Comparto esta entrevista en la que se reflexiona sobre las circuntancias de la hora actual en el mundo. Considero de utilidad estas reflexiones frente al contexto local en donde los acontecimientos de carácter provinciano estan ajenos al ritmo de los acontecimientos.
El no me importa, no me interesa cunde por doquier y es revelador de la claudicación de los valores en una sociedad en retirada. Los acontecimientos vergonzosos de ayer en el parlamento son una más de las confirmaciones de la lamentable situación a que se ha llegado.
Entrevista con Strobe Talbott, presidente de Brookings Institution
“Hay un peligro real de conflicto”
El veterano de la Administración Clinton traza paralelismos entre los tiempos previos a la Gran Guerra y las turbulencias actuales
Marc Bassets
Washington
26 JUL 2014 - 22:45 CEST33
Agosto 1914, agosto 2014. Cuando Strobe Talbott —veterano de la Administración Clinton, presidente del laboratorio de ideas Brookings Institution,
voz sensata y experimentada del establishment de Washington— establece
un paralelismo entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y el momento
actual, conviene escuchar.
“Hace solo un año no había ningún gran conflicto entre los grandes
países del mundo, ni tampoco existía demasiada preocupación porque lo
hubiese”, dice Talbott en una entrevista telefónica. “Y aquí estamos, a
punto de llegar a agosto de 2014 y, ¿adivine qué ocurre? Hay un peligro
real de conflicto. Hay peligro de conflicto en Europa, provocado por lo
que [el presidente ruso, Vladímir] Putin ha hecho en Ucrania. Hay
conflicto en Extremo Oriente con las tensiones y disputas entre China,
de un lado, y Vietnam y Filipinas de otro”, continúa. Después añade las
tensiones crecientes entre Japón y China, así como la disolución en
Oriente Próximo de las fronteras establecidas tras la Primera Guerra Mundial.
“Mi bola de cristal”, avisa, “no es mejor que cualquier otra”. Pero
los paralelismos entre 1914 y 2014, dice, son “inquietantes y
preocupantes”.
Talbott, de 68 años, dirige el laboratorio de ideas centrista por
excelencia, el más influyente y el de más solera, fundado en 1916. Entre
1993 y 2001 trabajó en el Departamento de Estado: primero como
embajador y consejero especial del secretario de Estado encargado de los
nuevos países surgidos de la antigua Unión Soviética, y después como
vicesecretario de Estado. Y antes, durante 21 años, fue periodista en la revista Time.
“Aquí hay una combinación de tres fenómenos que hacen que este
periodo sea peligroso”, dice. El primero es “la desilusión o descontento
global con los diferentes sistemas de gobernanza, incluidas las
democracias occidentales”, una tendencia que “por sí misma es
desestabilizadora”.
El segundo es “el crecimiento de un nacionalismo de tipo peligroso,
incluido en su propio país”, dice en alusión a España. “Me parece que es
crucial, tras todo el dolor que Europa ha sufrido como resultado del
nacionalismo y el fraccionamiento de los Estados, buscar maneras de
perfeccionar el gobierno federal, de perfeccionar lo que ustedes, los
europeos, llaman la subsidiariedad: un federalismo efectivo, con tanta
autonomía administrativa como sea adecuado y posible, para mantener
países unidos y que no se disgreguen, se trate de Italia, España,
Bélgica o Reino Unido”.
Putin, sin embargo, “ha elevado [el nacionalismo] a un nuevo nivel” con la anexión, en marzo, de la región ucrania de Crimea,
y con el apoyo a los insurgentes prorrusos en el este de Ucrania.
Putin, dice Talbott, “ha resucitado algo que creíamos que pertenecía a
la geopolítica del pasado: el chovinismo agresivo y unilateral, el
nacionalismo predatorio, el irredentismo… como quiera llamarlo”. El
tercer fenómeno es la citada acumulación de conflictos que amenazan la
estabilidad mundial.
La Administración Obama
“en general, está gestionando [la situación actual] bastante bien, pero
encuentra un obstáculo en las debilidades de los gobiernos en otros
lugares”, argumenta en alusión, entre otros, a la Unión Europea, “y en
las propias debilidades, que son una expresión de la polarización de la
sociedad [norteamericana]”. “Sin duda hay un malestar y una polarización
en Estados Unidos que socava la capacidad de cualquier presidente
americano para ejercer un papel constructivo en el liderazgo mundial”.
“Como comunidad internacional”, sostiene Talbott, “hemos sido
complacientes en años recientes, un poco como la comunidad internacional
fue complaciente en los años antes de la Primera Guerra Mundial, cuando
hubo un optimismo eufórico en todo el mundo. Lo que entonces no se
llamó globalización, pero que retrospectivamente podría llamarse así,
nos hizo a todos dependientes de un orden mundial pacífico en el que la
guerra era imposible de imaginar, y de repente fue muy posible de
imaginar y tuvimos la peor guerra en la historia del mundo hasta
entonces”.
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