Desprestigio y crisis del intelectual
Peru21: Miércoles 20 de agosto del 2014 | 01:04
Carlos Meléndez, Persiana Americana
En una entrevista que Marisol Grau hizo a Enrique Bernales para el
último Somos, el constitucionalista analiza la distancia que han tomado
los intelectuales de la política. “Frente a tanto advenedizo… que no les
interesa sino saquear los fondos públicos, el intelectual se replegó”,
indica.
A diferencia de lo que sucedía en el siglo XX, donde Porras
Barrenechea o Basadre tenían al Senado como su hábitat natural, ahora
los “pensadores son convocados por las empresas y la prensa”.
El académico tiene un serio problema de desprestigio en el país.
Primero, hay una pobre valoración de su trabajo. Algún sabelotodo dijo
en su megáfono radial que los intelectuales son unos “parásitos”.
La
opinología, ese fast food de las ideas, ha devaluado la difusión de
argumentos sin mayor sustento que la bravuconada y la popularidad. La
razón la tiene quien grita más fuerte o es más retuiteado.
Pero, además, el sistema universitario en crisis ha mermado la
legitimidad del intelectual. Por un lado, la baja rigurosidad académica
–¿usted se imagina a un gran pensador en una universidad cuyo rector no
lee libros?– y, por otro, la politización de las agendas universitarias
(¿es posible que a un profesor de la PUCP no le digan caviar o a uno de USMP apristón?). Los claustros universitarios han perdido crédito.
Entonces, efectivamente, el sector privado (la consultoría y la
columna) se impone como alternativa por default, con sus pros (recursos)
y contras (producción efímera). La otra vía es el extranjero: solo
afuera se halla independencia. Como me dijo alguna vez un intelectual
peruano radicado en el exterior: “La sociedad peruana es ingrata con sus
pensadores”. Así, la academia también languidece mientras usted celebra
su digito del PBI.
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