Un terremoto político
Los protagonistas del balotaje.
El resultado de las elecciones de ayer
replantea el escenario político argentino. Una opinión pública voluble,
la saturación mediática y un oscuro tramado de intrigas en el seno del
FpV, han puesto en tela de juicio el futuro del modelo.
Un terremoto político, esto es lo que
acaba de suceder en Argentina. Un terremoto con todas las connotaciones
negativas que contiene el vocablo: el FpV ha perdido la mayoría absoluta
en el Congreso; Daniel Scioli, cuyas expectativas giraban en torno a si
obtendría la presidencia en un primer envite o habría de ingresar a un
balotaje desde una posición relativamente cómoda, se ve ahora dueño de
una superioridad mínima frente a su competidor Mauricio Macri; y la
provincia de Buenos Aires, bastión histórico del peronismo, ha caído en
las manos de la candidata del PRO por una ventaja apreciable.
A la hora de pasar la cuenta del desastre oficialista las responsabilidades se pueden distribuir en varias direcciones. Desde la presunta “traición” de los seguidores de Julián Domínguez, que habrían cortado boleta o habrían votado en blanco (el “fuego amigo” al que aludió Aníbal Fernández), a la actitud de los portavoces del “kirchnerismo puro”, que nunca se sintieron cómodos con Scioli, que lo desprestigiaron todo lo que pudieron y que sólo ante la decisión de la Presidenta en el sentido de apoyar in extremis al gobernador de Buenos Aires accedieron a votarlo “con la cara larga”. Así lo afirmó, con la displicencia del intelectual habituado a usar las palabras para jugar con los conceptos, el director de la Biblioteca Nacional y referente de la intelectualidad agrupada en Carta Abierta, Horacio González, el día antes de los comicios. Con semejantes antecedentes no parece en absoluto descaminado suponer que muchos miembros de esta ala renuente del FpV hayan saboteado la candidatura de Scioli. ¿Cómo se explican si no los 500.000 votos en blanco que se contabilizaron en el escrutinio?
Todo esto cabe ponerlo a la cuenta de la frivolidad con que muchos encaran el quehacer político en nuestro país. A la incapacidad para discernir entre objetivos estratégicos y objetivos tácticos. A la propensión a la jactancia y al juego de masacre que anida en los repliegues de nuestra psiquis colectiva. Pero también hay ponerlo en relación a una falta de memoria social, que hace que después de las tres décadas de devastación neoliberal, tras 12 años de recuperación, los referentes de esa debacle puedan salir nuevamente a la superficie. Porque nadie puede llamarse a engaño frente al súbito peronismo que ha embargado a Mauricio Macri y que se vincula, en todo caso, con la etapa más negativa y putrefacta de ese movimiento: la gestión de Carlos Menem. Los antecedentes, los asesores económicos y el mismo vacío intelectual del candidato a presidente asocian a su persona a los globos inflados que distinguen a su campaña. En el léxico popular “globo”, cuando yo era chico, se asociaba a la mentira, a la fantasía disparatada, al “cuento del tío”: la “peronización” del discurso del PRO en este momento no es otra cosa que una farsa grotesca. Detrás de la pavotería demagógica acechan los Melconian, Sturzenegger, Espert, Broda y compañía. Es decir, la “patria financiera” y el establishment.
Tampoco se puede descartar, en el elenco de factores que encaminaron a este desastre, la toxicidad de los medios de comunicación monopólicos, que siguen reteniendo, a pesar de la ley de medios, toda su capacidad de saturación psicológica, incluyendo la difusión de falsedades, tergiversaciones y provocaciones de todo tipo.
Hay que poner coto al regreso de Drácula. La partida no está perdida, aunque es evidente que el panorama que se abre respecto al futuro inmediato se está revelando mucho más difícil de lo que se preveía. Sea cual fuere el presidente que salga del balotaje del 22 de noviembre deberá luchar trabajosamente en el Congreso para llevar adelante cualquier iniciativa provista de peso político y económico. Si, como esperamos, el nuevo presidente es Daniel Scioli, la necesaria profundización del proceso de cambio iniciado por el kirchnerismo puede llevarlo a convertir su proclividad negociadora en un lastre para el desarrollo de esas políticas, inhibiéndolas desde el vamos. Desde luego le queda entre las manos la posibilidad de apelar a los decretos de necesidad y urgencia, que con tanta irresponsabilidad utilizó Menem para desguazar al estado; pero no lo vemos en ese papel. Tampoco para Mauricio Macri el panorama frente a la legislatura se presenta fácil, pero se percibe en él y más aún en el arco de sus referentes, una predisposición a violentar las cosas que proviene de la posición de fuerza que detentan en el marco del poder real, y de la simbiosis que existe entre los sectores de la conservación en este país y el modelo económico predominante en la actualidad a nivel mundial. Si no pueden romper con todo lo hecho desde el 2003, siempre estarán en condiciones de aplicar las políticas de desgaste y vaciamiento que tanto le resultaron en la era neoliberal.
El fin de ciclo tan temido parece estar convirtiéndose en una realidad para el Frente para la Victoria. La única forma de salvar el hiato es ampliando la convocatoria. Por demasiado tiempo las diferencias internas en el justicialismo han entorpecido el desarrollo de una estrategia para la liberación nacional. El kirchnerismo se proyectó, no sin pedantería, como una diferenciación del viejo tronco peronista, lo que le valió, de parte de los adeptos a la tradición, una inquina que fue a su vez fomentada desde el gobierno por discutibles maniobras que tendieron a cercenar el poder sindical en aras de la negociaciones con algunos estamentos del empresariado.
Desde luego que no hay dejarse encerrar en la polémica interna del peronismo y que lo ideal sería las masas argentinas superasen a esa representación política para encarnarse en otra que conservara sus banderas desde una perspectiva menos cerrada y abierta a la innovación ideológica. Pero de momento el FpV es el único escudo que subsiste entre el pueblo y el retorno de la reacción neoconservadora. La crisis económica global impacta negativamente en nuestro principal socio comercial, Brasil, y la caída en los precios de las commodities –consecuencia del dumping promovido por Estados Unidos para apretar a Rusia y disciplinar a los díscolos- ya está repercutiendo en nosotros y lo seguirá haciendo en el inmediato futuro.
Hay que cerrar las filas en torno a quienes están en mejores condiciones de brindar una respuesta y crear un reparo contra esa movida. La capacidad de tracción que pueda tener Scioli para atraer a los votantes del peronismo no K, y la reafirmación del tenor soberanista e industrialista del discurso oficial, articulada en un estilo contundente pero ponderado, pueden ser la clave de un eventual triunfo en el balotaje. La segunda vuelta va a ser cualquier cosa menos fácil para los dos contendientes. No hay lugar para la duda. Se encuentra en juego lo que resta de la esbozada integración suramericana y el futuro de la ambición de dotar a Argentina de una política que atienda al interés popular y al desarrollo soberano, o el retorno a la práctica neoliberal que humilló y pauperizó al país.
Está sentenciado, la nación habrá de contener el aliento hasta la noche del 22 de noviembre.
VIDEO DE DANIEL SCIOLI Hoy 26 de octubre.
A la hora de pasar la cuenta del desastre oficialista las responsabilidades se pueden distribuir en varias direcciones. Desde la presunta “traición” de los seguidores de Julián Domínguez, que habrían cortado boleta o habrían votado en blanco (el “fuego amigo” al que aludió Aníbal Fernández), a la actitud de los portavoces del “kirchnerismo puro”, que nunca se sintieron cómodos con Scioli, que lo desprestigiaron todo lo que pudieron y que sólo ante la decisión de la Presidenta en el sentido de apoyar in extremis al gobernador de Buenos Aires accedieron a votarlo “con la cara larga”. Así lo afirmó, con la displicencia del intelectual habituado a usar las palabras para jugar con los conceptos, el director de la Biblioteca Nacional y referente de la intelectualidad agrupada en Carta Abierta, Horacio González, el día antes de los comicios. Con semejantes antecedentes no parece en absoluto descaminado suponer que muchos miembros de esta ala renuente del FpV hayan saboteado la candidatura de Scioli. ¿Cómo se explican si no los 500.000 votos en blanco que se contabilizaron en el escrutinio?
Todo esto cabe ponerlo a la cuenta de la frivolidad con que muchos encaran el quehacer político en nuestro país. A la incapacidad para discernir entre objetivos estratégicos y objetivos tácticos. A la propensión a la jactancia y al juego de masacre que anida en los repliegues de nuestra psiquis colectiva. Pero también hay ponerlo en relación a una falta de memoria social, que hace que después de las tres décadas de devastación neoliberal, tras 12 años de recuperación, los referentes de esa debacle puedan salir nuevamente a la superficie. Porque nadie puede llamarse a engaño frente al súbito peronismo que ha embargado a Mauricio Macri y que se vincula, en todo caso, con la etapa más negativa y putrefacta de ese movimiento: la gestión de Carlos Menem. Los antecedentes, los asesores económicos y el mismo vacío intelectual del candidato a presidente asocian a su persona a los globos inflados que distinguen a su campaña. En el léxico popular “globo”, cuando yo era chico, se asociaba a la mentira, a la fantasía disparatada, al “cuento del tío”: la “peronización” del discurso del PRO en este momento no es otra cosa que una farsa grotesca. Detrás de la pavotería demagógica acechan los Melconian, Sturzenegger, Espert, Broda y compañía. Es decir, la “patria financiera” y el establishment.
Tampoco se puede descartar, en el elenco de factores que encaminaron a este desastre, la toxicidad de los medios de comunicación monopólicos, que siguen reteniendo, a pesar de la ley de medios, toda su capacidad de saturación psicológica, incluyendo la difusión de falsedades, tergiversaciones y provocaciones de todo tipo.
Hay que poner coto al regreso de Drácula. La partida no está perdida, aunque es evidente que el panorama que se abre respecto al futuro inmediato se está revelando mucho más difícil de lo que se preveía. Sea cual fuere el presidente que salga del balotaje del 22 de noviembre deberá luchar trabajosamente en el Congreso para llevar adelante cualquier iniciativa provista de peso político y económico. Si, como esperamos, el nuevo presidente es Daniel Scioli, la necesaria profundización del proceso de cambio iniciado por el kirchnerismo puede llevarlo a convertir su proclividad negociadora en un lastre para el desarrollo de esas políticas, inhibiéndolas desde el vamos. Desde luego le queda entre las manos la posibilidad de apelar a los decretos de necesidad y urgencia, que con tanta irresponsabilidad utilizó Menem para desguazar al estado; pero no lo vemos en ese papel. Tampoco para Mauricio Macri el panorama frente a la legislatura se presenta fácil, pero se percibe en él y más aún en el arco de sus referentes, una predisposición a violentar las cosas que proviene de la posición de fuerza que detentan en el marco del poder real, y de la simbiosis que existe entre los sectores de la conservación en este país y el modelo económico predominante en la actualidad a nivel mundial. Si no pueden romper con todo lo hecho desde el 2003, siempre estarán en condiciones de aplicar las políticas de desgaste y vaciamiento que tanto le resultaron en la era neoliberal.
El fin de ciclo tan temido parece estar convirtiéndose en una realidad para el Frente para la Victoria. La única forma de salvar el hiato es ampliando la convocatoria. Por demasiado tiempo las diferencias internas en el justicialismo han entorpecido el desarrollo de una estrategia para la liberación nacional. El kirchnerismo se proyectó, no sin pedantería, como una diferenciación del viejo tronco peronista, lo que le valió, de parte de los adeptos a la tradición, una inquina que fue a su vez fomentada desde el gobierno por discutibles maniobras que tendieron a cercenar el poder sindical en aras de la negociaciones con algunos estamentos del empresariado.
Desde luego que no hay dejarse encerrar en la polémica interna del peronismo y que lo ideal sería las masas argentinas superasen a esa representación política para encarnarse en otra que conservara sus banderas desde una perspectiva menos cerrada y abierta a la innovación ideológica. Pero de momento el FpV es el único escudo que subsiste entre el pueblo y el retorno de la reacción neoconservadora. La crisis económica global impacta negativamente en nuestro principal socio comercial, Brasil, y la caída en los precios de las commodities –consecuencia del dumping promovido por Estados Unidos para apretar a Rusia y disciplinar a los díscolos- ya está repercutiendo en nosotros y lo seguirá haciendo en el inmediato futuro.
Hay que cerrar las filas en torno a quienes están en mejores condiciones de brindar una respuesta y crear un reparo contra esa movida. La capacidad de tracción que pueda tener Scioli para atraer a los votantes del peronismo no K, y la reafirmación del tenor soberanista e industrialista del discurso oficial, articulada en un estilo contundente pero ponderado, pueden ser la clave de un eventual triunfo en el balotaje. La segunda vuelta va a ser cualquier cosa menos fácil para los dos contendientes. No hay lugar para la duda. Se encuentra en juego lo que resta de la esbozada integración suramericana y el futuro de la ambición de dotar a Argentina de una política que atienda al interés popular y al desarrollo soberano, o el retorno a la práctica neoliberal que humilló y pauperizó al país.
Está sentenciado, la nación habrá de contener el aliento hasta la noche del 22 de noviembre.
VIDEO DE DANIEL SCIOLI Hoy 26 de octubre.