jueves, 3 de octubre de 2013

Antígona: Sófocles.

Antígona


Antígona y su padre Edipo abandonan la ciudad de Tebas. Charles Jalabert, 1842.

En la mitología griega, Antígona (en griego: Ἀντιγόνη) es hija de Edipo y Yocasta y es hermana de Ismene, Eteocles y Polinices. Acompañó a su padre Edipo (rey de Tebas) al exilio y, a su muerte, regresó a la ciudad.

Eteocles y Polinices
En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran constantemente combatiendo por el trono de Tebas, debido a una maldición que su padre había lanzado contra ellos. Se suponía que Eteocles y Polinices se iban a turnar el trono periódicamente, pero, en algún momento, Eteocles decide quedarse en el poder después de cumplido su período, por lo que se desencadena una guerra, pues, ofendido, Polinices busca ayuda en Argos, una ciudad rival, arma un ejército y regresa para reclamar lo que es suyo. La guerra concluye con la muerte de los dos hermanos en batalla, cada uno a manos del otro, como decía la profecía. Creonte, entonces, se convierte en rey de Tebas y dictamina que, por haber traicionado a su patria, Polinices no será enterrado dignamente y se dejará a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros. (Este mito es contado en la tragedia Los siete contra Tebas de Esquilo.)

Los honores fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente. Por tal razón, Antígona decide enterrar a su hermano y realizar sobre su cuerpo los correspondientes ritos, rebelándose así contra Creonte, su tío y suegro (pues estaba comprometida con Hemón, hijo de aquel).

Muerte
La desobediencia acarrea para Antígona su propia muerte: condenada a ser sepultada viva, evita el suplicio ahorcándose. Por otra parte, Hemón, al ver muerta a su prometida, tras intentar matar a su padre, se suicida en el túmulo, abrazado a Antígona; mientras tanto, Eurídice, esposa de Creonte y madre de Hemón, se suicida al saber que su hijo ha muerto. Las muertes de Hemón y Eurídice provocan un profundo sufrimiento en Creonte, quien finalmente se da cuenta de su error al haber decidido mantener su soberanía por encima de todos los valores religiosos y familiares, acarreando su propia desdicha.

Tema
La persistencia del tema de Antígona en la cultura de Occidente en todas sus épocas, a través de innumerables reelaboraciones en todos los géneros, ha sido señalada por George Steiner como el caso más extremo y extraordinario de permanencia y reiteración de un tema dramático. Steiner lo explica atribuyéndolo a que en él se condensan los cinco conflictos fundamentales que a su juicio dan origen a todas las situaciones dramáticas. El enfrentamiento entre Antígona y Creonte sobre el destino de los restos de Polinices plantea a la vez los conflictos entre hombres y mujeres, entre la vejez y la juventud, entre la sociedad y el individuo, entre los seres humanos y la divinidad, y entre el mundo de los vivos y el de los muertos.1




Antígona (Sófocles)


Antígona (Frederic Leighton, 1830-1896).

Antígona (Ἀντιγόνη en griego) es el título de una tragedia de Sófocles, basada en el mito de Antígona y representada por primera vez en 442 a. C.
En Antígona se enfrentan dos nociones del deber: la familiar, caracterizada por el respeto a las normas religiosas y que representa Antígona, y la civil, caracterizada por el cumplimiento de las leyes del Estado y representada por Creonte. Además se establece una oposición entre el modo en que las dos hermanas, Antígona e Ismene, se enfrentan a un mismo problema.

Personajes
•    Antígona: hija del rey Edipo.
•    Ismene: hija de Edipo.
•    Hemón: hijo de Creonte y Eurídice
•    Creonte: rey de Tebas, tío de Antigona e Ismene.
•    Coro de los ancianos de Tebas (también representa la voz del pueblo).
•    Guardián.
•    Tiresias: adivino anciano, ciego.
•    Eurídice: reina, esposa de Creonte, madre de Hemón.
•    Mensajero.
•    Corifeo.

Espacios físicos
•    El Palacio de Tebas: Palacio donde el rey Creonte vive y gobierna. Lugar de majestuoso tamaño y riqueza. En este lugar también vive Hemon, hijo de Creonte y ahí se reúnen los consejeros del rey.
•    Afueras de la ciudad de Tebas: Lugar donde toma lugar la batalla y donde el cuerpo de Polinices yace sin sepultura ni honores hasta que Antígona desobedece la ley y entierra su cuerpo.
•    Plaza pública: Este es el lugar donde Antígona planea sepultar el cuerpo de su hermano y es donde el mensajero le dice a la gente lo que le pasa a su rey Creonte.
•    La cueva de Tebas: Aquí es donde Antígona es condenada a permanecer por haber desobedecido la ley. Ella se mata y, al enterarse Hemon, muere junto a ella.

Argumento
Contexto
El difunto rey de Tebas, Edipo, tuvo dos hijos varones: Polinices (hijo de Edipo y Yocasta, reyes de Tebas) y Eteocles. Ambos acordaron turnarse anualmente en el trono tebano, pero, tras el primer año, Eteocles no quiso ceder el turno a su hermano, por lo que el primero llevó un ejército foráneo contra Tebas. Los hermanos se dieron muerte mutuamente, pero son los defensores de Tebas los que vencen en el combate.

Prohibición de sepultar a Polinices por considerarlo un traidor a los principios de la ciudad
Antígona, hija de Edipo, cuenta a su hermana Ismene que Creonte, actual rey de Tebas, impone la prohibición de hacer ritos fúnebres al cuerpo de Polinices, como castigo ejemplar por traición a su patria. Antígona pide a Ismene que le ayude a honrar el cadáver de su hermano, pese a la prohibición de Creonte. Ésta se niega por temor a las consecuencias de quebrantar la ley. Antígona reprocha a su hermana su actitud y decide seguir con su plan.

Antígona desobedece la ley
Creonte anuncia ante el coro de ancianos su disposición sobre Polinices, y el coro se compromete a respetar la ley. Posteriormente, un guardián anuncia que Polinices ha sido enterrado, sin que ningún guardián supiera quién ha realizado esa acción. El coro de ancianos cree que los dioses han intervenido para resolver el conflicto de leyes, pero Creonte amenaza con pagar menos a los guardianes porque cree que alguien los ha sobornado. El cuerpo de Polinices es desenterrado. Pronto se descubre que Antígona era quien había enterrado al cuerpo, pues intenta una vez más enterrar al cuerpo y realizar los ritos funerarios, pero es capturada por los centinelas. Antígona es llevada ante Creonte y explica que ha desobedecido porque las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas. Además se muestra orgullosa de ello y no teme las consecuencias. Creonte la increpa por su acción, sospecha que su hermana Ismene también está implicada y, a pesar del parentesco que lo une a ellas, se dispone a condenarlas a muerte.

Ismene, llamada a presencia de Creonte, a pesar de que no ha desobedecido la ley, desea compartir el destino con su hermana y se confiesa también culpable. Sin embargo, Antígona, resentida contra ella porque ha preferido respetar la ley promulgada por el rey, se niega a que Ismene muera con ella. Finalmente, es sólo Antígona la condenada a muerte. Será encerrada viva en una tumba excavada en roca.

Antígona frente a la muerte
El hijo de Creonte, Hemón, se ve perjudicado por la decisión de su padre, ya que Antígona es su prometida. Señala a su padre que el pueblo tebano no cree que Antígona merezca la condena a muerte y pide que la perdone. Creonte se niega a ello y manda traer a Antígona para que muera en presencia de su hijo. Hemón se niega a verla y sale precipitadamente.

Antígona va camino a su muerte y, si bien no se arrepiente de su acción, ha perdido la altivez y resolución que mostraba antes, al dar muestras de temor ante su muerte. La humanización de Antígona resalta el dramatismo del momento.

La desgracia de Creonte
Creonte es visitado por el vidente Tiresias, y este le anuncia las degracias que vivirá debido a su impertinencia y terquedad. Desgracias como que el cuerpo de Polinices ha sido repartido por muchas ciudades, en pedazos por las aves, y estas ciudades tomaran represalias en contra de Tebas; que si Creonte da muerte al amor de su hijo Hemón, Antígona, este morirá como consecuencia inmediata. 

Sabiendo esto Creonte toma consciencia de sus actos y decretos por lo que aconsejado de Corifeo, se arrepiente y decide enterrar como es debido a Polinices y liberar a Antígona. El primer acto es logrado, pero al abrir la cueva de Antígona, se encuentra con ella muerta y colgada del cuello, y con su hijo Hemón desconsolado, este intenta atentar contra su padre, pero falla y decide enterrarse su espada en el costado, aun con vida se dirige junto a Antígona dando fin a su vida junto a ella. Creonte completamente desgraciado vuelve al palacio con el cuerpo de su hijo en brazos, pero aún tiene que soportar otra desgracia más, pues, al volver a palacio, recibe la noticia de que su esposa Eurídice también se ha suicidado al conocer las noticias por un mensajero.

Véase también
•    Antígona, ópera de Carl Orff

Bibliografía
•    Bernardo Souvirón: Hijos de Homero, un viaje personal por el alba de occidente. Madrid, Alianza, 2006.
•    Sófocles: Antígona. Madrid, Edimat, 2002.

Muerte de un viajante: Arthur Miller
http://es.wikipedia.org/wiki/Muerte_de_un_viajante

Obras
El tema de Antígona ha dado lugar a varias obras, dramáticas, operísticas y teatrales:
1.    Antígona (Sófocles), la tragedia de Sófocles (ca. 442 a. C.);
2.    La pasión según Antígona Pérez, obra teatral de Luis Rafael Sánchez (1968);
3.    Antígona (Tommaso Traetta), ópera de Tommaso Traetta (1772);
4.    Antígona Vélez (1950), obra teatral del escritor Argentino Leopoldo Marechal (1900-1970);
5.    Antígona (Jean Anouilh), de Jean Anouilh, obra teatral de 1942.
6.    Antígona Furiosa,obra teatral de la escritora argentina Griselda Gambaro.
7.    Antígona Oriental, obra teatral sobre la vida en la cárcel durante la dictadura en Uruguay (1973-1985) del director alemán Volker Lösch.

Referencias
1.    Steiner, George (2009). Antígonas - La travesía de un mito universal por la filosofía de Occidente. Barcelona: gedisa.

Antigona o el poder de lo real
Enzo Solari Alliende




martes, 5 de febrero de 2008
EL CONFLICTO ÉTICO EN "ANTÍGONA"
Gonzalo Gamio Gehri

La tragedia griega constituye un espacio de reflexión sobre los conflictos éticos. Con frecuencia el agente moral tiene que vérselas con situaciones en las que tiene que elegir, de modo ineludible, entre emprender dos cursos de acción que reconoce como poderosamente valiosos (cada uno a partir de argumentos diferentes), de tal forma que realizar una de estas acciones implica renunciar a la otra opción. O, en otros casos, el agente tiene que escoger entre alternativas indeseables – optar entre dos “males” – suponiendo que (dadas las circunstancias) incluso el abstenerse de actuar constituye un mal.

Como hemos visto, las tragedias griegas tenían el objetivo de llamar la atención del ciudadano respecto de la complejidad de estos conflictos, y en todo caso, contribuir con los debates prácticos, así como con la formación del buen juicio y la phrónesis entre los miembros de la polis. La posibilidad de que los diferentes bienes (y males) puedan colisionar entre sí no era considerada una eventualidad funesta, sino el corazón de la vida ética, una experiencia que sometía a prueba el buen sentido y el carácter de los hombres. También la Ética aristotélica somete a discusión la posibilidad de tales conflictos, por ello su especial énfasis en la experiencia y la deliberación. En el phronimós (el hombre prudente) los diferentes bienes propios de una buena vida deben estar presentes en la proporción correcta que la recta razón y el sentido común aconsejan, pero en ocasiones estos bienes pueden enfrentarse. Elegir un curso de acción en vez de otro no neutralizará las razones que hacen que la opción no escogida sea legítima.

Consideremos brevemente el conflicto que se plantea en la Antígona de Sófocles. Como el lector recordará, los dos hermanos varones de Antígona –hijos de Edipo y Yocasta – han perdido la vida asesinándose el uno al otro en su lucha por el trono de Tebas. Uno de ellos, Eteocles, ha muerto defendiendo la ciudad contra los invasores argivos, pero ha violado el derecho legítimo del otro hermano – Polinices - a asumir el poder de Tebas según un acuerdo celebrado años atrás entre ambos. Polinices, por su parte, ha muerto defendiendo este legítimo derecho, pero para realizar este propósito ha llevado a las fronteras de su patria un ejército extranjero para tomarla por la fuerza. Muertos los dos hermanos y derrotados los argivos, quien asume el trono es Creonte, cuñado de Edipo, quien proclama un edicto que pretende dar fin a estos terribles eventos concediéndole a ambos cadáveres el trato que les corresponde de acuerdo con el espíritu de la pólis antigua: a Eteocles, que luchó por los suyos y murió defendiendo los muros de la ciudad, se le debe un entierro digno de un héroe, cumpliendo los rituales fúnebres que le permitan “reconciliarse con la tierra”, para usar una célebre expresión hegeliana. En cambio, al cuerpo de Polinices se le condena a un destino terrible: en castigo al atentado perpetrado contra la tierra de sus padres –que constituye una violación a su propia identidad comunitaria – el cadáver debe ser abandonado insepulto, fuera de los perímetros de la ciudad, para convertirse en alimento de los perros y las aves de rapiña. Creonte ordena que aquella persona que se atreva a enterrar a Polinices debía ser castigada con la muerte.

Antígona es colocada por las circunstancias en el centro mismo de un conflicto ético no resoluble sin pagar el precio de padecer un terrible desgarramiento espiritual. Ella sabe que Polinices ha actuado como un traidor, y que ha violado todos los principios que un hombre de Tebas debiera honrar como miembro de la ciudad. Sabe que tiene sentido acatar la ley de la pólis, que Creonte ha proclamado para poner fin a la Guerra de los Siete. No obstante, Antógona sabe asimismo que – como hermana – debe observar la ley de la familia y el derecho de los muertos, y, conforme a estos principios sagrados, tiene que enterrar a Polinices. Ambas leyes – vistas desde la situación dilemática que ha de afrontar la propia Antígona – se contraponen y no pueden conciliarse. Sin embargo, ante los ojos de Creonte, la idea misma de que constituye un deber y un acto piadoso cumplir con las exigencias del oikos resulta inadmisible:

“Dices algo insoportable cuando manifiestas que los dioses se
preocupan por este cuerpo ¿Acaso podrían desear cubrirlo de honores como si
hubiese hecho algo bueno, a un hombre como él, que vino para incendiar sus
templos y sus ofrendas, aniquilar su misma tierra y esparcir sus leyes a los
vientos?¿O quizás ves que los dioses honren a los malvados? No es
posible[1].

Antígona considera que - más allá de las consideraciones de Creonte sobre la obediencia a la autoridad como un valor esencial para la vida comunitaria y el carácter sagrado de las razones de Estado (Estado que él representa y comanda como el capitán a su navío, según su propia perspectiva) -, ella se considera depositaria de una misión espiritual de primera importancia; ella es responsable de que el espectro de su hermano pueda descender al Hades, merced a recibir los funerales que merece como parte integrante del círculo familiar: ninguna culpa – por evidente que sea – puede disolver el lazo entre hermana y hermano y el compromiso ético – espiritual que encarna. Antígona sabe que el cumplimiento de su misión implica la trasgresión una ley que no desconoce, pero entiende que dicha trasgresión – que la llevará a la muerte - tiene lugar en nombre de la comprensión de una ley más alta, eterna e inescrutable por el juicio de los mortales.

“CREONTE -¿y, a pesar de ello, te atreviste a transgredir estos decretos?

ANTÍGONA - No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la Justicia
que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No
pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera
transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Estas no son
de hoy, ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron”
[2].

La situación que ella afronta es evidentemente trágica e infortunada. Haga lo que haga, estará violando una de las dos leyes sagradas, e incurrirá en una imperdonable hybris (desmesura). Lo mismo puede decirse de Creonte, quien al final lleva la peor parte en el drama, a causa de la ceguera voluntaria que padece - generada por su carácter autoritario, su tozudez y estrechez de miras –, actitud que le impide percibir la naturaleza y gravedad del conflicto. Antígona elegirá cumplir con sus deberes de hermana, y cargará con las consecuencias de su decisión. Ella ha optado por aquello que considera el bien mayor, enterrar a Polinices y honrar la ley divina – el que merece su lealtad incondicional, al punto de sacrificar su propia vida -, pero su elección no neutraliza en absoluto el valor del bien rival, también merecedor de lealtad y compromiso; ambas lealtades constituyen por razones diferentes lazos éticos de singular importancia, cuyo profundo valor el sujeto práctico procura honrar, aunque en casos como éste uno se vea forzado a decidir entre ellas y renunciar a cumplir con algún compromiso realmente significativo, crucial para la vida. Es cierto que el coro y el personaje de Hemón, hijo de Creonte, sugieren más adelante examinar el dilema de Antígona de un modo más complejo y matizado, al plantear un modelo más democrático de conducción política (ajeno al despotismo del rey; un enfoque más acorde al espíritu cívico del propio Sófocles), pero en manera alguna esta perspectiva más amplia elimina o debilita el corazón del conflicto.

El análisis de esta clase de experiencias arroja nuevas luces sobre nuestros modos de vivir y pensar la ética. Lo primero y más obvio que hay que destacar es que, como hemos señalado, a pesar de lo difícil y doloroso que nos resulta afrontar estos conflictos éticos, estos son más frecuentes y complejos que lo que nos gustaría que fuesen, pues ellos generan a menudo situaciones ineludibles de dolor y confusión. No obstante, considero que hay una conclusión más profunda que podemos sacar de lo esbozado esquemáticamente hasta aquí: que – en contra de lo que el prejuicio pudiese asegurar, los conflictos más importantes para la experiencia y la reflexión éticas no son los que plantean el antagonismo entre bienes y males, sino los que confrontan bienes con bienes, y males con males. A pesar de que esta es una tesis que la fenomenología de la ética concluye sin problemas, constituye una perspectiva que suele ser vigorosamente rechazada por la corriente dominante de la filosofía moral. Me refiero a las éticas de procedimiento.

[1] Sófocles, Antígona, 280 – 9.
[2] Ibid., 449 – 456.

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