sábado, 28 de mayo de 2016

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El Perú a pesar de Vargas Llosa


El 5 de junio los peruanos están llamados a las urnas en segunda vuelta. Elegirán entre Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynsky. Lo harán libremente, a pesar de las obsesiones y manipulaciones de Mario Vargas Llosa.
Román Cendoya
La Gaceta. Madrid. Lunes, 16. Mayo 2016 - 19:29


A las 8.14 p.m. del día 12 de septiembre de 1992, Abimael Guzmán, líder de la organización terrorista Sendero Luminoso, fue detenido en una casa de Surquillo en compañía de su “conviviente” –como se dice en el Perú– Elena Iparraguirre, número dos de la organización, y otros terroristas de la cúpula. De la presentación ante la sociedad del terrorista Guzmán quedó una imagen inolvidable para todos. El reo vestido de presidiario, con su pijama de rayas, encerrado en una jaula como si fuera una alimaña. Imagen obtenida por la fotógrafa peruana Ana Cecilia Gonzales, editora gráfica del diario El Comercio, que fue galardonada con el World Press Photo de 1992 por dicha foto.

Pues bien, de aquel indudable episodio cierto, el escritor peruano Vargas Llosa, en un supuesto sesudo análisis sobre la situación política en el Perú, tras la primera vuelta de las elecciones, titulado “La hora gris” (EL PAIS 15/04/2016), afirma que los medios controlados por el Fujimorismo “han ido cimentando la ficción según la cual el encarcelado exdictador derrotó a Sendero Luminoso, envió a su líder, Abimael Guzmán a la cárcel y sacó al país de la devoradora inflación que lo estaba deshaciendo. Puro mito”.

Respecto del dato de la inflación de un país cabe decir que no es algo discutible ni opinable y en el caso del Perú tampoco. Los dos últimos años del Gobierno de Alan García se saldaron con una inflación que superaba el 500% mensual. En 1990 el dato oficial, según el Banco Central y el INEI, fue el 7649,7%. En el año 2000, después de toda la etapa del gobierno de Fujimori, cuando éste huyó del país, la tasa de inflación fue del 3,7%.

Intentar convertir los hechos objetivos e incontestables en “puro mito” descalifica al autor y su objetividad. Puro mito es que Vargas Llosa pueda escribir algo objetivo y veraz sobre la realidad política del país que le vio nacer y que abandonó, para hacerse español, cegado por la ira que le supuso el hecho de que sus conciudadanos no le eligieran a él, pituco arequipeño, para ser presidente en 1990 y votaran por Alberto Fujimori. Sigue sin superar tal afrenta y su actitud hoy, respecto a la candidatura de la hija de su rival en las elecciones que se están celebrando, le sitúan en una posición de falso demócrata. La democracia comienza por uno mismo asumiendo los resultados de un proceso democrático y legítimo como el que Vargas Llosa perdió en 1990. Un demócrata debe reconocer el estado de derecho y los organismos democráticos que rigen hoy la República del Perú y que dotan de total legalidad y legitimidad a la candidatura de Keiko Fujimori.

Vargas Llosa pasó de una juventud comunista al liberalismo de derechas. Sin embargo ha aceptado ser patrono de honor de la fundación de UPyD. Entre todo ese barullo ideológico fue reconocido con el título de Marqués por el Rey Juan Carlos I, favor que agradeció diciendo: “Agradezco a España, agradezco al Rey. Y al mismo tiempo digo que yo nací plebeyo y voy a morir plebeyo, a pesar del título”. Eso sí, cada cinco años, de lo más profundo de ese plebeyo marqués, emerge su auténtico espíritu aristocrático, monárquico, dinástico y medieval según el cual los hijos heredan las culpas y los modelos de sus padres.

Así, en su artículo sobre los dos candidatos que el pueblo peruano ha elegido, libre y voluntariamente, –Keiko Fujimori (39,85%) y Pedro Pablo Kuczynsky (PPK) (20,99%)– para que compitan en la segunda vuelta, afirma respecto de Keiko que votarle “constituiría una legitimación de aquella dictadura corrupta y sanguinaria y un retorno al populismo, a la división enconada y a la violencia social de los que el país había comenzado a salir desde que recuperó la democracia en el año 2000”. Ya hace cinco años, en la misma situación electoral que ahora, en otro artículo publicado en el mismo diario y titulado “Retorno a la dictadura, no”, escribió que votar a Keiko Fujimori “sería legitimar el régimen que envileció la política y sembró la violencia en nuestro país”. ¿Por qué una hija tiene que ser como su padre y asumir lo que él hizo? Solo en las monarquías y en las ideologías nazionalistas –ésas que con tanta vehemencia combate Vargas Llosa– la sangre, la estirpe y la raza son, generación tras generación, determinantes de la persona.

Vargas Llosa proyecta una imagen manipulada y parcial del Perú en la que obvia, y por lo tanto no reconoce, la legitimidad de la Comisión Parlamentaria de Investigación así como las sentencias del más alto Tribunal de Justicia Peruano, constituidos después de la dictadura que, durante la presidencia de Alejandro Toledo, sometieron a investigación y juicio a toda la etapa anterior. Keiko Fujimori –como todas las personas vinculadas a la administración de su padre– fue sometida a la Comisión del Congreso y a la justicia y fue declarada inocente de toda responsabilidad política y judicial. Un auténtico demócrata debe respetar la separación de poderes y acatar los dictámenes y las sentencias que emanan de las instituciones democráticas. Todas las personas que fueron sentenciadas culpables están hoy en la cárcel o –muy pocos– son prófugos huidos del país. Además, merece la pena recordar que en el Perú, a diferencia de otros países del entorno como Chile o Argentina, no se han promulgado leyes de amnistía o de punto final.

Fiel reflejo de la deformación de Vargas Llosa es que sus alabanzas a PPK son inversamente proporcionales a sus descalificaciones a Keiko Fujimori. Lo mismo le ocurrió hace cinco años con Ollanta Humala de ideología radicalmente opuesta a la de PPK. Cualquiera le vale contra el apellido Fujimori. Para Vargas Llosa si el pueblo peruano elige a PPK –algo obvio para él– primarán la sensatez y el buen juicio. O sea, que si no le hacen caso, los peruanos habrán demostrado ser unos insensatos sin criterio ni juicio. ¿Pero cómo no van a referirse a él como “el famoso escritor español que nació aquí”? El periodista Jaime Bayly escribió sobre la influencia de Vargas Llosa en el Perú que: “por suerte para el país, le hacen mucho más caso los suecos que los peruanos”.


A Vargas Llosa no se le escuchó jamás palabra alguna de exigencia democrática al presidente Humala respecto de su hermano Antauro, golpista etnocacerista que protagonizó varios asaltos a cuarteles policiales con resultado de muerte durante el mandato de Alejandro Toledo. Eso no importó. No se apellidaba Fujimori. Es más, Vargas Llosa se autoproclamó “garante del gobierno Humala” ¿Se auto inculpará en los presuntos delitos de corrupción que la pareja presidencial tiene sobre sus espaldas, en especial, el caso de las agendas de Nadine?

El Perú goza hoy de una gran estabilidad institucional y de un constante crecimiento económico que comenzó, por mucho que lo niegue y le duela a Vargas Llosa, en la época de Fujimori y que, de forma ininterrumpida, continúa en la actualidad. Todo ello en un entorno constitucional estable que ha servido al país en la dictadura, en la transición y en la democracia. Fue Alberto Fujimori el responsable de la constitución que mantiene la estabilidad institucional y que ningún presidente (Paniagua, Toledo, García y Humala) ha modificado ni derogado.

La suerte que tiene el Perú es que la segunda vuelta se va a disputar entre dos magníficos candidatos con probada trayectoria democrática y de trabajo. Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynsky han sido elegidos por los ciudadanos del Perú ejerciendo su derecho en plena libertad. Dos candidatos que garantizan la senda de crecimiento y de estabilidad que tiene el Perú y que va a permitir seguir mejorando las condiciones de vida de sus ciudadanos disminuyendo las bolsas de pobreza, cimentando y aumentando esa clase media que empuja a su país hacia delante. Los peruanos que están obrando ese milagro ya han elegido el Congreso. Con sus votos han decidido libremente que el partido de Keiko Fujimori tenga 73 curules –diputados– de 130, mientras que al partido de PPK le han otorgado 18. La lógica, con un resultado así en el Congreso, es que la presidencia recaiga en manos de Keiko Fujimori para que así, respaldada por un gran grupo parlamentario, gestione y desarrolle las reformas que necesita el país. Cierto es que –a día de hoy– las encuestas reflejan un resultado muy igualado.

El 5 de junio los peruanos están llamados a las urnas en segunda vuelta. Van a elegir entre Keiko Fujimori, ganadora de la primera vuelta, y Pedro Pablo Kuczynski. Lo van a hacer libremente desde el conocimiento de un Perú real, democráticamente maduro, a pesar de las obsesiones y manipulaciones de Mario Vargas Llosa.

Otros escritos sobre el innombrable:

A propósito del apoyo de Vargas Llosa a Macri, dicho por Martín Kohan:

"¿cuándo y cómo empieza a deshacerse un escritor? ¿Cómo es que se va desgastando, desintegrando, desvaneciendo? No es cuando sus libros empiezan a salirle, uno tras otro, consensuadamente malos; porque un escritor de libros malos no deja por eso de ser un escritor. Tampoco cuando esgrime, sin pudor alguno, las concepciones más retrógradas y perjudiciales; porque un escritor reaccionario no deja por eso de ser un escritor. Y tampoco cuando decide ponerse al servicio de los intereses económicos más nefastos, porque un escritor que accede a convertirse en un instrumento de poderes nefastos no deja por eso de ser un escritor.
En cambio, a mi entender, cuando ha tenido y pasa a perder sintonía y captación de la manera de hablar de la gente, un germen de descomposición literaria ya lo habita. Cuando encomia por claro y sencillo el palabreo malamente farfullado de ese verdadero campeón de las limitaciones verb
ales que tenemos por presidente, un daño en su conexión con el lenguaje se ha producido sin dudas."


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