Javier Valle-Riestra
No confío en Chile. En 1879 nos invadieron; en 1883 nos despojaron del departamento de Tarapacá en virtud del Tratado de Ancón. Desde 1893 burlaron ese Tratado para no celebrar el plebiscito respecto de Tacna y Arica. En 1929 nos vimos obligados a renunciar a la Provincia de Arica. Chile es un país tercermundista, pero, de alma imperial. Por eso tuvimos que recurrir al Tribunal de La Haya para la definición de nuestras fronteras marítimas.
La CIJ nos ha dado la razón en más del setenta por ciento de nuestras pretensiones. Por un lado, hay posiciones de intelectuales como Isabel Allende, autora de “La casa de los espíritus”, que dicen resignadamente “tendemos a olvidar que en la guerra del Pacífico despojamos al Perú de inmensos territorios. Hay un resentimiento entre los países, pero, pienso que se ha resuelto diplomáticamente”. Empero, la Bachelet, futura presidenta, Piñera, el actual gobernante, y el siniestro canciller Alfredo Moreno, sostienen la falsa teoría de que el triángulo terrestre es chileno. Violan así, intelectualmente, lo sostenido en el Tratado Rada y Gamio – Figueroa Larraín, suscrito en los días de Leguía (03 de junio de 1929). Ese instrumento es una suerte de Constitución de nuestras relaciones bipolares. Como los contrincantes chilenos son amnésicos, recapitulo lo pactado en aquel documento octogenario.
Se señala la nueva frontera; se introduce el derecho de veto impidiendo ceder Tacna o Arica a una tercera potencia; régimen de servidumbre ferrocarrilera y sobre los canales Uchuzuma y Mauri; un régimen de nacionalidad para los nacidos en Arica y en Tacna; respeto a los derechos privados legalmente adquiridos en la concesión del ferrocarril; libre tránsito de personas y mercaderías a favor nuestro; seis millones de dólares para el Perú; condonación recíproca de obligaciones pecuniarias; construcción de un monumento simbólico en el Morro a el Salvador del mundo; arbitraje del Presidente USA para casos de desacuerdo. --que es a lo que querría ir Chile ahora--; y desmilitarización del Morro.
A todo esto sumemos lo logrado en la Corte de La Haya al habernos concedido, entre otras ventajas, cincuenta mil kilómetros cuadrados de mar. Lo que los chilenos quieren, es que no se cumpla dicha sentencia. No admiten que si bien nos despojaron de territorios en 1883 y en 1929, ahora tenemos una victoria compensatoria, trascendental histórica y políticamente: La Haya.
La CIJ nos ha dado la razón en más del setenta por ciento de nuestras pretensiones. Por un lado, hay posiciones de intelectuales como Isabel Allende, autora de “La casa de los espíritus”, que dicen resignadamente “tendemos a olvidar que en la guerra del Pacífico despojamos al Perú de inmensos territorios. Hay un resentimiento entre los países, pero, pienso que se ha resuelto diplomáticamente”. Empero, la Bachelet, futura presidenta, Piñera, el actual gobernante, y el siniestro canciller Alfredo Moreno, sostienen la falsa teoría de que el triángulo terrestre es chileno. Violan así, intelectualmente, lo sostenido en el Tratado Rada y Gamio – Figueroa Larraín, suscrito en los días de Leguía (03 de junio de 1929). Ese instrumento es una suerte de Constitución de nuestras relaciones bipolares. Como los contrincantes chilenos son amnésicos, recapitulo lo pactado en aquel documento octogenario.
Se señala la nueva frontera; se introduce el derecho de veto impidiendo ceder Tacna o Arica a una tercera potencia; régimen de servidumbre ferrocarrilera y sobre los canales Uchuzuma y Mauri; un régimen de nacionalidad para los nacidos en Arica y en Tacna; respeto a los derechos privados legalmente adquiridos en la concesión del ferrocarril; libre tránsito de personas y mercaderías a favor nuestro; seis millones de dólares para el Perú; condonación recíproca de obligaciones pecuniarias; construcción de un monumento simbólico en el Morro a el Salvador del mundo; arbitraje del Presidente USA para casos de desacuerdo. --que es a lo que querría ir Chile ahora--; y desmilitarización del Morro.
A todo esto sumemos lo logrado en la Corte de La Haya al habernos concedido, entre otras ventajas, cincuenta mil kilómetros cuadrados de mar. Lo que los chilenos quieren, es que no se cumpla dicha sentencia. No admiten que si bien nos despojaron de territorios en 1883 y en 1929, ahora tenemos una victoria compensatoria, trascendental histórica y políticamente: La Haya.
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