jueves, 24 de julio de 2014

El último hombre: FUKUYAMA

Concepto del último hombre en Francis Fukuyama

Jesús María Dapena Botero (Desde Vigo, España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Para el politólogo estadounidense de origen japonés, plantea que con la caída del muro de Berlín, la historia humana, como lucha entre ideologías ha concluido, con la instauración de un pensamiento único, que da paso a una política y una economía neoliberales.


Su planteo parte de Hegel y Kojève, ahora, supuestamente, sin más luchas entre amos y esclavos, el deseo de reconocimiento se paraliza, de tal modo que la única opción para el pensamiento es acomodarse en el liberalismo democrático, que deviene en un pensamiento único, puesto que las ideologías ya no son necesarios con el triunfo de la economía sobre la política, de tal manera, que los Estados Unidos de América sería la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases, según nos informa Wikipedia.

Para Fukuyama, los nuevos acontecimientos serán sólo los científicos, puesto que la Ciencia aún no ha llegado a sus confines pero pocos académicos apoyaron la tesis de Fukuyama, ya que a la par que se daba la globalización aparecían nuevos fenómenos internacionales como el terrorismo, procesos de integración regional más complejos, los movimientos contra el neoliberalismo en Seattle, las cuales parecían desmentir las creencias que Fukuyama pretendía hacernos creer casi como un dogma.

Fukuyama, nacido en Chicago en 1952, fue uno de los organizadores del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, fundado en 1992, con el fin de promover el liderazgo mundial de los Estados Unidos de América, con una mayoría de miembros republicanos, vinculados a un movimiento neoconservador, lo que hace de tal Proyecto, una organización bastante polémica, para algunos tendiente a la dominación suprema, militar y económica de la tierra, el espacio, incluido el ciberespacio, de parte de los Estados Unidos, para prolongar la hegemonía del Imperio durante el siglo XXI, que trajo como consecuencia la invasión a Irak en el 2003, que redundaría en un rotundo fracaso, afortunadamente pues podría convertir al mundo en algo parecido a lo descrito por George Orwell en su novela 1984.

Durante los años posteriores el autor se haría más crítico de la política exterior estadounidense, de la que se iría apartando paulatinamente, enfrentado en una diatriba grande con los neoconservadores a los que siente que ya no puede apoyar más, dado el unilateralismo gringo y sus acciones en el Medio Oriente.

Según El fin de la historia y del último hombre, publicada en 1989, al darse por terminada la lucha entre ideologías, emergería la figura del último hombre, que es el que haría surgir la democracia liberal, con un triunfo definitivo sobre sus enemigos externos, aunque siempre habría un germen del mal entre los drogadictos, los desamparados, la gente sin hogar, los delincuentes más los daños que se producen sobre el medio ambiente y el frívolo consumismo. Pareciera que la Historia se encargaría ella misma de desmentir su grito triunfalista y desmentirlo.

Methol Ferré señala que Fukuyama intentaría aunar el positivismo científico y tecnológico de un Auguste Comte, con la dialéctica del Amo y del esclavo, que Hegel planteara en la Fenomenología del Espíritu, con la interpretación que hiciera del filósofo alemán, Alexandre Kojève, su divulgador en Francia, en un intento de superar un relativismo pesimista de un Spengler, profeta de la decadencia de Occidente, para dar pie a sociologías modernizadoras como la de Weber y Parsons, de tal forma que la modernización de las sociedades industriales en el capitalismo, democrático y liberal, nos llevarían al paradigma que Fukuyama designa como el Fin de la Historia, con una superación del Ancienne Régime de las monarquías absolutas, del fascismo y del totalitarismo soviético.

De acuerdo con ese esquema las sociedades capitalistas avanzadas como los Estados Unidos de América, Europa Occidental y Japón estarían en el Fin de la Historia, al conjugarse una economía de alta productividad – ahora en crisis – y una democracia liberal que nos adentran en el período de la post-historia, como punto final de la evolución de la humanidad y como forma final del gobierno, sin contradicciones fundamentales, bajo el amparo de una prosperidad económica, de la que ahora podemos dudar perfectamente, a partir del 2008, puesto que tampoco hemos llegado al ideal kantiano de una constitución cívica perfectamente justa, como el más elevado objetivo que la Naturaleza asigna a la especie humana.

Tampoco hay consenso de que de que el hombre a estas alturas del siglo XXI haya adquirido la dignidad humana; aún siguen rondando por el mundo más de un humillado y ofendido, en un contexto en el que la democracia neoliberal se deshace, en medio de sus propias contradicciones, lo cual parece que la historieta de Fukuyama no ha sido más que un mito autosuficiente.

Su visión economicista no explica la democracia liberal y la soberanía popular, mi garantiz de los Derechos Fundamentales, como tampoco valores básicos.

Methol Ferré no niega la búsqueda de reconocimiento que tenemos los seres humanos, como un valor que conlleva la dignidad de cada sujeto.

La antropología básica de Fukuyama es la de Platón, quien consideraba que las tres principales vertientes del ser humano son el deseo, la razón y el espíritu (Thymos).

Llama la atención que Fukuyama haya elegido el concepto de último hombre, el cual en Nietzsche, es un estado de la humanidad bastante degradado, por su conformismo, por su falta de crítica y de rebeldía, estado de camello que el ser humano debe trascender para convertirse en león y finalmente en ese niño que habita siempre en los hombres auténticos, en los hombres de verdad, esos superhombres, que distan muchísimo del ideal nazi, masificador y anulador de la subjetividad, porque el nietzscheano, es aquel que está en una lucha continúa por superarse dentro de su propia singularidad.

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 LAS TESIS DE FUKUYAMA SOBRE EL FIN DE LA HISTORIA.

Andrés HUGUET POLO.

  "El principal efecto de 1989 es que el capitalismo y la riqueza han dejado, por el momento, de tener miedo". (Eric HOBSBAWN: El día después del fin del siglo).

"La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo" (V.I. LENIN: El Estado y la Revolución.)

La teoría de Francis Fukuyama, director delegado del Cuerpo de Planeamiento de Política del Departamento de Estado de los Estados Unidos, acerca del fin de la historia, a partir de su publicación en l989 (acompañando los procesos de desmoronamiento de los regímenes de Europa Oriental y la perestroika de Gorbachov) viene teniendo particular difusión, dado el contexto de predominio ideológico liberal y particularmente neoconservador que caracteriza la producción intelectual en la presente etapa del capitalismo.

  No solamente por el tono triunfalista e inocultablemente hegemónico del documento, sino particularmente por la lógica de razonamiento y las tesis e interpretaciones que comporta, es que se hace importante analizarlo. Sobre todo cuando están comprometidos en sus análisis conceptos relacionados a la ideología, al papel de ésta en el conjunto de la sociedad y en el desarrollo de los acontecimientos humanos, a la historia y particularmente -en un tono predictivo- a las perspectivas de la historia. Todo ello además está indisolublemente ligado al análisis político y al uso de determinadas categorías al respecto.

  Otra razón importante es que la tesis que comentaremos está construida para, desde el terreno ideológico y al decir del mismo Fukuyama, poner " el clavo final en el ataúd de la alternativa marxista-leninista a la democracia liberal". Dada la importancia del marxismo en la reflexión social de los últimos 150 años, la pretensión anotada redobla el interés por el análisis y la crítica.

 LAS TESIS CENTRALES.

  El pensamiento de Fukuyama tiene un marco histórico bastante preciso: se trata de la coyuntura desarrollada a partir de 1989 en Occidente que ha estado signada por el inicio del desmoronamiento de los regímenes del "socialismo real" en Europa del Este. A la pregunta de qué es lo que significa este momento para occidente y el mundo, el autor responde que se trata ya no de una simple coexistencia entre capitalismo y socialismo, sino de la derrota de este último y de la victoria -para Fukuyama final- del capitalismo y del liberalismo como sistema político.

  Se trata no solamente de que ya no existan alternativas viables al capitalismo como sistema económico, y ello estaría demostrado por el restablecimiento de relaciones de producción capitalista en Rusia, China y Europa del Este y su inclusión en la economía de mercado, sino que además se trata del triunfo de la idea occidental, que para Fukuyama es principalmente la cultura occidental de consumo.

"Podríamos resumir el contenido del estado homogéneo universal como democracia liberal en la esfera política combinada con un fácil acceso a video caseteras y estéreos en lo económico".

Políticamente este desarrollo significa -y en ello Fukuyama utiliza a Kojéve- la existencia del liberalismo como estado homogéneo universal. Se trata de que, al no existir regímenes políticos superiores, y al haber fracasado los modelos que se pretendían alternativos, la democracia capitalista aparece como el régimen político absoluto e ideal. Este habría resuelto todas las inquietudes ideológicas planteadas y el país representativo de aquél, los Estados Unidos de Norteamérica, habría satisfecho incluso los máximos y extremos ideales de igualdad y libertad:

"Como Kojeve advirtió, el igualitarismo de los Estados Unidos de hoy representa el logro esencial de la sociedad sin clases previsto por Marx "

Por encima del triunfalismo y la confusión de conceptos explícita en la afirmación de Fukuyama, lo que trata de sustentar es que, después del advenimiento del estado democrático liberal en Europa del siglo XIX, no habría surgido ni podido aparecer, con real éxito y vigencia importante, ningún régimen político alternativo. ! La cuestión de clase habría sido resuelta por el capitalismo y el liberalismo!. La decadencia del socialismo sería demostración precisamente de esta tendencia.

1989, para Fukuyama, al igual que lo fue 1806 después de la batalla de Jena para Hegel, muestra el fin de la historia, en el sentido del fin de los regímenes políticos.

He ahí el sentido del fin de la historia para Fukuyama: es el término de la historia ideológica, la universalización de la democracia liberal como forma final de gobierno humano. Se trata, siguiendo un esquema que se autodenomina hegeliano, del triunfo de la idea, de la razón universal concretizada en el Estado capitalista. No importa que este régimen no esté vigente en todo el planeta, ni tampoco que se manifieste con "imperfecciones". Para Fukuyama la victoria del fin de la historia es suficiente es en el plano de las ideas y no todavía en el plano material.

"(...)en el fin de la historia no es necesario que todas las sociedades se conviertan en exitosas sociedades liberales sino que terminen sus pretensiones ideológicas de representar diferentes y más altas formas de la sociedad humana" 

Es, pues, el fin de las ideologías y de la historia. Paradójicamente, después de todo, un triunfo ideológico. Es el ajuste de cuentas, en este plano, que el capitalismo y el liberalismo hacen al "socialismo realmente existente" en retirada mundial. Después de que el mismo capitalismo había vivido, como señala Hobsbawn, en todo el siglo XX frente al fantasma de sus propias limitaciones y debilidades como sistema y con el temor de la posibilidad de un sistema alternativo.
 

  La primera tesis, pues, de Fukuyama tiene que hacer con la afirmación que absolutiza como definitivo, a partir de la consideración de la situación de los regímenes socialistas, el triunfo en la historia del liberalismo como sistema político. Las criticas, por ello mismo han estado orientadas a este respecto, a considerar el carácter arbitrario de tal deducción. Ya no solo desde el punto de vista de la realidad material de los regímenes liberales que en su historia real se hallan lejos de los modelos teóricos remisibles a los ideólogos de la Ilustración, sino porque en realidad nada descarta la posibilidad de emergencia de teorías y prácticas políticas nuevas. Probablemente es aquí donde se ve el franco carácter apologético de las tesis de Fukuyama.

  Ello resulta más claro cuando se sigue su razonamiento. La preeminencia del liberalismo en lo político y del capitalismo en lo económico -y de la cultura del consumismo en lo cultural- estará segura si se descartan lo que, a juicio del funcionario del departamento de Estado, son las dos principales posibles amenazas de magnitud atendible: la presencia de movimientos religiosos en política y el papel de los nacionalismos.

  En efecto, para Fukuyama, ambos fenómenos no constituyen tampoco un peligro alternativo que realmente compita con la democracia liberal triunfante. Después de haber descartado el análisis de cualquier régimen pequeño -es evidente que busca comunicarnos que regímenes como el de Cuba no tienen para su discurso mayor importancia, como no la tienen tampoco los países del tercer mundo- afirma que el islamismo no ha constituido mayor alternativa, sobre todo por que la afiliación religiosa no es generalizable y se limita a los países musulmanes. Mas aún, la religión no es generalizable a la política.

  Los nacionalismos resultan siendo otro fenómeno que podría ser entendido como de posibilidades alternativas o que, en todo caso, genera conflictos en el seno del propio mundo occidental capitalista. Fukuyama lo descarta por las siguientes razones:
a) el nacionalismo no es un fenómeno único, sino plural. Son demasiado diversas las alternativas y luchas nacionalistas y sus modelos para constituir una opción homogénea a la democracia liberal.

b) hay que distinguir entre nacionalismos sistemáticos con pretensiones políticas definidas (el nacionalsocialismo fascista, por ejemplo) de lo que podrían ser los nacionalismos tradicionales o espontáneos. Sólo los primeros pueden ser considerados como posible alternativa - y en realidad lo fueron, según Fukuyama,- a la idea liberal, pero fueron derrotados ideológica y materialmente.

  c) mientras el liberalismo como ideología cuenta además con un programa comprensivo para la reorganización socioeconómica de la sociedad, los nacionalismos tradicionales no, y más bien muchos de ellos se compatibilizan con el capitalismo.

  d) en realidad para Fukuyama los nacionalismos son fuente de conflictos sólo en las condiciones en que la democracia liberal es imperfecta, cuando el liberalismo es incompleto. El perfeccionamiento de la práctica liberal debería subsumir los movimientos nacionales.

  ) Cuál es el resultado del fin de la historia desde el punto de vista de las relaciones internacionales ?. Para Fukuyama se trata de una situación que aminora o desaparece los conflictos internacionales. La hegemonía capitalista y el predominio absoluto del liberalismo harán que en la sociedad post-histórica las luchas en gran escala entre estados desaparezcan. Se trata de la "mercadización-común" de las relaciones internacionales.

  Sin embargo, quizás en términos más concretos y precisos, la consecuencia internacional es la división de la humanidad y los países y naciones en sociedades históricas y post-históricas. Por cierto esta última situación le corresponde a los países de Europa occidental y particularmente al régimen político norteamericano. La segunda es la de la gran mayoría de países, particularmente los del tercer mundo, limitados a condiciones que no les permiten entrar en la modernidad de la sociedad post-histórica. También podrán existir situaciones en las que las sociedades se estanquen en la historia, como la que se puede presentar en la evolución de la URSS, según el autor que comentamos, ante las amenazas del nacionalismo eslavófilo.

  La descripción que el propio Fukuyama hace del tiempo post-histórico no puede ser mas patética: una sociedad unipolar, sin conflictos, incluso poco atractiva hasta para el mismo Fukuyama:

  "El fin de la historia será un tiempo muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la vida de uno por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de manifiesto bravura, coraje, imaginación e idealismo serán reemplazados por cálculos económicos, la eterna solución de problemas técnicos, las preocupaciones acerca del medio ambiente y la satisfacción de demandas refinadas de los consumidores. En el período post-histórico no habrá arte ni filosofía, simplemente la perpetua vigilancia del museo de la historia humana.Puedo sentir en mí mismo y ver en otros que me rodean una profunda nostalgia por el tiempo en el cual existía la historia. Tal nostalgia de hecho continuará alimentando la competición y el conflicto incluso en el mundo post-histórico por algún tiempo. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos mas ambivalentes para la civilización que ha sido creada en Europa desde 1945 con ramales en el Atlántico Norte y en Asia. Quizás esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento en el fin de la historia servirá para hacer que la historia comience una vez más."

COMENTARIOS.

1. Es inocultable la naturaleza conservadora del pensamiento de Fukuyama -en el sentido de concentrarse en la defensa del sistema establecido-. Pero además de ello se trata de una teoría que propicia el estatismo, la inamovilidad de la historia, aunque paradójicamente se reclame hegeliana. El substrato esencial de lo que sostiene Fukuyama pretende limitar la evolución política y económica de la humanidad a los limites del capitalismo -formulado además en términos totalmente ideales y ficticios, en función del libre mercado, dejando de lado en el análisis la acción imperial y de los monopolios-. Igualmente reduce las posibilidades políticas de la humanidad a los marcos, también ideales, de la democracia liberal. 


A contraparte de lo señalado por Fukuyama, es posible asumir una perspectiva más coherente con los cambios a que se asiste al final del siglo XX, en donde tiene lugar el surgimiento de nuevos actores históricos y la posibilidad de nuevos modelos al capitalismo en crisis y a la bancarrota del "socialismo realmente existente". Coincidimos con la siguiente afirmación, por cierto no de Fukuyama, al respecto:

"Junto al ocaso de este universo "campista" -el de los "campos" o polos: USA vs. URSS- está emergiendo con celeridad inusitada un nuevo mundo de personajes inéditos, de "nacionalidades sin historia" -hasta ayer ignoradas y discriminadas-, de sectores y de clases sociales, viejos y nuevos, que en distintos niveles y escenarios pugnan por el derecho a ser considerados ciudadanos con plenitud de derechos. En este propicio caldo de cultivo se incuban múltiples y originales ideologías en un proceso que aparece ante nuestros ojos como un caos de partes inconexas, mezcla original de nuevas y viejas visiones del mundo".


 (Alberto DI FRANCO: Hacia dónde vamos ?).

   La defensa abstracta e ideal del liberalismo que hace Fukuyama -sin diferenciar los modelos de los ideólogos de la Ilustración de la practica concreta de la democracia capitalista- no puede ser suficiente para sostener su preeminencia no solamente frente al fracaso del "socialismo realmente existente" (efectivamente no democrático) sino frente a cualquier concepción posible que se manifieste o se haya manifestado temporalmente en la historia social; o lo que es mas grave, que esté en proceso de incubamiento y ebullición. En términos concretos, pretender la superioridad política de manera definitiva del sistema de sufragio norteamericano -por señalar lo más resaltante- no resiste el menor análisis. En todo caso, el argumento de Fukuyama que se basa en tachar de marginal a cualquier forma política diferente no resulta suficiente.

  2. El eje de la preocupación de Fukuyama es el descarte del marxismo leninismo como alternativa a la democracia capitalista. Sin embargo su generalización resulta apresurada al desechar, en base a lo sucedido en URSS y Europa del Este, experiencias de otros países, que no por sus particularidades pueden ser descartadas de plano (China, Cuba. p. ej). Sobre todo si puede contemplarse la posibilidad, incluso en los marcos relativamente marginales a las mayorías mundiales, de modificaciones de esas experiencias socialistas, adaptándose a los cambios que la coyuntura mundial presiona.

  3. La concepción que maneja Fukuyama acerca del papel que el marxismo otorga a la ideología adolece del conocido recurso de deformar la teoría que se critica, en este caso la teoría marxista. Sólo una interpretación totalmente mecánica del materialismo histórico, que no se remite ni a Marx ni a quienes con posterioridad lo han desarrollado, puede sostener que según el marxismo las ideologías cumplen un papel secundario en el desarrollo de la historia. Textos como la carta de Engels a Bloch (21/9/1890) -por citar el más recurrido- contestan de plano sus observaciones.

  4. A su turno más bien el propio Fukuyama hace gala de un idealismo en algunos momentos ingenuo o insostenible, de carácter francamente apologético, al sobreestimar el papel de la ideología y de las opciones valorativas y culturales en casos como el del gasto militar en su país o en los países capitalistas centrales en general, dejando de lado el inocultable peso económico y la misma rentabilidad de los sectores dedicados a la producción de armas que dirigen dichas economías.

  5. El mismo tipo de idealismo apologético se nota cuando se idealiza el liberalismo y su supuesto igualitarismo, incluso ignorando la existencia dentro de los regímenes que lo asumen de condiciones de pobreza. de explotación y de segregación. Para Fukuyama !la cuestión de clase ha sido resuelta por el capitalismo liberal! y así no tiene mayor problema en sostener que:

  "Las causas fundamentales de la desigualdad económica no tienen que ver con el substrato legal ni la estructura social de nuestra sociedad. (...) La pobreza negra en USA no es el producto inherente del liberalismo, sino más bien el legado de la esclavitud y el racismo que ha persistido mucho después de la abolición formal de la esclavitud".

Como si la desigualdad y creciente miseria dentro del norte rico y la miseria del sur frente al norte no tuvieran que hacer solamente con las condiciones de producción capitalista a nivel mundial, sino también con las bases políticas y jurídicas que permiten la reproducción de esas mismas relaciones, es decir "el substrato legal" propio precisamente del liberalismo.

6. Finalmente, el mundo relativamente estable que plantea Fukuyama para la situación post-histórica, no escapa tampoco, a pesar de sus propias vacilaciones, al marco idealista y apologético que venimos anotando. Se trata para Fukuyama de un mundo en donde los datos de la miseria, desocupación, apartheid, mortalidad creciente, desequilibrio ecológico, creciente pobreza de continentes enteros, etc., resultan de segundo orden en el camino del fin de la historia, de la preeminencia del liberalismo como sistema y del capitalismo como forma económica. 


En ese mundo, en el campo post-histórico, sin ideologías, pero sí con la ideología del fin de las ideologías, sólo puede tener sentido lo que Fukuyama reconoce como la "tristeza" del "aburrimiento" o la "eterna vigilancia del museo de la historia". Esto último, ) puede interpretarse, quizás, como el control, no precisamente liberal, que el centro debe ejercer en la sociedad post-histórica sobre los países y sectores sociales que no hallándose en el vértice del imperio tienen que resignarse a los límites de la historia, es decir a la condición colonial o semicolonial ?.

(Lima, diciembre de 1991)

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