Hacia el septiembre griego
por Fernando
Mires 22 agosto 2015
"Quien
lo hubiera pensado: hace pocas semanas Syriza y Tsipras eran vistos por la
mayoría de los gobiernos demócratas europeos como una maldición. Hoy en cambio
son vistos como una tabla de salvación. Así es la política: enemigos de ayer
amigos de mañana".
Es muy
temprano para trazar líneas que permitan saber el lugar donde desembocarán las
aguas de la división de Syriza, hasta ahora, el partido mayoritario de la
izquierda griega. Lo importante por ahora es constatar que esas aguas son más
cristalinas que antes.
El
nacimiento de Unidad Popular (UP) anunciado por el exministro Panayotis
Lafazanis después de la rebelión de los 25 diputados en contra de Tsipras y de
la renuncia del propio primer ministro (Jueves19 de Agosto) ha marcado un punto
de inflexión en la política griega.
La UP
reclama para sí la voluntad del pueblo expresada en el referéndum del 5 de
Julio interpretada por sus representantes como un No rotundo a la política de
la UE. Por lo mismo, el nuevo partido dirige su mensaje a las corrientes más
extremas y antieuropeístas de Grecia. Su objetivo es formar un polo de
atracción de fuerzas orientado a agrupar a los descontentos con las medidas
restrictivas que implica el “tercer rescate”. En ese punto –así especulan los
disidentes de Syriza- la UP podría lograr un gran éxito en las elecciones de
Septiembre. Pero si eso no ocurre –la popularidad de Tsipras va más allá de
Syriza- la UP podría correr el peligro de autoestigmatizarse para convertirse
en el partido que abrió las puertas a los nazis de Aurora Dorada.
Lo que sí
parece evidente, es que la división de Syriza abre una chance de grandes
dimensiones al primer ministro Alexis Tsipras. Catalogado de “traidor” por
muchos de sus antiguos compañeros, si logra que Syriza obtenga una alta votación
en las próximas elecciones, es decir, una que le permita concertar alianzas de
modo ventajoso en el espectro político griego, puede llegar a convertirse en un
estadista de alta calidad, dejando detrás de sí a las sombras de su pasado
comunista. Eso quiere decir, si Tsipras logra superarse a sí mismo, podrá
conducir a su partido hacia el espacio de la centro-izquierda, catalizar de
este modo a la clientela socialdemócrata que ayer apoyo al PASOK y, lo más
importante, convertirse en un respetable interlocutor frente a los demás
gobiernos europeos. Sobre todo frente a Ángela Merkel.
Angela
Merkel ha jugado muchas cartas a favor de Tsipras impulsando un “tercer
rescate” que costará enorme sumas de dinero a los alemanes. Por ese motivo ha
recibido fuertes ataques desde las fracciones más derechistas de su partido.
Pero a la vez Merkel ha ganado legitimidad dentro del amplio espectro que sigue
tradicionalmente a la socialdemocracia. Por su parte, la “Linke”, el partido de
la izquierda post-estalinista, al negarse a votar a favor del “tercer
rescate”, ha unido su destino a la UP griega, acercándose peligrosamente a la
derecha del socialcristianismo alemán. Como está ocurriendo de modo muy
frecuente en Europa, también en Francia y en España, la izquierda extrema
termina apoyando las posiciones de la derecha extrema y viceversa.
Desde su
visión de estadista, Merkel, y en cierto modo también Hollande, saben que
Europa no puede prescindir de Grecia. Mucho menos en estos momentos. El
movimiento migratorio más grande de la historia europea pasa por el
Mediterráneo. Por otro lado, la agresividad islámica ha contagiado al gobierno
de Turquía, país con el cual Grecia tiene varios conflictos pendientes. Por si
fuera poco, Putin, siempre muy atento, ha visto en la iglesia ortodoxa griega,
en la ultraderecha y en la ultraizquierda representada ahora por la UP, puntos
de contacto que le podrían ayudar a incrementar sus zonas de influencia en
Europa.
En estos
difíciles momentos la mayoría de los gobiernos de Europa necesitan de un fuerte
interlocutor político en Grecia. La transformación de Tsipras de agitador
populista en líder de una centro-izquierda renovada podría ser el mejor pago
político de Grecia a su enorme deuda externa. En efecto, un interlocutor
político confiable, es decir, una Syriza separada de sus fracciones más
radicales, debería traducirse en una ayuda económica aún más generosa a Grecia.
El
Septiembre griego será decisivo. Si triunfa Tsipras, Grecia será más europea
que nunca. Si llegara a perder, Grecia no será de Europa y Europa será menos
europea que antes.
Quien lo
hubiera pensado: hace pocas semanas Syriza y Tsipras eran vistos por la mayoría
de los gobiernos demócratas europeos como una maldición. Hoy en cambio son
vistos como una tabla de salvación. Así es la política: enemigos de ayer amigos
de mañana.
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