martes, 17 de junio de 2014

Industrializar para diversificar

Industrializar para diversificar con un tipo de cambio real alto


Las políticas neoliberales de las últimas dos décadas han exacerbado los problemas históricos del subdesarrollo de Perú, en lugar de resolverlos: una estructura productiva heterogénea con escaso desarrollo industrial y una canasta exportadora dominada por los productos primarios. Precisamente durante los años del neoliberalismo, la canasta exportadora de Perú se hizo menos diversificada y, por lo tanto, más concentrada en productos primarios: el «índice de Herfindahl-Hiirschman» que mide el grado de diversificación de productos de la canasta exportadora pasó de 0.33 en 1990, a 0.28 en 2000 y a 0.27 en 2010. (Bolivia pasó de un índice de 0.42 en 1990 a 0.46 en 2010).

El escaso desarrollo industrial que revela esta canasta, concentrada en productos primarios, se expresa, además, en una baja participación de las exportaciones con alto valor agregado en las exportaciones manufactureras: 7% en promedio en el periodo 1990-2010, por debajo de Paraguay (9%), de Bolivia (11%) y de Ecuador (18%). El reducido valor agregado en las exportaciones manufactureras, revela, además, su escasa capacidad competitiva en los mercados internacionales.

 El «índice de rendimiento industrial competitivo modificado (IRICM)» que expresa el desempeño competitivo de la industria manufactura de Perú con relación a otros países, pasó de 0.24 en 1990 a 0.36 en 2010, pero se encuentra muy por debajo de Chile (0.50), de México (0.70) y de Brasil (0.72) (véase Torres y Gilles, 2013).

Para cambiar esta situación y con ello el actual estilo de crecimiento y acumulación de capital, es necesario diversificar el aparato productivo, pero los ejes de esta diversificación deben ser el desarrollo industrial manufacturero y la modernización de la agricultura.


Política cambiaria como política de industrialización
La liberalización comercial y financiera, por un lado, y el apreciación del tipo de cambio real, por otro, configuran un escenario contrario al desarrollo de la producción manufactura y, por lo tanto, de transables internacionalmente. Este es el escenario que predominó en casi todos los años de neoliberalismo en Perú, con excepción del breve período 2002-2006, durante los cuales se impidió la caída del tipo de cambio real. Aumentaron las exportaciones durante los últimos años de alto crecimiento económico, pero básicamente por el impulso proveniente de los altos precios de los minerales. Por su parte, los efectos positivos del crecimiento de las exportaciones no-tradicionales, fueron más que compensados por la masiva penetración de importaciones que desplazó a la producción manufacturera local.

Por las razones anteriores, no hay manera de contrarrestar el actual enfriamiento económico —causado por la desaceleración de la economía internacional (en especial de China) y el fin de la tendencia creciente de los precios de los commodities— sino se opta por políticas de industrialización de nuevo tipo. Una de estas políticas –-la más importante en la coyuntura actual–, es una política cambiaria que dé certidumbre a los productores manufactureros y agro-industriales y que los haga competitivos en los mercados internacionales. Esta es la política de tipo de cambio real estable y competitivo, que debe sustituir a la actual adoptada por la autoridad monetaria y que ha permitido la reducción sistemática del tipo de cambio real, no obstante tener una regla de intervenciones cambiarias esterilizadas.

Hay experiencias exitosas de países que optaron por un tipo de cambio real alto y estable. Son conocidos los casos de algunos países del Este del Asia y de China, pero que también utilizaron, entre otras, las políticas comerciales de protección temporal para sus industrias nacientes. Sin embargo, son más ilustrativas las experiencias ocurridas en la región de Latinoamérica, precisamente en las décadas de predominio de las políticas neoliberales.

Tenemos el caso de Chile que optó por la liberalización comercial, pero que desde 1982 hasta fines de los noventa, lo acompañó con un tipo de cambio real alto y con restricciones a los movimientos de capital de corto plazo. Entre 1982 y 1988 el peso chileno se depreció en casi 120%. Sobre el crecimiento excepcional de sus exportaciones, Ffrench-Davis (2004) dice: «tan notable desempeño estuvo asociado, durante las últimas dos décadas, a políticas heterodoxas más bien activas que procuraron preservar un tipo de cambio real competitivo y generar capacidad exportadora, en contraste con la implantación, únicamente, de reformas económicas ortodoxas, como ocurrió en los setenta».

El otro caso es el de México con un Tratado de Libre Comercio y reformas neoliberales. Después de la crisis de 1994-1995, se inició un proceso de recuperación de su economía que coincidió con el ciclo expansivo de la economía norteamericana, pero que fue impulsado fundamentalmente con un tipo de cambio real alto «heredado de los ajustes cambiarios que ocurrieron durante la crisis. Esta feliz combinación de factores se revierte a principios de siguiente década (2000-2010), cuando reaparece la tendencia a la sobrevaluación cambiaria y se produce la recesión de la economía de los Estados Unidos» (Ros, 2004). México, como Chile, tiene ahora una canasta exportadora más diversificada con productos manufacturados, que le ha dado –-como dice Ros— mayor flexibilidad y capacidad de respuesta a las fluctuaciones de los mercados financieros y del comercio internacional.

A modo de conclusión
Un tipo de cambio real alto y competitivo, es, en la coyuntura y el grado de desarrollo actual de Perú, uno de los instrumentos fundamentales de industrialización y, por lo tanto, de diversificación de su capacidad productiva y de su canasta exportadora.

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