domingo, 18 de noviembre de 2018

Harold Kim Philby Agente ruso

Moscú honra al agente doble que recibió el encargo de Stalin de matar a Franco

La capital de Rusia dedica una plaza a Kim Philby, el famoso espía británico que trabajó para el KGB durante más de cinco décadas
MARÍA R. SAHUQUILLO
Moscú 16 NOV 2018 - 19:16 CET

Rusia espionaje



Kim Philby en una rueda de prensa en Londres en 1955 en la que, con gran sangre fría, negó estar al servicio del KGB. GETTY

En el sureste de Moscú, en un barrio de aceradas torres de estética comunista, hay una plaza a la que acaban de nombrar como uno de los espías más importantes de todos los tiempos: Kim Philby. La capital rusa honra así al famosísimo agente doble británico que trabajó encubierto para los soviéticos durante décadas, antes de desertar y huir a Moscú en 1963. El enclave, cerca de la sede del servicio de inteligencia exterior, es más una intersección con tráfico que una glorieta. Radicalmente distinta de los salones de té, los clubes de caballeros y las acomodadas casas británicas en las que Philby creció.

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Allí, ni la señora Svetlana, que atiende en un quiosco de bebidas y otras chucherías, ni Aleksander, un jubilado que vive en una de las torres de cemento, saben quién es Philby. Algo bueno para un espía pero probablemente nefasto para su orgullo. Rusia vendió durante años sus logros de inteligencia exterior con el rostro del agente doble inglés, que fue enterrado con todos los honores en 1988 en el cementerio de Kuntsevo en Moscú, junto con otros héroes soviéticos, como Ramón Mercader, el agente policía secreta que asesinó a León Trotsky.

Ahora, cuando las relaciones con Reino Unido pasan por su peor momento desde la Guerra Fría tras el envenenamiento del exespía Sergei Skripal y de su hija Yulia, presuntamente por parte de agentes rusos —bastante chapuceros, además—, Moscú recupera a Philby. De nuevo. El año pasado, en plena campaña del Kremlin para pulir la imagen del KGB, le dedicó una mayúscula exposición. Ahora, una plaza. Rusia siempre sintió un gran respeto por los espías —como lo fue su presidente, Vladímir Putin—. Por los buenos, por los habilidosos.

 La plaza Kim Philby de Moscú, el 10 de noviembre.

La plaza Kim Philby de Moscú, el 10 de noviembre. YURI KOCHETKOV EFE

Y el homenajeado lo fue. Uno de los mejores. Nació en India en 1912. Hijo de un oficial del Ejército y conocido diplomático y explorador, Harold Adrian Russell Philby —apodado Kim por la novela de Rudyard Kipling— tuvo una educación más que privilegiada. Acudió a la Westminster School, como su padre. Y de ahí al Trinity Colegue de Cambridge con una beca para estudiar Economía. Fue en esa universidad, en la efervescencia entre-guerras alimentada por la Gran Depresión, cuando el niño bien nacido en las colonias fue reclutado por un agente ruso. Él y otros jóvenes de su grupo, que empezaban a sentir fascinación por el comunismo.

El KGB sembró bien. Y con Philby y sus amigos Guy Burgess, Donald Maclean y Antony Blunt se formó entonces lo que se conoce como el Círculo de Cambridge. Los jóvenes, como correspondía a su cuna, empezaron a escalar. Y cuando se desencadenó la Segunda Guerra Mundial todos ocupaban importantes cargos en la Administración británica desde los que espiaban para los rusos. Burgess, llegó a ser confidente de Churchill. Maclean un importante cargo en Exteriores. Y Blunt el responsable durante décadas de la pinacoteca real.

Pero Philby resultó quizá la mejor inversión. Reclutado para los servicios de inteligencia británicos, el conocido MI6, fue ascendiendo hasta ser nombrado jefe del servicio de contraespionaje frente a los soviéticos. Y en 1949, destinado a Washington como enlace entre el espionaje inglés y la CIA. Una mina.

Personaje de película —inspiró el personaje Bill Haydon en las novelas de John Le Carré, y multitud de libros y filmes—, unas de las primeras misiones de Philby fue en España. Enviado como corresponsal de The Times en 1937 para cubrir las trincheras y el bando de los sublevados, el agente recibió el encargo de asesinar a Franco, según revelan los documentos desclasificados de la inteligencia británica. Bajo órdenes directas de Stalin. No se sabe si no lo intentó o es que no lo logró, pero Philby fue loado por los franquistas como un grandísimo reportero y llegó a recibir de manos de Franco la Cruz Roja al mérito militar. También fue condecorado en Reino Unido.



Philby, a la derecha, con un grupo de periodistas en Caude, en 1937, durante la Guerra Civil española. GETTY

Más tarde se convertiría en el mejor agente doble de todos los tiempos. Considerado para muchos como el mayor traidor de la Guerra Fría, Philby emprendió el viaje a Moscú desde Beirut, en una huida épica. Antes que él, en 1951, al saberse descubiertos y alertados por Philby, habían desertado sus compañeros del Círculo de Cambridge Burgess y Maclean. Y tras años en el punto de mira, sospechoso de ser el “tercer hombre” del grupo de espías, Philby no pudo mantener la cobertura y viajó a Rusia desde Líbano a bordo de un barco soviético con destino Odessa.

Allí, en un piso del centro de la capital, pasó el resto de su vida, gran parte de ese tiempo alcoholizado, fumando pipa y escuchando la BBC internacional en su radio con botones de marfil, como ha contado su viuda y cuarta esposa Rufina Pujova. Solo acudió al KGB unas cuantas veces, de visita. Stalin y sus jefes del KGB siempre recelaron un poco del gran topo. La de Philby era una historia demasiado redonda, una jugada demasiado maestra. Y si el inglés había traicionado a su patria una vez… Podía ser un triple agente. El colmo del malabarismo.

Pero al parecer el ‘tercer hombre’ se mantuvo fiel a su compromiso ideológico con el marxismo durante sus 54 años de servicio; aunque haya sido rebautizado como un patriota ruso. Como contaba Pujova, cuando se le pregunta qué era más importante si su familia o el partido, jamás dudaba: “El partido, por supuesto”.


https://elpais.com/internacional/2018/11/15/actualidad/1542277782_533082.html

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Fue el espía doble por antonomasia. Harold Kim Philby, hijo de una acomodada familia británica, pasó documentos secretos a la URSS durante treinta años mientras ascendía peldaños en el MI16, el servicio secreto de Reino Unido. Desde el grupo de Cambridge, donde se convirtió al comunismo junto con otros compañeros de universidad que también acabarían siendo espías, hasta su huida a Moscú, en 1963, tuvo tiempo de trabajar como enlace para la CIA y de liderar la sección encargada de desenmascarar a agentes soviéticos. Esta última es una “historia muy muy sucia” según sus propias palabras. Así lo confesó en una charla ante un grupo de espías del bloque comunista en 1981.

Las imágenes han sido halladas por la cadena pública británica BBC en los archivos desclasificados de la Stasi, la todopoderosa maquinaria de seguridad de la República Democrática Alemana. Aunque Philby no da detalles en la grabación, asegura que el espionaje “implica mancharse las manos de vez en cuando”. En las imágenes también explica cómo actuaba: “Cada tarde salía de la oficina con un gran maletín lleno de informes escritos por mí mismo, archivos y documentos. Solía dárselos a mi contacto soviético por la tarde y a la mañana siguiente los tenía de vuelta, tras haber sido fotografiados”. Y desde su retiro, unos años antes de morir en Moscú en 1988 con 76 años, deja a sus “queridos camaradas” un último consejo: “Negadlo todo”.


https://elpais.com/elpais/2016/04/05/videos/1459856980_914962.html?rel=mas

El mejor agente doble solo falló una misión: asesinar a Franco

Enrique Bocanegra gana el premio Comillas de biografía con la primera investigación sobre Kim Philby en la Guerra Civil española
GUILLERMO ALTARES
Madrid 4 MAR 2017 - 23:56 CET
A la derecha de la imagen, Philby herido durante la Guerra Civil.
The super spy who failed to kill Franco

Kim Philby, un inglés de clase alta, estudiante de Cambridge, renunció a todo para convertirse en un agente soviético en los años treinta. Una de las primeras misiones que recibió fue viajar a España durante la Guerra Civil y, utilizando la tapadera de periodista en el bando fascista, asesinar a Franco.

No se sabe por qué nunca llevó a cabo esta misión, ni siquiera si llegó a recibir la orden, sólo que Franco sobrevivió al conflicto y que Philby se convertiría en el mejor agente doble de todos los tiempos, también en el topo más dañino que haya tenido nunca el servicio secreto exterior británico, el MI6. El periodista Enrique Bocanegra (Sevilla, 1973) ha rastreado durante cuatro años todos los documentos posibles para tratar de seguir los pasos de este espía en España, un territorio que sus biógrafos apenas habían explorado hasta ahora. Su ensayo, titulado Un espía en la trinchera. Kim Philby en la Guerra Civil española, ha recibido el premio Comillas de historia y biografía, que otorga la editorial Tusquets, y saldrá a la venta este martes.

"No sabemos lo que pasó", explica Bocanegra en una cafetería madrileña cerca de la Academia de Cine, donde trabaja desde hace diez años como coordinador de actividades culturales. "Sabemos que a principios de marzo de 1937, el controlador de Philby en Londres recibió la orden de enviar a alguien a España para espiar en el bando nacional, sobre todo la actividad de los militares alemanes e italianos; pero también debía matar a Franco. ¿Tenía Philby la capacidad para cometer el magnicidio?

No había recibido ningún entrenamiento militar, no sabía manejar un arma, además de toda la protección que rodeaba a Franco", prosigue. No se sabe si lo intentó y no pudo; si no se atrevió o si, como sospecha el autor, nunca llegó a recibir la orden. Es uno de los muchos puntos oscuros del paso de Philby por España.

Mientras que en Inglaterra pudo encontrar muchos documentos, recuperar todas las crónicas que publicó en The Times –no era una misión sencilla porque no estaban firmadas y los documentalistas del diario británico tuvieron que cotejarlas una a una con los cables originales que todavía conservaban–, en los archivos españoles no queda prácticamente ningún papel, solamente algún telegrama. Otro misterio, porque Philby llegó a ser un periodista muy conocido, enviado de uno de los diarios más influyentes del mundo en ese momento, The Times, y, lo que es todavía más importante, fue condecorado por Franco. "¿Se quemaron en los años sesenta cuando se descubrió que Philby trabajaba para los soviéticos?", se pregunta el historiador.

Philby llegó a España en febrero de 1937, después de que en ocho meses de guerra The Times hubiese tenido cuatro corresponsales diferentes, que acabaron enfrentándose a los jefes de prensa del bando franquista. Como en la vida de todo espía, una serie de golpes de suerte le permitieron cumplir su misión. Por un lado, gracias a los contactos de su padre, un aventurero, diplomático y escritor llamado St John Philby, logró que el diario conservador británico le fichase –luego quedó muy contento con su cobertura–. Otro golpe de suerte evitó que le pillasen el papel donde escondía los códigos durante un registro y un tercero le convirtió en el único superviviente del impacto de un obús contra el coche en el que viajaba con otros tres colegas en Caudé, en el frente de Teruel. La propaganda fascista utilizó la muerte de los periodistas extranjeros y convirtió a Philby en un héroe, que fue recibido y condecorado por Franco. Eso le permitió moverse con toda la libertad posible –que tampoco era mucha– dentro de las filas de los golpistas.

Bocanegra contó con la ayuda de dos biógrafos de Philby, dos clásicos del periodismo británico, Patrick Seale y Phillip Knightley. Ambos fallecieron mientras estaba escribiendo el libro. Los dos, relata, fueron muy generosos con su tiempo, con sus conocimientos, pero también con sus documentos. En el caso de Seale, que fue amigo de Philby cuando ambos se encontraban en Beirut, mientras estaba entrevistándole en su casa de Londres, le confesó al autor que estaba muy enfermo.

"Me dijo que tenía que ir al hospital y me dejó solo en su casa con una maleta en la que ponía Philby y que contenía numerosos documentos sobre él. Allí me quedé todo el día, fotografiando papeles como había hecho el espía tantas veces durante su vida".

El libro no sólo sigue los pasos de Philby durante la Guerra Civil, sino que traza un retrato del espionaje comunista en los años treinta cuando agentes de Stalin como Alexander Orlov trataban de extender, sin piedad, la dominación soviética sobre el bando republicano. Al final, ellos mismos se encontraron amenazados por las mismas purgas que habían ayudado a desatar. Sin embargo, nada de eso, ni siquiera el pacto entre la Alemania nazi y la URSS, hicieron que Philby rompiese su compromiso con el comunismo. España fue solo el principio.

EL ÚLTIMO VIAJE
"Normalmente los agentes dobles aguantan cinco años, diez como mucho. Él sobrevivió 30", explica Enrique Bocanegra sobre la extraordinaria carrera en el espionaje de Kim Philby (1912-1988). Como no podía ser de otra forma con alguien que basó toda su existencia en la mentira y el engaño, los misterios en torno a su vida son todavía numerosos, pese a que se han escrito muchos libros sobre él, entre ellos el excelente Un espía entre amigos (Crítica), de Ben Macintyre. Philby formó parte del círculo de Cambridge, un grupo de jóvenes que, por idealismo, decidieron espiar para Moscú. Fue el más hábil de todos ellos, el último en ser descubierto, que logró esquivar a los interrogadores del MI6 cuando todo indicaba que era un traidor y escabullirse finalmente a la URSS.

Cuando fue despedido del servicio secreto británico, en 1951, por las sospechas que pesaban sobre él tras la fuga de dos de sus colegas de Cambridge, Guy Burgess y Donald MacLean. Quedó libre porque Londres no encontró pruebas de que era un agente doble y entonces, en mayo de 1952, realizó un viaje de mes a España que sigue siendo un misterio. "¿Con quién mantuvo contactos? ¿Dónde se alojó? ¿Qué lugares visitó? ¿Por qué alguien en su situación, sin trabajo, sin dinero, sospechoso de ser un comunista, viajó a la España de Franco, el país más pobre y atrasado de Europa? ¿Fue una operación de inteligencia?". Otro misterio dentro de un enigma.

Link

https://elpais.com/cultura/2017/03/01/actualidad/1488371998_157097.html?rel=mas

Kim Philby: The Guardian

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