Industrializar para diversificar con un tipo de cambio real alto
Las políticas neoliberales de las últimas dos décadas
han exacerbado los problemas históricos del subdesarrollo de Perú, en
lugar de resolverlos: una estructura productiva heterogénea con escaso
desarrollo industrial y una canasta exportadora dominada por los
productos primarios. Precisamente durante los años del neoliberalismo,
la canasta exportadora de Perú se hizo menos diversificada y, por lo
tanto, más concentrada en productos primarios: el «índice de
Herfindahl-Hiirschman» que mide el grado de diversificación de productos
de la canasta exportadora pasó de 0.33 en 1990, a 0.28 en 2000 y a 0.27
en 2010. (Bolivia pasó de un índice de 0.42 en 1990 a 0.46 en 2010).
El
escaso desarrollo industrial que revela esta canasta, concentrada en
productos primarios, se expresa, además, en una baja participación de
las exportaciones con alto valor agregado en las exportaciones
manufactureras: 7% en promedio en el periodo 1990-2010, por debajo de
Paraguay (9%), de Bolivia (11%) y de Ecuador (18%). El reducido valor
agregado en las exportaciones manufactureras, revela, además, su escasa
capacidad competitiva en los mercados internacionales.
El «índice de
rendimiento industrial competitivo modificado (IRICM)» que expresa el
desempeño competitivo de la industria manufactura de Perú con relación a
otros países, pasó de 0.24 en 1990 a 0.36 en 2010, pero se encuentra
muy por debajo de Chile (0.50), de México (0.70) y de Brasil (0.72)
(véase Torres y Gilles, 2013).
Para cambiar esta situación y con ello el actual estilo de
crecimiento y acumulación de capital, es necesario diversificar el
aparato productivo, pero los ejes de esta diversificación deben ser el
desarrollo industrial manufacturero y la modernización de la
agricultura.
Política cambiaria como política de industrialización
La liberalización comercial y financiera, por un lado, y el apreciación
del tipo de cambio real, por otro, configuran un escenario contrario al
desarrollo de la producción manufactura y, por lo tanto, de transables
internacionalmente. Este es el escenario que predominó en casi todos los
años de neoliberalismo en Perú, con excepción del breve período
2002-2006, durante los cuales se impidió la caída del tipo de cambio
real. Aumentaron las exportaciones durante los últimos años de alto
crecimiento económico, pero básicamente por el impulso proveniente de
los altos precios de los minerales. Por su parte, los efectos positivos
del crecimiento de las exportaciones no-tradicionales, fueron más que
compensados por la masiva penetración de importaciones que desplazó a la
producción manufacturera local.
Por las razones anteriores, no hay manera de contrarrestar el actual
enfriamiento económico —causado por la desaceleración de la economía
internacional (en especial de China) y el fin de la tendencia creciente
de los precios de los commodities— sino se opta por políticas de
industrialización de nuevo tipo. Una de estas políticas –-la más
importante en la coyuntura actual–, es una política cambiaria que dé
certidumbre a los productores manufactureros y agro-industriales y que
los haga competitivos en los mercados internacionales. Esta es la
política de tipo de cambio real estable y competitivo, que debe
sustituir a la actual adoptada por la autoridad monetaria y que ha
permitido la reducción sistemática del tipo de cambio real, no obstante
tener una regla de intervenciones cambiarias esterilizadas.
Hay experiencias exitosas de países que optaron por un tipo de cambio
real alto y estable. Son conocidos los casos de algunos países del Este
del Asia y de China, pero que también utilizaron, entre otras, las
políticas comerciales de protección temporal para sus industrias
nacientes. Sin embargo, son más ilustrativas las experiencias ocurridas
en la región de Latinoamérica, precisamente en las décadas de predominio
de las políticas neoliberales.
Tenemos el caso de Chile que optó por la liberalización comercial,
pero que desde 1982 hasta fines de los noventa, lo acompañó con un tipo
de cambio real alto y con restricciones a los movimientos de capital de
corto plazo. Entre 1982 y 1988 el peso chileno se depreció en casi 120%.
Sobre el crecimiento excepcional de sus exportaciones, Ffrench-Davis
(2004) dice: «tan notable desempeño estuvo asociado, durante las últimas
dos décadas, a políticas heterodoxas más bien activas que procuraron
preservar un tipo de cambio real competitivo y generar capacidad
exportadora, en contraste con la implantación, únicamente, de reformas
económicas ortodoxas, como ocurrió en los setenta».
El otro caso es el de México con un Tratado de Libre Comercio y
reformas neoliberales. Después de la crisis de 1994-1995, se inició un
proceso de recuperación de su economía que coincidió con el ciclo
expansivo de la economía norteamericana, pero que fue impulsado
fundamentalmente con un tipo de cambio real alto «heredado de los
ajustes cambiarios que ocurrieron durante la crisis. Esta feliz
combinación de factores se revierte a principios de siguiente década
(2000-2010), cuando reaparece la tendencia a la sobrevaluación cambiaria
y se produce la recesión de la economía de los Estados Unidos» (Ros,
2004). México, como Chile, tiene ahora una canasta exportadora más
diversificada con productos manufacturados, que le ha dado –-como dice
Ros— mayor flexibilidad y capacidad de respuesta a las fluctuaciones de
los mercados financieros y del comercio internacional.
A modo de conclusión
Un tipo de cambio real alto y competitivo, es, en la coyuntura y el
grado de desarrollo actual de Perú, uno de los instrumentos
fundamentales de industrialización y, por lo tanto, de diversificación
de su capacidad productiva y de su canasta exportadora.
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