Martin Tanaka ha escrito en el diario La
República (LR) dos columnas sobre nuestro artículo «Neoliberalismo y
Republicanismo (LP: 14-09-13)». Por la importancia que tienen sus
críticas sobre el tema en debate, responderé de manera puntual.
La asociación
que hace Tanaka entre el carácter del crecimiento 1959-67 y la
propuesta industrialista de La Gran Transformación, puede conducir a
confusiones. Es verdad que el neoliberalismo se impone como crítica al
proceso industrialista de los años 1960 y 1970. Pero, el crecimiento
asociado a este proceso y el crecimiento neoliberal, son ambos,
extractivistas o rentistas.
«La mejor manera de entender el neoliberalismo –dice Tanaka-- es relacionarlo con el llamado “Consenso de Washington”». ¿Acaso no está enterado que el decálogo de medidas de este Consenso es precisamente neoliberal?.
Publicado en:
http://www.laprimeraperu.pe/online/economia/neoliberalismo-y-republicanismo-replica-1_151938.html
«La mejor manera de entender el neoliberalismo –dice Tanaka-- es relacionarlo con el llamado “Consenso de Washington”». ¿Acaso no está enterado que el decálogo de medidas de este Consenso es precisamente neoliberal?.
Publicado en:
http://www.laprimeraperu.pe/online/economia/neoliberalismo-y-republicanismo-replica-1_151938.html
Félix Jiménez
Opinión Economista Ph. D.
Profesor Principal PUCP
(1) En su columna de LR: 29-09-13, dice:
«Para Jiménez, el crecimiento 1959-67 sería más “sano” porque fue
liderado por el sector manufacturero y estuvo acompañado de mejoras en
los ingresos de los trabajadores, mientras que el reciente se basa en
sectores extractivos con ingresos laborales estancados. ¿Qué hacer? (…)
En la línea de lo propuesto en “La Gran Transformación”, se apunta a
promover un crecimiento más diversificado en general y la
industrialización en particular».
La asociación que hace Tanaka entre el carácter del crecimiento 1959-67 y la propuesta industrialista de La Gran Transformación, puede conducir a confusiones. Es verdad que el neoliberalismo se impone como crítica al proceso industrialista de los años 1960 y 1970. Pero, el crecimiento asociado a este proceso y el crecimiento neoliberal, son, ambos, extractivistas o rentistas. En el primero se gana lo que gasta el Estado y en el segundo, se aprovecha la renta de los recursos naturales en un contexto de precios altos de los metales y de una sostenida demanda externa. En consecuencia, los dos estilos de crecimiento son recusables. Finalmente, sobre las propuestas políticas, sociales y económicas de La Gran Transformación, documento más vilipendiado que he leído, solo debo decir que reivindica las ideas republicanas.
(2) En la misma columna, afirma: «parte de (los) supuestos “éxitos” (del neoliberalismo en Perú) serían consecuencia de iniciativas planteadas por “economistas críticos con el neoliberalismo” entre 2001-2003, con lo cual Jiménez reivindica su participación como funcionario dentro del gobierno de Alejandro Toledo».
Mi participación personal en esas “iniciativas” no viene a cuento. Sin embargo, lo que dice Tanaka puede inducir a un silogismo elemental: si eran “sus críticos”, entonces no deberían haber participado en un gobierno neoliberal; o, si se aceptaron las reformas que sus críticos impulsaron, entonces el neoliberalismo es suficientemente flexible. Este tipo de razonamiento no ayuda a comprender los procesos históricos. Muchos peruanos luchamos junto con Toledo para salir del fujimorismo sátrapa, que desfalcó al Estado y practicó la corrupción como forma de gobierno. El gobierno de Toledo fue, entonces, el resultado de un proceso político que abrió la posibilidad de hacer cambios en democracia. Pero, como ya ocurrió antes en nuestro país, algunos «cambios» se truncaron y otros se mediatizaron. Después, Alan García acentuó el neoliberalismo. El fujimorismo y el alanismo son los que más daño le han hecho a la política (en su acepción republicana).
(3) En su columna de LR: 06-10-13, dice: «El término “neoliberalismo” se presta a malos entendidos. Por lo general, se le atribuyen sentidos intrínsecamente negativos, y esto tiene cierta razón de ser: muchos gobiernos neoliberales han sido muy corruptos e ineficientes, en particular el fujimorismo ha ayudado a crear la asociación neoliberalismo=autoritarismo=corrupción (…) Sin embargo, hay muchos gobiernos que pueden considerarse ilustraciones emblemáticas del neoliberalismo que no han sido autoritarios ni particularmente corruptos (Chile, Brasil, Colombia, etc.). Mas todavía, podría decirse que ellos implementaron reformas fundamentales para el logro de un crecimiento sostenido, reducciones de pobreza, fortalecimiento de instituciones, incluso, de políticas de desarrollo que buscan la diversificación productiva y menor dependencia de recursos naturales».
Primero, el fujimorismo no fue autoritario sino “dictatorial”, fue un gobierno que cometió crímenes de lesa humanidad. Segundo, el neoliberalismo no es un término, es una doctrina que propone la eliminación de las intervenciones públicas en la economía, la desregulación de los mercados y la eclosión del interés individual por encima del interés público. Específicamente propone liberalizar el comercio y desarrollar un modelo exportador basándose en las «ventajas comparativas» y las ganancias de competitividad abaratando el costo del trabajo. «Según la nueva vulgata –-dice Todorov— el Estado solo debe intervenir para favorecer el libre funcionamiento del mercado, allanar los conflictos sociales y mantener el orden público. Su papel consistiría no en limitar, sino en facilitar el poder económico».
Es cierto que el recetario neoliberal se aplicó parcialmente en algunos países: por ejemplo, se mantuvieron empresas estatales “estratégicas”, se limitó el flujo de capitales para tener autonomía en el manejo de la política monetaria y cambiaria, y no se desregularon todos los mercados. Sin embargo, en estos mismos países las medidas neoliberales han generado problemas. Por ejemplo, en Brasil se dice que la apreciación cambiaria y los salarios bajos son una amenaza contra la industria; en Chile hay evidencia de una regresión en la distribución del ingreso y protestas contra las bajas pensiones que otorgan las AFP; y, en Colombia no hay trabajos estables, los sindicatos están destruidos y el agro está en crisis.
A modo de conclusión
«La mejor manera de entender el neoliberalismo –dice Tanaka-- es relacionarlo con el llamado “Consenso de Washington”». ¿Acaso no está enterado que el decálogo de medidas de este Consenso es precisamente neoliberal?.
La asociación que hace Tanaka entre el carácter del crecimiento 1959-67 y la propuesta industrialista de La Gran Transformación, puede conducir a confusiones. Es verdad que el neoliberalismo se impone como crítica al proceso industrialista de los años 1960 y 1970. Pero, el crecimiento asociado a este proceso y el crecimiento neoliberal, son, ambos, extractivistas o rentistas. En el primero se gana lo que gasta el Estado y en el segundo, se aprovecha la renta de los recursos naturales en un contexto de precios altos de los metales y de una sostenida demanda externa. En consecuencia, los dos estilos de crecimiento son recusables. Finalmente, sobre las propuestas políticas, sociales y económicas de La Gran Transformación, documento más vilipendiado que he leído, solo debo decir que reivindica las ideas republicanas.
(2) En la misma columna, afirma: «parte de (los) supuestos “éxitos” (del neoliberalismo en Perú) serían consecuencia de iniciativas planteadas por “economistas críticos con el neoliberalismo” entre 2001-2003, con lo cual Jiménez reivindica su participación como funcionario dentro del gobierno de Alejandro Toledo».
Mi participación personal en esas “iniciativas” no viene a cuento. Sin embargo, lo que dice Tanaka puede inducir a un silogismo elemental: si eran “sus críticos”, entonces no deberían haber participado en un gobierno neoliberal; o, si se aceptaron las reformas que sus críticos impulsaron, entonces el neoliberalismo es suficientemente flexible. Este tipo de razonamiento no ayuda a comprender los procesos históricos. Muchos peruanos luchamos junto con Toledo para salir del fujimorismo sátrapa, que desfalcó al Estado y practicó la corrupción como forma de gobierno. El gobierno de Toledo fue, entonces, el resultado de un proceso político que abrió la posibilidad de hacer cambios en democracia. Pero, como ya ocurrió antes en nuestro país, algunos «cambios» se truncaron y otros se mediatizaron. Después, Alan García acentuó el neoliberalismo. El fujimorismo y el alanismo son los que más daño le han hecho a la política (en su acepción republicana).
(3) En su columna de LR: 06-10-13, dice: «El término “neoliberalismo” se presta a malos entendidos. Por lo general, se le atribuyen sentidos intrínsecamente negativos, y esto tiene cierta razón de ser: muchos gobiernos neoliberales han sido muy corruptos e ineficientes, en particular el fujimorismo ha ayudado a crear la asociación neoliberalismo=autoritarismo=corrupción (…) Sin embargo, hay muchos gobiernos que pueden considerarse ilustraciones emblemáticas del neoliberalismo que no han sido autoritarios ni particularmente corruptos (Chile, Brasil, Colombia, etc.). Mas todavía, podría decirse que ellos implementaron reformas fundamentales para el logro de un crecimiento sostenido, reducciones de pobreza, fortalecimiento de instituciones, incluso, de políticas de desarrollo que buscan la diversificación productiva y menor dependencia de recursos naturales».
Primero, el fujimorismo no fue autoritario sino “dictatorial”, fue un gobierno que cometió crímenes de lesa humanidad. Segundo, el neoliberalismo no es un término, es una doctrina que propone la eliminación de las intervenciones públicas en la economía, la desregulación de los mercados y la eclosión del interés individual por encima del interés público. Específicamente propone liberalizar el comercio y desarrollar un modelo exportador basándose en las «ventajas comparativas» y las ganancias de competitividad abaratando el costo del trabajo. «Según la nueva vulgata –-dice Todorov— el Estado solo debe intervenir para favorecer el libre funcionamiento del mercado, allanar los conflictos sociales y mantener el orden público. Su papel consistiría no en limitar, sino en facilitar el poder económico».
Es cierto que el recetario neoliberal se aplicó parcialmente en algunos países: por ejemplo, se mantuvieron empresas estatales “estratégicas”, se limitó el flujo de capitales para tener autonomía en el manejo de la política monetaria y cambiaria, y no se desregularon todos los mercados. Sin embargo, en estos mismos países las medidas neoliberales han generado problemas. Por ejemplo, en Brasil se dice que la apreciación cambiaria y los salarios bajos son una amenaza contra la industria; en Chile hay evidencia de una regresión en la distribución del ingreso y protestas contra las bajas pensiones que otorgan las AFP; y, en Colombia no hay trabajos estables, los sindicatos están destruidos y el agro está en crisis.
A modo de conclusión
«La mejor manera de entender el neoliberalismo –dice Tanaka-- es relacionarlo con el llamado “Consenso de Washington”». ¿Acaso no está enterado que el decálogo de medidas de este Consenso es precisamente neoliberal?.
Replica
Tanaka sigue preso de su razonamiento dicotómico Estado-Mercado. Según él, la derecha reivindica el Mercado y la izquierda el Estado. Tanaka ha leído el plan La Gran Transformación con esta visión dicotómica. Por eso no ha entendido que el Estado que allí se propone, debe ser promotor activo del desarrollo de mercados internos y de la expansión de la inversión privada nacional.
Tanaka no acepta la existencia de un camino alternativo al neoliberal; no entiende que es posible desarrollar una economía de mercado y ciudadanía, con un marco institucional y regulatorio adecuado o funcional.
Félix Jiménez
Opinión Economista Ph. D.
Profesor Principal PUCP
Opinión Economista Ph. D.
Profesor Principal PUCP
(1) Después de las crisis de 1998-2002 y de 2008-2009, «me parece claro
que predicar la libertad irrestricta de los mercados y la minimización
del papel del Estado –dice Tanaka-- suena descabellado. Lo interesante
es que en esto coinciden, en lo teórico, tanto derechas como
izquierdas».
Esta afirmación presupone que existe una dicotomía Estado-Mercado, que niega la realidad. El Estado no tiene por qué contraponerse al mercado. Es verdad que el Estado debe establecer regulaciones contra las asimetrías de poder que se generan en los mercados, pero también ha sido y es promotor de la creación de mercados. Polanyi (1944) decía que los mercados habían sido formados desde los inicios del capitalismo por acciones deliberadas del Estado. La historia también enseña que detrás de los riesgos más audaces y de las grandes innovaciones –como señala Mariana Mazzucato (2013)-- ha estado presente el Estado.
(2) Para la derecha –según Tanaka-- «las reformas
centradas en la liberalización de los mercados y en la promoción del
crecimiento» corresponden a la primera etapa «de un proceso más
ambicioso de reformas, que deberían consolidarse con una segunda fase,
con énfasis en la equidad, mejoras en la distribución del ingreso y el
fortalecimiento de las instituciones»
Las reformas neoliberales
han generado una economía más vulnerable y dependiente de factores
externos, menos industrial y menos agropecuaria, y más productora de
servicios predominantemente de baja productividad, y con una
distribución del ingreso más desigual y, por lo tanto, más expuesta al
conflicto social. Decir que el neoliberalismo es «promotor del
crecimiento» es sólo una afirmación.
Los que criticamos al
neoliberalismo no somos opuestos al crecimiento; pero sabemos
diferenciar entre un estilo de crecimiento que acrecienta la
vulnerabilidad externa de la economía, y un estilo de crecimiento
enraizado en la expansión de los mercados internos y en la
diversificación productiva. Basarse en el desarrollo de los merados
internos no significa dejar de exportar o de cerrarse al mundo. De
acuerdo con esta concepción alternativa del crecimiento, el sistema de
comercio global debe servir al desarrollo interno y los mercados
domésticos no pueden descuidarse por la búsqueda de ventajas
competitivas internacionales como lo hace el neoliberalismo.
(3)
«Desde la izquierda –dice Tanaka--, lo que se busca es cambiar de
lógica, recuperando espacio para la planificación, el control y la
iniciativa del Estado, especialmente en áreas “estratégicas”».
Tanaka
sigue preso de su razonamiento dicotómico Estado-Mercado. Según él, la
derecha reivindica el Mercado y la izquierda el Estado. Tanaka ha leído
el plan La Gran Transformación con esta visión dicotómica. Por eso no ha
entendido que el Estado que allí se propone, debe ser promotor activo
del desarrollo de mercados internos y de la expansión de la inversión
privada nacional. Y, como para promover el desarrollo se requiere
recursos, es necesario reformar el sistema tributario y controlar la
energía y otros recursos naturales.
El Estado debe compensar el
agotamiento de estos recursos con la creación de otros activos para no
perjudicar a las generaciones futuras del país. La derecha no es la
«propietaria» del mercado. Tanaka no acepta la existencia de un camino
alternativo al neoliberal; no entiende que es posible desarrollar una
economía de mercado y ciudadanía, con un marco institucional y
regulatorio adecuado o funcional.
(4) «Es justo resaltar –dice
Tanaka-- que por lo general no se plantea un retorno al pasado
populista, sino que ese renovado protagonismo estatal se ubica dentro de
los márgenes de la disciplina fiscal y de los equilibrios
macroeconómicos, es decir, parcialmente dentro del canon del “Consenso
de Washington”».
Ubicar a la propuesta alternativa al
neoliberalismo dentro del canon del Consenso de Washington, es un
descuido académico y hasta un atrevimiento. La disciplina fiscal que se
aplicó desde el «fujimorato» sirvió para pagar puntualmente los
servicios de la deuda externa, recortando los gastos en educación,
salud, seguridad social e infraestructura pública. Es el mismo tipo de
política que hoy imponen los países del centro Europeo y el FMI, a los
países de la periferia europea.
Es la misma monserga de los equilibrios
macroeconómicos que los neoliberales lo entienden a su manera. En la
alternativa al neoliberalismo, se propone (a) una regla fiscal contra
cíclica y un manejo de la deuda que evite el riesgo de refinanciamiento y
que base la sostenibilidad fiscal en el predominio de la deuda pública
en soles; (b) una regla monetaria contra cíclica de tasa de interés,
cuya eficiencia supone el desarrollo del mercado de capitales apuntalado
por el mercado de deuda pública doméstica en soles; y, (c) una regla de
política de intervenciones cambiarias que se oriente a mantener un tipo
de cambio real estable y competitivo, para promover el desarrollo
industrial y la diversificación productiva.
A modo de Conclusión
Hubiera
sido interesante saber si Tanaka también adhiere al republicanismo, si
piensa que hay tradición republicana en el Perú y si comparte la
indefinición de republicanismo de Vergara.
Replica 2
Martin Tanaka (LR: 06-1013), afirma que
el problema no está tanto en las políticas neoliberales del Consenso de
Washington sino en el “fundamentalismo” en su implementación. «Vistas
las cosas así –dice--, me parece que en Perú el neoliberalismo ha tenido
éxitos evidentes (crecimiento, reducción de la pobreza sin aumento de
la desigualdad), que han permitido que muchos peruanos sean más
ciudadanos (conscientes de sus derechos y deberes), aunque su aplicación
haya sido escamoteada por sus componentes autoritarios y corruptos y
ciertamente también por la debilidad de nuestras instituciones y valores
republicanos».
Se le ha mostrado
que el crecimiento reciente no es inédito; que cualquier tipo de
crecimiento reduce la pobreza monetaria; que se ha crecido con sueldos y
salarios estancados y que, por lo tanto, ha aumentado la desigualdad;
que se cercenaron los derechos laborales de los trabajadores; y, que el
crecimiento reciente no habría sido posible sin altos precios de los
minerales y sin una demanda externa sostenida. Nada de esto puede ser
considerado un éxito y, sin embargo, Tanaka insiste, en que los «éxitos
del neoliberalismo son evidentes».
Lo que hay de ciudadanía y virtud cívica en nuestro país, se desarrolla contra la fuerza y resistencia del neoliberalismo, contra el mercado desregulado y el interés privado que «arrincona a la virtud y solidaridad.
Lo que hay de ciudadanía y virtud cívica en nuestro país, se desarrolla contra la fuerza y resistencia del neoliberalismo, contra el mercado desregulado y el interés privado que «arrincona a la virtud y solidaridad.
Félix Jiménez
Opinión Economista Ph. D.
Profesor Principal PUCP
Extractivismo neoliberal, poder económico y corrupción.
Tanaka
no refuta mis argumentos. Se le ha mostrado que el crecimiento reciente
no es inédito; que cualquier tipo de crecimiento reduce la pobreza
monetaria; que el atraso cambiario y la espectacular penetración de
importaciones han afectado la competitividad y mercado interno de la
manufactura; que se ha crecido con sueldos y salarios estancados y que,
por lo tanto, ha aumentado la desigualdad; que se cercenaron los
derechos laborales de los trabajadores; que la política de gasto afectó
la calidad e infraestructura de la educación, la salud y la seguridad
social; y, que el crecimiento reciente no habría sido posible sin altos
precios de los minerales y sin una demanda externa sostenida. Nada de
esto puede ser considerado un éxito y, sin embargo, Tanaka insiste en
que los «éxitos del neoliberalismo son evidentes».
Al respecto, Pocock, comentando los Discursos de Maquiavelo, dice: «Las instituciones dependen de la atmosfera moral y las mismas leyes que operan el bien en un pueblo no corrupto, producen efectos contrarios a los deseados cuando la corrupción se ha impuesto». Entonces, en una atmósfera corrupta, las instituciones públicas son penetradas por el interés privado; los gobernantes y políticos practican la impostura; las deberes públicos en los distintos poderes del Estado, se negocian; y, la ley no impide la arbitrariedad y los privilegios.
El neoliberalismo es anti-republicano
El neoliberalismo ha erosionado los fundamentos institucionales de la ciudadanía al desmantelar los estándares laborales y sociales básicos, y al fomentar la concentración del poder económico privado y su injerencia en el gobierno «disputándole al Estado su inalienable derecho a definir la utilidad pública». Con el neoliberalismo la democracia «representativa» se ha convertido en caricatura: «gobiernan los que no ganan las elecciones» (problema del agente-principal).
Por lo tanto, decir que «los éxitos del neoliberalismo han permitido que muchos peruanos sean más ciudadanos», es suponer «que es imposible percibir la luz, sin antes percibir la oscuridad». No hay manera de mostrar que el neoliberalismo ha ampliado la ciudadanía entre los peruanos. Se desmantelaron los derechos de los trabajadores, se generalizaron las prácticas clientelares en la competencia política, no hay derecho universal a la educación y la salud, se criminaliza la protesta social, no se respeta los derechos de los pueblos cuando se hacen concesiones mineras o petroleras y, los gobiernos elegidos practican la impostura y sirven a los grupos de poder.
El neoliberalismo, además, ha despolitizado y privatizado la vida pública. El interés privado domina sobre el interés público («la actividad pública es un instrumento al servicio de los fines privados»); hay asimetrías de poder en los mercados; no hay virtud cívica (los comportamientos individualistas menoscaban el «compromiso con el bien público»; no hay igualdad jurídica; y, los mecanismos de control de los gobernantes y la independencia de los poderes del Estado han sido dañados por la corrupción y los caudillos.
A modo de conclusión
Lo que hay de ciudadanía y virtud cívica en nuestro país, se desarrolla contra la fuerza y resistencia del neoliberalismo, contra el mercado desregulado y el interés privado que «arrinconan a la virtud y la solidaridad».
La apertura
comercial indiscriminada, la apreciación monetaria y el contexto externo
favorable acentuaron la especialización de la economía peruana en la
producción y exportación de minerales, que “resultó” ser su principal
ventaja comparativa. Se siguió la pauta neoliberal según la cual los
países se especializan, no se diversifican. Ahora somos un país menos
industrial y agrícola, y más exportador de minerales y productor de
servicios de baja productividad. Pero, si se para el «motor externo», se
para el «carro» del crecimiento. Por otro lado, el extractivismo
primario exportador opera porque existen instituciones políticas
extractivistas donde campea la corrupción. Estas instituciones facilitan
la penetración del poder económico privado en todas las esferas de la
administración gubernamental del Estado.
El extractivismo, el poder económico y la corrupción son enemigas del republicanismo. «La República –dice Pocock- resulta por completo imposible allí donde las oligarquías, los gentiluomini, adquieren demasiado poder. Con el poder de estas oligarquías, no puede haber gobierno libre». Cuando Tanaka dice que «los éxitos del neoliberalismo fueron escamoteados por sus componentes autoritarios y corruptos y ciertamente también por la debilidad de nuestras instituciones y valores republicanos», no parece entender que esos «componentes autoritarios y corruptos» son los que debilitan a las «instituciones y valores republicanos».
El extractivismo, el poder económico y la corrupción son enemigas del republicanismo. «La República –dice Pocock- resulta por completo imposible allí donde las oligarquías, los gentiluomini, adquieren demasiado poder. Con el poder de estas oligarquías, no puede haber gobierno libre». Cuando Tanaka dice que «los éxitos del neoliberalismo fueron escamoteados por sus componentes autoritarios y corruptos y ciertamente también por la debilidad de nuestras instituciones y valores republicanos», no parece entender que esos «componentes autoritarios y corruptos» son los que debilitan a las «instituciones y valores republicanos».
Al respecto, Pocock, comentando los Discursos de Maquiavelo, dice: «Las instituciones dependen de la atmosfera moral y las mismas leyes que operan el bien en un pueblo no corrupto, producen efectos contrarios a los deseados cuando la corrupción se ha impuesto». Entonces, en una atmósfera corrupta, las instituciones públicas son penetradas por el interés privado; los gobernantes y políticos practican la impostura; las deberes públicos en los distintos poderes del Estado, se negocian; y, la ley no impide la arbitrariedad y los privilegios.
El neoliberalismo es anti-republicano
El neoliberalismo ha erosionado los fundamentos institucionales de la ciudadanía al desmantelar los estándares laborales y sociales básicos, y al fomentar la concentración del poder económico privado y su injerencia en el gobierno «disputándole al Estado su inalienable derecho a definir la utilidad pública». Con el neoliberalismo la democracia «representativa» se ha convertido en caricatura: «gobiernan los que no ganan las elecciones» (problema del agente-principal).
Por lo tanto, decir que «los éxitos del neoliberalismo han permitido que muchos peruanos sean más ciudadanos», es suponer «que es imposible percibir la luz, sin antes percibir la oscuridad». No hay manera de mostrar que el neoliberalismo ha ampliado la ciudadanía entre los peruanos. Se desmantelaron los derechos de los trabajadores, se generalizaron las prácticas clientelares en la competencia política, no hay derecho universal a la educación y la salud, se criminaliza la protesta social, no se respeta los derechos de los pueblos cuando se hacen concesiones mineras o petroleras y, los gobiernos elegidos practican la impostura y sirven a los grupos de poder.
El neoliberalismo, además, ha despolitizado y privatizado la vida pública. El interés privado domina sobre el interés público («la actividad pública es un instrumento al servicio de los fines privados»); hay asimetrías de poder en los mercados; no hay virtud cívica (los comportamientos individualistas menoscaban el «compromiso con el bien público»; no hay igualdad jurídica; y, los mecanismos de control de los gobernantes y la independencia de los poderes del Estado han sido dañados por la corrupción y los caudillos.
A modo de conclusión
Lo que hay de ciudadanía y virtud cívica en nuestro país, se desarrolla contra la fuerza y resistencia del neoliberalismo, contra el mercado desregulado y el interés privado que «arrinconan a la virtud y la solidaridad».
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