Macron quiere una mayoría clara para una tercera vía a la francesa
MARC BASSETS: París 18 JUN 2017 - 12:13 CEST
Es casi un plebiscito. Sobre un hombre y sus ideas. Emmanuel Macron buscará este domingo en la segunda vuelta de las elecciones legislativas una ratificación a su recién estrenado mandato. Si, como pronostican los sondeos, el presidente francés obtiene una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, comenzará un experimento insólito en la política francesa. No sólo por la renovación profunda de la clase política que supone el resultado. También por la ideología de Macron, un liberalismo con acentos socialdemócratas mezclado con un gaullismo que concede un papel central al Estado y a la figura del presidente: una tercera vía a la francesa.
En Francia, cuna intelectual del liberalismo político, patria de algunos de los teóricos más influyentes de este movimiento en el siglo XIX, como Benjamin Constant o Alexis de Tocqueville, es también un país donde la palabra liberal se usa como insulto, donde globalización es sinónimo de pesadilla distópica y capitalismo un sistema a derribar para millones de votantes. De ahí que la victoria de Macron en las elecciones presidenciales de mayo, y el probable éxito en la reválida de las legislativas, sea una pequeña revolución. Francia tiene un presidente —posiblemente respaldado, a partir de esta noche, por una de las mayorías parlamentarias más amplias de la historia— que sin complejos se proclama liberal.
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“Emmanuel Macron es un liberal a la vez en el terreno económico y en lo social o cultural, lo cual en Francia es muy original”, resume Jérôme Perrier, historiador del liberalismo francés. Perrier explica que, tradicionalmente la izquierda francesa ha sido liberal en cuestiones culturales o sociales —en temas como el matrimonio gay, por ejemplo— y antiliberal en la economía. La derecha, al contrario, ha sido antiliberal en lo cultural y (por lo menos programáticamente, y no siempre) más liberal en lo económico. “La originalidad de Emmanuel Macron es que él es un liberal completo, lo que explica su idea de que es a la vez de izquierdas y de derechas”.
Macron teorizó sobre esta posición intermedia en su libro Revolución. “Si por liberalismo se entiende confianza en el hombre, acepto que se me llame liberal”, escribió. Su liberalismo, que él prefiere llamar progresismo, se opone a lo que en su opinión es un conservadurismo que se encuentra en la derecha y la izquierda. “¿Qué hay en común entre una izquierda conservadora que defiende el statu quo, promueve el cierre de las fronteras y la salida del euro, y una izquierda socialdemócrata, reformista, europea? Casi nada”, se responde. “¿Qué hay en común entre una derecha que promueve una identidad cerrada en sí misma que en el fondo nunca ha existido, que acusa a Europa de todos los males, promueve la brutalidad en el plano social y es ambigua en el plano económico, y una derecha europea, liberal y social? Casi nada tampoco”.
Macron reivindica a Michel Rocard, la gran figura de la “segunda izquierda”, una forma de socialdemocracia pragmática y de consenso, una alternativa descentralizadora al socialismo del presidente François Mitterrand. El nuevo presidente acaba de escribir el prólogo de C’était Rocard (Era Rocard), un libro de recuerdos del veterano político socialista Jean-Paul Huchon, que fue la mano derecha de Rocard. “En el fondo lo que Rocard hizo toda su vida fue unir a los franceses en torno a ideas muy amplias. Siempre intentó unir más allá de su mayoría estrecha. Es un precursor de lo que Macron hace hoy.
Pero no dio el paso [de crear un nuevo partido, como Macron]: se quedó en el partido, y murió socialista”, dice Huchon en una entrevista telefónica. “Michel Rocard", apunta, "fue uno de los artesanos de una línea socialista que era realista, mundialista, europea, seria y rigurosa en el plano de la economía, y la victoria de Macron es, un poco, una nueva victoria de Rocard sobre el espíritu que animaba a Mitterrand y a los socialistas de aquella época”. Macron, según Huchon, “no es un liberal de derechas, es más bien un liberal de izquierdas”.
El politólogo Rafaël Cos, crítico con Macron, ve más continuidad que ruptura en su ideología. “Es difícil encontrar qué hay de singular: lo que él dice es lo que desde hace veinte años repite la tecnoestructura de Bercy”, dice en alusión a la sede del ministerio francés de Economía y Finanzas.
Cos sostiene que en cuestiones como la reducción del déficit o la flexibilización del mercado laboral, Macron retoma un dogma imperante entre las élites políticas e intelectuales. “No hay nada menos singular que Emmanuel Macron, que no hace más que recitar lo que dice la alta administración, lo que dice la patronal, lo que dicen de manera un poco camuflada las élites socialistas, lo que dicen de manera mucho menos camuflada las élites de derecha. La agenda neoliberal encuentra en Emmanuel Macron, de manera bastante pura, una encarnación”.
El historiador Perrier subraya los puntos en común de Macron con una forma de liberalismo suave, social-liberalismo, lo llaman algunos. Se trata de lo que en los años noventa se llamó la tercera vía, el programa de reformas económicas que aplicaron gobernantes de centroizquierda como Bill Clinton en EE UU y Tony Blair en Reino Unido, o unos años más tarde Gerhard Schröder en Alemania.
Francia, gobernada entonces por un socialista clásico como el primer ministro Lionel Jospin, se desenganchó de aquel movimiento. Macron, según este argumento, pondría en práctica en Francia lo que la izquierda occidental hizo tiempo atrás. Con veinte años de retraso, y cuando este movimiento es cuestionado en EE UU y Reino Unido. Y con una particularidad. “En Francia hay una dimensión que nunca hay que olvidar: el Estado”, dice Perrier. “Francia es uno de los pocos ejemplos en lo que el Estado ha precedido a la nación: en el fondo, es el Estado el que ha forjado la nación. Los franceses, incluso los liberales, tienen un respeto por el Estado que no tienen otras tradiciones liberales”, dice.
En sus primeros pasos en el poder, Macron ha intentado reinstaurar la autoridad monárquica de la institución, retomar la autoridad que el general De Gaulle quiso darle a la función presidencial cuando inauguró la V República en 1958. Esto tiene poco de liberal. Y aquí Macron es más mitterrandiano que rocardiano. Perrier aventura la posibilidad de que “el liberalismo de Emmanuel Macron sea un liberalismo que va de arriba abajo, que proceda del Estado, de las élites, como si en el fondo Emmanuel Macron fuese un Bonaparte del liberalismo”. Y añade: “Las medidas liberales vendrán desde arriba, y esto es muy francés. Emmanuel Macron es un verdadero liberal, pero también un verdadero francés”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/06/17/actualidad/1497697394_229441.html
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