruta. ¿Cuál es tu balance sobre la forma en que se ha articulado políticamente?
Creo que Ollanta Humala y la gente en su entorno están muy solos. El año pasado la carátula de Semana Económica con la encuesta de poder tenía al presidente solo. No tienen bases significativas, no tienen aliados firmes.
Por suerte, se asesoran con gente que sabe de muchos temas, han dejado trabajar a gente que conoce su campo, han sabido reconocer que varios de sus planteamientos iniciales no eran realistas…, pero no tienen operadores políticos, y además para muchos eso está bien.
¿Cuál es tu opinión de la primera dama, la persona más poderosa del Perú, según dos encuestas?
Por su influencia sobre el presidente, porque mañana no va a ser así…, es un poder pasajero: mañana cambia el gobierno y ese poder va a salir, a menos que se ocupe de liderar el partido.
Al principio me llamó la atención positivamente porque es una pareja que ha fundado un partido y tenemos muchos casos en el mundo en que ambos son políticos y tienen aspiraciones, uno ganó y el otro no va a ponerse a tejer chompas. Pero en Perú se desactivó el despacho de la primera dama, así que entonces tenían que buscar cómo y de qué ocuparse.
Durante estos años han saltado casos de corrupción: López Meneses, Áncash, Orellana, las denuncias contra congresistas, las investigaciones al fiscal de la Nación. ¿Cuál es tu percepción?
En los noventa la corrupción en el Estado, según las investigaciones serias que hay, era centralizada y callada, luego se destapa; también nos topamos con medios de comunicación más restringidos sobre lo que pueden y no pueden decir. Saliendo de los 90 hay una suerte de destape, que conlleva un afán de denunciar e investigar, que es sano, pero también va a lo que es el escándalo. Y pasado un periodo, te genera una sensación de asco, de impotencia, de que todo está podrido.
Necesitamos que las entidades públicas que pueden investigar, sancionar y corregir asuman su rol y que no sean denuncias que queden archivadas. Espero que estemos yendo en este camino, pero aún estamos en la etapa del destape. Y ahí sí creo que es rol de los medios de comunicación ver los temas prioritarios: un e-mail chuponeado no es lo mismo que una investigación de una red de policías corruptos.
¿Como ves el Perú de cara al bicentenario y al 2030?
Yo soy optimista. Uno tiene que serlo, sobre todo, si trabaja en la educación de nuevas generaciones. Creo que las nuevas generaciones en el Perú exigen más y tienen más capacidad de desenvolverse. Soy optimista frente al cambio generacional. Soy optimista porque una economía en la cual la iniciativa privada es el motor del crecimiento, a pesar de que un sector de la población opine que el Estado debe hacerla, no creo que se eche por la borda. Sí creo que es prioridad no un Estado más grande, sino más eficiente, en la entrega de servicios de mejor calidad.
DATOS
  • En Estados Unidos, ha ocupado la cátedra William Henry Bloomberg en la Universidad de Harvard, y fue directora del Programa de Sociedad Civil y Cambio Social en las Américas (PASCA) de la misma universidad.
  • Ha trabajado en la Fundación Ford en Nueva York y Santiago de Chile. Desde 2007 es miembro de la Comisión de Trabajo peruana de la Iniciativa de Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI).
  • Dentro del tema de la educación, Sanborn dijo que lo que más le preocupa es la educación ambiental. “Que todos aprendan a cuidar los recursos para el futuro”, sostuvo.
ELECCIONES
  • “Me encantaría probar el voto voluntario en el Perú para ver cómo es la conducta. Hay gente que dice que no iría a votar, pero yo no sé… Miras a otros países y la experiencia es muy variada”.
  • En Nicaragua vota más del 80%; en Colombia, más o menos 40%; Venezuela tiene altibajos según la situación; la experiencia chilena ahora último bajó radicalmente la participación.
“Para mí una reforma importante es que el voto sea electrónico”

Sobre el concepto de clase social: ¿Un refrito?

La lucha de clases en la sociedad mundial

Joan Albert Vicens

¿Se puede hablar aún de lucha de clases en el sentido que este concepto ha tenido para la izquierda en las décadas anteriores?
 ¿Es que el naufragio que han padecido las izquierdas se llevó al mar de los anacronismos la teoría de las clases, hasta hace unos años la piedra angular de cualquier discurso de izquierda acerca de la coyuntura, las estrategias y los objetivos de la acción transformadora?
 ¿Podemos hablar de lucha de clases en el contexto de la sociedad mundial, donde se contraponen claramente los intereses de los trabajadores de una parte y otra del planeta?

En las páginas que siguen intentaremos mostrar que sólo se podrá conceptualizar con rigor el evidente conflicto de intereses entre los pobres y los privilegiados de la sociedad mundial a partir de un nuevo marco teórico donde se redefinan los conceptos de clase social, explotación, sociedad e historia.

1.- Praxis abandonada, teoría caduca.
El Manifiesto Comunista de Marx y Engels comienza con una afirmación teórica: "Toda la historia humana es, hasta el día, una historia de lucha de clases" y acaba con una llamada a la acción revolucionaria: "¡Proletarios de todos los países uníos!". No es extraño. El marxismo es una teoría de la sociedad y de la historia estrechamente vinculada a una praxis revolucionaria que pretendía la superación del capitalismo y la construcción de una sociedad sin clases.
Para muchos, el hundimiento del bloque socialista, la expansión mundial del capitalismo y el abandono generalizado de las estrategias de lucha inspiradas hasta ahora en la tópica marxista deben comportar también el descrédito definitivo del grueso de las teorías marxistas y entre ellas la doctrina central de la lucha de clases.

Desde el bando liberal lo sucedido confirma el carácter quimérico del marxismo y, según escribe M. Vargas Llosa, la idiotez incurable de quien continúe manteniendo las principales tesis marxistas1.

Por otro lado, en la izquierda latinoamericana antaño revolucionaria se consolidan tendencias socialdemócratas que, habiendo renunciado a la lucha armada y a la idea de revolución, prefieren reconocer -como hace el ex-dirigente guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos- las virtudes del mercado y la necesidad del derecho a la acumulación como principal inductor de la producción de riqueza, base material para una posterior redistribución2. Desde esta perspectiva reformista, la izquierda debe optar sin complejos por los agentes económicos capaces de crear riqueza (empresarios, multinacionales...) en detrimento de las clases más débiles (desempleados y marginados), y debe plantearse el objetivo no ya de sustituir el capitalismo sino de atemperarlo mediante políticas sociales redistributivas al estilo de las socialdemocracias europeas. Este, se supone, es el camino más realista y más prometedor para la izquierda; es más, hay quien asegura que los valores de la socialdemocracia que esgrime esta nueva izquierda van impregnando paulatinamente las declaraciones y algunas de las actuaciones de los mismos gobiernos y las instituciones (Banco Mundial, FMI...) que hasta hace poco sólo sabían de crudo neoliberalismo: "las ideas de la izquierda comienzan a remontar la cuesta de la hegemonía cultural en América Latina (...) Lo más probable es que las ideas de la izquierda avancen aunque sus resultados electorales permanezcan insuficientes para permitirle dirigir un gobierno", escribe Jorge Castañeda3. Es como si el nuevo discurso estuviera triunfando incluso en el corazón del adversario.
2.- Algunas objeciones a la teoría marxista de las clases sociales.
La teoría de las clases forma parte del núcleo del marxismo a pesar de que no encontramos en Marx una doctrina inequívoca sobre las clases sociales.4 A menudo Marx explica que lo que da contenido a una clase social es la posición compartida por muchos en el sistema productivo, un estilo de vida, una cultura, unos intereses comunes; otras veces añade que lo que constituye formalmente una clase social es la conciencia de poseer en común tal lugar en el sistema productivo, tal género de vida, cultura e intereses. Sin embargo, lo específico del análisis marxista no está en el reconocimiento del carácter clasista de la sociedad capitalista y de otros sistemas sociales, sino en la conceptualización del sistema de clases como lucha inevitable entre explotadores y explotados y en el uso del concepto de lucha de clases como la clave de explicación de todos los dinamismos sociales.

Según Marx las clases sociales aparecen cuando la división del trabajo permite un incremento significativo de la producción y, con ello, se da la posibilidad de que una minoría se apropie de los excedentes y de los medios de producción.. Esa minoría de propietarios establece con el resto de los productores una relación de explotación que, en el capitalismo, adquiere su máxima crudeza. El burgués se hace con las plusvalías generadas por el trabajo obrero; el obrero se aliena en su trabajo de la manera más absoluta: el objeto de su trabajo no le pertenece, el trabajo no tiene nada de creación personal, no dignifica al obrero sino que lo va destruyendo corporal y espiritualmente, no le proporciona nada más que los medios de sobrevivir con el fin de continuar trabajando para otro; en el capitalismo la vida del obrero tan sólo es un gasto de la producción que hay que intentar ajustar siempre a la baja5. Por todo ello, capitalista y obrero se definen el uno por oposición al otro, uno gana lo que el otro pierde, sólo pueden existir luchando el uno contra el otro.

El análisis de la forma en que se desarrolla la lucha de clases en la sociedad capitalista le permite a Marx realizar unas previsiones sobre el desarrollo futuro del capitalismo: debía producirse, según él, la máxima polarización del sistema de clases, la mayor concentración y centralización de la propiedad y la consiguiente depauperización de las masas obreras, agudizada por las crisis periódicas que sacuden el mercado capitalista. Esos fenómenos debían favorecer el desarrollo de una conciencia revolucionaria entre el proletariado y el estallido revolucionario que diera lugar a una sociedad sin clases. Según Marx, era en los países de capitalismo maduro (los más industrializados, los más polarizados socialmente, con una clase obrera más amplia, sensibilizada y organizada...) donde se darían las condiciones idóneas para una revolución proletaria.

Sin necesidad de esperar a la hecatombe socialista, muchos estudiosos de la realidad social ya cuestionaron hace tiempo la validez de todas estas previsiones en lo que respecta al capitalismo desarrollado (neo-capitalismo) de la segunda mitad del siglo XX. Referimos las objeciones más interesantes para nuestro tema:

1ª) Marx había puesto en la propiedad privada el fundamento del sistema de clases. Pero resulta que en la sociedad que emerge de la segunda gran revolución tecnológica el poder efectivo ya no está claramente en manos de los propietarios de las empresas -la multitud cambiante de accionistas privados e institucionales- , y ni siquiera de los gerentes, sino de los técnicos, los que disponen del conocimiento y la información6.

2ª) La teoría marxista pronosticaba que la maduración del capitalismo comportaría la simplificación máxima del sistema de clases, reducido a la mera oposición entre burguesía y proletariado. Las llamadas clases subalternas (las clases medias, las clases residuales del sistema anterior, etc.) se diluirían en el proletariado dando lugar a un sistema dicotómico; se debía producir una asimilación de los trabajadores no manuales a los manuales, todos ellos convertidos en meros vigilantes de máquinas. Sin embargo, en las sociedades más avanzadas, el capitalismo ha dado lugar a una sociedad muy diversificada, donde las clases medias formadas por todo tipo de trabajadores de cuello blanco, profesionales liberales, técnicos especialistas, comerciantes, pequeños empresarios del sector terciario, etc. no han quedado asimiladas a la clase obrera, sino que han ido creciendo y diferenciándose de los trabajadores menos cualificados consiguiendo un buen nivel de bienestar y un papel social preponderante.

3ª) Marx suponía que el proletariado, cada vez mayor, viviría un proceso de depauperización progresiva, que afectaría particularmente al ejército industrial de reserva7. Sin embargo, para desmentir este pronóstico se argumenta que allí donde el capitalismo ha adquirido un mayor desarrollo ha mejorado también substancialmente la situación de las clases trabajadoras, que han visto aumentar su capacidad de consumo, que han podido acceder a servicios básicos gratuitos de salud y educación y disfrutar de protección por desempleo, pensiones de jubilación, etc.

4ª) De acuerdo con las previsiones marxistas, las crisis periódicas que sacudían a cada tiempo las sociedades capitalistas, el aumento de la pobreza del proletariado, las posibilidades de organización que concede la democracia burguesa, entre otros factores, suscitarían en la clase obrera una conciencia de sus intereses y de su tarea histórica. No obstante, lo cierto es que no se ha producido ninguna auténtica revolución socialista en un país capitalista avanzado8, sino en sociedades catalogadas como pre-capitalistas (casi sin proletariado y sin burguesía, con mayoría de campesinos, poco industrializadas...), y que en esas revoluciones el ingrediente nacionalista y anti-imperialista ha sido tanto o más importante que la pura conciencia revolucionaria de clase. Además, en las sociedades capitalistas desarrolladas el conflicto de intereses entre trabajadores y empresarios no ha dado lugar a situaciones explosivas, sino que ha sido canalizado institucionalmente, incluso en las épocas de más dificultades, mediante los sindicatos, el reconocimiento del derecho a la huelga, los convenios colectivos, la legislación laboral, etc. La paz social se ha conseguido casi siempre por la vía de los acuerdos salariales y no porque la clase obrera haya conquistado alguna cuota de poder sobre los medios de producción. Por todo ello, dirá Fukuyama, profeta del final de la historia, "el problema de las clases se ha resuelto con éxito en Occidente"9.

Las dificultades del marxismo para explicar lo sucedido en los países capitalistas más desarrollados ha dado alas a quienes analizan la situación desde esquemas liberales y modernizantes. De acuerdo con ellos, los países "avanzados" representan el nuevo capitalismo capaz de superar por sí mismo la lucha de clases y de ofrecerse como la alternativa que clausura la historia. Para el Primer Mundo, la historia habría acabado. La situación de los pueblos pobres se explica como "atraso" en relación a los países "modernos" o "avanzados"; para subir al tren del desarrollo económico sería imprescindible que efectuaran reformas internas. Las recetas neo-liberales de las instituciones rectoras de la economía internacional (BM, FMI) les marcarían el camino a seguir para integrarse plenamente en el mercado mundial. Sería importante, al mismo tiempo, acabar con los sistemas políticos corruptos y, más aún, con las inercias culturales (mentalidades "arcaicas" que se oponen a los dinamismos del mercado...), que muy a menudo han lastrado el progreso del Tercer Mundo. Vargas Llosa recuerda con evidente complacencia la escalofriante afirmación del economista norteamericano Harrison: "el subdesarrollo es una enfermedad mental". Nada nuevo: la pobreza material sería una vez más resultado de la pobreza espiritual. Sin remedio para la segunda pueden fracasar todas las recetas implementadas contra la primera. Por eso Vargas Llosa propone como medicina "un gran debate que dé fundamento intelectual, sustento de ideas, a ese largo y sacrificado proceso de modernización del que resultan sociedades más libres y más prósperas y una vida cultural con una cuota nula de idioteces y de idiotas"10.

Parece, una vez más, que países "avanzados" y "atrasados" viven procesos independientes, como si estuvieran situados en distintos puntos de una línea ascendente que conduce a la modernidad y al desarrollo material y espiritual. No se tienen en cuenta los vínculos de dependencia pasados y actuales entre ricos y pobres, sin los cuales ni el desarrollo económico de unos, ni el empobrecimiento de otros pueden ser explicados con rigor. A esos vínculos atendió la teoría de la dependencia; al ponerlos de manifiesto encontró una base sobre la que continuar hablando de lucha de clases, pero ahora en el escenario mundial.

3.- La lucha de clases en el escenario mundial: la teoría de la dependencia.
La mundialización del capitalismo, que ya era evidente para el propio Marx11, justificaba un cambio de perspectiva para la teoría de las clases. Entre los años 60 y 80, la teoría de la dependencia ha mantenido que las plusvalías de los países del Norte provenían de la explotación de los países del Tercer Mundo. La lucha de clases se trasladaba a nivel mundial, sólo que ahora se hablaba de países explotadores y de países explotados. El desarrollo enorme del Primer Mundo y la depauperización correlativa del Tercer Mundo serían el resultado de esa relación de explotación articulada en estructuras económicas y políticas de alcance mundial: neo-colonialismo, fomento de monocultivos, deuda externa, expoliación de materias primas, comercio desigual, doctrina de la seguridad nacional, dictaduras militares impuestas, etc. Desde la teoría de la dependencia se rechazaba que la pobreza de los pueblos del Tercer Mundo fuera puro "atraso", se negaba que esos pueblos pudieran salir de su miseria sólo mediante la aplicación de reformas internas porque sus propias economías eran "no nacionales", simples piezas del engranaje económico mundial. Se hablaba, por eso mismo, de la necesidad de transformar el orden económico y político internacional.

En este contexto, se explicaba también que la conciencia revolucionaria se desarrollara entre las mayorías explotadas del Tercer Mundo. Los movimientos guerrilleros latinoamericanos eran la mejor expresión de esa conciencia revolucionaria, por mucho que su base social e ideológica no correspondiera del todo a la ortodoxia marxista.

Finalmente, aunque los análisis que efectuaba la teoría de la dependencia se realizaban en perspectiva mundial, se proponía una salida nacional del sistema explotador. Un movimiento armado debía conquistar el poder político del estado, se desconectaría al nuevo estado revolucionario del mercado capitalista mundial y se establecería una alianza con el bloque socialista, del que se esperaba una cobertura económica, política y militar.

La teoría de la dependencia tuvo la virtud de situar el problema de la pobreza en el plano estructural y mundial. Sin embargo, hay que señalar también las limitaciones de este paradigma y, por lo tanto, las dificultades de una extensión mecánica del concepto de lucha de clases a la nueva sociedad mundial12.

1ª) La teoría de la dependencia ha puesto de manifiesto los vínculos de explotación realmente existentes entre el Norte y el Sur desde los inicios de la dominación colonial. Sin embargo, parece que ni el desarrollo económico del Norte se puede explicar sólo por la explotación del Sur, ni la pobreza del Sur es siempre el producto directo de la explotación. Hay que aceptar que también otros factores han determinado el despegue económico de los países capitalistas más ricos: innovación tecnológica, aumento enorme de la productividad, estabilidad política, paz social, etc. Hay, por otro lado, muchos países, regiones, o masas de población que ya no son siquiera explotados, no significan casi nada para la economía mundial, su mano de obra no interesa en absoluto y cada vez importan menos sus materias primas, si es que las tienen, porque las industrias del Norte las van sustituyendo por otros productos sintéticos. Tampoco son relevantes en el plano político una vez desaparecido el "peligro soviético". Si la situación de esos países y regiones marginados y olvidados responde a causas estructurales, entonces habrá que ampliar, los conceptos de dependencia y explotación más allá de lo que significan en la tópica marxista.

2ª) La teoría de la dependencia, aplicando mundialmente la teoría marxista de las clases, pronosticaba un progresivo empobrecimiento del Tercer Mundo a causa de la explotación que padecía. Es cierto que, en los últimos años ha aumentado la distancia entre los ricos y los pobres del mundo y que algunos países del Sur son hoy más pobres que hace unos años, pero eso no vale para todos: los países exportadores de petróleo y, sobre todo, los países de reciente industrialización, -los "tigres" asiáticos, por ejemplo- en los que se explota brutalmente la mano de obra en beneficio de muchas empresas importadoras del Norte, han elevado ostensiblemente su nivel de vida no por haberse desacoplado del mercado mundial sino habiéndose insertado de lleno en él. Resulta significativo que incluso Cuba haya empezado a remontar su situación económica cuando ha abierto sus puertas al capital extranjero y ha puesto a disposición de las empresas canadienses, españolas, mejicanas, etc. su mano de obra bien formada, disciplinada... que no conoce el derecho de huelga. La reciente crisis de las avionetas ha sido un buen pretexto para intentar frustrar la recuperación cubana mediante un reforzamiento del bloqueo norteamericano que amenaza ahora a los inversores extranjeros en Cuba.

3ª) La aplicación mundial de la teoría marxista de las clases deja sin explicar cual es el papel que juegan en el conflicto Norte-Sur las clases medias y las clases trabajadoras de los países más desarrollados. Hoy es bien evidente que los intereses de las clases medias, los obreros y agricultores de los países más ricos son opuestos a los de los trabajadores del Sur. Aquellas clases medias y trabajadoras del Norte son las principales defensoras del cierre de fronteras a la mano de obra emigrante y de las políticas proteccionistas de los productos en que los países desarrollados son menos competitivos (incluso a veces contra posiciones más liberalizantes de muchos empresarios del Norte). Sin embargo, también es cierto que la relación de los obreros y las clases medias de Alemania, Francia o Canadá, por ejemplo, con las mayorías pobres del Sur no se conceptualiza bien con la idea de explotación entendida como apropiación de plusvalías.

4ª) La teoría de la dependencia ha sabido abordar el problema de la pobreza desde una perspectiva mundial que ya es inevitable incluso para muchos liberales. Hoy desde posiciones liberales se habla también de sociedad global, se advierte que existen problemas que comprometen al mundo entero y que tan sólo mundialmente pueden ser abordados: la ordenación de las relaciones comerciales, el control de armamentos, el deterioro ecológico, el control de las turbulencias en los mercados financieros, etc. Las estrategias de liberación que se inspiraron en la teoría de la dependencia son hoy una vía muerta para los países pobres: una revolución socialista triunfante en un estado de la periferia sería apenas una reforma insignificante del sistema social mundial, en cambio, una pequeña reforma de las instituciones mundiales (BM, FMI, ONU) y del orden (desorden) económico mundial tendría efectos planetarios y revolucionarios para los más pobres si se realizara con una simple mentalidad democrática, es decir, con voluntad de atender las demandas de las grandes mayorías de la humanidad. Ni que decir tiene que esa mentalidad democrática falta del todo en quienes asumen el hecho de la mundialización, pero piensan que las soluciones que hay que dar a los grandes problemas de la humanidad deben obedecer siempre la lógica del mercado libre y pasan por el mantenimiento del nivel de consumo de la minoría más opulenta. También entre los fundamentalistas del mercado libre se combinan a menudo la mentalidad mundial y las soluciones que, de hecho, son regionales.
4.- La lucha de clases en la sociedad mundial
Volvamos a la pregunta inicial: ¿Hay que hablar aún de lucha de clases? ¿Podemos seguir conceptualizando la situación actual con esa noción marxista, aunque sea en el sentido que le dio la teoría de la dependencia? Después de lo que hemos ido viendo parece que se trata de una noción que deberá ser revisada y actualizada. El concepto de lucha de clases, tal y como aparece en el marxismo vulgarizado entre las izquierdas en las décadas anteriores, encaja en una teoría de la sociedad y de la historia que deben ser revisadas. El desarrollo del capitalismo y la realidad de la nueva sociedad mundial nos obliga a un trabajo de re-conceptualización que no podemos realizar con simples recortes de teorías que fueron pensadas para otras coyunturas. Si queremos dar cuenta de nuestro tiempo tendremos que cambiar nuestro discurso, o al menos, deberemos forzar las viejas palabras para que digan lo nuevo que está sucediendo.

No se trata aquí de ofrecer una nueva teoría de las clases sociales en la actual sociedad mundial, que debería ser objeto de reflexiones más amplias y muy profundas. Antonio González ha dibujado con maestría los trazos de una protosociología adecuada a la nueva realidad social que abre caminos para un tratamiento actualizado del tema que nos ocupa13. También A. Guiddens, en sus trabajos sobre el desarrollo del capitalismo y sobre los sistemas de clases en las sociedades desarrolladas, ha realizado una revisión de las principales categorías marxistas (explotación, alienación, clase, conciencia de clase...) que pueden ayudar a fundamentar una nueva teoría de las clases en la sociedad mundial14. Siguiendo las aportaciones de ambos, y tomando en consideración también otras ideas de Xavier Zubiri e Ignacio Ellacuría sobre la realidad social y la historia, nos limitaremos tan sólo a apuntar algunas ideas que podrían contribuir a la redefinición del concepto de lucha de clases.

A.- El nexo social y la lucha.
La constatación de que haya lucha de clases y, en su caso, su descripción y explicación corresponden a las ciencias sociales. No obstante, la protosociología nos descubre algunos aspectos fundamentales de la acción social y la realidad social que fundamentan la posibilidad -que no la necesidad absoluta- de que la sociedad se estructure en clases que luchan.

Las acciones humanas están siempre referidas estructuralmente a las cosas. Las cosas nos instan a actuar y son recursos para nuestras respuestas. Ahora bien, la acción humana en la realidad tiene un momento de socialidad que constituye el nexo social primordial. Este nexo se establece por el hecho de que los demás están presentes -se actualizan- en mis acciones aún si no tengo conciencia de ello e independientemente de mi voluntad. Esta actualización de los demás en las acciones humanas no es una mera presencia, sino que significa una "intervención", un "poder" de los demás sobre mis acciones: los demás "hacen" algo en mi vida, modulan mi acceso a las cosas, me permiten o me impiden recurrir a ellas, "delimitan el ámbito de cosas a las que tienen acceso mis acciones", determinan de ese modo el sistema mismo de mis acciones y confieren a las cosas su condición de "públicas", es decir, las capacitan como instancias y recursos de actuaciones humanas15.

El hombre realiza sus acciones con las cosas, con los demás hombres y consigo mismo. Por eso el hombre con-vive con otros hombres, no en el sentido de "estar con" los demás, sino que, dice A. González, la convivencia es un "con" de vidas humanas y de cosas públicas: desde la primera infancia, yo soy los otros, los demás están en mi vida, determinando mi relación con las cosas. Pero la convivencia, que puede ser ocasional, no conlleva siempre la constitución de una sociedad. La existencia de una sociedad implica, de entrada, la continuidad de los vínculos entre los hombres y sólo se constituye propiamente cuando las acciones se fijan en habitudes y éstas se estructuran en un sistema16.

Son habitudes los modos de habérnoslas con las cosas, las formas de vida que constituyen nuestro vivir, las rutinas que configuran el modo de relacionarnos con las cosas, con los demás y nosotros mismos. Pues bien, hay sociedad cuando las habitudes de unos hombres devienen funciones de las habitudes de otros, cuando los modos de habérselas con las cosas y con los demás de unos seres humanos están intrínsecamente determinadas por los modos de habérselas con las cosas y con los demás de otros seres humanos. Para que esta interacción se produzca no es necesario que haya conciencia de ella en alguno de los actores, no es preciso que exista en unos la voluntad expresa de actuar sobre las habitudes de los otros, no hace falta tampoco que se dé una comunidad de sentido (homogeneidad cultural) entre unos y otros. Un sistema de habitudes puede articular los más diversos modos de vida. La constitución del sistema social depende tan sólo de la presencia estructural (determinante, constituyente, podríamos decir) de las formas de vida de unos hombres en las formas de vida de otros. Antonio González ha mostrado suficientemente que la sociedad así entendida es lo que se ha mundializado: el sistema de habitudes ha adquirido dimensiones planetarias; existe por primera vez sobre la Tierra un único sistema de formas de vida, todo lo distintas que se quiera, pero estructuralmente referidas las unas a las otras.

Como hemos visto, en la sociedad no hallamos solamente hombres tratando con hombres, sino hombres que co-determinan su relaciones con las cosas, organizan su producción y distribución. En el concepto mismo de la acción social aparece una pugna por el acceso a las cosas. Esta pugna puede dar lugar a situaciones en que unos hombres impidan que otros disfruten de determinadas cosas y satisfagan sus necesidades. Los demás pueden frustrar la realización de mis acciones impidiéndome el estado de fruición propio de las acciones satisfechas. La intervención de los demás en mis acciones puede producirme dolor, disgusto o aversión o me puede situar ante aquellas cosas que me dañan o me disgustan. Todo aquello que daña y destruye la sustantividad humana lo llama Zubiri maleficio; producir maleficio en los demás es, en cambio, malignidad17

Pues bien, el mal tiene un carácter social cuando el dolor infringido y las actividades que lo producen se fijan como habitudes socialmente configurados. En efecto, pueden existir en un sistema social hábitos sociales, formas de vida, que signifiquen destrucción y muerte para una parte de la sociedad para la cual también la destrucción y la muerte prematura reiteradamente padecidas vienen a ser una rutina. Y ello puede suceder, por ejemplo, porque un sector social se vea sistemáticamente privado de alimentos, tierra de cultivo, agua, salud, bienes culturales, etc. El mal social no es, por lo tanto, algo que se refiera sólo a las relaciones entre los hombres, sino que se fundamenta en el hecho inevitable de que el acceso a las cosas, para bien y para mal, siempre depende de otros. Todo ello no quiere decir, que la resolución de esta pugna por las cosas sea siempre necesariamente la apropiación excluyente, el conflicto y la lucha: por el hecho de ser aprehendidas como reales, las cosas se abren a un sinfín de usos: pueden ser distribuidas de innumerables maneras, por ejemplo; por ser inteligentes, las acciones humanas siempre están abiertas a nuevas posibilidades: siempre podemos conducirnos de otro modo con los demás y con las cosas.

De todo lo dicho se desprenden algunas ideas importantes para nuestra reflexión sobre las clases sociales:

1º) Siempre el acceso a las cosas está socialmente determinado. La estructuración de formas de vida que constituye una sociedad decide como cada miembro de la sociedad, cada grupo social, podrá disponer de las cosas. Es posible una distribución de las cosas ajustada a las necesidades de cada uno; pero cabe también la posibilidad de que la estructura social signifique para parte de la sociedad algún nivel de privación, destrucción y muerte. La estructura actual de la sociedad mundial, por ejemplo, determina la pobreza y la miseria de la inmensa mayoría de los hombres.

2º) La lucha efectiva entre quienes se apropian de las cosas y quienes carecen de ellas, entre quienes, con sus formas de vida, causan daño a otros hombres y quienes los padecen sistemáticamente, no aparece de acuerdo con inexorables leyes históricas, pero constituye una posibilidad abierta en la constitución de cualquier sistema social. El egoísmo, la desigualdad y la lucha es, al menos en principio, tan "natural" como la igualdad, el acuerdo, la paz.

3º) Esa lucha no es formalmente una lucha de clases en el sentido marxista clásico: la explotación laboral del hombre por el hombre, en la medida en que signifique dolor y frustración para el explotado, expresa sólo una posible estructuración del mal social, es tan sólo una forma posible de dependencia y explotación y no siempre la más dañina. Guiddens ha preferido entender por explotación "cualquier forma socialmente condicionada de producción asimétrica de oportunidades vitales"18. Existen hábitos sociales que, sin implicar explotación laboral, marcan con el dolor, la exclusión y la muerte la existencia de seres humanos y de pueblos: pensemos en los hábitos de consumo del Primer Mundo que ponen en peligro la viabilidad ecológica de la Tierra y comprometen el futuro de la humanidad entera y, especialmente, de los más pobres19; pensemos en las barreras psicológicas, legales y materiales que se alzan en el Primer Mundo contra los emigrantes del Sur (que paradójicamente son barreras a la explotación laboral y que, sin embargo, son también "explotadoras" por generar y aumentar sistemáticamente la desigualdad y la pobreza); pensemos, en fin, en la expansión mundial de las formas de vida occidental a través de la TV, el cine o la publicidad, que acaban con los estilos de vida y los valores que constituyen la identidad espiritual de los pueblos más humildes.

4º) Se puede entender ahora en qué sentido son "explotadoras", las clases medias y obreras del Primer Mundo; se puede comprender también por qué sus intereses se contraponen a los intereses de las grandes mayorías miserables de Asia, Latinoamérica y Africa... Las formas de vida de las clases medias y obreras del Norte significan exclusión y pobreza en el Sur; esas formas de vida de los países ricos tan sólo se pueden perpetuar si se mantienen a su vez otras formas de vida de los pobres ligadas estructuralmente a ellas. Esta relación de dependencia entre las formas de vida de ricos y pobres se estructura de diversísimas maneras que significan siempre la producción asimétrica de oportunidades vitales para unos y para otros, los diferentes modos de enajenación y despersonalización de unos y otros. Todas esas relaciones serían relaciones de dependencia y de explotación en el sentido amplio que hemos tomado de Guiddens.

5º) La determinación social del dolor y la muerte no comporta automáticamente la formación de una conciencia específica de conflicto en quienes sufren y en quienes causan sufrimiento y menos aún una conciencia revolucionaria entre los oprimidos o excluidos. Es normal que muchos de los beneficiarios de un sistema social que genera profundas desigualdades no sean conscientes de los vínculos reales entre su bienestar y la miseria de los demás. Así mismo, puede suceder que el que sufre no tenga conciencia alguna de cuales son los mecanismos sociales que determinan su sufrimiento, es posible que ni tan solo sea capaz de identificar a los culpables de su situación; a menudo sucede que, en virtud de determinados valores morales o religiosos, los que sufren asumen como "natural" o "merecida" su situación sin alzar la voz ante sus opresores. El nacimiento de la conciencia de ser oprimido, de la necesidad de luchar por la propia liberación, son meras posibilidades que se realizan sólo en determinadas circunstancias que el análisis sociológico deberá establecer en cada caso.

6º) Finalmente, si la sociedad es una estructura de habitudes o de actividades humanas, está claro que la modificación de determinadas habitudes repercutirá en aquellas otras estructuralmente vinculadas a ellas, y que los cambios que afecten a las estructuras nucleares del sistema social -como por ejemplo, las reglas básicas de los intercambios económicos- modificarán drásticamente la configuración de la sociedad entera. La liberación pasa por efectuar esos cambios fundamentales en las habitudes que condicionan la miseria de las mayorías. Adquiere pleno sentido la exhortación de Pedro Casaldáliga a los países ricos: "Sólo cuando el Primer Mundo se suicide en sus previlegios y en su prepotencia, podrá vivir humanamente el Tercer Mundo y podrá entonces el Primer Mundo recuperar su humanidad tan perdida"20.

B.- La estructuración de las clases sociales.
En cualquier sistema social se regula el acceso a las cosas, su manipulación, su producción y distribución. En la actualidad, el mercado es la estructura de habitudes económicas que determina la relación de la humanidad entera con los bienes de la Tierra: el mercado integra en un sistema único de interrelaciones a quienes lo hegemonizan, a quienes se someten a sus condiciones y a los forzosamente excluidos de él.

Guiddens afirma que "el mercado es intrínsecamente una estructura de poder en la que la posesión de ciertos atributos da ventajas a algunos grupos de individuos en relación a otros"21. Esos atributos son la propiedad de los medios de producción, la fuerza de trabajo, como señalaba Marx, pero también el conocimiento, la información, la formación especializada, la capacidad adiministrativa y organizativa, el poder de movilización social, etc. La posesión de esos atributos confiere a cada actor económico (individuos, empresas...) una "capacidad de mercado", un poder de negociación, de imponer las condiciones de la compra-venta, que aprovechará para intentar hacerse con la mayor cantidad posible de los bienes de todo tipo que el conjunto del sistema productivo sea capaz de generar.

La diversidad de capacidades de mercado es un hecho. Esta diversidad de capacidades determina un proceso de estructuración de las relaciones entre los seres humanos que da lugar a lo que Guiddens continua llamando clases sociales. Guiddens no las considera entidades, sujetos o grupos sociales, sino que las ve como términos de los procesos de diferenciación social que se ponen en marcha en base a las diversas capacidades con que los diversos actores económicos compiten en el mercado. Los mecanismos básicos de la estructuración de clases son, según Guiddens, la división del trabajo, la distribución de la autoridad y la constitución de grupos de consumo. La diversidad de capacidades de mercado pone en marcha estos mecanismos de estructuración y ellos, a su vez, refuerzan las diferencias entre los actores económicos. Esos mecanismos, además, interactúan entre si y se potencian recíprocamente.

Ahora bien, esos mecanismos de diferenciación y explotación característicos de las sociedades capitalistas actúan hoy a nivel mundial. Tiene sentido, pues, hablar de clases en la sociedad mundial.
Sin entrar aquí en demasiados detalles, parece claro que algo tiene que ver la desigualdad y la miseria con los papeles asignados a unos y otros en la división mundial del trabajo. Las transnacionales, por ejemplo, reparten sus cadenas productivas según criterios que refuerzan las diferencias: a los países desarrollados les corresponde la administración, el diseño, el control financiero, la producción intensiva en tecnología y limpia en lo ecológico, a los más pobres les toca, en cambio, el suministro de materias primas, la producción más intensiva en mano de obra y más degradante para el trabajador, la más contaminante, etc.

Algo tiene que ver también la desigualdad y la pobreza con la distribución desigual del poder en el mundo: las grandes potencias de la economía mundial controlan las instituciones financieras mundiales que dictan las políticas de ajuste que padecen las mayorías empobrecidas del Sur; las transnacionales imponen a los gobiernos del Sur restricciones drásticas de los gastos sociales y condicionan sus inversiones en los países menos desarrollados a la exención de impuestos, la desprotección social de los trabajadores, la desactivación de las organizaciones sindicales, etc.; los grandes poderes financieros acumulan un poder tal de interferencia en el sistema económico que pueden provocar en cuestión de días la quiebra de un país, la devaluación de su moneda, el alza desorbitada de los tipos de interés, un estallido inflacionario, la recesión... Por otra parte, los más poderosos no aceptan que los países menos desarrollados se organicen para reivindicar sus derechos (como ha sucedido, por ejemplo, en el caso de la renegociación de la deuda externa o en las negociaciones del GATT) y bloquean cualquier reforma democrática de las instituciones de la ONU que de más peso a la mayoría de la humanidad.

Algo tiene que ver, en fin, la desigualdad con la constitución de los grupos de consumo en el mundo: los créditos más favorables, las tecnologías mas avanzadas, las dotaciones para investigación científica, las grandes bolsas de pesca, la producción maderera, el petróleo, el armamento más sofisticado, etc, etc. son sistemáticamente reservadas para el consumo de los privilegiados. Se intenta siempre y se consigue casi siempre controlar por los medios más diversos (propiedad sobre las patentes, instrumentalización de las entidades financieras mundiales, imposición de acuerdos comerciales desfavorables, acuerdos de asistencia militar, etc) el acceso de los más pobres a todas esas cosas.

Aparte de esos mecanismos fundamentales de estructuración de clase, se podrían precisar muchos otros dinamismos sociales en los ámbitos económico, institucional, político, cultural o ideológico, que contribuyen a la formación de clases antagónicas en la sociedad mundial y que determinan los diversos modos de alienación económica, política o cultural.
C.- La lucha de clases y la historia.
Finalmente, una última reflexión acerca de la inserción de la lucha de clases en la historia humana. En el marxismo trasluce una concepción lineal y ascendente de la historia según la cual, la historia sería un proceso natural en el cual unos hechos desencadenan otros hechos de acuerdo con las leyes "naturales" de la dialéctica. Cada hecho es el resultado de una concatenación reglada de hechos. En el pensamiento de Marx y Engels el devenir histórico es el desarrollo de los dinamismos intrínsecos a la materia; cada etapa histórica incluye potencialmente la etapa siguiente: aunque esto no dependa de una ciega necesidad -cosa que Marx siempre excluyó-, lo cierto es que el desarrollo lógico y natural de la sociedad capitalista, de sus contradicciones internas, debería conducir la humanidad a una nueva sociedad sin clases. En cualquier caso, se reclama a las fuerzas sociales progresistas que sepan estar, con espíritu combativo, en el lugar preciso y en el momento preciso, para aprovechar las tendencias intrínsecas al cambio propias del sistema social. En el capitalismo, corresponde a la clase obrera el papel de ser sujeto de su propia emancipación.

Este esquema modernizante, que el marxismo comparte con toda la filosofía moderna de la historia desde Herder y Kant, ya no sirve para conceptualizar lo que está sucediendo en este tiempo en que se hace imposible situar a la humanidad entera en una línea única de progreso hacia su emancipación, sea cual sea la manera de concebir lo que sea esa emancipación. Es ilusoria la suposición de que la historia tiene una lógica y una racionalidad intrínsecas según las cuales nos acercamos despacio pero inexorablemente a un final feliz.

Se hace necesario repensar lo que sea la historia a la luz de conceptos nuevos. Ignacio Ellacuría, siguiendo a Zubiri, expuso los principios de una filosofía de la realidad histórica que deberá ser tenida en cuenta en esa tarea de reconceptualización a que estamos obligados22.

Según Zubiri y Ellacuría, la historia es un proceso de transmisión de formas de estar en la realidad y un proceso de capacitación. Cada hombre monta su vida sobre esa tradición, aceptándola, modificándola o rechazándola. El hombre opta entre lo que puede hacer en cada momento, elige entre posibilidades. Las posibilidades elegidas devienen proyectos humanos, las acciones efectivas que realizan esos proyectos son los que Zubiri llama sucesos. Los sucesos no son lo mismo que los hechos. Estos son la simple actualización de las potencialidades inscritas en la naturaleza de las cosas. Los sucesos históricos, en cambio, son apropiación de la realidad como posibilidad, como lo que está efectivamente al alcance, lo que me capacita para hacer algo, lo que, siendo apropiado constituirá la base de nuevas opciones: "la persona con sus capacidades accede a unas posibilidades, las cuales una vez apropiadas se naturalizan en las potencias y facultades, con lo cual cambian las capacidades. Con estas nuevas capacidades, las personas se abren a un nuevo ámbito de posibilidades"..23. Las posibilidades recibidas condicionan ineludiblemente nuestra vida, pero no la determinan absolutamente, sino que abren siempre caminos a la creación y al cambio. Así, el hombre va reconfigurando continuamente su manera de ser y de estar en la realidad en un proceso que no tiene un término asignado. Por eso la historia es un proceso de capacitación, de producción de capacidades humanas, de creación e innovación constantes.

La historia es ciertamente un proceso -cada nueva situación depende de las posibilidades abiertas en la situación precedente- pero eso no significa que deba tener una orientación y no otra. La acción humana no está unívocamente determinada, el hombre es un ser abierto, abierto a su realidad, abierto a la realidad, y la realidad -del hombre, de las cosas...- es siempre más de lo que cabe en cualquier sistema conceptual, da para mucho más de lo previsto por cualquier concepción de la historia. El devenir histórico es movido por un elenco de fuerzas naturales, biológicas, psíquicas, sociales, económicas, culturales, políticas, personales, cada una de las cuales opera de modo distinto y sigue sus propias leyes, que interactúan constantemente entre sí y constituyen un complejo imposible de dominar intelectivamente. Por todo ello, dice Ellacuría: "la necesidad histórica se presenta como azarosidad", "la historia es irreductible a la naturaleza"24.

Desde esta manera de entender la historia, apenas esbozada, podemos insinuar otras ideas que también podrían ayudar a recomponer una teoría de las clases en la sociedad mundial:

1ª) La confianza en la fuerza revolucionaria de los más pobres debe formar parte más bien de la apuesta por el carácter abierto de la esencia humana, que de una concepción cerrada de la historia que conceda a los explotados y marginados un papel determinado que deban cumplir. Sólo así nos abstendremos de reclamar de los pobres que actúen de acuerdo con el papel que les toca en el guión de un drama que ellos no han escrito; así evitaremos recriminarles que no estén a la altura de sus tareas históricas; sólo así recuperan, como cualquier ser humano, cierta libertad para la generosidad y el heroísmo.

2ª) Si los explotados y marginados no son el sujeto de la historia, a quien corresponde esa función? Si de sujeto se quiere hablar, no hay otro sujeto que el cuerpo social entero constituido por el sistema de habitudes. La humanidad entera es hoy la que protagoniza la historia en la medida que da cuerpo a un sistema unitario de formas de vida. Las formas de vida de cualquier persona están integradas en ese sistema y, en la medida en que cada ser humano puede hacer siempre algo por cambiarlas, puede contribuir a cambiar también el sistema social. Por lo tanto, ningún hombre está libre de responsabilidad por el dolor, el hambre, la marginación, que puedan sufrir los demás, ningún hombre queda exonerado a priori de la tarea de enfrentarlos y combatirlos.

3ª) Las teorías que logifican la historia acaban distinguiendo los intereses immediatos o aparentes de los explotados y marginados y sus verdaderos intereses, sus intereses objetivos, aquellos cuyo satisfacción significaría un avance hacia los grandes objetivos que tiene marcados la Historia. Así se dice, por ejemplo, que las políticas neoliberales de ajuste responden a los verdaderos intereses de los más pobres, aunque estos tengan que sacrificar ahora la satisfacción de sus necesidades inmediatas; algo parecido sucedió en los países socialistas cuando los intereses mayores de la Revolución o del Socialismo justificaron todos los atropellos a las libertades y derechos individuales, de los grupos étnicos y religiosos, etc. Naturalmente, siempre existe una élite tecnocrática o partidaria que decide cuales son las necesidades objetivas de los más pobres.

En el fondo de la distinción entre intereses inmediatos y objetivos parece resonar a veces el eco del viejo prejuicio filosófico según el cual el interés es la tendencia a lo sensible, a lo que satisface temporalmente y, en cambio, la pura actividad racional es desinteresada porque no se somete a los deseos momentáneos del individuo sino que los subordina al conocimiento y la posesión de lo que en sí mismo es bueno, bello y justo. Algo parecido sucede cuando se exige constantemente el sacrificio de las necesidades inmediatas en nombre de una utopía de la razón, cuando la distinción, a menudo legítima, entre lo que se quiere hacer y lo que se debe hacer se transforma en oposición sistemática y, entonces, sucede demasiado a menudo que hay que hacer lo contrario de lo que se quiere o se requiere perentoriamente.

Hoy, sin embargo, nadie tiene derecho a pedir a los que más sufren que renuncien a sus necesidades inmediatas para que resuene la gran melodía de la Historia; nadie puede exigirles que sometan sus luchas a la estrategia revolucionaria de una vanguardia que sabe lo que les conviene. Si la sociedad es un sistema de formas de vida, hay que aceptar que allá donde los empobrecidos y marginados -mujeres, desempleados, campesinos sin tierra, niños de la calle, refugiados, indígenas...- se organizan y movilizan para exigir la satisfacción de sus necesidades más urgentes -alimentación, salud, educación, vivienda, tierra, trabajo, etc.- se está poniendo en cuestión el sistema que no permite atenderlas.

Continua siendo necesario, claro está, que los movimientos sociales y políticos analicen constantemente, en perspectiva global, las causas estructurales de las situaciones que combaten de modo que sepan golpear siempre donde mejor convenga; es imprescindible también que desarrollen su actividad transformadora y alternativa en todas las esferas (económica-laboral, política, institucional, cultural, ideológica...) del sistema social; hace falta, en fin, que esos movimientos de liberación sepan articularse de forma que se multiplique su capacidad de introducir cambios significativos en el sistema mundial. No se trata ahora de soñar con un Paraíso terrestre diseñado por la razón; se trata de luchar por algo más modesto y perfectamente posible hoy, si tenemos en cuenta los recursos de que ya dispone la humanidad: un mundo donde cada hombre y cada mujer tengan, como mínimo, cubiertas con sencillez sus necesidades básicas.

  • 1 .- M. Vargas Llosa. El perfecto idiota latinoamericano. EL PAÍS, 11/2/96
  • 24 .- I. Ellacuría, op. cit. p. 564-ss
  • 2 .- J. Villalobos Izquierda, democracia representativa y mercado en América Central. La izquierda perpleja. Zuik, 1995.
  • 3 .- J.G.Castañeda. La utopía desarmada. Ariel, Barcelona, 1995.
  • 4 .- J.I.Calvez. El pensamiento de Carlos Marx. Taurus. Madrid, 1966. p.217.ss. No podemos entrar aquí en análisis pormenorizado de lo que dice Marx sobre las clases sociales. Sus posiciones sobre el tema presentan variaciones, correcciones e indefiniciones que aquí no podemos tratar en detalle.
  • 5 .- K.Marx, Manuscritos: Economía y Filosofía , Alianza, Madrid, 1977. p 108ss "En su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de si. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino trabajo forzado".
  • 6 .- En ello insisten las llamadas teorías tecnocráticas de Bell i Touraine entre otros. Cf. A. Touraine. La sociedad postindustrial. Ariel, Barcelona.
  • 7 .- Marx. Manuscritos. Alianza, Madrid, 1977: "Es evidente que cuanto más se emplea el obrero en el trabajo, más poderoso se hace el mundo extraño y objetivado que crea frente a él, y más pobres pasan a ser él y su mundo interior, al mismo tiempo que le pertenecen en propiedad menos objetos... El trabajo, ciertamente, produce maravillas para los ricos, pero para el trabajador produce desposeimiento".
  • 8 .- Dejamos al margen la imposición del socialismo en el Este de Europa.
  • 9 .- F.Fukuyama. ¿El final de la historia?. The National Interest. El País, 1989.
  • 10 .- M.Vargas Llosa. op. cit.
  • 11 .- K. Marx. El manifiesto comunista, Ayuso, Madrid, 1976, p. 27ss: "La burguesía, mediante la explotación del mercado mundial, ha transformado en cosmopolitas a la producción y el consumo de todos los países... El antiguo aislamiento local y nacional en que cada uno se bastaba a sí mismo deja paso a las relaciones universales, a una interdependencia universal de las naciones. La burguesía ha subordinado los países bárbaros y medio bárbaros a los civilizados, los pueblos de campesinos a los pueblos de burgueses, el Oriente al Occidente".
  • 12 .-Algunas de esas limitaciones las señala Antonio González en su artículo "Orden mundial y Liberación" en DIAKONIA, 71(septiembre 1994).
  • 13 .- Cf. Antonio González. Un solo mundo. La relevancia de Zubiri para la teoría social. Tesis doctoral. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1994.
  • 14 .- Cf. A. Guiddens. La estructura de clases en las sociedades avanzadas. Alianza. Madrid, 1980.
  • 15 .- Cf. A. González. Un solo mundo. C. IV, 2.
  • 16 .- Cf. A. González. Un solo mundo. C.IV, 3.2.3
  • 17 .- X. Zubiri. Sobre el sentimiento y la volición. Alianza. Madrid, 1992. "Todo aquello que promueve la desintegración o la desarmonía de mi sustantividad en el orden psicobiológico es justamente una malefactio , esto es, un maleficio". Cf. A.González, Dios y la realidad del mal, trabajo publicado en Del sentido a la realidad. Ed. Trotta i Fund. X. Zubiri. Madrid, 1995.
  • 18 .- Cf. A. Guiddens. op. cit. p. 150
  • 19 .- Sólo algunos ejemplos: las hamburgesas norteamericanas se fabrican con la carne del ganado que se pasea por los pastos que han sustituido grandes masas de bosques tropicales; las prospecciones petrolíferas de multinacionales europeas en Ecuador han significado en los últimos años el desplazamiento de miles de indígenas de sus tierras de origen; para hacer compatibles las exigencias de consumo del Primer Mundo y la mentalidad "ecologista" de sus gentes para con sus respectivos países, se envían al Sur miles de toneladas de más tóxicos residuos, etc.
  • 20 .- Vg. Teófilo Cabestrero. En lucha por la paz. Las causas de Pedro Casaldáliga. Sal Terrae. p.126.
  • 21 .- A.Guiddens, op. cit. p. 115.
  • 22 .- I.Ellacuría. Filosofía de la realidad histórica. UCA Editores. San Salvador, 1990. X. ZUBIRI. La dimensión histórica del ser humano. En Siete ensayos de Antropología Filosófica. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 1982.
  • 23 .- X.Zubiri, op. cit. 147.

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