TEORÍA DEL CONFLICTO
La teoría del conflicto es una de las grandes escuelas de la teoría sociológica moderna, es considerada como desarrollo que se produjo en reacción a la estática del funcionalismo estructural. Durante las décadas de 1950 y 1960 la teoría del conflicto proporcionó una alternativa al funcionalismo estructural, pero ha sido superada recientemente por las teorías neomarxianas. La teoría del conflicto está íntimamente vinculada a la teoría de los juegos y a los estudios y escuelas sobre negociación.
Generalmente se ofrecen diferentes definiciones de "conflicto social", diferencias que llaman nuestra atención a aspectos complementarios del concepto: Por ejemplo, la de Stephen Robbins: “Un proceso que se inicia cuando una parte percibe que otra la ha afectado de manera negativa o que está a punto de afectar de manera negativa, alguno de sus intereses” y la de Lewis A. Coser para quien el conflicto social es una lucha por los valores y por el estatus, el poder y los recursos escasos, en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales. Un conflicto será social cuando transciende lo individual y proceda de la propia estructura de la sociedad.
Los antecedentes iniciales de la teoría del conflicto se remontan a las regiones de China, Grecia y la India. Importantes autores como Sun Zu, Heráclito, Ibn Khaldun, Miyamoto, y en la modernidad Maquiavelo, y Bodino, sentaron las bases teóricas de esta importante perspectiva social.
Para su estudio, se puede considerar:
Primero, las raíces de la teoría del conflicto.
Segundo, las posturas clásicas: Kaldún, Nicolás Maquiavelo, Karl Marx, Karl Von Clawsewitz, Thomas Hobbes, Georges Simmel, Lewis Coser y Henry Kissinger.
Tercero, las posturas contemporáneas con las tesis de: Louis Kriesberg, Lewis Coser, Herbert Marcuse, Erick Fromm, Randall Collins, Georges Balandier y Elton McNeil.
Y cuarto, los más importantes temas que esta teoría ha generado como: los costos de la violencia política, social, el terrorismo, la guerra, la geopolítica y la globalización.
Remitiéndonos a los principios, en la filosofía griega se dedicó gran parte del pensamiento al estudio de la naturaleza humana debido, entre otras cosas, a que existía la tendencia a concebir al ser humano como el centro de la creación, capaz de actuar racional y éticamente por naturaleza.
Esta interpretación fue, entonces, una de las causas del desarrollo de los extraordinarios manuscritos de carácter antropológico de la época. Los filósofos presocráticos, los sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles... y muchos más, todos tuvieron alguna cosa que decirnos sobre el ser humano y, entre sus pensamientos, encontramos hoy en día ciertas doctrinas que nos permiten fundamentar la relación entre conflicto, complejidad y naturaleza humana que en estas páginas se plantea.
Heráclito es el presocrático por excelencia que no podemos dejar de mencionar por la defensa a ultranza del conflicto que en su escuela proyecta, así como de la guerra que llega a identificarla como el padre de todas las cosas.
Su filosofía se podría resumir con la famosa sentencia suya que aparece, por ejemplo, en el Crátilo de Platón, 402, y que dice:
Esta interpretación fue, entonces, una de las causas del desarrollo de los extraordinarios manuscritos de carácter antropológico de la época. Los filósofos presocráticos, los sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles... y muchos más, todos tuvieron alguna cosa que decirnos sobre el ser humano y, entre sus pensamientos, encontramos hoy en día ciertas doctrinas que nos permiten fundamentar la relación entre conflicto, complejidad y naturaleza humana que en estas páginas se plantea.
Heráclito es el presocrático por excelencia que no podemos dejar de mencionar por la defensa a ultranza del conflicto que en su escuela proyecta, así como de la guerra que llega a identificarla como el padre de todas las cosas.
Su filosofía se podría resumir con la famosa sentencia suya que aparece, por ejemplo, en el Crátilo de Platón, 402, y que dice:
[...] que todo se mueve y nada permanece, y, comparando las cosas con la corriente de un río, dice que en el mismo río no nos bañamos dos veces».
Este juicio es el que le lleva, también, a afirmar que
[...] todas las cosas se hallan en perpetuo flujo y cambio; en ninguna parte del universo se podrá encontrar en reposo eterno, la estabilidad inmutable. Y no sólo hay en él perpetuo cambio; sino también perpetuo conflicto.
El carácter permanente que Heráclito otorga al conflicto es el que nos lleva a interpretarlo en su pensamiento como un aspecto inherente de las relaciones sociales y de la naturaleza humana, pues él mismo es quien señala al choque de los opuestos como la verdadera condición de la vida, siendo este contraste, este choque de opuestos y, con ello, decimos, evidentemente, el conflicto la única armonía posible.
Así mismo, aparece en la Ética Nicomaquea de Aristóteles, VIII 2, 1155b, donde se escribe
“[...] lo opuesto concuerda y que de las cosas discordantes surge la más bella armonía”, “y que todo sucede según discordia”.
Sin embargo, hay que decir, al mismo tiempo, que Heráclito ideó un principio inmanente de orden y medida para gobernar ese mundo de caos, complejidad y conflicto, y que no fuese, por el contrario, un simple caos.
Esta misma presencia del conflicto y de la complejidad en la naturaleza humana se encuentra en otros pensadores clásicos de la época como, por ejemplo, Platón, quien ya hace patente el carácter conflictivo de la naturaleza humana desde la misma división que plantea del alma humana en tres partes.
En el diálogo el Fedro nos habla de la parte racional del alma ligada a la racionalidad, de la parte irascible en la que se da la valentía y de la parte apetitiva donde se hallan los deseos corporales. A partir de esta división, Platón caracteriza al ser hu-mano justo como aquel en el que tiene lugar un equilibrio entre las tres partes del alma, como aquel en el que de forma armónica se dan los deseos corporales y la valentía, aunque siempre supervisados por la racionalidad, que seguirá teniendo una cierta superioridad respecto a las otras dos partes
Esta partición en tres puede ser una buena muestra de los conflictos internos que vivimos las personas, pues ni que decir tiene que son muchas las ocasiones en las que, por ejemplo, no coincide lo que nos dice nuestra racionalidad y nuestra apeten-cia, y es ahí donde surge el conflicto, donde mana el no saber qué hacer.
Platón es muy lúcido al diseñar esta teoría porque dejó entrever esos conflictos más internos que diariamente sacuden a las personas y que no sólo son muestra de la estrecha relación entre conflicto y naturaleza humana, sino también de la compleji-dad de esa misma naturaleza.
La misma justicia en armonía que Platón piensa respecto a la naturaleza humana la extrapola al plano social donde nos habla de tres estamentos sociales que vendrían a equivaler a las tres partes del alma. En la República caracteriza a los filósofos, a los guardianes y a los trabajadores, de tal manera que, nuevamente, se hace patente los posibles conflictos entre estas tres clases sociales.
Sin embargo, Platón no sólo nos señala en su doctrina a los conflictos internos y a los conflictos dentro de un estado, sino también a los conflictos entre estados. Tanto es así que en Las Leyes afirma que todas las ciudades están en un estado de guerra por naturaleza, que todos los hombres son enemigos de todos los hombres y que una misma persona es enemiga de sí misma.
De ahí, la necesidad de crear estados que enseñen a los y las ciudadanas a convivir, aunque y a pesar de esta creación, dice Platón que la guerra sucederá inevitablemen-te.
Una interpretación bien diferente a la platónica se encuentra en Aristóteles quien define al ser humano como un ser naturalmente social y como un animal político, que viene a decir que el ser humano no se basta a sí mismo, sino que necesita de un semejante para vivir.
Tanto es así que:
“[...] la ciudad es el marco dentro del cual se puede realizar, gracias a la independencia que ella asegura, el ideal de una vida humana perfecta; es ella el ambiente en que el hombre puede alcanzar su felicidad mediante el ejercicio de la virtud, en el respeto a la justicia”.
Por lo tanto, la guerra no se convierte en el ideal de ningún estado, sino que sólo se justifica por su finalidad que no es otra más que la paz.
Esta necesidad que los seres humanos tienen de sus semejantes según Aristóteles se encuentra, también, a nivel interno, cuando analiza la dualidad alma-cuerpo y afirma que no existe tal dualidad, sino más bien una fuerte solidaridad entre las dos que las hace comprenderse y reconocerse.
El pensamiento aristotélico es una buena muestra de esa visión más positiva de los conflictos.
Cuando Aristóteles nos dice que el ser humano es un ser social o cuando habla de la solidaridad alma-cuerpo no creo que esté negando la existencia de los conflictos, sino, más bien, que da muestra de las alternativas más solidarias que el ser humano tiene para afrontarlos, ya sea referido a los conflictos más internos o a los de un ca-rácter social.
Así mismo, aparece en la Ética Nicomaquea de Aristóteles, VIII 2, 1155b, donde se escribe
“[...] lo opuesto concuerda y que de las cosas discordantes surge la más bella armonía”, “y que todo sucede según discordia”.
Sin embargo, hay que decir, al mismo tiempo, que Heráclito ideó un principio inmanente de orden y medida para gobernar ese mundo de caos, complejidad y conflicto, y que no fuese, por el contrario, un simple caos.
Esta misma presencia del conflicto y de la complejidad en la naturaleza humana se encuentra en otros pensadores clásicos de la época como, por ejemplo, Platón, quien ya hace patente el carácter conflictivo de la naturaleza humana desde la misma división que plantea del alma humana en tres partes.
En el diálogo el Fedro nos habla de la parte racional del alma ligada a la racionalidad, de la parte irascible en la que se da la valentía y de la parte apetitiva donde se hallan los deseos corporales. A partir de esta división, Platón caracteriza al ser hu-mano justo como aquel en el que tiene lugar un equilibrio entre las tres partes del alma, como aquel en el que de forma armónica se dan los deseos corporales y la valentía, aunque siempre supervisados por la racionalidad, que seguirá teniendo una cierta superioridad respecto a las otras dos partes
Esta partición en tres puede ser una buena muestra de los conflictos internos que vivimos las personas, pues ni que decir tiene que son muchas las ocasiones en las que, por ejemplo, no coincide lo que nos dice nuestra racionalidad y nuestra apeten-cia, y es ahí donde surge el conflicto, donde mana el no saber qué hacer.
Platón es muy lúcido al diseñar esta teoría porque dejó entrever esos conflictos más internos que diariamente sacuden a las personas y que no sólo son muestra de la estrecha relación entre conflicto y naturaleza humana, sino también de la compleji-dad de esa misma naturaleza.
La misma justicia en armonía que Platón piensa respecto a la naturaleza humana la extrapola al plano social donde nos habla de tres estamentos sociales que vendrían a equivaler a las tres partes del alma. En la República caracteriza a los filósofos, a los guardianes y a los trabajadores, de tal manera que, nuevamente, se hace patente los posibles conflictos entre estas tres clases sociales.
Sin embargo, Platón no sólo nos señala en su doctrina a los conflictos internos y a los conflictos dentro de un estado, sino también a los conflictos entre estados. Tanto es así que en Las Leyes afirma que todas las ciudades están en un estado de guerra por naturaleza, que todos los hombres son enemigos de todos los hombres y que una misma persona es enemiga de sí misma.
De ahí, la necesidad de crear estados que enseñen a los y las ciudadanas a convivir, aunque y a pesar de esta creación, dice Platón que la guerra sucederá inevitablemen-te.
Una interpretación bien diferente a la platónica se encuentra en Aristóteles quien define al ser humano como un ser naturalmente social y como un animal político, que viene a decir que el ser humano no se basta a sí mismo, sino que necesita de un semejante para vivir.
Tanto es así que:
“[...] la ciudad es el marco dentro del cual se puede realizar, gracias a la independencia que ella asegura, el ideal de una vida humana perfecta; es ella el ambiente en que el hombre puede alcanzar su felicidad mediante el ejercicio de la virtud, en el respeto a la justicia”.
Por lo tanto, la guerra no se convierte en el ideal de ningún estado, sino que sólo se justifica por su finalidad que no es otra más que la paz.
Esta necesidad que los seres humanos tienen de sus semejantes según Aristóteles se encuentra, también, a nivel interno, cuando analiza la dualidad alma-cuerpo y afirma que no existe tal dualidad, sino más bien una fuerte solidaridad entre las dos que las hace comprenderse y reconocerse.
El pensamiento aristotélico es una buena muestra de esa visión más positiva de los conflictos.
Cuando Aristóteles nos dice que el ser humano es un ser social o cuando habla de la solidaridad alma-cuerpo no creo que esté negando la existencia de los conflictos, sino, más bien, que da muestra de las alternativas más solidarias que el ser humano tiene para afrontarlos, ya sea referido a los conflictos más internos o a los de un ca-rácter social.
PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
En cuanto a la Teoría el diccionario la define como: “Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación; Hipótesis cuyas consecuencias se aplican a toda una ciencia o a parte muy importante de ella”.
Freund define al conflicto como: “Un enfrentamiento, choque o desacuerdo intencional entre dos grupos o entes de la misma especie que manifiestan, uno respecto de los otros, una intención hostil, en general a propósito de un derecho y quienes, por mantener, afirmar o restablecer el derecho intentar quebrar la resistencia del otro, eventual-mente recurriendo a la violencia”.
Coser señala que el conflicto es: “Una lucha con respecto a valores y derechos sobre Estados, poderes y recursos escasos, lucha en la cual el propósito es neutralizar, dañar o eliminar a los rivales”, puede decirse entonces que el autor busca analizar las funcio-nes del conflicto social no solamente desde el punto de vista disociador, sino también integrador (o desintegrador) de la sociedad.
Dahrendorf señala que el conflicto es el motor de la historia, es lo que mantiene el desarrollo de la sociedad. Este conflicto, para ser socialmente relevante se manifiesta más allá de las relaciones individuales. Encuentra su ámbito de desarrollo entre los roles sociales, entre grupos sociales, entre sectores de la sociedad, entre sociedades y entre organizaciones supranacionales.
Al revisar la obra de Marx, Dahrendorf centra su preocupación en el estudio de las fuentes estructurales de los conflictos y, en contra de lo que afirmaba Marx, descu-bre que la fuente estructural primera de los mismos no se halla en la desigual distri-bución de la propiedad, sino en la desigual distribución del poder entre personas y entre grupos. A ello lo denomina “distribución dicotómica de la autoridad”.
En esta dicotomía el conflicto es inevitable entre quienes pretenden mantener el orden (dominadores) y quienes desean subvertirlo (dominados), consecuentemente, la afirmación de que la autoridad es el elemento estructural, esencial de la organización social, permite al sociólogo alemán asegurar que ésta es la que provoca el conflicto persistente que, a su vez, reestructura la misma sociedad de la que surgen nuevos conflictos.
Para Bobbio el conflicto es una forma de interacción entre individuos, grupos, orga-nizaciones y colectividades que implica enfrentamientos por el acceso a recursos escasos y su distribución. Sostiene que, sin embargo, una vez admitido lo anterior, surgen de inmediato diferencias y divergencias respecto a la mayor parte de pro-blemas vinculados al concepto de conflicto y su utilización.
Se ha expresado que el objetivo del conflicto es el control de los escasos recursos, los cuales se presentan bajo formas de poder, riqueza y prestigio; por lo tanto, según los tipos de conflictos se podrán establecer otros recursos o especificarlos mejor. Por ejemplo, en los casos de conflictos internacionales, un recurso importante es el territorio; en los casos de conflictos políticos un recurso codiciado es el control de los cargos en competencia; y en el caso de conflictos industriales, los recursos en juego son las relaciones de autoridad y de mando.
Los conflictos son de diversos tipos y pueden situarse en diversos niveles, situación que aconseja a no centrar la atención en algunos tipos de conflictos, olvidando los conflictos étnicos, internacionales políticos, etc. Algunos tratadistas revelan que los conflictos pueden distinguirse entre sí por algunas características objetivas, entre las que sugieren a:
• Dimensión.- Cuando el indicador utilizado está constituido por el número de participantes, ya sea de manera absoluta o relativamente a la representación de participantes potenciales.
• Intensidad.- Puede medirse por el grado de compromiso de los participan-tes, según su disposición a mantenerse firme a ultranza o a entrar en tratos en cuanto sea posible.
• Objetivos.- No es fácil distinguir los conflictos sobre la base de sus objetivos si no se cuenta con una verdadera y propia teoría que, según se sabe, no exis-te. Lo que se puede hacer es comprender y analizar los conflictos de los obje-tivos sólo gracias a una profundización en el conocimiento de la sociedad concreta en la que surgen y se manifiestan los diversos conflictos.
ANTECEDENTES.
Muchos de los primeros conflictos violentos de los que se tiene noticia en la historia de la humanidad, han sido por los motivos que hoy se conocen como económicos: posesión de recursos (tierras, ganados, agua) apropiación de bienes y personas (es-clavos, mujeres) y satisfacción de otras necesidades de subsistencia de las socieda-des. Las guerras comerciales y coloniales, que a fines del siglo XIX llegaron a abarcar todo el planeta, son la genuina expresión de máximo nivel de violencia al que se llegó por motivos económicos.
Algunos siglos antes, esa violencia era ya perceptible en los conflictos originados sobre las rutas comerciales que unían a Europa con el oriente asiático e incluso las guerras púnicas, que afectaron a España. Estos conflictos fueron una clara expresión del antagonismo comercial que enfrentó a Roma con Cartago.
Los conflictos étnicos son también tan antiguos como la humanidad. En esos tiempos era frecuente que unos grupos sometieran a otros a la esclavitud, para utilizar su fuerza de trabajo o incluso para combatir a su servicio. En la actualidad este tipo de conflicto se extiende sobre todo el mundo y se expresa en el rechazo de unos pueblos a ser dominados por otros que consideran ajenos a su identidad.
Cedeño nos refiere que en la doctrina cristiana hay un antecedente remoto que po-dría ser el primer conflicto: “En el principio de la creación Dios hizo a los ángeles y arcángeles, llenos de belleza y perfección espiritual, entre ellos, el más bello -como su nombre lo indica- fue Luzbel (Luz bella o lucero del amanecer). Este se envaneció de su belleza y perfección y se creyó superior a los demás y con igual perfección que su creador, rebelándose contra Él y pretendiendo disputar la supremacía espiritual. Dios encomen-dó, entonces al Arcángel San Miguel para que luchase con este rebelde en nombre de Él concediéndole todos Sus poderes. Y hubo un combate en los cielos en el cual salió victo-rioso el Arcángel San Miguel, desterrando a los “infiernos eternos” al Arcángel caído Luzbel que más tarde fue conocido como Satanás (adversario) o el Diablo (ser malo)”.Este “conflicto de la igualdad de los derechos” es a no dudarlo, el que más problemas sociales ha causado en la historia de la humanidad.
Otro antecedente antiguo es aquel que supuestamente aconteció en el llamado paraíso terrenal a breves estadas de la creación, cuando la serpiente tentó a los primeros humanos, Adán y Eva, a que comieran la fruta del “árbol prohibido”.
Cedeño nos advierte que el problema trascendental no radica en el análisis del rol de la serpiente, sino en el dilema de obedecer o desobedecer el mandato de la prohibición puesta en boca de Dios. La obediencia inevitablemente nos hubiera sentenciado a la igno-rancia, mientras que la desobediencia nos condujo al conocimiento de la diversidad de la creación.
Un relato de un primer estallido social, que ahora es leyenda, sucedió en Roma en el año 494 AC. Se reseña que un Cónsul se encontraba reclutando hombres para luchar contra los Volscos, cuando un fornido hombre se sube a una tarima y relata sobre su vida dedicada a Roma por más de 30 batallas que, al volver de la guerra, sus propiedades habían sido arrebatadas, por lo que terminaba abandonado y como esclavo. La población que escuchaba sintió un gran rencor por lo sucedido y, tras varias revueltas y levantamientos decide hacer una seccesio (una especie de retiro pacífico) y refugiarse en una colina cercana a la ciudad de Roma.
Cedeño nos advierte que el problema trascendental no radica en el análisis del rol de la serpiente, sino en el dilema de obedecer o desobedecer el mandato de la prohibición puesta en boca de Dios. La obediencia inevitablemente nos hubiera sentenciado a la igno-rancia, mientras que la desobediencia nos condujo al conocimiento de la diversidad de la creación.
Un relato de un primer estallido social, que ahora es leyenda, sucedió en Roma en el año 494 AC. Se reseña que un Cónsul se encontraba reclutando hombres para luchar contra los Volscos, cuando un fornido hombre se sube a una tarima y relata sobre su vida dedicada a Roma por más de 30 batallas que, al volver de la guerra, sus propiedades habían sido arrebatadas, por lo que terminaba abandonado y como esclavo. La población que escuchaba sintió un gran rencor por lo sucedido y, tras varias revueltas y levantamientos decide hacer una seccesio (una especie de retiro pacífico) y refugiarse en una colina cercana a la ciudad de Roma.
Se cree que la historia no sea cierta, pero se afirma que por esas fechas ocurrió un estallido social que llevó a Roma a una gran crisis y levantamiento social. Lo más probable es que el estallido se diera a manera de una huelga social masiva que obli-gó a los Patricios a negociar, para lo cual enviaron a Menenio Agripa, embajador de mucho carisma, quien no tuvo éxitos.
Frente a ello, el Senado toma la decisión de cancelar las deudas contraídas por los plebeyos y libera a los esclavos, concediéndo-se a la plebe el derecho de elegir a sus propios magistrados: Los Tribunos de la Plebe, cuya misión sería la de proteger a los plebeyos y velar por sus derechos.
TEORIA DEL CONFLICTO.
En épocas más recientes (1950), surgen una serie de estudios y teorías centrados en el conflicto social, como fenómeno genérico. Para los especialistas, la Teoría del Conflicto está referida a una serie de estudios e investigaciones diversas, no siste-matizadas. Esta corriente se inicia con la publicación en 1954 de “The Functions of Social Conflict” del norteamericano Lewis Coser, quien es generalmente considera-do como el iniciador moderno del estudio del conflicto.
A partir de esa fecha, se pu-blican algunas obras y estudios concernientes a los conflictos:
• 1956: Max Gluckman, “Custom and conflict in Africa”.
• 1959: Ralf Dahrendorf, “Class and class conflict in industrial society”.
• 1960: Thomas Schelling, “Strategy of Conflict”.
• 1962: Kenneth Boulding, “Conflict and Defense: a general theory”.
• 1975: Randall Collins, “Conflict Sociology: towards an explanatory science”.
• 1975: Louis Kriesberg, “Sociología de los conflictos sociales”.
• 1983: Julien Freund, “Sociologie du Conflit”.
Antes de la aparición de la Teoría, el conflicto era visto básicamente como una patología social, o como el síntoma de una patología social. La sociedad perfecta era vista como una sociedad sin conflictos y todas las utopías sociales sostenían la necesidad de constituir un modelo de sociedad sin conflictos, de pura cooperación. Con la Teoría del Conflicto se reevalúa la connotación negativa tradicional y se postula el con-flicto social como un mecanismo de innovación y cambio social
Cuando los sociólogos han querido delimitar este tipo de fenómenos sociales con respecto a otros, no siempre han recurrido a la palabra conflicto, aunque luego se impuso como tecnicismo sociológico. Max Weber utilizó la palabra alemana Streit que sus traductores han determinado como “lucha” en la siguiente definición:
“Debe entenderse que una relación social es de lucha cuando la acción se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de la otra u otras partes. Se denominan pacíficos aquellos medios de lucha en los que no hay una violencia física efectiva. La lucha pacífica llamase competencia cuando trata de la adquisición formal-mente pacífica de un poder de disposición propio sobre probabilidades deseadas también por otros”
Algunos sociólogos han pretendido estudiar los conflictos en general, como forma de interacción social, con independencia de su contenido, habiendo sido importante la obra de Georg Simmel, para quien el objeto de la sociología es el estudio de las for-mas según las cuales se asocian los hombres que, para él, son las mismas aunque varíen las actividades o los contenidos.
Simmel formuló las siguientes proposiciones como válidas para todos los conflictos:
• El conflicto es una forma esencial y universal de sociedad, complementaria de la integración o la armonía. Las sociedades requieren una cierta proporción de atracción y repulsión, de armonía y desarmonía, de cooperación y de com-petencia. Un grupo completamente armonioso no sólo sería imposible desde el punto de vista empírico, sino que carecería de vida y estructura.
• El conflicto es una forma esencial y universal de sociedad, complementaria de la integración o la armonía. Las sociedades requieren una cierta proporción de atracción y repulsión, de armonía y desarmonía, de cooperación y de com-petencia. Un grupo completamente armonioso no sólo sería imposible desde el punto de vista empírico, sino que carecería de vida y estructura.
• Podemos clasificar los grupos por el grado de conflicto en ellos. Hay relacio-nes que son puros conflictos, en la que se carece por completo de cual-quier factor de unidad.
• El tercer miembro de una triada puede adoptar tres funciones posibles cuando los otros dos entran en conflicto: mediador, tertium gaudens y divide et impera.
• Los conflictos por causas impersonales son más agudos que los conflictos por intereses personales, pues quien está dispuesto a sacrificar sus intereses por un ideal se encuentra justificado para sacrificar cualquier otra cosa.
• El conflicto modifica la estructura de los grupos que participan en él, provo-cando en muchas ocasiones, una mayor unidad y cohesión y favoreciendo la centralización de los medios y el poder del gobierno
• Los conflictos suelen terminar de tres formas principales: victoria, compromiso y conciliación. Los dos primeros son objetivos, la conciliación, subjetiva.
Coser, continuando con la obra de Simmel, puso de relieve la importancia del conflicto para el funcionamiento de las sociedades. A diferencia de Simmel, quien veía la vida social como una dialéctica de conflictos, Coser se esfuerza por distinguir y sub-rayar las consecuencias positivas –funciones- del conflicto para la vida de los grupos.
Mientras Simmel había hablado del conflicto por el conflicto, Coser prolonga su re-flexión distinguiendo entre conflictos auténticos y conflictos inauténticos. Los conflic-tos que se plantean como único objeto la descarga agresiva, cuyo ejemplo extremo es el juego, no deben considerarse auténticos conflictos. Estos tienen objetos externos a ellos, son conflictos por el poder, la riqueza, el estatus, etc., y se caracterizan porque se les puede encontrar alternativas funcionales en los medios, esto es, porque hay procedimientos distintos del conflicto para lograr los mismos fines.
En donde coinciden en que las luchas por causas nobles (ciencia, patria, religión) suelen ser más agudas y enconadas que las luchas por simples intereses personales. Coser también profundiza y prolonga los análisis de Simmel en sus estudios de las funciones sociales de la violencia, siendo una la de servir de señal de peligro a los ciudadanos y a los gobiernos.
De acuerdo a la dinámica de los conflictos se observa que existen muchos rasgos comunes entre los teóricos formales del conflicto, entre los que se puede señalar que los orígenes de los conflictos son variados, distinguiendo tres tipos principales:
• Los conflictos de escasez, que surgen porque los actores (individuos o gru-pos) se disputan la posesión o uso de un valor escaso o compartido.
• Los conflictos por desacuerdo, en lo que los actores (que suelen pertenecer a un mismo grupo) disputan acerca de la manera de hacer las cosas, es decir, acerca de cómo y para qué usar los medios del grupo.
• Los conflictos por injusticia, en los que una de las partes piensa que la otra le debe algo que es suyo.
Zipper anota que Coser en su obra “Las funciones del conflicto social”, comienza analizando a varios sociólogos contemporáneos señalando que su preocupación se ha orientado fundamentalmente a probar su negatividad, siendo por tanto una visión reduccionista. En esa obra y en “Nuevos aportes a la Teoría del Conflicto Social” dedica su atención a elaborar acerca de las funciones positivas del conflicto para la sociedad. Reconoce la existencia de un impulso de hostilidad primaria de los hom-bres entre sí, pero ese sólo sentimiento es incapaz de explicar por sí el conflicto social.
Sostiene que el conflicto social pertenece a la dimensión sociológica antes que a la psicológica y que por lo tanto es un fenómeno objetivo: “Las actitudes hostiles son predisposiciones a desplegar formas conflictivas de una conducta; por el contrario, el conflicto es siempre una transacción”.
Uno de los sociólogos que se encargó de reformular la Teoría de los Conflictos Sociales fue Dahrendorf , quien elaboró un modelo teórico que explica la formación de grupos de conflicto y su acción social para la integración mediante los necesarios cambios de estructura en la sociedad.
Teoría del conflicto
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