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lunes, 30 de enero de 2017

Alain Finkielkraut contra “el islamismo de izquierdas”

Alain Finkielkraut contra “el islamismo de izquierdas”

El pensador francés publica en español su controvertido ensayo ´Lo único exacto'
Madrid 28 ENE 2017 - 19:48 CET



Alain Finkielkraut, el pasado 26 de enero, en Madrid. ÁLVARO GARCÍA

El yihadismo avanza en su senda hacia la conquista del poder y el ulema Yusuf al-Qaradawi llama a la guerra santa. Un choque de civilizaciones estalla cada viernes en los suburbios de París. Olas de antisemitismo avanzan por los campos y las plazas de la dulce Francia y los papás judíos retiran a sus hijos de las escuelas temerosos del odio islamista. Los periódicos de la izquierda se callan entre asustados e interesados y prefieren el “fascismo” de Le Pen como chivo expiatorio. No estamos ante una distopía franco-francesa al estilo Houellebecq. Es la lista de obsesiones que alimenta la pluma del prestigioso pensador y ensayista Alain Finkielkraut (París, 1949), todas ellas y bastantes más reflejadas en las páginas de Lo único exacto (Alianza Editorial).

La nueva obra del autor de ensayos tan vitriólicos desde el punto de vista del análisis político y cultural como La identidad desdichada o La derrota del pensamiento volvió a hacerle merecedor de una acusación: la de ser el ideólogo en la sombra de la derecha identitaria francesa. La intelectualidad rive gauche lo ha venido tachando de reaccionario. Diarios como Le Monde o Libération y semanarios como L’Obs demolieron sus interpretaciones acerca de cuestiones como el avance islamista, la laicidad en la escuela pública, la integración o asimilación de los inmigrantes, la cuestión judía y el “antisemitismo de izquierdas” o lo que el autor considera “una pérdida de diversidad en Francia a manos de la homogeneización ideológica”.


Finkielkraut sostiene como tesis vertebradora del relato la imposibilidad de seguir analizando el mundo desde el plano histórico. Y a sus ojos, la dicotomía integración/asimilación cuando se habla de los inmigrantes y de su encaje en suelo francés –y en la identidad francesa: es la verdadera obsesión del autor- tiene que verse superada por la sincronización. “El filósofo marxista alemán Ernst Bloch habló en su libro Herencia de esta época de la no contemporaneidad de los contemporáneos. No vivimos todos la misma época. Y los yihadistas, los salafistas, los islamistas en general, viven en otra temporalidad histórica completamente distinta a la que estamos acostumbrados. Manejan otra agenda”.

El libro recoge 67 piezas escritas entre 2013 y 2015. Por ellas desfilan lo mismo una crítica sin freno al “esnobismo e infantilismo” de Quentin Tarantino en su película Django desencadenado, que un conmovedor retrato de Philip Roth en la fiesta de su 80 cumpleaños; o el lamento ante lo que el filósofo llama “el espíritu de penitencia” puesto en pie por el Estado francés tras los atentados yihadistas de París (“un espíritu que increíblemente convierte a las víctimas en culpables por aquello del ¿pero qué habremos hecho mal?”); o la falta de integración de los jóvenes inmigrantes de la Francia actual; o el surgimiento de “un nuevo fenómeno francés, el islamo-izquierdismo”.

"El Frente Nacional es temible pero no es fascista"




“Considero el Frente Nacional como un adversario, no quiero que llegue al poder ni que la señora Le Pen sea presidenta, su política económica me resulta sumamente inquietante, sus tropismos putinianos y trumpistas me parecen temibles… ¡la señora Le Pen fue a la Torre Trump y ni la recibieron, qué vergüenza!... pero no lo considero un peligro. Hace mucho tiempo que el FN dejó de ser un partido fascista, si es que alguna vez lo fue. Juega el juego democrático, gobierna en ciudades sin mucho escándalo y desde luego no quiere establecer una dictadura en Francia. Nunca votaré al FN pese a que entiendo el sentimiento de inseguridad cultural de muchos de quienes le votan. Lo mejor que pueden hacer los otros partidos contra el Frente Nacional es dar alternativas a la gente”.

El escritor parisiense tiene claro por qué levantan tanto resquemor en el arco político-mediático-intelectual de la izquierda sus denuncias de lo que llama “el nuevo malestar francés”. En una conversación con EL PAÍS en el Instituto Francés de Madrid, donde participó el jueves en La Noche de las Ideas, explica: “Lo que me achacan es haber escrito un libro en 2013, L’identité malheureuse (La identidad desdichada, editado en español por Alianza), donde defiendo el concepto de identidad francesa. También soy culpable de mis lazos con Israel. O sea, que como ve soy doblemente culpable. Soy un racista y defiendo cierta idea de mi país, lo que es un pecado. Y eso, ser el objetivo de los antirracistas es, para alguien que se llama como yo y que viene de donde yo vengo (el padre de Finkielkraut fue un judío polaco deportado a Auschwitz), terrible de verdad. Terrible e inesperado”.

Uno de los capítulos clave en su nuevo libro se titula El espíritu de penitencia, y es una de las claves para entender su (tremendamente discutible, como siempre en Finkielkraut) teoría del culpable y la víctima. Preguntado sobre si hay cierta dosis de masoquismo en esa búsqueda de culpables, contesta:

“Es muy curioso que usted utilice el concepto del masoquismo para hablar de esto. Hace años leí un artículo que Octavio Paz dedicó a Sartre tras la muerte de este. Decía que, en Sartre, el espíritu crítico había tomado la forma de un masoquismo moralizante. Sí: la izquierda ha sobrepasado la frontera que separa el espíritu crítico del masoquismo moralizante. Y en Francia eso se puso sobre todo de manifiesto en los días siguientes al atentado contra Charlie-Hebdo. Primero dijeron: ‘¡Es horrible!’. Y enseguida dijeron: ‘Bueno, pero es que hay gente a la que prácticamente hemos obligado a convertirse en terroristas”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/27/actualidad/1485543651_464357.html

Madrid 26 ENE 2017 - 23:47 CET
Alain Finkielkraut. Álvaro García

Decía Michel Foucault que la tarea de la filosofía no es otra que diagnosticar el presente. Y decía Charles Péguy: “Adelantarse, retrasarse, ¡cuánta inexactitud! Llegar a la hora es lo único exacto”. Coincidían, pues, en esa reivindicación furiosa del ahora frente a devaneos memoria listicos o arriesgadas predicciones de futuro. Y a ellos dos parece agarrarse intelectualmente como una lapa el pensador, ensayista y académico francés Alain Finkielkraut (París, 1949) en su libro Lo único exacto, que ahora llega en su versión en español editado por Alianza.

Finkielkraut ha visitado Madrid invitado por el Instituto Francés para participar en la segunda edición de La noche de las ideas. Se trata del capítulo español de una iniciativa multitudinaria e internacional que se inició el año pasado y que, esta vez bajo el título Un mundo en común, pretende analizar y debatir en numerosas ciudades y con la participación de destacados intelectuales y políticos, los actuales desafíos y problemas del planeta. El autor de ensayos controvertidos como La derrota del pensamiento o La identidad desdichada mantuvo ayer una conversación con el también pensador y ensayista Javier Gomá, director de la Fundación Juan March. Su título: ¿Qué futuro para la democracia? Posteriormente, otra mesa redonda reunió al exministro de Asuntos Exteriores socialista Miguel Ángel Moratinos con quien fuera su homólogo en el gobierno francés y secretario del Elíseo, Hubert Védrine.

El nuevo libro de Alain Finkielkraut en español llega dos años después de haber suscitado un auténtico volcán de crítica y diatriba en Francia, donde parte de la intelectualidad y de la crítica lo tachó de reaccionario por las ideas que sobre cuestiones como el islamismo, la laicidad, la integración o asimilación de los inmigrantes o la cuestión judía trata en estas páginas. “Conocí otra época, en la que el debate intelectual en Francia era vivo, tenso, pero no violento. Las listas negras han vuelto y la palabra reaccionario ha recobrado un interés que había perdido. La conversación intelectual ha adquirido una inusitada violencia en Francia”, asegura Finkielkraut, que en gran parte culpa de ello al “surgimiento de un neo progresismo brutal que considera que el peligro que acecha a mi país no es el nuevo e indudable antisemitismo que se está produciendo, sino simplemente el Frente Nacional”.

Por cierto, el profesor de Historia de las Ideas en la Universidad Politécnica de París cree que Marine Le Pen no será presidenta de Francia, “aunque sí llegará a la segunda vuelta de las presidenciales y quizá hasta gane la primera”. Considera como “un adversario” al Frente Nacional, dice no desear en absoluto que Le Pen presida el país pero no cree que el Frente Nacional sea “en absoluto” un partido fascista.

Por las 67 piezas recogidas en el libro, escritas entre 2013 y 2015, desfilan lo mismo la denuncia del Django desencadenado de Tarantino que un conmovedor retrato de Philip Roth a sus 80 años; el lamento ante lo que el filósofo llama “el espíritu de penitencia” puesto en pie por el Estado francés tras los atentados yihadistas (“un espíritu que increíblemente convierte a las víctimas en culpables por aquello del ¿pero qué habremos hecho mal?”), la falta de integración de los jóvenes inmigrantes de la Francia actual o las reflexiones sobre el “atolladero moral de Auschwitz”.

El autor considera que Francia, y el mundo en general, se encuentran inmersos en un “choque de civilizaciones” y que “un actor imprevisto ha entrado de lleno en nuestra historia: el Islam político”.

Y cree que “la Historia como ejercicio de memoria ya no nos sirve para analizar eso”. Finkielkraut, recurrentemente masacrado en lo dialéctico por casi todo el arco de la izquierda francesa y por medios como el diario Le Monde o el semanario L’Obs, denuncia además “el surgimiento de un nuevo fenómeno político en Francia, el islamo-izquierdismo”. Frente a eso, Finkielkraut parece sentirse mucho más confortable en el seno de una nueva tendencia intelectual de corte conservador, “pero no un conservadurismo que no es reaccionario ni racista, y que no quiere cambiar el mundo, sino salvar el mundo”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/26/actualidad/1485461021_814480.html

Europa... ¿seducción o rapto?

Un libro reúne ensayos de 18 autores sobre la crisis de identidad del viejo continente y sus problemas políticos y sociales
Madrid 21 ENE 2017 - 00:00 CET

Refugiados esperan un plato de comida en un almacén aduanero en Belgrado (Serbia). MARKO DJURICA REUTERS

Cosa de varios milenios ya, y seguimos sin estar seguros de la mayor. ¿Fue la pobre Europa seducida y llevada en volandas por el dios Zeus disfrazado de toro o la raptaron los malvados cretenses? El caso es que no hay evidencia demostrable –y lo menos que puede decirse a estas alturas es que nunca la habrá- acerca de cómo llego a Creta la bella fenicia. Cosas de la mitología, que no suele traer bajo el brazo escuadra y cartabón.

Así que, ante la duda y ante las dudas, el editor alemán afincado en Barcelona Raimund Herder tiró de los profesores y pensadores Miquel Seguró y Daniel Innerarity para tratar no de aclarar cosas en torno a lo que fue, es y puede que sea la vieja Europa, sino probablemente para embarullar un poco más la cuestión: la misión de cualquier editor de temas de ensayo que se precie, vaya. El resultado es el libro ¿Dónde vas, Europa? (Herder Editorial, 260 páginas), un contradictorio y enriquecedor crisol de opiniones, datos, lamentos, denuncias, esperanzas, alegrías y desencantos en torno al continente y, más concretamente, en torno a los procesos de integración y desintegración políticos, económicos, sociales y culturales. Procesos de seducción y rapto, en suma.

La nómina de los firmantes coordinados por los editores del libro es tan heterodoxa como las propias opiniones reflejadas. Profesores y catedráticos de filosofía (Marina Garcés, Roberto Esposito, Manuel Cruz, Daniel Gamper, Daniel Innerarity, Santiago Zabala, Victoria Camps, Francesc Torralba, Yves Charles Zarka…), expertos en pensamiento político (Ramón Cotarelo), sociólogos como Anthony Giddens o Eva Illouz, ensayistas y columnistas (Josep Ramoneda), pensadores de rango internacional como Slavoj Zizek o Gianni Vattimo y hasta religiosos como el todopoderoso cardenal Gianfranco Ravasi…

Uno se zambulle en este libro-chequeo y el diagnóstico del paciente no es bueno.
Hubo y hay mucho de seducción, sí, en aquella vieja señora cuyas fronteras geopolíticas se remontan a 1453, cuando los turcos tomaron Constantinopla: un cúmulo de valores que hablan de tolerancia, humanismo, progreso y preocupación social. Pero también hay rapto: el de una Europa víctima de sus dudas, sus vacilaciones, sus propios intereses y sus complejos. A sangre y fuego se hizo la historia europea, hasta que un puñado de políticos visionarios como Schuman, Monnet, De Gasperi o Adenauer decidieron que no podía reeditarse nunca más semejante selva de tumbas. Y así ha sido, de hecho.

Por encima de la impotencia de las desigualdades sociales (el déficit social es el gran fantasma que recorre hoy Europa, a juicio de Daniel Innerarity), de la crisis de los refugiados o de la cobardía continental a la hora de estampar su firma como garante de los más desfavorecidos y de su impotencia en el intento de un tú a tú con Estados Unidos o China, es cierto que Auschwitz y Verdún quedan lejos. No se han repetido y salvo apocalipsis improbable, no se repetirán. No hay guerras en Europa, sí conflictos locales, pero no guerras. Y el continente sigue siendo La Meca para millones de aspirantes (incluso musulmanes) a algo tan excesivo como una relativa dignidad.

De profunda crisis de identidad europea hablan algunos de los colaboradores de este ensayo colectivo, “Europa está bajo mínimos, parece ir a la deriva, hacer aguas por todas partes y necesitar con urgencia pasar por el diván”, sostiene Miquel Seguró, investigador de la Cátedra Ethos de la Universitat Ramón Llull, que alude al Brexit y a la crisis de la deuda en Grecia como exponentes de la “poca consistencia ideológica del proyecto común”. También el escritor y catedrático Ramón Cotarelo se refiere al resultado del referéndum británico y a la salida de la UE por parte de Reino Unido: “Un aspecto importante del actual proceso de unificación del continente es que la hipótesis de la separación voluntaria o forzosa de un miembro no estaba prevista en los tratados (…) El resultado del referéndum inglés hizo añicos la autocomplacencia europea y la confrontó con su realidad” .

Cotarelo, además, apuesta por la Europa de las regiones más que por la Europa de los estados. ¿El motivo?: “Que una ojeada al funcionamiento real de la UE muestra a primera vista una desigualdad en la influencia política de los Estados, lo que refleja otra desigualdad de carácter económico y social”.

El sociólogo británico Anthony Giddens, ex asesor de Tony Blair, ideólogo de la Tercera Vía y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2002, denuncia sin piedad en el libro (en un texto cedido para la ocasión y escrito antes del Brexit) lo que considera una mezcla de torpeza e intereses políticos en la persona de David Cameron a la hora de convocar el referéndum para la salida o permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. “Si Gran Bretaña queda fuera de la UE”, escribía Giddens, “Estados Unidos empezará a pasarla por alto, al igual que otros estados relevantes del mundo”.

El rapto de Europa… Una Unión Europea raptada a la realidad política si no se llega a una verdadera política exterior común: es la idea que parece sugerir en su contribución (Europa hacia el exterior) Javier Solana, exministro socialista y exsecretario general del Consejo de la UE y de la OTAN. Amenazas y riesgos como el ciberriesgo o el terrorismo transnacional llevan a Solana a desconfiar de las soberanías nacionales individuales como vehículo de respuesta eficaz. “Aunque a algunos no les guste, el mundo es irremediablemente global”, escribe Javier Solana, que lamenta la respuesta “descoordinada y decepcionante” dada por la Unión Europea a la crisis de los refugiados.

Slavoj Zizek y los refugiados: los "otros"

 

No suele morderse ni la lengua ni la pluma el pensador y ensayista esloveno Slavoj Zizek. Y no lo hace en ¿Qué dice sobre Europa nuestro miedo a los refugiados?, su contribución al volumen colectivo. Zizek viene a lamentar a las claras el estado de Europa, y denuncia la hipocresía continental para con el otro en general y los refugiados e inmigrantes en particular. Partiendo de la visión lacaniana sobre el carácter patológico de los celos, el autor de La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror se retrotrae al odio nazi contra los judíos: una patología pura y dura. Pero también define como tal “el miedo creciente que despiertan en Europa los refugiados y los inmigrantes: Un discurso paranoico que dice más sobre nosotros, los europeos, que sobre los inmigrantes”. Y a partir de ahí denuncia por igual lo que considera sendos ejercicios de hipocresía: tanto “la atmosfera de miedo y de lucha contra la islamización de Europa”… como “la idealización humanitaria de los refugiados y la auto culpabilización humanitaria”.

 El diagnóstico de Zizek es, como suele, feroz: "La cuestión", escribe, "no es reconocernos en los extranjeros, sino reconocer al extranjero que hay en nosotros -en ello reside la dimensión más íntima de la modernidad europea-. El reconocimiento de que todos nosotros somos, cada uno a nuestra manera, unos lunáticos extraños es la única esperanza de que pueda existir una coexistencia tolerable de diferentes estilos de vida".

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/20/actualidad/1484934237_304676.html


miércoles, 7 de octubre de 2015

Alain Finkielkraut: "La France se désintègre"



Alain Finkielkraut: "La France se désintègre"




Propos recueillis par Christian Makarian, publié le

Alain Finkielkraut.

Alain Finkielkraut.
MICHEL LABELLE POUR L'EXPRESS

Dans son dernier livre, La Seule Exactitude, Alain Finkielkraut trace à la machette un chemin de réflexion à travers les grands débats qui divisent le pays. A droite? Il s'en défend. Tout en expliquant pourquoi la gauche a perdu son hégémonie culturelle.

Dans votre livre, La Seule Exactitude (Stock), titre emprunté à Péguy, vous cherchez à dessiller les yeux de vos contemporains en écartant bon nombre de contrevérités. Notamment en ce qui concerne le thème récurrent de l'"islamophobie". Où est donc l'exactitude? 

Il y a une phrase de Paul Valéry que je médite sans cesse. "Quand un homme ou une assemblée, saisis de circonstances pressantes ou embarrassantes, se trouvent contraints d'agir, leur délibération considère bien moins l'état même des choses, en tant qu'il ne s'était jamais présenté jusque-là, qu'elle ne consulte des souvenirs imaginaires." Cette disposition spontanée de l'esprit est de nos jours aggravée par le traumatisme de la Seconde Guerre mondiale. Hitler nous hante et nous incite à nous souvenir d'abord, au lieu de répondre par l'invention à l'originalité de la situation présente.  

Alors même que l'antisémitisme est devenu un code culturel dans ce que l'on appelle, hélas à juste titre, "les territoires perdus de la République", des journalistes comme Edwy Plenel, des sociologues comme Luc Boltanski, des historiens comme Enzo Traverso ou Pierre Rosanvallon observent la présence de thèmes traditionalistes et xénophobes issus de la rhétorique de l'Action française ou du nationalisme barrésien. Et ils s'inquiètent de la réorientation contre les musulmans d'une hostilité qui était principalement dirigée contre les juifs et le judaïsme durant la première moitié du XXe siècle. 

On se réfère à la douloureuse histoire des juifs pour occulter purement et simplement la nouvelle judéophobie. L'antisémitisme européen s'affaiblit à mesure que l'antisémitisme islamiste se renforce. L'inexactitude dans laquelle nous sommes plongés devient intolérable; il faut de toute urgence rendre le présent présent à lui-même. 

La constatation de l'antisémitisme a-t-elle constitué le point de départ de votre réflexion? 
Non, mais ce qui est particulièrement scandaleux, c'est d'invoquer la mémoire de l'antisémitisme pour mieux nier sa forme contemporaine. Notre époque se conçoit autre qu'elle n'est, et cet anachronisme prend aussi de tout autres formes, qui ne sont pas moins inquiétantes. Sous le nom ridicule d'"incivilités", la violence augmente constamment, l'insécurité gagne; la culture ne cesse de perdre du terrain; l'école républicaine, qui fut notre fierté, s'effondre à coups de réformes toutes plus catastrophiques les unes que les autres.  

Bref, la France se désintègre. Elle faisait naguère encore envie, elle fait maintenant pitié. Elle était un modèle, elle devient un repoussoir: c'est pour ne pas connaître le destin de la France que les pays d'Europe centrale refusent obstinément d'accepter sur leur sol des quotas permanents de demandeurs d'asile. Ils le disent d'ailleurs explicitement. Ce constat est déprimant, mais plus déprimante encore est l'interdiction de le dresser. Si vous regardez les choses en face - c'est cela l'exactitude -, vous êtes aussitôt accusé de faire le jeu du Front national et l'automatisme antifasciste prend le pas sur l'analyse des faits. Voilà le danger que je dénonce. Nous devons impérativement mettre nos montres à l'heure. Il faut penser en d'autres termes. Car nous vivons un moment inédit de notre histoire. 



Après le 11 janvier, très vite, "on a constaté que tout le monde n'était pas Charlie. [...] Un clivage est apparu dans la société française", estime Alain Finkielkraut.

Après le 11 janvier, très vite, "on a constaté que tout le monde n'était pas Charlie. [...] Un clivage est apparu dans la société française", estime Alain Finkielkraut.
REUTERS/Eric Gaillard

D'où provient cet affaissement français? 
Raymond Aron a très justement écrit: "La vanité française consiste à se reprocher toutes les fautes, sauf la faute décisive, la paresse de pensée." Cette paresse a pour nom aujourd'hui "mémoire". Entendons-nous bien : je ne milite pas contre le devoir de mémoire et pour le droit à l'oubli. La civilisation de l'Europe a été frappée à mort par les armes d'un des peuples les plus civilisés d'Europe. 
"Nous ne sommes pas sortis de ce malheur", comme l'a dit François Furet. L'histoire, cependant, ne prévoit pas de session de rattrapage. 

Nous avons des démons, c'est vrai. Mais nous avons aussi des ennemis, alors qu'au sortir de la Seconde Guerre mondiale nous avions décidé de ne pas en avoir. Si nous nous laissons accaparer par nos démons au détriment de l'attention qu'il faut porter à l'ennemi, nous courons à la catastrophe. Notre temps ne ressemble à aucun autre, il faut l'admettre. 

Qui est cet ennemi? Contre qui sommes-nous en guerre? 
Il faut toujours se souvenir de ce propos de Julien Freund: "Ce n'est pas nous qui désignons l'ennemi, c'est lui qui nous désigne. Et s'il veut que nous soyons son ennemi, nous aurons beau lui faire les plus belles protestations d'amitié, nous le serons. Et il nous empêchera même de cultiver notre jardin." L'islamisme radical a déclaré la guerre aux "juifs et aux croisés". Il faut en prendre acte. Cela signifie peut-être que le multiculturalisme, dans lequel nous avons cru, est une illusion. Nous nous attendions, avec la diversité, à l'idylle ; or nous sommes entrés dans un climat de plus en plus dur, dans la confrontation. 

Pourquoi? 
L'intégration est en crise. La France a abandonné le concept d'assimilation, jugé trop unilatéral, elle lui a préféré le paradigme plus ouvert de l'intégration, mais celle-ci ne fonctionne plus, au point même que certains lui substituent l'idée de société inclusive. Comme si c'était en ne demandant plus rien à nos hôtes que nous réussirions à établir avec eux un modus vivendi et que le "vivre ensemble" retrouverait son harmonie perdue. Ces replis successifs témoignent de l'extrême difficulté de faire cohabiter, à l'intérieur d'une même communauté, des peuples qui ne partagent pas les mêmes principes, ni les mêmes traditions, ni le même idéal. 

Dans votre livre, vous écrivez que le djihad a dressé un mur entre le monde arabo-musulman et le nôtre. Ce mur traverse-t-il aussi la société française? 

On ne peut tout de même pas oublier le 11 janvier. Des dessinateurs, des journalistes ont été assassinés parce qu'ils avaient offensé le prophète de l'islam; et des juifs l'ont été parce qu'ils étaient juifs. Le peuple est descendu dans la rue pour dire que la liberté d'expression, l'humour, la satire étaient constitutifs de l'identité nationale et que c'était à prendre ou à laisser. Le slogan "Je suis Charlie" a alors émergé.  

Mais, très vite, un deuxième choc s'est produit. On a constaté que tout le monde n'était pas Charlie. Les habitants des quartiers "populaires" sont restés chez eux. Parce que, selon eux, ces dessinateurs étaient allés trop loin. Un clivage est apparu dans la société française et je ne crois pas que les choses vont aller en s'arrangeant. J'ai peur que se développe en France une espèce de sécessionnisme culturel et territorial. Quand on dit "quartiers populaires" aujourd'hui, on entend quartiers vidés du peuple "old school", pour reprendre l'expression récente de Michel Onfray. Est-ce à dire qu'il y aurait désormais deux peuples en France et qu'on ne peut plus les réconcilier? 




"Ce n'est pas nous qui désignons l'ennemi, c'est lui qui nous désigne." Exécution par Daech de 30 Ethiopiens, en avril dernier.

"Ce n'est pas nous qui désignons l'ennemi, c'est lui qui nous désigne." Exécution par Daech de 30 Ethiopiens, en avril dernier.
AFP PHOTO/AL-FURQAN MEDIA

N'y a-t-il pas une grande responsabilité politique dans cet état de conflictualité? 
Devant la révolution démographique que nous connaissons, il aurait fallu réaffirmer clairement les lois de l'hospitalité. Il aurait fallu dire haut et fort que certaines traditions, valeurs et coutumes n'étaient pas négociables, plutôt que de rechercher sans cesse des accommodements de moins en moins raisonnables. On aurait dû, surtout, mener, une politique scolaire digne de ce nom. C'est à l'école que la France se présente à tous les enfants, qui sont, comme l'a écrit Hannah Arendt, non seulement des êtres inachevés, mais aussi des nouveaux venus sur la terre.  

Or la droite et la gauche ont abandonné toute véritable ambition éducative. Au lieu de cultiver les élèves, c'est-à-dire de les introduire dans un monde plus vieux qu'eux, on s'efforce de les désennuyer, on les incite à construire eux-mêmes leur propre savoir, on abdique peu à peu toute autorité. L'école ne joue plus son rôle. Enfant d'immigré, j'ai eu la chance de pouvoir assimiler une partie de la culture française; cette chance est refusée aux enfants des nouvelles générations. 

La dernière réforme du collège enfonce le clou dans le cercueil en réduisant encore la part des disciplines au profit d'enseignements interdisciplinaires qui ne font qu'introduire dans les têtes, à la place de la culture, la nouvelle religion civile faite de tri sélectif et de lutte contre les discriminations. C'est comme si la France, devenue société postnationale, postlittéraire et postculturelle, prenait peu à peu congé d'elle-même. 

La gauche et la droite sont-elles toutes deux coupables? 
Oui. La gauche, parce qu'elle a sombré dans l'égalitarisme. La droite, parce qu'elle en est venue à concevoir l'enseignement comme une adaptation aux exigences de l'économie. 

Comment réagissez-vous devant le drame de ces centaines de milliers de migrants, privés de tous les droits dans leur pays, qui accostent sur les rives de l'Europe au péril de leur vie? 

Devant ce mouvement de population, nous sommes tous frappés de stupeur. Malheureusement, dès qu'on essaie d'y réfléchir, on est voué à l'opprobre. La photo du corps du petit Aylan n'était pas seulement une image; c'était un appel à notre humanité. Ce n'est pas une photo qui se regardait, c'est une photo qui nous regardait. Cet appel, certains ont voulu l'entendre comme une mise en accusation de l'Europe. Les éditorialistes, érigés en directeurs de conscience, ont fustigé la léthargie, l'indifférence, l'égoïsme des sociétés et des Etats du Vieux Continent. Ce procès est injuste.  

Si on assiste à un tel déferlement migratoire vers l'Europe, c'est parce que celle-ci est accueillante, à la différence de l'Amérique - qui se protège pour des raisons de sécurité - et des Etats du Golfe - qui sont des forteresses. Imbu jusqu'à l'ivresse de sa générosité abstraite, le nouveau pouvoir spirituel n'accorde plus de place dans la morale à la morale de responsabilité, c'est-à-dire au souci des conséquences. Contrairement à ce que réclame Marine Le Pen, il faut coûte que coûte maintenir vivant le droit d'asile. Mais il faut savoir aussi qu'avec la nouvelle immigration la proportion des "Je suis Charlie" ira diminuant, en France comme dans le reste de l'Europe. Les services de renseignement allemands avertissent déjà que le prosélytisme islamiste est très actif parmi les réfugiés qui se pressent au pays de maman Merkel. 




"Si l'on assiste à un tel déferlement migratoire vers l'Europe, c'est parce que celle-ci est accueillante." A la frontière franco-italienne, le 30 septembre.

"Si l'on assiste à un tel déferlement migratoire vers l'Europe, c'est parce que celle-ci est accueillante." A la frontière franco-italienne, le 30 septembre.
REUTERS/Eric Gaillard

La cause de ce déferlement se trouve dans la violence extrême dont souffrent les populations musulmanes... 

Violence ostentatoire, qui plus est. Avec Daech, c'est comme si les nazis avaient érigé les chambres à gaz en argu ment de propagande. Daech attire, non tant parce qu'il ressusciterait l'idéal médiéval du califat, mais parce qu'il coupe les têtes des chrétiens, des yézidis, des homosexuels... Ses films publicitaires ne montrent que des massacres. 

Daech recrute ainsi en Tunisie, dans tout le monde musulman, en Europe, jusque parmi des convertis normands. Je suis incapable d'expliquer ce phénomène. En Syrie, la situation est d'autant plus effroyable que deux barbaries se font face. J'entends, ici ou là, qu'il faudrait, pour vaincre Daech, envoyer des troupes au sol. Je n'ai pas d'avis autorisé à ce sujet, mais il serait assez incompréhensible que les Syriens fuient leur pays du fait de la guerre et que l'Europe doive à la fois les accueillir et faire la guerre à leur place.  

Il faut une conférence internationale, et pas seulement européenne, pour définir des conditions d'accueil, mais aussi pour se demander comment mettre fin à ce que Jean-Luc Mélenchon lui-même qualifie de "véritable hémorragie". On ne peut pas consentir à ce que l'Erythrée se vide de ses habitants, à ce que les trafiquants d'êtres humains - que la photo du petit Aylan a dû mettre en joie - fassent des fortunes sur le dos de pauvres gens, on ne peut pas laisser la situation se dégrader comme c'est le cas à l'heure actuelle. Cela ne peut pas être résolu en jouant sur le masochisme moralisateur des Européens. 

Les populations d'Europe centrale, ou du Danemark, sont plus rétives encore. Avec le communisme, les pays d'Europe centrale ont subi la loi d'un Etat étranger, en l'occurrence l'Union soviétique. Après la chute du Mur de Berlin, ils ont retrouvé leur souveraineté; ils ne peuvent pas consentir que celle-ci soit maintenant abandonnée au profit d'une nouvelle instance bureaucratique, l'Union européenne. Si on ne peut pas décider de l'admission des migrants, on cesse d'être souverain.  

La France, elle, est une nation à cran. Marseille est devenue la capitale de l'hyperviolence, des villes comme Mulhouse, Roubaix, Tourcoing, Albi, Carpentras deviennent méconnaissables. On y trouve de plus en plus de rues où les femmes voilées sont majoritaires. Les Français ne voient pas cette mutation d'un bon oeil, ils ne comprennent pas pourquoi on qualifie de raciste leur réaction. Ils se disent que si l'intégration est en panne, l'actuel déferlement migratoire ne pourra qu'aggraver les tensions. C'est tout. Ce n'est pas, comme le voudraient certains, la xénophobie qui parle, c'est le sens commun.  




"Si on ne peut pas décider de l'admission des migrants, on cesse d'être souverain. La France, elle, est une nation à cran." Manifestation contre l'immigration illégale, le 4 octobre, à Calais.

"Si on ne peut pas décider de l'admission des migrants, on cesse d'être souverain. La France, elle, est une nation à cran." Manifestation contre l'immigration illégale, le 4 octobre, à Calais.
REUTERS/Pascal Rossignol

Une force politique exploite ce sens commun à des fins tout autres... 
Nous assistons à la naissance d'une coalition entre la gauche morale et le grand patronat. Pour les patrons, français ou allemands, les hommes sont inter changeables, on souhaite donc la bienvenue à ces nouveaux arrivants qui exerceront une heureuse pression à la baisse sur les salaires. La gauche morale préconise quant à elle l'hospitalité inconditionnelle. Edwy Plenel fait cause commune avec Pierre Gattaz : c'est comique. Face à cette alliance de la calculette et du violon, Marine Le Pen a raison de dire que l'immigration aujourd'hui est un problème en France, pas une chance. Mais ce qu'elle oppose à l'étalage des bons sentiments, ce n'est pas le sérieux de la morale politique, c'est l'inhumanité pure et simple. Elle n'a aucun problème à renvoyer tous les persécutés chez eux. Chacun balaie devant sa porte: cette "philosophie de concierge", comme disait Joseph Roth, ne doit en aucun cas être la nôtre. 

La gauche a-t-elle perdu son hégémonie culturelle? 
Ce que pensent les gens de gauche, qu'ils soient rouges, roses ou verts, c'est que l'inégalité est la source de tous les maux qui rongent le genre humain. Pour eux, il n'est pas de conflit qui ne se résume à l'antagonisme entre les possédants et les dépossédés. Si la gauche a perdu la partie, c'est parce que le choc des cultures n'est pas soluble dans la question sociale. Les penseurs de gauche préfèrent se crever les yeux plutôt que de penser à nouveaux frais. 

Comment percevez-vous la centralité qu'a fini par occuper le Front national dans le paysage politique français? 
Je défends la France en tant que composante essentielle de la civilisation européenne, je ne me reconnais donc pas du tout dans les imprécations du souverainisme. Le Front national doit être jugé sur son programme actuel. Il ne menace pas la démocratie, mais il est dangereusement poutinolâtre. Il n'est plus antisémite, il n'est pas engagé dans une croisade contre les musulmans. En même temps, il présente l'immigration comme un tout, il refuse de faire les distinctions qui sont au fondement de l'humanisme, et c'est à ce titre qu'il doit être combattu. 

Vous êtes de plus en plus souvent classé à droite par vos détracteurs. Que répondez-vous? 
On ne me classe pas seulement à droite, on fait de moi un raciste et on m'inscrit périodiquement sur les listes noires des "néofachos", alors même que je soutiens, contre tous les amalgames, le travail critique que mènent courageusement des intellectuels musulmans comme Abdennour Bidar, Boualem Sansal, Kamel Daoud. Face à cette violence verbale, je dispose heureusement de la maxime popularisée par Jacques Chirac, qui ne fut pas un grand président, mais un maître zen: "Ça m'en touche une, sans faire bouger l'autre."

Fuente L'express 

Consultar tambien en mi Blog: Polis vs Caos



Traducción personal.

En su último libro, La Exactitud, Alain Finkielkraut traza un camino reflexivo a través de los grandes debates que dividen el país. ¿A la derecha? Él se defiende.  Al explicar por qué la izquierda ha perdido su hegemonía cultural.

En su libro, La Exactitud (Stock), título tomado de Péguy, Ud. intenta abrir los ojos de sus contemporáneos mediante la difusión de muchas controversias. En particular, con respecto al tema recurrente de la "islamofobia". ¿Dónde está la precisión?

Hay una frase de Paul Valéry sobre la que medito incesantemente. "Cuando un hombre o asamblea, frente a circunstancias urgentes o embarazosas, encuentra restricciones para actuar, ya que sus deliberaciones consideran mucho menos el mismo estado real de la situación, que nunca se había presentado hasta ahora, y más bien consulta recuerdos imaginarios”. Esta disposición espontánea de la mente hoy en día se ve agravada por el trauma de la Segunda Guerra Mundial. Hitler nos persigue y nos anima a recordar en primer lugar, en vez de responder por la originalidad de la situación actual.

A pesar de que el antisemitismo se convirtió en un código cultural en lo que se llama, por desgracia con razón "los territorios perdidos de la República", periodistas como Edwy Plenel, como sociólogos Luc Boltanski, historiadores como Enzo Traverso o Pierre Rosanvallon observan la presencia de los temas tradicionalistas y la retórica xenófoba de la Acción Francesa o el nacionalismo Barres. Y se preocupan por el cambio en contra de los musulmanes, de la hostilidad que fue dirigida principalmente contra los judíos y el judaísmo en la primera mitad del siglo XX.

Se refiere a la dolorosa historia de los judíos de ocultar simplemente la nueva judeofobia. El antisemitismo europeo se está debilitando tanto como el antisemitismo islámico se fortalece. La inexactitud en la que estamos inmersos se vuelve intolerable; debemos hacer con urgencia este presente, presente para nosotros mismos.
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Les années trente, dit-on, sont de retour. La droite intégriste et factieuse occupe la rue, l’ordre moral sort des catacombes, la crise économique pousse à la recherche d’un bouc émissaire et l’islamophobie prend le relais de l’antisémitisme. Cette analogie historique prétend nous éclairer : elle nous aveugle. Voulant lire ce qui arrive à la lumière de ce qui est arrivé, elle en occulte la nouveauté inquiétante.

Montrer que nous vivons un tournant historique, paradoxalement masqué par la référence incessante à l’Histoire; appréhender ce moment crucial dans ce qu’il a d’irréductible au répertoire de nos vicissitudes : tel est le pari de ce livre. Et l’enjeu est existentiel autant qu’intellectuel. Si, comme l’écrit François Mauriac, « l’épreuve ne tourne jamais vers nous le visage que nous attendions », il nous incombe d’être à l’heure au rendezvous et de regarder en face le visage que nous n’attendions pas.Dans une époque qui tend à se prendre pour une autre, l’exactitude devient la tâche prioritaire de la pensée.

A. F.

UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA SITUACIONAL: BITACORA DE PERCY CAYETANO ACUÑA VIGIL.

  UCRANIA: INFORMACIÓN BÁSICA  SITUACIONAL.  Percy Cayetano Acuña Vigil. En este escrito se ha registrado información básica situacional con...