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miércoles, 5 de agosto de 2015

Grecia y el "betutteling"



Grecia y el ‘betutteling’
Frans van den Broek

Actualizada 02/08/2015 a las 18:57    

Si alguien le preguntara a un holandés medio quién es Pericles o Aristófanes o Katzanzakis o Elytis, es bastante probable que se quedase con la boca abierta y la mirada vacía. “La boca llena de dientes”, reza un dicho en estos lares, para significar que no se tiene nada que decir, por ignorancia u omisión (suponiendo que aún se tenga dientes, pues los seguros médicos que antes cubrían los gastos dentales se han reducido de tal modo que puedo imaginarme a más de un holandés prefiriendo la caries que los miles de euros que supondría curárselas, y esto tras una privatización feroz que iría en principio en favor del consumidor, pero que ha ido, sobre todo, en favor de las aseguradoras, sin la protesta de nadie y con la anuencia y estímulo de la Unión Europea).

Pero si le mencionan el nombre de Tsipras o de Varoufakis, el oyente tendrá que prepararse para una retahíla de insultos, acusaciones y lugares comunes que seguro que aflojan los dientes y hasta el estómago. De ellos no paró de hablar la prensa en los últimos meses, por supuesto, lo que explicaría la reacción en cierto modo, y si bien hubo algunas voces comprensivas en la cobertura de la crisis griega, la mayoría se expresó siguiendo la narrativa aceptada por los gerifaltes de la Unión, de la que Holanda es orgullosa fundadora e incondicional soporte.

Quizá lo resuman bien las palabras de un colega, profesor universitario, quien dijo algo así como que ya era tiempo de que los griegos aprendieran a hacer las cosas de manera correcta y que merecían el castigo de los recortes, dadas la corrupción, ineficiencia y despilfarro de la nación. Lo dijo así, los griegos en general, la nación, como persona colectiva, no sucesivos gobiernos liderados por personas específicas, con nombre y apellido, miembros de partidos con nombre propio y a plena luz, conocidos de todos, incluidos los funcionarios europeos que aceptaron el ingreso de Grecia en la UE, aunque tuvieran entonces, casi de seguro, las mismas ideas sobre la nación griega que parece tener mi colega todavía, y la mayoría de los holandeses.

Es bien sabido que la mente, antes que pensar, repite, usando categorías que le ahorran el laborioso proceso de discriminación y análisis que supondría el ejercicio del pensamiento, como lo entendía el griego Aristóteles al menos, y que han olvidado los jerarcas europeos, y las instituciones bancarias, si atendemos a su comportamiento de los últimos tiempos con respecto a Grecia (y a otros países, sin duda). No es de extrañar, por tanto, que hasta un miembro del estamento intelectual, encargado de transmitir conocimiento, repita estereotipos cuya validez no se ha parado a juzgar con detenimiento.
El estereotipo es claro y la narrativa, fluida, y parecen ser los siguientes: Europa del Norte es superior ética, económica y culturalmente, sobre todo por su moral laboral, su impecable honestidad y su madurez de carácter, asociadas a su raigambre protestante. Europa del Sur es inferior, entregada a los placeres solares y a la buena vida, flexible, si no corrupta, en materia moral e ineficiente en la administración, que se entrega a familiares, amigos y conchabados. Parte del problema es ser católicos u ortodoxos, religiones, se sabe, con jerarquías dudosas y en las que una simple confesión redime de pecados que un buen protestante debe afrontar solo y con firmeza.
¿Cómo no iban a acabar mal dichos países, si siempre han estado jodidos y han permanecido en un estado de infantilidad general? Esos países tienen que aprender, y quién mejor para enseñarles que los países del Norte, cuya prosperidad es prueba de su misión divina, y que la Unión Europea, constructo sagrado y pináculo de civilización, cuyos modos de operación y deliberación asemejan los de un conciliábulo, por el bien del alma de todos, y que aplica la mejor forma de democracia: la de la sabiduría tecnocrática, aureolada por la ciencia y la verdad. Los holandeses tienen una palabra para definir esta actitud, que aceptan ellos mismos como perteneciente al carácter nacional (otro estereotipo, pero esto es de lo que se trata, a fin de cuentas): betutteling, del verbo betuttelen, que significa, traducido a lo bruto (pero qué le voy a hacer, soy más sureño que los sureños europeos, del retrasado Perú), paternalismo con el dedito estirado, dar la lección siempre, y creerse con derecho a hacerlo por el solo hecho de ser lo que se es, y de la nación a la que se pertenece.
Pues bien, durante los últimos meses, en los que mi adhesión a la causa europea, por lo que tenía de idealista, de progresiva, de cosmopolita, se ha transformado en viva animadversión, he tenido que escuchar esta historia en mi país de residencia una y otra vez, hasta despertar en mí deseos de formar un grupo de partisanos sureños que inicie una campaña de secuestro de funcionarios europeos, a los que someteríamos, al estilo de La Naranja Mecánica, a largas sesiones auditivas, pero no de música, sino de voces repitiendo el estereotipo contrario: Los europeos del Norte son gente de alma arrugada, carentes de sentido del humor, moralistas y cascarrabias, que han hecho de las regulaciones y leyes un fetiche, las cuales en lugar de servir al ser humano, son objeto de adoración y esclavitud, y que están dispuestos a castigar a pueblos enteros por lo que hicieron unos pocos o fue consecuencia de coyunturas internacionales.
Además, tienen poca memoria histórica, pues ni la colonización, ni las guerras mundiales, ni Srebrenica, ni el Plan Marshall, ni la quita de deuda masiva del que fueron beneficiarios, han aparecido mucho en los discursos punitivos con que acosaban a Grecia, ni en los panoramas catastrofistas con que minaban su democracia. Y para colmo, las decisiones las toman a escondidas, favorecen a las grandes corporaciones, desmantelan el sistema del bienestar, y exigen recortes que solo pueden significar miseria. Y todo esto, sin pensar un carajo. Pues según nuestra idea sureña del pensamiento, cuando una cosa no funciona y va mal, pues se analiza el problema y se cambian las medidas, como las de austeridad, pero la forma en que se han comportado los poderes norteños (que, no nos hagamos ilusiones, son quienes gobiernan la Unión Europea) me recuerda lo que dijera un combatiente afgano de los rusos que habían invadido su país en los ochenta: cuando algo sale mal, hacen más de lo mismo, pero con más fuerza. Quizá tras sesiones paulovianas de este tipo, y por aquello del síndrome de Estocolmo, algo empiece a cambiar en la tambaleante Unión Europea. Lo dudo mucho, sin embargo.
Claro está, en estudios socio-psicológicos o sociológicos del estereotipo y su funcionamiento se alude a lo que se suele llamar kernel of truth del mismo, el grano de verdad que poseen, ya que de lo contrario no existirían. Es cierto que los griegos no tuvieron los mejores gobiernos y que cocinaron sus cuentas, con la benemérita ayuda de Goldman Sachs (por lo que nadie ha sido juzgado responsable). Pero la Unión Europa tenía que haber sabido que la administración griega era lo que era, y no obstante, le prestaron dinero en carriles, y le vendieron a sus ultraendeudados habitantes todo lo que pudieron. Solo para ahora imponerle medidas rechazadas por su población, amenazarla con el infierno y ofender a cuanto objetante se pusiera delante. Y el que escribe, escuchando esta historia un día sí y otro también, pensando en que ahora entiendo cómo se hizo este país con territorios tan vastos como Indonesia, cómo asesinó a todos los jefes tribales de aquel país para hacerse con el comercio de la nuez moscada y cómo dejó a su suerte a los hombres y jóvenes de Srebrenica, y a pesar de todo, sigue teniendo la prensa que tiene en el extranjero, como la de un pueblo tolerante, civilizado y valiente.
Pues los estereotipos se inscriben en lo que se ha llamado la política de la representación, y la política en Europa en estos tiempos es clara: neoliberalismo o muerte; corporaciones que pueden, por trato hecho entre cuatro paredes con la Unión Europea en nuestro nombre, llevar a juicio a gobiernos que amenazan sus ganancias, movimientos sindicales amordazados por regulaciones centralizadas, privatización de las empresas públicas, a mansalva o no, re-nacionalización de empresas impedida por otras leyes, desmantelamiento de las prestaciones sociales. ¿Es esta la Europa por la que clamaban los políticos de izquierda, “La solución a los problemas es 'Más Europa'”? Quizá la izquierda, temerosa de ser asociada con los movimientos fascistoides que medran en esta Europa burocrática e insensible, tenga aun reticencia a expresarlo, pero a esta Europa hay que decirle no, Menos Europa. Que se queden con su Europa si europeizar significa imponer medidas anti-democráticas que condenan a un país entero a la pobreza.
El estereotipo holandés en el extranjero supone a este país modelo de tolerancia y apertura. Algo habrá de cierto en este lugar común, como lo demuestra (parte de) la Historia. Pero la tolerancia se acaba en cuanto te incordian, según se ve, como lo demostró el holandés Dijsselbloom, presidente del Eurogrupo (un grupo fantasma, sin existencia institucional, no sujeto a responsabilidad legal alguna, y sin embargo capaz de decidir el destino de países enteros) al dirigirse a Varoufakis por primera vez en una reunión, cuando le dijo que tenía dos alternativas: o aceptar lo que le ofrecían o el Caos (implicando total falta de apoyo a los bancos griegos, salida del euro, descrédito global). Así es como se trata a los infantiles griegos, tuve que leer en la prensa, escuchar a mis colegas, sufrir en conversaciones informales. 

O como lo hacemos nosotros, o el diluvio. Si esto sigue así, me voy para Grecia. No sé si a organizar a partisanos, pero al menos para tomar el sol, contemplar el Partenón, y recordar a Zorba el Griego y a Aristófanes, quien supo burlarse de Sócrates poniéndolo en las nubes. A ver si aparece algún otro dramaturgo heleno que ponga a los eurócratas en las nubes también. Y los haga caer de bruces en la realidad, a las buenas o a las malas.
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Frans van den Broek es escritor peruano-holandés. Tiene estudios de biología y filosofía y es doctor en Letras por la Universidad de Amsterdam. Ha publicado numerosos artículos en revistas como Claves y Revista de Libros. Colabora habitualmente en el blog Debate Callejero. En la actualidad, es profesor en la Hospitality Business School de La Haya.

jueves, 23 de julio de 2015

Alemania termina con Grecia, la cuna de Occidente



Comparto este artículo sobre el caso griego por considerarlo de valor en la medida que ayuda a valorar desde la filosofía la actual tragedia griega.

Alemania termina con Grecia, la cuna de Occidente
 Por José Pablo Feinmann: A Jorge Aleman

Durante el reciente Foro del Pensamiento Latinoamericano realizado no hace mucho en San Miguel de Tucumán, muchos de los disertantes unieron la situación de Suramérica con el trágico destino que amenaza una vez más a los griegos, nada menos que a ellos que pasan por ser –para la tradición europea y para muchos de sus más eminentes filósofos– la cuna de la civilización occidental. Así, en uno de esos momentos de flojedad, descanso o reposo que se producen en estos eventos (y que son a menudo los más fructífero) me encuentro tomando un café con Jorge Aleman, a quien quiero y admiro. Me dice:

 “Lo de Grecia es increíble. La propia Europa se empecina en destruir a los griegos, a los de hoy que heredan a los de ayer en quienes Occidente encuentra su origen, el surgimiento de la tragedia, Homero, la filosofía. ¡Si Heidegger resucitara y viera esto! Pobre, se muere otra vez. Lo que hace Alemania es demencial”.

(Me pareció una mirada original, brillante. Me puse a pensar a partir de ahí. Aclaración: es la primera y última vez que te cito, querido Jorge. De aquí en más procedo a apropiarme de esta idea, tal como tu admirado Lacan se adueñó de tantas de los más grandes filósofos que lo precedieron, sobre todo Heidegger, y nunca los citó.)

Todos conocemos la cuestión griega. Sin embargo, no todos llegan a tematizar con rigor el tema complejo de las razones del poderío alemán en la etapa actual del occidente capitalista. La historia tiene innumerables tramas y está en perpetua redefinición. Si alguien creyó que Alemania fue destruida en la segunda guerra llamada mundial tendrá hoy que revisar esa certeza. Algo verdadero aún late en esa poderosa frase de Heidegger que ubica a Alemania en el centro del acontecer histórico de Occidente,

 “en el dominio originario de las potencias del ser. Justamente, si la gran decisión de Europa no debe caer sobre el destino de la aniquilación, sólo podrá centrarse en el despliegue de nuevas fuerzas histórico-espirituales, nacidas en su centro” (Introducción a la metafísica, capítulo I: La pregunta fundamental de la metafísica).

Heidegger dicta este curso ante un auditorio de jóvenes nacional-socialistas. en 1953, en plena Alemania del “milagro alemán”, habrá de publicarlo sin ningún cambio. Aquí, un joven Jurgen Habermas señalará que las palabras del Herr Rektor de Friburgo empujaban a los estudiantes a aceptar mansamente eso que luego les exigirían como oficiales. Se trata de un importante texto de Habermas sobre el deseo de Alemania de olvidar: “No es la principal tarea de los que se dedican al oficio del pensamiento la de arrojar luz sobre los crímenes que se cometieron en el pasado y mantener despierta la conciencia de ellos? En lugar de eso, la gran masa de la población, con los responsables de entonces y de ahora a la cabeza, sólo quiere oír hablar de rehabilitación” (Jurgen Habermas, Perfiles filosófico-políticos, Taurus, p. 64).

Por decirlo claro: nunca hubo un milagro alemán. El milagro alemán era una absoluta necesariedad para el occidente capitalista. Ese milagro (que sirvió, entre otras cosas, para demostrar que el atraso permanente de los países periféricos o subalternos se debía a su debilidad espiritual, o que impulsó el argumento racista de la pereza latina ante el dinamismo creativo de los germanos) fue obra del imperio que surge más integrado, poderoso después de la guerra, Estados Unidos. El Plan Marshall se crea para Alemania. Ahí, en el centro de Europa, está esa nación que debe ser cuidada, protegida por Occidente. De esta forma, luego de la caída del Muro, luego de la reunificación, Alemania consolida cada vez más su poder económico, su hegemonía sobre Europa.

 Hoy, la führer Merkel supera el poderío del führer Hitler. Pero la führer Merkel es más astuta que el desbocado führer de 1933. No tiene nada contra los judíos. Al contrario, son sus aliados. No tiene nada contra los norteamericanos. Sería largo trazar la historia de la rehabilitación del orgullo alemán. Hoy los “malvados” de los films ya no son los nazis, son los fundamentalistas del Islam y los inmigrantes indeseados. Los deudores también, claro. Aun no se han hecho films sobre deudores malvados, aun no hemos visto a los gloriosos marines entrar en las casas de los deudores, con sus cascos luminosos, sus metralletas imponentes y sus fusiles Barrett M82 fabricados por la Barrett Firearmas Company.

Aun no. Pero acaso no falte mucho. Por ahora, como Merkel en Grecia, entran, no como guerreros sino como mercaderes, siguiendo el viejo consejo que George Canning diera sobre Suramérica. Y aquí radica la gran diferencia entre la astuta Merkel y el desbocado Hitler. La Canciller del Cuarto Reich, la Canciller de Acero, entra y conquista por medio del dinero, no de las SS, ni de los oficiales que salían de las clases de Heidegger, ni de la aviación de Goering, ni de ese pueblo (“los verdugos voluntarios”) que entregaba su vida o tomaba la de sus enemigos por la gloria de su fuhrer y los mil años del Tercer Reich. Las finanzas, en el capitalismo, hacen las mejores guerras.

Pero ¿Grecia? ¿Cómo Alemania, en el centro de Occidente, no salva a Grecia, su remoto pero siempre presente origen? Grecia es la casa, el gran hogar, el punto de honor espiritual que siempre se ha exhibido con orgullo. Somos Occidentales porque nuestra patria es la de Parménides, la de Heráclito, la de Sócrates, la de Platón, la de Homero, la de los grandes poetas trágicos.

Entre 1830 y hasta cerca de su muerte, Hegel, en tanto Rector de la Universidad de Berlín, en tanto filósofo del estado prusiano, dicta sus olímpicas Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. En Grecia, respetuoso, se detiene y traza el linaje opulento de la Europa que él representa:

 “Entre los griegos nos sentimos como en nuestra propia patria, pues estamos en el terreno del espíritu (...) Grecia es la madre de la filosofía (...) El espíritu europeo ha tenido en Grecia su juventud: de aquí el interés del hombre culto por todo lo helénico” (Segunda parte: el mundo griego).

Los banqueros también se ocupan de Grecia, pero no parecieran ser hombres cultos pues desean destruirla, expulsarla del euro que da unidad al presente europeo. Ninguno parece comprender que Europa salva a Grecia o mata su juventud, su origen. Una Europa sin Grecia es una Europa bastarda, sin linaje, errabunda. ¿No es la errancia una de las modalidades de la existencia impropia o inauténtica en Heidegger? ¿No es la errancia algo propio de los judíos? Pero la jefa Merkel sabe que ahora los judíos tienen un poderoso Estado que les impide esa triste errancia mendicante a través de los pueblos. También los palestinos, como la jefa Merkel, saben que ahora los judíos tienen ese poderoso Estado, pero lo saben de otro modo, lo saben desde el dolor. ¿Es entonces hoy el Estado de Israel, antes que Grecia, el que representa el espíritu europeo? Sí, ya que el espíritu europeo se ha trastocado en el espíritu del capitalismo y el espíritu de este sistema de utilización del dinero en tanto arma de conquista no hay que buscarlo en Homero ni en Parménides ni en Platón. Lo expresó Gideon Gekko en el film Wall Street de Oliver Stone: Greed is good (la codicia es buena).

¿Olvidó la jefa Merkel el discurso que dio Heidegger cuando asumió (respaldado por las SA de Rohm) el rectorado de Friburgo? En esa dramática encrucijada, el Maestro de Alemania dijo:



 “El inicio es aun. No está tras de nosotros como algo ha largo tiempo acontecido. El inicio, en tanto es lo más grande (...) está ya allí como el lejano mandato de que recobremos de nuevo su grandeza” 

El inicio está en el futuro, pasó sobre nosotros y nos reclama, nos exige que seamos tan grandes hoy como lo fueron ellos en el pasado. Las conquistas de nuestras tropas no sólo deben ser materiales, territoriales, sino sobre todo espirituales. (Esto lo dice en Introducción a la metafísica.) Las tropas hitlerianas, según el Heidegger del rectorado, debían asaltar Europa para llevar con ellas, para entregarles a los olvidadizos de la grandeza del inicio, la magnificencia del espíritu helénico. Y concluye así:

 “Pero el esplendor y la grandeza de esta puesta en marcha (Aufbruch) sólo lo comprenderemos plenamente cuando hagamos la grande y profunda reflexión con la que la vieja sabiduría griega supo decir : ‘Todo lo grande está en medio de la tempestad’” (Platón, República, 497, d, 9).

 Heidegger utiliza a Platón para despertar el espíritu guerrero de su auditorio. Además, en honor de ese auditorio constituido por jóvenes que ya vestían el uniforme pardo de las SA, el Maestro introduce la palabra Sturm, que traiciona el lenguaje de Platón pero expresa el de las milicias que admirativamente lo escuchaban: las Sturm Abteilung (tropas de asalto). El genial y hábil filólogo sabía que en alemán Sturm era tanto tormenta como asalto. Así, tal como escribirá el profesor Dieter Muller a su hijo en una carta mortal:

 “Heidegger –ante nuestros espíritus estremecidos– acababa de crear el eje Atenas-Berlín” (JPF, La sombra de Heidegger, Planeta, Biblioteca Feinmann, Buenos Aires, 2015, p. 63).

Hoy ese eje, el del gran inicio que es aun, ya que es la grandeza que la nación hitleriana debe conquistar, está destrozado. El inicio ya no es. Berlín no sólo reniega de Atenas, la humilla. Los griegos, entonces, los griegos de hoy, deben recordar que uno de ellos, de nombre Zorba, cuando vio sus ilusiones y las de su amigo de aventuras destrozadas, cuando vio estallar y hacerse pedazos ese acueducto que habían tallado en el corazón de la montaña, se largó a reír, enseñó a su amigo a bailar la hermosa música de Mikis Theodorakis, abrió largamente sus brazos, echó una mirada omniabarcante a la catástrofe, a la derrota, y exclamó: “¡Qué hermoso desastre!” Y volvió a empezar.

Referencia

UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA SITUACIONAL: BITACORA DE PERCY CAYETANO ACUÑA VIGIL.

  UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA  SITUACIONAL.  Percy Cayetano Acuña Vigil. En este escrito se ha registrado información básica situacional con...