LECTURAS › CONFERENCIA DE RAUL ZAFFARONI EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA.
Raúl Zaffaroni es profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires.
Raúl Zaffaroni es profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires.
Una Tercera Guerra Mundial no declarada
Quizá como adelanto de la próxima etapa de su vida,
prefirió presentarse como profesor emérito. Raúl Zaffaroni, juez de la
Corte Suprema a punto de dejar de serlo, dio una conferencia el viernes
último con el título de “Los derechos humanos como programa y realidad”.
A continuación, un extracto de su clase magistral.
Por Raúl Zaffaroni *
A quienes en razón del multiculturalismo de nuestra región
niegan la existencia del concepto de América latina, reduciéndolo a una
denominación despectiva atribuida a los franceses, cabe responderles que
América latina es mucho más que un concepto: es una realidad unitaria y
perfectamente reconocible, como producto complejo de casi todas las
atrocidades cometidas por el colonialismo en el planeta.
Desde el siglo XV los europeos ocuparon policialmente nuestro
continente con parte de su población marginada, que trajo las
infecciones que en pocos años mataron a la mayor parte de los habitantes
originarios. A los sobrevivientes los redujeron a servidumbre.
A poco de andar, para reemplazar a la población eliminada,
cometieron el atroz crimen de desplazamiento masivo de africanos
esclavizados. En lo sucesivo, el mestizaje de colonizadores con
originarios y africanos fue objeto de desprecio. Cuando se prohibió el
tráfico negrero, algunos asiáticos fueron también esclavizados por el
Pacífico.
Desde las últimas décadas del siglo XIX se produjo un masivo
desplazamiento de población desde los países europeos atrasados en el
proceso de acumulación originaria hacia el sur de nuestra región. Los
perseguidos y hambrientos de las dos guerras mundiales llegaron con
posterioridad. (...). No hay un hombre cósmico en nuestra Patria Grande,
pero hay un ser humano latinoamericano cuya dignidad de persona ha sido
negada planetariamente por el colonialismo y que se abre paso
lentamente contra éste. (...).
Desde los años setenta del siglo pasado, con la crisis del petróleo, la política colonialista cambió en los propios centros de poder, con inevitables consecuencias periféricas. Se abandonaron las ideas de sociedades incluyentes, de Estado de Bienestar y de economía keynesiana, pasando al fundamentalismo de mercado, o sea, a una ideología que otorga amplia libertad de acción al capital financiero e impone necesarios modelos de sociedades excluyentes. (...).
En esta fase superior del colonialismo no se ocupan territorios policialmente, como en el colonialismo originario, derrotado por los libertadores; tampoco se acude a oligarquías vernáculas que mantengan a la población en servidumbre, como las que los pueblos desplazaron hace un siglo; tampoco se psicotiza a las fuerzas armadas para que ocupen los territorios por cuya soberanía debían velar, porque ya no son confiables y provocan alta resistencia popular. (...).
En la periferia, en esta fase superior del colonialismo, se opera tratando de imponer gobernantes que cuiden los intereses del capital financiero transnacional o procurando destituir a quienes le opongan resistencia o descalificar a los políticos que los denuncian.
Para eso se vale de la opinión pública, convenientemente configurada por los medios masivos de comunicación monopolizados (en particular la televisión, en manos de conglomerados que forman parte del mismo capital transnacionalizado), de los políticos inescrupulosos o tontos útiles, de sus lobbistas (o corruptores especializados), como también de los técnicos políticamente asépticos, esterilizados en los autoclaves de sus think tanks centrales.
Artículo de Referencia
Desde los años setenta del siglo pasado, con la crisis del petróleo, la política colonialista cambió en los propios centros de poder, con inevitables consecuencias periféricas. Se abandonaron las ideas de sociedades incluyentes, de Estado de Bienestar y de economía keynesiana, pasando al fundamentalismo de mercado, o sea, a una ideología que otorga amplia libertad de acción al capital financiero e impone necesarios modelos de sociedades excluyentes. (...).
En esta fase superior del colonialismo no se ocupan territorios policialmente, como en el colonialismo originario, derrotado por los libertadores; tampoco se acude a oligarquías vernáculas que mantengan a la población en servidumbre, como las que los pueblos desplazaron hace un siglo; tampoco se psicotiza a las fuerzas armadas para que ocupen los territorios por cuya soberanía debían velar, porque ya no son confiables y provocan alta resistencia popular. (...).
En la periferia, en esta fase superior del colonialismo, se opera tratando de imponer gobernantes que cuiden los intereses del capital financiero transnacional o procurando destituir a quienes le opongan resistencia o descalificar a los políticos que los denuncian.
Para eso se vale de la opinión pública, convenientemente configurada por los medios masivos de comunicación monopolizados (en particular la televisión, en manos de conglomerados que forman parte del mismo capital transnacionalizado), de los políticos inescrupulosos o tontos útiles, de sus lobbistas (o corruptores especializados), como también de los técnicos políticamente asépticos, esterilizados en los autoclaves de sus think tanks centrales.
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