domingo, 17 de julio de 2016

La nueva dictadura británica

Articulo publicado en El País: Madrid

Medida de defensa ante el caos europeo; alternativa para enmendar rumbos de la economía interna, estrategia geopolítica, son todas alternativas que estan por desarrollarse en los próximos años.
 

La nueva dictadura británica
Sí, la una vez ejemplar democracia parlamentaria británica ya no lo es
El País. Madrid: 17 JUL 2016 - 19:46 CEST




Boris Johnson, este jueves, en su primer día como titular de Exteriores británico.
“Todo se desmorona, el centro no se sostiene.”
W.B. Yeats, poeta irlandés (1865-1939)

Uno teme enterarse de lo que está pasando en el mundo últimamente. Ponemos la radio o le echamos un vistazo al móvil, al diario o a la televisión y vemos que ganó el Brexit, que hubo un atentado terrorista en Niza y un golpe militar en Turquía, que las encuestas dan cada día más posibilidades de que Donald Trump sea presidente de Estados Unidos. Atentos. Aquí va otra noticia: Reino Unido se ha convertido en un Estado de partido único.

Sí, la una vez ejemplar democracia parlamentaria británica ya no lo es. La nueva primera ministra, Theresa May es la jefa de un gobierno de derechas sin oposición. El monopolio del poder del que goza recuerda al de Hugo Chávez en Venezuela, o en tiempos de José López Portillo, al del PRI en México. Lo opuesto a lo que vemos hoy en la joven democracia española, un modelo de multipartidismo (por más frustraciones que genere) en comparación con la más reciente versión de la antigua democracia británica.

El gobierno conservador de May tiene vía libre para hacer exactamente lo que se le antoje
El gobierno conservador de May tiene vía libre para hacer exactamente lo que se le antoje. Acaba de nombrar a tres chiflados como ministros encargados de la tarea más crucial a la que su gobierno se enfrenta: negociar los nuevos términos económicos y políticos de la relación entre Reino Unido y la Unión Europea post-Brexit. Pero el partido laborista, que quedó segundo en las elecciones generales del año pasado, no ha dicho ni pío. Sus miembros dedican toda su energía a una guerra fratricida que amenaza con acabar con la posibilidad de que la izquierda gobierne en una generación, o más.

Si Reino Unido en general está dando un ejemplo al mundo de cómo no se debe gobernar un país, el laborismo británico está protagonizando una farsa que debería servir de advertencia para todos aquellos en Europa y más allá que aspiran a que la izquierda imponga la solución a la creciente desigualdad en un sistema capitalista rampante, incapaz de cumplir su eterna promesa de que la prosperidad de los de arriba se filtrará a los de abajo.

El problema de la izquierda no es nuevo. En su afán de sentirse bien, olvidan la necesidad de convencer al electorado

El problema de la izquierda británica no es nuevo. En su afán de sentirse bien consigo mismo, sus partidarios olvidan la necesidad práctica de confeccionar un mensaje capaz de convencer al electorado. El problema particular del laborismo se concentra en su mensajero, Jeremy Corbyn, líder del partido desde septiembre del año pasado. Corbyn es, a todos luces, un buen hombre, honesto e inquebrantablemente fiel a sus ideales socialistas. Su punto débil es que se opone pero no propone; está en contra de muchas cosas pero no se sabe a favor de qué. Por eso, pero también porque es más gris que el cielo londinense, el 80 por ciento de los diputados laboristas en el parlamento han declarado que es crónicamente incapaz de montar una oposición efectiva al gobierno conservador, mucho menos de ganar unas elecciones generales.

En 2014 el partido cambió las reglas según las cuales se elige al líder, amoldándolos al principio de la democracia directa que tantos adeptos ha obtenido gracias en buena medida a la noción evangelizada en las redes sociales de que las opiniones de todos sobre todo son igual de válidas, de que “los expertos”, como dijo uno de los líderes conservadores de la campaña por el Brexit, no tienen nada que enseñarnos. Antes los votos de los diputados electos del partido eran decisivos en la elección del líder. Ahora un diputado es uno más. El cambio consistió en que los votos de todos los miembros del partido tendrían igual peso. Para hacerse miembro uno solo tenían que pagar tres libras, hoy 3,58 euros.

Tres cuartos de los que han hecho el desembolso son de la clase media; más de la mitad tiene un título universitario. No ofrecen una fiel imagen de la clase social que el laborismo, nacido del sindicalismo laboral, pretende representar. Más bien son el tipo de gente que lee el diario The Guardian, más próspera que la media, con un alto nivel educativo y presos de la necesidad de expiar su culpa por la buena fortuna que han tenido. Ellos fueron los que, por un margen arrollador, eligieron en septiembre a Corbyn, el candidato laborista que representa a la izquierda más pura y sin pecado.

Corbyn, que detesta más el pragmatismo electoral de Tony Blair que a los propios tories, es todo corazón

Corbyn, que detesta más el pragmatismo electoral de Tony Blair que a los propios tories, es todo corazón. Nadie celebró más la victoria de Corbyn que un periodista de The Guardian, hoy convertido en su cerebro. Seumas Milne sigue inscrito en la plantilla de The Guardian pero es hoy el director de estrategia y comunicación del partido laborista. Una versión en caricatura del típico lector de The Guardian, Milne viene de una familia rica, fue uno de los colegios privados más exclusivos de Inglaterra, estudió en la Universidad de Oxford y vive hoy en una casa con un valor de dos millones y medio de euros en un barrio exclusivo de la periferia londinense.

Un columnista de The Guardian publicó un retrato de Milne este fin de semana. Recordó que Milne es un anti-imperialista ferviente, pero siempre y cuando se trate del imperialismo yanqui. El imperialismo ruso-soviético es otra cosa. “Dice que es un socialista pero se arrodilla y se quita la gorra ante la cleptocracia capitalista de Putin,” escribió el columnista. “Ha defendido al partido único comunista de Stalin pero ahora está convirtiendo a Inglaterra en un partido único tory.”

Cómo no, Milne es, igual que Corbyn, un admirador del chavismo venezolano, de cuyos desastres no han visto hasta la fecha ninguna necesidad de distanciarse. Tampoco ha visto la bien pensante mayoría de los miembros del partido ninguna necesidad de distanciarse de Corbyn, pese a que no ha demostrado ninguna capacidad de persuasión con la idolatrada clase obrera que dice representar. La prueba fue que más de ellos votaron en el referéndum por el Brexit con Nigel Farage, el hasta hace unos días líder del ultraderechista partido UKIP, que con Corbyn, que favoreció la permanencia de Reino Unido en la UE.

Hoy la mayoría de los diputados parlamentarios laboristas andan aterrados de que en las próximas elecciones perderán sus trabajos. Por eso, pero también para evitar que la única oposición viable contra los tories acabe siendo UKIP (Partido por la Independencia de Reino Unido), han exigido a Corbyn que dimita. Corbyn, descrito por sus rivales como un líder de protesta no de gobierno, se niega a hacerlo. Habrá dentro de poco otras elecciones internas laboristas. Gracias a la firmeza ideológica de los miembros todo indica que volverá a ganar Corbyn. Nadie lo celebrará más que Theresa May y los demás caudillos de la nueva dictadura conservadora.



David Davis, un euroescéptico convencido para romper con Europa





El nuevo ministro del Brexit confía en mantener el acceso al mercado único y planea disparar el artículo 50, como tarde, a principios de 2017


El País. Madrid: 17 JUL 2016 - 19:46 CEST  15 JUL 2016 - 17:52 CEST

David Davis, el hombre designado por Theresa May para negociar la salida de Reino Unido, es uno de los euroescépticos más recalcitrantes del Parlamento. La primera ministra, que defendió la permanencia en la UE, había prometido un Gobierno de unidad que recogiera todas las sensibilidades de un partido con profundas heridas aún abiertas. Con el nombramiento de Davis, May lanza un poderoso mensaje de inclusión a los recelosos eurófobos de su partido y, de paso, una advertencia a sus todavía socios europeos de que la ruptura va muy en serio.

David Davis, ministro del 'Brexit'. Jack Taylor Getty

Davis ocupará un cargo de nueva creación, oficialmente bautizado como Ministerio para la Salida de la UE pero conocido ya popularmente como ministerio del Brexit. De cómo procederá con su flamante cartera, da algunas pistas un artículo que escribió esta semana en la web Conservative Home. Davis anuncia que la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, que abre oficialmente el plazo de dos años para negociar la salida, sucederá como tarde a “principios del año próximo”.


“El resultado ideal, y desde mi punto de vista el más probable, después de mucha pelea, es un acceso continuado al mercado único sin aranceles”, escribe. “Una vez las naciones europeas se den cuenta de que no vamos a ceder en el control de nuestras fronteras, querrán hablar por su propio interés. (…) Pero, ¿qué sucede si se muestran irracionales, como muchos analistas partidarios de la permanencia predijeron antes del referéndum? Esa es una de las razones para tomarnos un poco de tiempo antes de activar el artículo 50. La estrategia negociadora debe estar adecuadamente diseñada”.

Davis ve en la ruptura con la UE una oportunidad para corregir determinados vicios de una economía británica que “depende demasiado de la demanda doméstica”. “El crecimiento en Reino Unido ha estado basado en una serie de características poco saludables en la última década”, escribe. “Ha dependido, ante todo, de grandes aumentos de población basados en una migración masiva e incontrolada. Esto ha hecho que la economía sea mayor, pero no necesariamente mejor para los ciudadanos individuales. (…) Necesitamos orientar nuestra economía hacia una estrategia más orientada a la exportación, basada en empleo más productivo. (…) El Brexit nos da muchas herramientas para manejar los muy serios desafíos a los que se enfrentará el país en las próximas décadas”.

David Davis (York, 1948) obtuvo su primer escaño en el Parlamento en 1987 y enseguida entró en contacto con las instituciones europeas. Fue secretario de Estado para Europa con John Major, entre 1994 y 1997, responsable en el Gobierno británico de las negociaciones para las ampliaciones de la UE y la OTAN. En esos años forjó un euroescepticismo que, junto con una defensa a ultranza de las libertades individuales, son los dos principios que definen su trayectoria política.

En ese último terreno, el de las libertades individuales, se han producido frecuentes choques con Theresa May, la persona que ayer le encomendó la tarea más monumental de cuantas tiene el país por delante. Hace solo dos años, Davis combatió duramente en el Parlamento, e incluso ante la Justicia europea, los intentos de la entonces ministra del Interior de otorgar mayores poderes de vigilancia a la policía, algo que el ahora ministro consideraba una intolerable invasión de la privacidad.

Davis disputó por primer vez el liderazgo del Partido Conservador en 2001. Ganó Iain Duncan Smith pero la reputación de Davis creció en el partido y entró en su cúpula gestora. Ocupó fue entre 2003 y 2008 portavoz en la oposición de Interior, cartera que, cuando los tories llegaron al Gobierno, pasó a manos de su ahora jefa Theresa May. Entremedias, en 2005, optó de nuevo al liderazgo del Partido Conservador. Parecía tener el camino despejado cuando Michael Howard anunció su dimisión. Pero Davis fue derrotado por un joven diputado, llamado David Cameron, que tomó las riendas del Partido Conservador y lo llevó de nuevo al poder cinco años después.

En 2008 sorprendió a todo el mundo al anunciar que abandonaba su escaño en el Parlamento, y su puesto en el Gobierno en la sombra, en protesta por los planes del Gobierno laborista de recortar los derechos de los detenidos sospechosos de terrorismo. Con su dimisión, y la consecuente elección parcial, quiso provocar un debate sobre el asunto. Un mes después volvió a ganar su escaño.

Tras ganar las elecciones de 2010, David Cameron quiso reclutar a Davis y a otras figuras del ala más dura del Partido Conservador para el Gobierno de coalición. Pero Davis prefirió permanecer fuera del Gobierno y se dedicó a fiscalizarlo desde las bancadas traseras del Parlamento.

Sus orígenes no responden al cliché de privilegio que abunda entre las élites del partido. Fue criado en una vivienda social del sur de Londres por una madre sola, y asistió a la universidad de Warwick con una beca militar. Después estudió en Harvard y trabajó en la multinacional agroalimentaria Tate & Lyle.

En la reciente batalla por el liderazgo del partido, desatada tras la dimisión de Cameron, Davis apoyó al principio a Boris Johnson y, tras su retirada, se alineó con Theresa May. La misma que ayer le devolvió al Gobierno para manejar una de sus obsesiones personales, y el asunto más complejo y crucial que el país tiene por delante.


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