lunes, 16 de febrero de 2015

Cultura Cívica: La crisis del contexto. María Cristina Rojas

Chaque jour, je apprends plus. Je sens mon contexte chaque jour. Leur culture du tiers monde teint tout et rend la qualité de vie est encore dégradée.
Le postmodernisme ici n'a pas la qualité est vulgaire et faux, parce que personne ne la modernité. Le libéral ne est que déclaratoire parce n'a été ni une bourgeoisie établie.
Mais la réalité est que la vie dans un contexte dégradé est un grand laboratoire de la vie, car il apprend à comprendre et comprendre les autres et cela enrichit une.
Il suffit de garder à l'entre.


Percy Acuña Vigil

La crisis del contexto






María Cristina Rojas


El mundo en que hoy vivimos, abarcado en su casi totalidad por el despliegue de los medios de comunicación, florece, en las últimas décadas, en  nuevas  discursividades.  Estas  expresan  cambios  tan  profundos respecto del período anterior, que se ahondan las brechas generacionales, confrontándonos con una verdadera mutación de los tiempos. Así, transitamos de la espera del placer y la realización del deseo en algún futuro a veces inasible, al imperio de la instantaneidad sin demoras. De las palabras totales que crearon la ilusión de explicar aun el mañana, a la palabra escasa y los discursos fragmentarios que parecen ignorarlo; de la exaltación del ahorro y el esfuerzo, al mandato del goce sin aplazamientos. De las ensoñaciones de la utopía, a la creencia ilusoria en el final de la historia, o de las ideologías. Al mismo tiempo, nuevos paradigmas teóricos convierten las leyes necesarias en probables, jerarquizando lo azaroso; y la idea de un tiempo irreversible aleja a éste del terreno del mito y la ilusión.


Avanzamos,   de   esta   manera,   por   los   senderos   vacilantes   e imprecisos de las grandes transiciones, que desmienten el pasado sin afirmar todavía nuevos y claros referentes.
Esto constituye un eje de lo que puede ser denominado "crisis del contexto", la que nos invita a la investigación de su eficacia en la subjetividad, y peculiarmente en el psiquismo infantil, conformado en el seno de familias a su vez en transformación, fuertemente afectadas por el espíritu de época. Tema al que me aproximaré a través de algunos de sus lineamientos generales, destacando aspectos que he jerarquizado en mi interés, tales como la cuestión del niño en su relación con la violencia del contexto social y familiar. 

 
Cada cultura, cada tiempo, fija una gama de ideales y significaciones predominantes a los cuales aspira que adhiera el mayor número posible de los sujetos que la habitan. La oferta de pertenencia que la cultura hace, al estimular la adhesión indiscriminada a lo pregnante, no desmiente, sin embargo, la posibilidad existente, para el humano, de construirse metabolizando en tejidos singulares las discursividades homogeneizantes. Concebimos, de este modo, un sujeto no sólo constituido en vínculos sino también  permanentemente  entramado  en  redes  sociales;  y  facultado, según los casos, para asumir posturas alienadas o transformadoras.
 

En la gran red de la cultura se entretejen distintas figuras y potencialidades. El sujeto no se conecta con el conjunto de las multiplicidades culturales, sino a través de su posicionamiento en sectores diferenciados de dicha trama, aquéllos que nuestra mirada puede recortar como grupos e instituciones de pertenencia. Entre ellos, la familia cumple un papel central en la función de intermediación primordial; es decir, en el primer momento de la vida humana.
 

En relación con esto, cada época presentó su particular modelo de familia como único e insoslayable. No obstante, la historia pone de manifiesto la variedad de configuraciones de la misma a través de los tiempos. Así, la familia de la modernidad, que constituyó uno de los pilares de la predominante mentalidad de la burguesía.
 

El sistema de ideales y valores propios de dicha mentalidad comenzó a elaborarse en los siglos XII y XIII, y sufrió su crisis fundamental ya a partir de la primera posguerra, que parece conmoverla en sus cimientos mismos.
 

La familia de la tardía modernidad fue trasmisora esencial de valores e ideologías. Rodeada en apariencia de una gruesa membrana, conformó una suerte de átomo, selector eficaz de las propuestas del afuera social. Conformaba un área privada, en cierto grado sacralizada; el inmiscuirse en su respetado recinto era considerado socialmente casi como herético. Generó  patologías  y  problemáticas  vinculadas  a  la  profundización  del
efecto de cierre, tales como crisis ligadas a los hitos de crecimiento y autonomización de los hijos. 


Manifestó así una tendencia centrípeta, proclive al reforzamiento de los lazos consanguíneos, o endogámicos.

De acuerdo con las transformaciones del mundo actual, la familia decae en sus funciones anteriores. En lo que hace a la trasmisión, va dejando de ser el eje central, pensado como único, de la misma. Los mass- media, así como otros sectores de la cultura, participan en esa trasmisión, rompiéndose el mito del ámbito separado, y diversificándose la oferta identificatoria, antes restringida especialmente al ámbito de lo familiar.
 

El cambio en el contenido de ideales y valores sustentados por la familia de hoy, se pone de manifiesto en relación con distintos ejes, de los que consideraré hoy algunos. Uno de ellos, consiste en la reformulación de las áreas de lo íntimo, lo privado y lo público, lo que implica considerar el pasaje de la moral burguesa, relacionada con una cierta definición de la privacidad, a la tendencia actual a la mostración. Lo antes considerado "privado"  hoy  deviene  público,  siendo  recibido  con  sorpresa  y  aun escándalo por amplios sectores de la comunidad, en clara vinculación con la simultaneidad de distintas concepciones, en una época por demás polifacética.
 
Se pierde hoy ese "discreto encanto de la burguesía", el que sugiere cierto sutil ocultamiento, en el área privada, de prácticas no acordes con la moral manifiesta. Esto, que sus detractores denominaron la "hipocresía burguesa", apunta a su redefinición.
 

Hoy, los famosos de toda índole, muy alejados del pudor y la vergüenza,  dos  valores  intensamente  cultivados  por  la  modernidad, exhiben el valor predominante de la transparencia, que excede con mucho el territorio de la sexualidad.
 

Otro eje de lectura del cambio, se relaciona con las regulaciones, no sólo de la sexualidad, sino también de la violencia y de la trasgresión.
 

Las regulaciones de la sexualidad sufrieron una verdadera mutación desde  aquella  moral  victoriana,  sostenida  por  la  familia  burguesa,  y
cuestionada por Freud y el Psicoanálisis en el anterior fin de siglo. Los años 60 marcaron una revolución sexual, profundizada hoy en la aceptación consensuada de prácticas diversas, lo que conlleva aun el cuestionamiento de lo abarcado por la idea de perversión.
 

En cuanto a las modalidades trasgresoras, en algunas familias y grupos sociales, éstas gozan de mayor prestigio y aceptación que en el pasado, en particular cuando conducen al enriquecimiento rápido, o al éxito, valores de mayor jerarquía, a veces, que la adecuación a la ley.
 

Cierto grado de violencia y trasgresión puede incluirse así en múltiples familias, lo que se halla además en íntima articulación con el fuerte individualismo que afecta las conformaciones comunitarias del lazo social.
 

Por otra parte, expresiones extremas de violencia, con el auxilio de su  exhibición  en  los  medios,  se  banalizan;  devienen  cada  vez  más familiares y menos impactantes.

La posmodernidad surge, en gran medida, del desencanto del ser humano ante las guerras y la destrucción en que culminaron la época de la razón y de las utopías. Sin embargo, y aun cuestionando la separación entre ética y racionalidad propia del período moderno, la era actual engendra, y parece tolerar, formas cotidianas de violencia devenidas espectáculo. Configuraciones peculiares, que incluyen una violencia, a veces, en apariencia, inmotivada. Violencias de hoy; conectadas, en su brutalidad a veces extrema, con el imperativo del goce, convocante de la infracción de reglas básicas de la cultura. Así, ciertas subjetividades se posicionan en abierto desafío ante el tabú del incesto, o el "no matarás". Al modo de la confrontación perversa con la ley, que objetaliza al otro hasta, a veces, aniquilarlo. Desafío y confrontación jugados, en gran medida, en el área de lo público, y convertidos en producto de entretenimiento.

 
Por otra parte, si la violencia, ligada al malestar en la cultura, hace su aparición, bajo formas diversas, en todos los tiempos de la historia, el niño, la niña, por su dependencia demandante y su indefensión extremas, resultan sus destinatarios favoritos; es así que la niñez ha padecido diversas  formas  de  ataque.  Brujas,  ogros  y  otros  desalmados  devoran niños desde el fondo mismo de los tiempos. El propio infanticidio fue una práctica entre ignorada e impune hasta el siglo XVI. Por entonces, la familia burguesa, aun sin resolver la cuestión de la violencia, genera un cambio, al inaugurar el reconocimiento social de la infancia como período diferenciado y específico y dar lugar central al niño, considerado entonces como el proyecto fundamental de la pareja parental. Lugar que Freud conceptualizó  como  "His  Majesty,  the  baby",  puntal  del  narcisismo parental. Continuidad y trascendencia de sus progenitores, eslabón en la cadena entre antepasados y descendientes. Estos modos del lazo familiar generaron, como parece inevitable, sus propias formas excesivas, y en tal sentido violentas.


Así, los discursos a veces devenían totales e incuestionables; tendían a proponer un solo significado posible y cristalizarlo, perturbando la apropiación singularizada de lo trasmitido. La violencia sobre el niño dio cuenta entonces, en forma prevalente, de lo autoritario del discurso, y de la rigidez de los mandatos familiares, enmarcados a su vez en un mundo propenso a los regímenes totalitarios que dieron por tierra con la utopía de la razón.
 

La violencia actual deja amplio espacio también para el desamparo y la  soledad,  en  un  mundo  individualista,  marcado  por  un  régimen neoliberal que implica la pérdida del estado amparador.
Por otra parte, las formas de la violencia operan sobre el niño y en el niño. Los desolados niños de la calle, víctimas del desamparo social, presentifican una de las modalidades de la violencia actual. Objetalizados por su desvalimiento, devienen a su vez, en ocasiones, bandas asesinas, encarnadura y reiteración, a un mismo tiempo, de la violencia padecida, que deviene patología del acto.
 

En algunas familias de la actualidad, tiende a debilitarse la referida posición del hijo como proyecto central, a la vez que se establece una parcial desinvestidura de los vínculos, que afecta también la filiación.
 

Esto, junto a cierta parentalidad "light", de decaída autoridad y proclive a otorgar a los hijos un poder de elección por encima de sus posibilidades, genera un abandono parcial que considero forma actual de la violencia familiar.   A   veces,   se   refuerza   la   endeblez   de   los   vínculos   con discursividades fragmentarias, escasamente contenedoras. En tales casos, los vínculos familiares no brindan a las subjetividades aquellas ligaduras pulsionales eróticas que conforman una operación de alienación en el sentido constructivo, con plena eficacia constitutiva. Esto implica fisuras en la conformación de una subjetividad así librada a formas de auto y heterodestrucción, que no suponen la intrincación de las dos pulsiones.
 

En otras familias de hoy, se escenifican en cambio formas de exceso vincular, que dificultan el desprendimiento de los hijos como en la etapa anterior, pero con ciertas particularidades, ligadas a la falta de autoridad y exigencia parental, lo cual puede relacionarse en ocasiones con la denominada "adolescencia tardía", de particular incidencia en los grupos medios de nuestro país, y/o con cuadros de abulia y apatía adolescentes. Por otra parte, esto se halla conectado con la predominante lógica del consumo y la tendencia, nuevamente ligada al narcisismo parental, de anticiparse a la demanda del hijo, en una modalidad de atosigamiento que parece obturar en los descendientes la emergencia del deseo, motor del proyecto.
 

Me detengo en este punto, mencionando apenas la multiplicidad de situaciones que generan nuevas configuraciones en la familia y enmarcan la constitución del psiquismo infantil: el divorcio y sus efectos, las nuevas familias o familias ensambladas, que reúnen hijos de distintas procedencias; las parejas "cama afuera"; las parejas homosexuales que crían niños; las familias mono o uniparentales, cada vez más frecuentes. Todas ellas merecen a su vez estudios particulares, indispensables, según creo, para la operación clínica con el niño y la familia de hoy.

Resumen

Nos confrontamos con una verdadera mutación de los tiempos. Avanzamos así por los senderos imprecisos de las grandes transiciones, lo cual constituye un eje de lo que puede denominarse "crisis del contexto". Este trabajo puntualiza ciertas transformaciones del mundo actual, y plantea su eficacia en la subjetividad, en una articulación que da apertura a líneas diversas de investigación. Se centra luego en algunos cambios específicos del grupo familiar, y en particular en las variaciones de la posición del hijo en el mismo. Concluye considerando modalidades de la violencia padecida por el niño, conectadas con la particular forma en que el hijo es investido y considerado en las diversas configuraciones familiares y sociales.

Summary

We are confronted with the true mutation of time. In this manner we go forward along imprecise paths of great transitions, which constitute an axis that may be called the "context crisis". This paper points out certain transformations of the present-day world and asserts its efficiency in its subjectivity, in an articulation that leaves an opening for different lines of investigation. It later centers itself on some specific changes of the family group, and most particularly in the variations of the position of the child within this group. It concludes by considering violent modalities suffered by the child, connected to the particular way in which the child is vested and considered in the different family and social configurations.
Résumé

Nous sommes confrontés à une véritable mutation des temps. Nous avanV ons donc à travers les sentiers imprécis des grandes transitions, ce qui constitue un axe de ce qu’on pourrait appeler "crise du contexte". Ce travail précise certaines transformations du monde actuel et établit que l’efficacité de celui-ci se trouve dans la subjectivité, dans une articulation qui donne lieu à différentes voies de recherche. Il se centre ensuite sur certains changements spécifiques du groupe familial surtout sur les variantions de la position de l’enfant au sein de ce dernier. La conclusion envisage les modalités de la violence subie par l’enfant liées a la faV on singuliere   dont   il   est   investi   et   consideré   dans   les   différentes configurations familiales et sociales.
 

Bibliografía

Carel, A. (1993) "Lo íntimo, lo privado y lo público. El juego con las reglas del juego psicoanalítico". Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 1/2,
XVI.
Freud, S. (1914) Introducción del narcisismo, Ed. Amorrortu, Vol. XIV. Lyotard, J.F. ( 1991) La condición posmoderna, Ed. Rei.
Rojas, M.C. (1993) "El niño en la sociedad del fin de siglo", Congreso Metropolitano de Psicología.
Rojas, M.C., Sternbach, S. (1994) Entre dos siglos. Una lectura psicoanalítica de la posmodernidad, Lugar.

Crítica
 

Romero, J.L. ( 1987) Estudio de la mentalidad burguesa, Alianza.

M.C. Rojas: Del modelo único a la diversidad 
El mito del individuo. Miguel Benasayag
El mito del individuo autonomo  

El mito del individuo autónomo. 
Fragmento del primer capítulo del libro El mito del individuo de Miguel Benasayag publicado por Editorial Topía.

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