El terrorismo ideológico
Desde Gaza hasta
Argentina, pasando por Ucrania, la realidad se ha convertido en un amasijo de
sofismas, donde las únicas verdades son la sangre derramada y el bandidaje
financiero.
Muchas veces
se ha señalado que el vocabulario político moderno se ha convertido en una
no-lengua al estilo de la imaginada por George Orwell, en la que todas las
palabras que se enuncian significan exactamente lo contrario de lo que dicen.
Estas semanas de acoso psicológico a Rusia de parte de Estados Unidos y la
Unión Europea, de bombardeos israelíes a la franja de Gaza y de catástrofes
anunciadas para Argentina por los profetas de la desgracia que se atrincheran
en los monopolios de la comunicación, son ampliamente demostrativas de lo que
decimos. Y aunque a veces se sienta la necesidad de desmontar una a una esas
mentiras hay que convenir que eso es imposible, pues son demasiadas y resulta
demasiado trabajoso y sobre todo esterilizante el hacerlo. Pero conviene siempre poner de relieve sus aspectos más
grotescos y plantear el cuadro general en el cual se insertan, pues este es, en
definitiva, lo que pone a las cosas en perspectiva y explica el terrorismo
informativo que se desploma sobre el mundo.
Una de esas mentiras candentes y que tienen curso
legal es la de que “Israel es un estado sitiado”.
Esto está en
la línea de lo propuesto por el imperialismo estadounidense, que fue, en definitiva,
el padre de la criatura.
Irak
En el
campeonato mundial de la mentira pocas ha habido más enormes que los inventos
con que se basó la invasión angloestadounidense a Irak en 2003, seguida de una
inacabable sucesión de desastres para ese infortunado país que era antes (a
pesar de Saddam Hussein) un ejemplo de sociedad avanzada para los estándares
del mundo árabe. A su propósito se podrían citar las palabras del fiscal
general de los juicios de Nuremberg, Robert Jackson, quien definió su tarea
como el juzgamiento del “supremo crimen internacional, que se diferenció de
otros crímenes de guerra porque contuvo en sí mismo la capacidad diabólica de
todos ellos”[i]. En Irak ha habido hasta ahora 700.000 muertos y cuatro
millones de refugiados, y una guerra permanente que es el saldo de esa empresa
montada sobre la mentira del armamento atómico de Saddam. Frente a esto el cine
y la prensa norteamericanos no se cansan de magnificar el sacrificio de su
nación para llevar la democracia a ese país bárbaro y de rasgarse las
vestiduras por los 5.000 caídos propios en esa aventura geopolítica y
petrolera. Y a propósito de este
sacrificio bueno será señalar que en estos mismos momentos las nuevas reglas de
inmigración de Estados Unidos están expidiendo a sus países de origen a muchos
“latinos” que habían ganado su ciudadanía combatiendo en Irak. Su culpa: haber
incurrido en “felonías” como pasar una luz roja o haber tenido un altercado con
la autoridad…
Ucrania
La campaña
mundial del infundio está tocando un pico en lo referido a Ucrania y en
especial al derribo del avión de Malaysian Airlines. Con todo desparpajo se
pasa por alto que la situación actual en ese país nace de un golpe de estado
que derrocó a un presidente constitucional y que el actual fue consagrado en un
acto electoral repudiado en la zona rusófona del país, donde ahora está en
curso una guerra civil que opone a las milicias de Donetsk y Lugansk con los
efectivos del ejército regular ucraniano. El avance de la OTAN hasta las mismas puertas de Rusia es
silenciado y los argumentos que sirvieron para intervenir militarmente y forzar
la última escisión de la ex Yugoslavia –la pretensión de autonomía de los
albaneses en Kosovo- parecen letra muerta frente al deseo que expresan los
habitantes del oriente de Ucrania en el sentido de unirse a la Federación Rusa
o de al menos de formar un estado o una región autónoma, independiente del
gobierno de Kiev. Este se encuentra formado, en muchos de sus
estamentos, por sujetos poco recomendables, neonazis y antisemitas, sostenidos
por las formaciones paramilitares que han sido respaldadas y entrenadas por la
CIA o por las agencias de seguridad del estado polaco.
Argentina
En nuestro país la campaña de terrorismo psicológico
montada alrededor del tema de los fondos buitres es expresiva de la degradación
que sufre la verdad a manos de los medios masivos de comunicación y de figuras
del espectro político cuyo servilismo para con el imperio raya a tan alta cota
que son incapaces de formularse una idea de la realidad así sea medianamente
afincada en nuestro propio suelo. Los medios airean sus opiniones y las de los “expertos” en
economía que hundieron a Argentina en la noche de los ’90, cuando culminó el
proceso de decadencia nacional inaugurado en 1955, profundizado en el 1976 y
rematado en las gestiones de Menem y De la Rúa.
Impresentables
como Broda, Espert, Melcolnian, Redrado, Cavallo y otros pontifican sobre los
hipotéticos desastres que acarrearía un nuevo “default” en el caso de que no se
les pague a los fondos buitre, pero no dicen una palabra de las atroces
consecuencias que las políticas de endeudamiento sistemático, sostenidas o
promovidas por ellos, tuvieron para el país, ni ponen de manifiesto lo que
supondría un pago directo, que acarrearía la posibilidad de gatillar la
cláusula RUFO e incrementar la deuda por ellos generada en cien, trescientos o
quinientos mil millones de dólares. No se acuerdan de señalar
que fue precisamente cuando Argentina “defaulteó” que comenzó la recuperación
de su economía, cosa que, mal que bien, nos ha reinsertado en el mundo.
Es decir, en el mundo real, que es un ámbito mucho más ancho que la cueva de
Wall Street y donde se mueven actores como los BRICS, el MERCOSUR y las
potencias emergentes como China y Rusia, capaces de sobrellevar el ataque del
imperialismo occidental y de hacerle frente, si es necesario, con las armas en
la mano.
En cuanto a
los actores políticos y los comunicadores que les hacen coro, los Macri,
Carrió, Massa, Mariano Grondona, Nelson Castro, Leuco y Lanata, entre otros,
¿qué puede decirse? Que son oportunistas irresponsables en algunos casos, en
otros traidores pagos y, en unos cuantos más, expresión directa del poder
imperial en Argentina, en contubernio con el cual organizaron a la nación como
entidad dependiente de un poder externo. Como el presidente de la Sociedad
Rural, pongamos.
El problema de
fondo es que Argentina sigue siendo un país semicolonial, a pesar del gran
salto adelante significado por el primer peronismo y de los intentos de
renacionalización de las gestiones kircheneristas. Cuyas timideces e
inconsecuencias son, al menos en parte,
fruto precisamente de esa condición de subordinación psicológica. Porque
sólo esto puede explicar que, ante la hinchada indignación de Elisa Carrió o de
Margarita Stolbizer, que comparan la lucha contra los fondos buitre a una
malvinización de la política argentina, algunos kirchneristas interpreten esa
palabra en el mismo sentido derogatorio que le prestan quienes la emiten para
descalificar al gobierno. ¡Ay, muchachos de 6, 7, 8, cuánto les falta para
entender que la realidad es contradictoria y está llena de matices! Sin su
abominado general Roca, por ejemplo, de
quien uno de sus invitados deseaba desapareciese la imagen en los
billetes, este país probablemente estaría fragmentado en una factoría agrícola
ganadera en el litoral y centro del país, un noroeste sin volumen político y
una Patagonia anglo-chilena…
Pero, dejando de lado la historia eventual y ciñéndonos a la
real, y al país de veras existente, la orgía de idioteces y canalladas
pronunciadas en tono magistral por los exponentes del establishment pone de
manifiesto que la lucha recién empieza y que es necesario crear las políticas
educativas para impedir que su jerga orwelliana, su lengua de palo y su
capacidad sofística sigan trabando la manifestación de las posibilidades reales
del país. No sólo para que este viva en un marco global que supere al
encuadre que lo ha atado hasta ahora, sino para que se entienda a sí mismo.
Ello sólo será posible si se enfrenta al enemigo interno con las ideas y con
las políticas instrumentales que harán que estas fructifiquen. El enemigo
interno es peor que el externo, pues corroe la capacidad de resistencia desde
dentro.
Es necesario que la predisposición a considerarnos una
nación dependiente y subordinada deje de aparecer como un hecho natural, y que
se haga válida una noción de pertenencia fundada en nuestra historia, que se
confunde con la historia de Suramérica y con la de los países que padecen o han
padecido el yugo colonial o semicolonial. La industrialización, la integración
y la batalla por la cultura deben ser los pivotes sobre los que gire la nación
en un círculo que dejará de
ser, por fin, un círculo vicioso, para transformarse en una espiral ascendente.
Nota
Hemos
efectuado algunas supresiones en el texto por limitar la extensión a lo
general.
[i] Citado por
John Pilger en “Orwell alive in Palestine, Ukraine”, Asia Times, julio 22 de
2014.
Referencia: Articulo de Tomas Lacolla.
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