EL CONCEPTO DE URBANIDAD:
CAYETANO ACUÑA VIGIL:
Es usual encontrar expresiones que ponderan un mágico «genuino talento» arquitectónico como factor fundamental y decisivo para alcanzar la excelencia urbana, y expresiones como «que la forma garantice un orden visual amable y armonioso» y sobre la «formalidad urbana» asignándole un rol misterioso. Todas son expresiones en principio ilógicas, y que en realidad demuestran que están totalmente descontextuadas, son ignorantes de la realidad del urbanismo y corresponden a visiones sesgadas y elitistas.
Frente a esto considero conveniente tratar el tema del urbanismo y de la urbanidad.
El urbanismo se define como el arte, ciencia y técnica, del desarrollo de los asentamientos humanos[[1]]. Trata del conjunto de normas y medidas legales que permitan al gobierno municipal controlar la asignación y el uso de la tierra en la ciudad. (Varios tipos de planes urbanísticos se han desarrollado para este propósito: anteproyecto, plan de uso de la tierra, etc.)[[2]] Esto desde su inicio implica un contexto político.
Sin embargo el urbanismo no es sólo técnico, también está estrechamente vinculado con el comportamiento de los individuos en sociedad, tiene un componente ético [[3]]. El urbanismo busca también que los comportamientos de los ciudadanos en general se den con urbanidad en todos los espacios de la ciudad y que estos estén diseñados para promoverlos .
Esta tesis implica una crítica al positivismo en el diseño de la forma urbana, a la especialización de actividades, al empobrecimiento del cotidiano, y es particularmente oportuna en cuanto el consumo masificado y la economía global fuerzan la privatización y reificación del espacio público. Siendo el espacio una construcción social, la cuestión de la ciudadanía se pone al nivel de la propiedad/apropiación del espacio público, como extensión del derecho a la ciudad, a la urbanidad [[5]].
En este contexto compartimos que la enajenación de la experiencia en la sociedad moderna, la pérdida del valor de la vida cotidiana (de los valores materiales y de los valores culturales aparentemente insignificantes), se expresa en la ciudad. Esto implica que la «producción del espacio» como realidad cultural, una construcción, no preexistente, es producto y no envase, por lo que el espacio es social y también ideológico [[6]].
Complementariamente la política urbana, incluye la promoción de la «gobernancia urbana», que exige no solamente la regulación de los intereses, sino, también, el espacio público, en los términos de Rawls: la justicia en el acceso a los «bienes esenciales» y en los de Habermas: los «derechos fundamentales», lo que implica el ejercicio de la democracia, plural y participativa[[7]]. Borja explica este «derecho a la ciudad», en un abanico de nuevos derechos urbanos, en una relación entre la democracia urbana y la calidad del espacio público[[8]].
Estos referentes son base para sostener que los comportamientos de los individuos en la ciudad son fundamentales en esta tesis en la que consideramos que la urbanidad es un componente fundamental del urbanismo.
En este contexto considero útil revisar el concepto de urbanidad:
1. Llámase urbanidad al conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás 1a benevolencia, atención y respeto que les son debidos. La urbanidad se refiere al comportamiento que demuestra respeto y buena educación, a la corrección y cortesía en el trato con los demás.
La urbanidad está asociada con el civismo. Etimológicamente la palabra cívico viene del latín “Civis” que significa Ciudadano. El civismo se refiere a las pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten convivir en colectividad.
El civismo se basa en el respeto hacia el prójimo, el entorno natural y los objetos públicos; buena educación, urbanidad y cortesía. El uso del término civismo tuvo su origen en la Revolución francesa e inicialmente, aparece unido a la secularización de la vida que esta supuso.
El civismo se puede entender como la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y teniendo consideración al resto de individuos que componen la misma, siguiendo unas normas de conducta y de educación, que varían según la cultura del colectivo en cuestión.
El civismo es el comportamiento propio o característico de los ciudadanos a través del cual podemos demostrar respeto por los derechos no solo de los demás, sino y más importante aún, de nosotros mismos. Civismo no es otra cosa que el conjunto de cualidades que nos permiten a los ciudadanos convivir pacíficamente en comunidad.
Todas las teorías de la filosofía política contemporánea coinciden en mostrar como un aspecto básico que: El ciudadano debe hacerse cargo de su papel, de sus funciones y de sus obligaciones con la comunidad de la cual hace parte. Tanto el Comunitarismo como el Republicanismo, dos de las teorías más importantes de la filosofía política, propugnan por recuperar el modelo griego de la polis, el de una sociedad más comunitaria.
Ambas teorías exigen que los ciudadanos estén dispuestos a adquirir las virtudes o las cualidades necesarias para comportarse como buenos ciudadanos.
Para Aristóteles, las virtudes eran el eje de la ética y de la política. Aristóteles solía definir al hombre como “un animal político”, para él la esencia y la finalidad única de los humanos era convertirse en un buen ciudadano de la Polis. Entre las virtudes que Aristóteles describe para lograr ser un buen ciudadano se destacan cuatro: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza [[9]].
El Civismo contiene los parámetros mínimos a los que debería circunscribirse todo ciudadano, lo cual es indispensable porque sin parámetros comunes y compartidos no funciona ningún orden social ni ningún modelo político o de gobierno. El civismo es la ética mínima del ciudadano. Es una ética mínima porque tiene que poder ser aceptada por todos, con independencia de las creencias religiosas o de las costumbres y tradiciones de cada uno.
Las reglas de la urbanidad asociadas al civismo no se encuentran ni pueden encontrarse en los códigos ni en las leyes; y sin embargo, no podría conservarse ninguna sociedad en que estas reglas fuesen absolutamente desconocidas. Ellas nos enseñan:
- a ser metódicos y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales;
- a dirigir nuestra conducta de manera que a nadie causemos mortificación o disgusto;
- a tolerar los caprichos y debilidades de los hombres;
- a ser atentos, afables y complacientes, sacrificando, cada vez que sea necesario y posible, nuestros gustos y comodidades a los ajenos gustos y comodidades;
- a tener limpieza y compostura en nuestras personas, para fomentar nuestra propia estimación y merecer la de los demás;
- a adquirir, en suma, aquel tacto fino y delicado que nos hace capaces de apreciar en sociedad todas las circunstancias y proceder con arreglo a lo que cada una exige.
COLOFÓN
Es claro, pues, que sin la observancia de estas reglas, más o menos perfectas, según el grado de civilización de cada país, los hombres no podrían inspirarse ninguna especie de amor ni estimación; no habría medio de cultivar la sociabilidad, que es el principio de la conservación y progreso de los pueblos; y la existencia de toda sociedad bien ordenada vendría por consiguiente a ser de todo punto imposible.
Por medio de un atento estudio de las reglas de la urbanidad, y por el contacto con las personas cultas y bien educadas, llegamos a adquirir lo que especialmente se llama buenas maneras, revelando la suavidad de las costumbres y la cultura del entendimiento.
Pero es tal el atractivo de la cortesía, y son tantas las conveniencias que de ella resultan a la sociedad, que nos sentimos siempre más dispuestos a tolerar la fatigante conducta del hombre excesivamente ceremonioso, que los desmanes del hombre incivil, y sus indiscreciones y desaciertos.
Estas referencias a la urbanidad sirven de base para reflexionar sobre la naturaleza de los fines de la zonificación, fines que en última instancia buscan un contexto también de comportamientos con urbanidad que implican que:
El urbanismo tiene el objetivo de lograr entornos gratificantes y efectivamente útiles.
Estos logros presuponen reglas de urbanidad aceptadas por la comunidad.
Estos entornos se valoran con la dignidad, el decoro y la elegancia de sus ciudadanos.
El urbanismo con estos parámetros busca en última instancia que los individuos sean buenos ciudadanos, que es el servicio a los demás en la familia y sociedad, esto implica la práctica de la virtud.
En este breve examen hemos visto que la urbanidad es el componente ético del urbanismo y que este es inseparable de la política urbana, que incluye la promoción de la «gobernancia urbana», la que exige no solamente la regulación de los intereses, sino, también, el espacio público, en los términos de Rawls: la justicia en el acceso a los «bienes esenciales» y en los de Habermas: los «derechos fundamentales», lo que implica el ejercicio de la democracia, plural y participativa.
Estas consideraciones hacen que el reclamo por el «genuino talento» arquitectónico, y expresiones como que la forma garantice un orden visual amable y armonioso y sobre la formalidad urbana, que en principio son ilógicas, quedan totalmente descontextuadas e ignorantes de la realidad del urbanismo.
REFERENCIAS:
[[1]] Lefebvre, H “Le Droit à la Ville” Anthropos, Paris 1968
[[2]] En el siglo XX surge una valoración del papel de un nuevo agente, hasta aquí inexistente, que es el usuario/consumidor, representado casi siempre por el Estado, Ciudades y otras instituciones, responsables de la tutela de los intereses públicos.
[[3]] Ética: del griego ethos, derivado de carácter, y, según Aristóteles de costumbre, el fundamento de la praxis, la raíz de la que brotan todos los actos humanos. Rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es la moral. Si por moral hay que entender el conjunto de normas o costumbres (mores) que rigen la conducta de una persona para que pueda considerarse buena, la ética es la reflexión racional sobre qué se entiende por conducta buena y en qué se fundamentan los denominados juicios morales. La ética es a la moral lo que la teoría es a la práctica; la moral es un tipo de conducta, la ética es una reflexión filosófica.
[[5]] Lefebvre, H. «La crítique du Quotidian», «La production de l’espace». Anthropos, Paris1974 y «Droit a la Ville». Anthropos, Paris1974
[[6]] Lefebvre H. «Critique du Quotidian» (1959), “Droit à la Ville» (1968) y «La Production de l’espace» (1974)
[[7]] Habermas, J y Rawls, J. «Debate sobre el liberalismo político» Paidós, Barcelona 1998
[8] Borja, J, e Z. Muxi. “El Espacio Público – Ciudad e Ciudadanía” Electa, Barcelona 2003
[[9]] Ross, W. D. Aristóteles. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1957. Introducción a la vida, obra y pensamiento de Aristóteles.
Jaeger, Werner. Aristóteles, bases para la historia de su desarrollo intelectual. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1946. Clásico trabajo sobre el pensamiento de Aristóteles.
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco. Introducción, Traducción y Notas de José Luis Calvo Martínez, Alianza Editorial, Madrid 2001.
ARISTÓTELES, Ética nicomáquea. Ética eudemia, Introducción de E. Lledó Íñigo; traducción y notas de J. Pallí Bonet, Gredos, Madrid 1985.
http://es.scribd.com/doc/53954901/Aristoteles-La-politica
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Aristoteles_LaPolitica/Aristoteles_LaPolitica_000.htm
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