lunes, 29 de mayo de 2017

Sobre la Justicia: A raíz de unas denuncias

Sobre la Justicia

Cuando se acusa hay que tener indicios, evidencias, pruebas, de otro modo se estaría violando los derechos del acusado. Esto es lo que se ve en la acusación que hoy día los medios de comunicación al unísono levantan sin respetar honras y violando derechos cumpliendo el papel de comparsas del poder de turno.
Se acusa a quién ha investigado y denunciado a la actual administración por un contrato que no es válido y que es ilegal. No bien se ha hecho esta denuncia, inmediatamente se acusa al acusador, en vendetta por haber denunciado este contrato.
Quién sale al frente para denunciar al acusador es un sujeto sin moral, cuyos antecedentes lo inhabilitan como hombre probo, sin embargo, contrario a todo sentido este sujeto sale a la palestra acusando a quién ha cumplido con su deber.
Aunque es pura propaganda política, de inmediato los medios se encargan de levantar los ánimos de la población soliviantándola interesadamente, tomando partido en contra del aparente acusado, dando por sentado que ya es un acusado definitivo.
Aquí ésta prensa venal ya tomo partido, acusa y juzga y crea una corriente de opinión ya interesada. Esto hace que ya haya perdido cara y no se la considere como respetable. Forma parte del circo mediático que le sirve de comparsa a la actual administración.
En este escenario político, con prensa venal comprada y aupados por sujetos de moral cuestionada es que se está desarrollando el circo político local de esta semana.
Oponemos a este apabullante frente mediático las consideraciones de la jurisprudencia
Uno de los tópicos más complejos dentro de la teoría de la prueba en el proceso penal es sin duda lo referido a la prueba indiciaria. La prueba indiciaria se construye sobre la base de una inferencia lógica, donde determinados hechos indirectos que se dan por probados se enlazan a una conclusión unívoca y necesaria que acredita algún aspecto del objeto material del proceso penal en ciernes.
Así, aunque es considerada una prueba indirecta de los hechos centrales a probarse en un proceso penal, no por eso carece de fuerza probatoria capaz de sustentar una sentencia condenatoria y es, en ese sentido, una herramienta importante para el juzgador cuando los hechos juzgados no pueden ser probados por elementos de prueba directos o por pruebas sustentadas en los conocimientos técnicos o científicos.
Ello, dentro del esquema de los principios de libre valoración probatoria y la sana crítica que informan el sistema de pruebas de nuestro proceso penal, que otorgan al juzgador un amplio margen para la construcción de una teoría que explique la existencia del delito y la participación del imputado en el mismo.
Sin embargo, como se sabe este amplio margen de apreciación de la prueba no puede ser arbitrario, ya que, la Constitución Política impone al juez la obligación de explicar el razonamiento lógico – fáctico – jurídico en el que sustenta su decisión final condenando o absolviendo al imputado, respetando en todo momento el derecho a presunción de inocencia y el derecho a la contraprueba que le asiste al imputado.
En tal virtud, el establecimiento de la responsabilidad penal del imputado a través de una prueba indiciaria repercute en tres ámbitos de los derechos fundamentales de la persona sometida a un proceso penal, el derecho a la presunción de inocencia, el derecho al control y a la producción de la prueba, y a la motivación de las resoluciones judiciales.
Esos límites a la libertad probatoria del juzgador y la importancia de la prueba indiciaria han llevado a la Corte Suprema a establecer los presupuestos materiales de la prueba indiciaria necesarios para enervar la presunción de inocencia, constituye jurisprudencia vinculante.
Teniendo en cuenta aquella sentencia y la importancia de los derechos fundamentales del imputado en la construcción de la prueba idónea para sustentar una sentencia condenatoria, el objetivo de esta investigación es establecer los criterios válidos para la construcción de la prueba indiciaria respetando los derechos fundamentales del imputado.
Bajo ese objetivo, se debe tener en consideración primero la teoría de la prueba indiciaria y segundo tener en consideración la relación de la prueba indiciaria y sus presupuestos materiales con los derechos del imputado a la presunción de inocencia, al derecho a probar (generar pruebas de descargo) y el derecho a la motivación de las resoluciones judiciales, que en el caso de la prueba indiciaria se acentúa.
Evidentemente esto debería ser el correlato de estos manotazos de ahogado, pero además estos hechos ilustran el pobre nivel de moral de los medios que son comparsa y el nivel provinciano de algunos actores en la política local.
Como colofón se debe recalcar que en esta crónica no se busca la verdad sino descalificar al denunciado. A nadie le interesa qué podría haber hecho de bueno el acusado, el punto es descalificarlo. 
/PCAV 





lunes, 15 de mayo de 2017

No hay peor fascista que un burgués asustado*

Aquí en el Perú, con las diferencia debidas, es evidente la actitud de aprendices populistas de los administradores de turno. A pesar de las máscaras, los eventos recientes los descubren y los ponen en evidencia, como aprendices fallidos. Baste ver el comportamiento vergonzoso frente a la clemencia que no tienen para con nadie, disfrazándola de cuanto argumento reaccionario y leguleyo encuentran. El miedo de la burguesía es vergonzante, sólo por cálculo político.



Me parece pertinente esta cita de Bertold Brecht sobre el tema:

No hay peor fascista que un burgués asustado*

La inseguridad es un oscuro territorio sin límites definidos y continuamente amplificada por los medios masivos de comunicación, que gustan encabezar sus titulares con el rojo más sanguinario. La mayor parte de la población sólo se informa a través de ellos, sin tener en cuenta que los medios gestionan el protagonismo de las noticias al ritmo de las contiendas políticas o de los intereses económicos de los grupos de turno.

Es así como la necesidad de ejercer un mayor control social se refleja en el espectro mediático corporizándose en la proyección de imágenes y hechos que profundizan el terror social. Un terror que podemos calificar de incierto y que en cada período histórico ha encontrado distintos chivos expiatorios. Hoy, los discursos que señalan a los supuestos responsables de “la inseguridad”, lo hacen desde una prédica racista, clasista y discriminatoria igualando pobreza con delincuencia.

No hay peor fascista que un burgués asustado*

El protagonismo de la clase media en el sostenimiento y propagación de este discurso es innegable. Este sector social, cuya definición no estaría acotada sólo a categorías económicas sino que también se enraíza a toda una forma de ser, pensar, sentir respecto al mundo y a los demás; ha presionado para que se efectúen cambios en el régimen judicial, decretando que solo con cárcel, mano dura y represión se podrá acabar con “la inseguridad”. Este discurso, que ha probado ser marcadamente ineficaz en la lucha contra el delito, opera eficazmente para justificar el gatillo fácil, la coacción por portación de cara o color de piel, y la persecución a los sectores ya de por si castigados por la falta de trabajo, vivienda, educación o salud.

La clase media está asustada, le aterra pensar que podría perder los objetos que con tanto esfuerzo consiguió y, con ello, el status que le brindan. Es esta “seguridad de los objetos” la que le otorga una identidad definible y destacable por encima de otros. Por eso la pobreza es la cristalización de su amenaza mas próxima, no sólo por encarnar la posible pérdida de bienes sino también de lugares sociales.

El medio pelo desprecia la “chusma” y el mercado la responsabiliza de su situación, adjudicándole un fracaso que en realidad proviene de las inequidades desatadas por el neoliberalismo . Para todos, la clave del éxito consiste en alcanzar los ideales de éxito, belleza y felicidad que ofrece el mercado a través de la publicidad. De esta manera el hedonismo más básico no se basa en la diferenciación (aunque predique lo contrario) sino en la masificación de una subjetividad tilinga y consumista que en su derrotero se cree única.

* La cita corresponde a Bertold Brecht

lunes, 8 de mayo de 2017

El genocidio de indígenas en el sur de Chile

Comparto esta publicación sobre el caso del genocidio perpetrado por el país del sur como información que debe analizarse en el contexto de la Geopolítica de ese país. Esta es su razón de ser en donde su objetivo siempre es el norte

No debemos olvidar nunca que La guerra de exterminio contra el Perú fue también la guerra de exterminio contra los araucanos y todos los grupos originarios. Los "cholos" peruanos eran para los "alemanes" e "ingleses" de la derecha reaccionaria chilena, más o menos lo mismo.

El genocidio de indígenas en el sur de Chile 

Según el libro, el exterminio de los selk'nam fue ordenado por el mayor latifundista de Magallanes

Cultura - El Mostrador 
El genocidio de indígenas en el sur de Chile que la historia oficial intentó ocultar

por
 HÉCTOR COSSIO Y TATIANA OLIVEROS 13 agosto, 2014

El genocidio de indígenas en el sur de Chile que la historia oficial intentó ocultar

Después de varios años de investigación en La Patagonia chilena y argentina, el historiador español José Luis Alonso Marchante publicó el libro "Menéndez. Rey de la Patagonia", el texto definitivo –según expertos en el tema– sobre la verdad de la extinción de los selk'nam en la Tierra del Fuego, que en rigor se trató de un exterminio ordenado por José Menéndez, el gran latifundista del sur de Chile, sobre cuya familia existen sendos museos en Punta Arenas, y a quien se le atribuye el desarrollo económico de la región.



 El año pasado el historiador español José Luis Alonso Marchante encontró en la Biblioteca Nacional de España el texto original de Treinta años en Tierra del Fuego, del misionero salesiano, gran naturalista y expedicionario Alberto de Agostini. Con este libro en sus manos, el historiador comprobó que en las actuales reediciones del texto, incluida la realizada el 2013, faltaban párrafos y no cualquiera. En los textos censurados, el misionero era implacable: la extinción del pueblo selk'nam en la Patagonia chilena y argentina no fue obra de su "ignorante glotonería", "guerra entre tribus" o producto de su "miserable contextura física", como dictó durante muchos años la historia oficial, sino que producto del exterminio y la cacería, ordenada por un solo hombre: José Menéndez, el gran latifundista del extremo sur de Chile.

"Exploradores, estancieros y soldados no tuvieron escrúpulos en descargar sus mauser contra los infelices indios, como si se tratase de fieras o piezas de caza", reza uno de los párrafos censurados (De Agostini, 1929: 244).

Alberto de Agostini


Alberto de Agostini junto un selk'nam. Foto: Gentileza Editorial Catalonia

Este hallazgo junto a otros importantes testimonios se encuentran contenidos en el libro Menéndez. Rey de la Patagonia (Editorial Catalonia), recientemente lanzado en Chile y que, según historiadores expertos en La Patagonia, como Osvaldo Bayer, vendría siendo "el libro definitivo sobre la verdad ocurrida en el sur chileno y argentino".

Libro



"Hubo dos cosas que me impactaron en la investigación: el genocidio de todo un pueblo (los selk'nam) en pleno Siglo XX y la trágica suerte de los obreros (también masacrados) que trabajan en esas estancias", dice Alonso Marchante, casi al comienzo de la conversación con Cultura + Ciudad, en la que explica sin eufemismos la naturaleza de la responsabilidad criminal de quien fuera también el abuelo de Enrique Campos Menéndez, el escritor favorito de Pinochet y redactor de los bandos militares del Golpe.

La censura
La censura en el texto de De Agostini, explica Alonso Marchante, fue más bien una autocensura que el religioso aplicó a sus libros luego que la Congregación fuera presionada por el poder de Menéndez para cambiar la historia y exculpar de la masacre al más grande latifundista del sur de Chile, quien acumulara una de las más grandes fortunas de América Latina con el comercio lanero.

"Los primeros salesianos no negaban las matanzas, los primeros, como Faganno y De Agostini, fueron gente que estuvieron en el terreno, que levantaron las misiones de la nada, y en sus diarios publicaban cómo se estaban exterminando a los indígenas. Ocurre que después hubo un cambio en la historiografía de los salesianos. Los que vienen después ya están sometidos al poder económico de los Menéndez, entonces ahí se reescribe la historia de la colonización, y ahí sostienen que los indios simplemente desaparecen sin que mediaran los estancieros", explica Alonso.selkman

La motivación por investigar el papel de Menéndez y de sus descendientes en Chile nació casi por casualidad. Un día –cuenta– paseando por el Museo Asturiano en Buenos Aires, encontró un busto de José Ménendez. Nunca había escuchado una palabra de él, pese a que el historiador también es asturiano. En su región natal, Alonso no encontró calle que llevara su nombre, pero sí una escuela –fundada a comienzos del siglo pasado–, que era la forma que tenían los "indianos" (como se conoce a los colonos europeos que viajaron a América) de retribuir a su patria la fortuna alcanzada en sus aventuras.

"Se construyeron más de 350 escuelas en Asturias, en las primeras décadas del siglo XX, y entre ellas está la de José Menéndez en Miranda y que lleva su nombre",  cuenta Alonso, remarcando así el punto de partida de una historia marcada por la fortuna, la crueldad y la mentira.

El imperio Menéndez
En la Región de Magallanes, específicamente en Punta Arenas, las mansiones de la familia Menéndez se conservan en forma de museos, dando cuenta –a través de su fastuosidad– de la época dorada de la región magallánica.

En el libro se explica que Menéndez, tras una breve estancia en Cuba, llega a nuestro país en 1868. Al poco tiempo recibe miles de hectáreas como beneficio del gobierno chileno por la colonización en el sur. La idea era traer el desarrollo económico a la zona y establecer reservas indígenas. En esos años Mauricio Braun, otro inmigrante, también había recibido miles de hectáreas, lo mismo que 

Julius Popper en Argentina.
Alonso Marchante cuenta que, como parte de una gran inversión, las familias Menéndez y Braun se unen a través del matrimonio de sus hijos, y las tierras de Popper, tras una extraña muerte por presunto envenenamiento, son cedidas a Menéndez, convirtiéndose este último en el dueño y señor de toda la Patagonia chilena y argentina a través de la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego.
lana.



Esquiladores en la estancia "San Gregorio". Foto: Gentileza Editorial Catalonia

El imperio económico, que llegó a sumar bancos y navieras, tuvo su origen el comercio de lana de oveja, que vendían a Inglaterra a cambio de libras esterlinas. En la inserción de la ovejas  en la zona y consecuente desplazamiento del guanaco, animal que poblaba esas zonas, se encuentra –según el libro– el origen de una de las matanzas más grandes de indígenas y que contó con todo el poder editorial de esos años para tapar el genocidio.



El exterminio de los selk'nam
"A medida que comenzó a avanzar la frontera ovina, porque toda la riqueza de las dinastías económicas se sustentaba en el ganado de lana", cuenta el historiador, "comenzaron a requerirse cada vez más tierras para terminar instalándose en el territorio selk'nam".

Al instalarse en la zona, se divide el terreno mediante alambradas, y el guanaco –principal sustento alimenticio y de abrigo de los onas– se ve arrinconado hacia tierras más altas.

"Una vez que el guanaco desaparece los Selk'nam empiezan a pasar hambre. Cuando se dan cuenta de la aparición de las ovejas empiezan a alimentarse de este animal y lo entienden como algo absolutamente natural, no saben muy bien cómo han aparecido esas ovejas ahí, ni conocían el concepto de propiedad", explica el historiador.



Grupo de "cazadores de indios" de una de las estancias de Tierra del Fuego (instituto Patagonia)
Grupo de "cazadores de indios" de una de las estancias de Tierra del Fuego (Instituto Patagonia). Foto: Gentileza Editorial Catalonia

"Cuando los Selk'nam empiezan a atacar a las ovejas, José Menéndez da la orden de acabar con ellos. Lo hacen primero disparándoles directamente para exterminarlos, y con las mujeres y niños se produce una cacería. Los van cazando para después ofrecerlos en plazas públicas", cuenta Alonso, quien precisa que todo esto es muy posterior a la exhibición de indígenas como piezas de circo, en lo que se llamó "zoológicos humanos".

La familia Menéndez, especialmente José Menéndez –remarca el historiador–, fueron los instigadores de la matanza. "José Menéndez puso como capataz y como administrador de su estancia a un escocés de nombre Alexander Mc Lennan (El chancho colorado), quien fue el mayor matador de indígenas y reconocido por él mismo. Él recibía órdenes directas de José Menéndez, era su empleado".
amaclennan

En el libro se sostiene que por cada indígena muerto, Menéndez pagaba una libra esterlina, de modo que en la fortuna que alcanzó a tener este escocés podría incluso calcularse la cantidad de indígenas asesinados y que, de acuerdo a las versiones de otros historiadores, podría estimarse en varios cientos, si no miles.

"Cuando se retiró Mc Lennan, José Menéndez le regaló un carísimo reloj en agradecimiento por todos esos servicios", relata.

La historia oficial
"Logré contactarme con un bisnieto de Alexander Mc Lennan, quien me decía que no se puede decir que esté bien matar indios, pero que, gracias a lo que hizo su abuelo y José Menéndez, hoy no hay indígenas en la Tierra del Fuego, así que no hay problemas. Y eso me lo dicen en pleno 2014", recuerda con asombro el historiador.

Durante muchos años, la historia oficial que se contó tuvo como propósito ocultar los crímenes, que fueron incluso celebrados como deporte.


image054

Selk´nam en la misión San Rafael. Foto: Gentileza Editorial Catalonia

En 1971, el historiador y descendiente del clan, Armando Braun Menéndez, portavoz de los estancieros, señala que como causa de muerte de los indígenas estaban sus hábitos alimenticios. "Era frecuente observar al lado de los restos de una ballena, los cadáveres de los indígenas que, llegados tarde al festín, habían sido víctimas de su ignorante glotonería" (Braun 1971: 135). Insiste a tal punto en el tema que escribe que "era tan miserable su contextura física que no pudieron soportar ni su propio clima".

Esta absurda conjetura –explica Alonso en su libro– chocó con la respuesta contundente del etnólogo suizo Jean-Christian Spahni, quien señala: "Mis investigaciones alrededor de los habitantes me han demostrado que los genocidios habían existido realmente y que fueron causados justamente por los propietarios de las estancias a los que Armando Braun intenta defender".



Enrique Campos Menéndez
Enrique Campos Menéndez

Otro de los herederos de los hacendados, el escritor favorito de Pinochet, Enrique Campos Menéndez, llega incluso a exponer sus dudas sobre un posible canibalismo de los Selk'nam, cuestión que, al momento de sus dichos, ya nadie se atrevía siquiera a mencionar.

La historia oficial de negación del genocidio intenta a tal punto instalarse, que otro de los herederos, Eduardo Braun Menéndez, llega a obligar –se narra en el libro– "al científico Alexander Lipschutz (Premio Nacional de Ciencias 1969) a la eliminación de cualquier referencia a la caza de indígenas, como paso previo para publicar sus ensayos en la revista Ciencia e investigación, que dirigía el nieto de José Menéndez".

La Patagonia trágica
Además del exterminio de los onas, el libro de Alonso toca otro de los temas sensibles en La Patagonia, y que tiene que ver con las matanzas de más de 1.400 obreros chilenos en 1921.
Estos crímenes fueron recogidos en un libro llamado La Patagonia Trágica, publicado en Argentina en 1928 por José María Borrero. En este libro, escrito sin rigurosidad científica, había una denuncia en cada página y al poco tiempo se convirtió en un mito al desaparecer de las librerías. Un segundo texto, presuntamente llamado Orgías de sangre y que, según el mito, narraba los asesinatos de 1921, se convirtió en leyenda tras asegurarse que el manuscrito había sido robado y quemado.
Jornaleros chilenos tomados presos por el Ejército argentino en las huelgas de 1921
Jornaleros chilenos tomados presos por el Ejército argentino en las huelgas de 1921. Foto: Gentileza Editorial Catalonia

Parte de esa historia fue recogida con seriedad científica por Osvaldo Bayer, quien publicó La Patagonia rebelde, en 1972, un libro testimonial de no ficción que trataba sobre la lucha protagonizada por los trabajadores  anarcosindicalistas en rebelión de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, entre 1920 y 1921. Esta historia comenzó como una huelga contra la explotación de los obreros por parte de sus patrones, luego reprimida por el Ejército al mando del teniente Héctor Benigno Varela, enviado por el entonces presidente Hipólito Yrigoyen.

"Se fusilaron a centenares de peones de las estancias, la mayoría de ellos chilenos, pero también asturianos, argentinos, alemanes, italianos. Esas son las dos grandes tragedias de esta historia, creo que esta historia no la podemos ver con una sonrisa porque es una historia trágica, porque desaparecen de manera brutal los pueblos que habitaron por milenios esas tierras y además hay una represión salvaje sobre los peones que trabajaron en las estancias", sostiene Alonso Marchante, de cuyo libro el propio Bayer reconoce que "después de este acopio de pruebas nadie podrá señalar que las versiones críticas que surgieron a medida que se producían los hechos eran exageradas o de pura imaginación".



–¿Como historiador crees que hay responsabilidad del Estado chileno en estas masacres? 

–Los peones fueron fusilados por el Ejército argentino, pero la mayoría eran chilenos, y las autoridades chilenas no solamente no levantaron la voz sino que colaboraron con las autoridades argentinas en el silencio. Esto lo demostró Osvaldo Bayer hace ya mucho tiempo, cuando descubrió cómo los propios carabineros chilenos llevaban a los peones a Argentina, en donde el Ejército de ese país los fusiló. Es verdad que estos hechos ocurrieron hace casi un siglo, pero los Estados deben hacer un reconocimiento. En Argentina, en la zona en que ocurrieron los fusilamientos, en cada cuartel en donde hubo un centro de detención hay unas placas que identifican que en ese lugar y en ese cuartel se mató gente. Yo no se qué homenajes han hecho las autoridades chilenas a esos peones.

http://www.elmostrador.cl/cultura/2014/08/13/el-genocidio-de-indigenas-en-el-sur-de-chile-que-la-historia-oficial-intento-ocultar/

A vueltas con el pensamiento de Leo Strauss Atenas frente a Jerusalén : Alain de Benoist




Desde hace más de treinta años, Alain de Benoist está efectuando un metódico trabajo de reflexión en el ámbito de las ideas. Escritor, periodista, conferenciante, filósofo, ha publicado más de 50 libros y más de 3.000 artículos, actualmente traducidos a unos quince idiomas.
Sus principales campos son la filosofía política y la historia de las ideas, pero también es autor de numerosas obras sobre arqueología, las tradiciones populares, la historia de las religiones o las ciencias de la vida.
Indiferente a las modas ideológicas, rechazando cualquier forma de intolerancia y de extremismo, Alain de Benoist tampoco cultiva ningún tipo de nostalgia "restauracionista". Cuando critica la modernidad, no es en nombre de un pasado idealizado, sino preocupado ante todo por las problemáticas postmodernas. Cuatro son los principales ejes de su pensamiento:
  1. la crítica conjunta del individuo-universalismo y del nacionalismo (o del etnocentrismo) como categorías que pertenecen, en ambos casos, a la metafísica de la subjetividad;
  2. la deconstrucción sistemática de la razón mercantil, de la axiomática del interés y de las múltiples dominaciones de la Forma-Capital, cuyo despliegue planetario constituye, a su juicio, la principal amenaza que pesa sobre el mundo;
  3. la lucha en favor de las autonomías locales, ligada a la defensa de las diferencias y de las identidades colectivas;
  4. una decidida toma de posición a favor de un federalismo integral, basado en el principio de la subsidiaridad y de la generalización a partir de la base de las prácticas de la democracia participativa.
Pese a que su obra es conocida y reconocida en un creciente número de países, Alain de Benoist sigue siendo objeto de un enconado ostracismo en Francia, donde su nombre es asociado demasiado a menudo al de una "Nueva Derecha" con la cual Alain de Benoist nunca se ha reconocido verdaderamente.

A vueltas con el pensamiento de Leo Strauss
Atenas frente a Jerusalén 

El número 87 de la revista electrónica Elementos (que ya figura en el Blog de este periódico) está dedicado al pensador judeo americano de origen alemán Leo Strauss, padre, entre otras cosas, del término "reductio ad Hitlerum". Curiosamente (y por el gran equívoco que aquí explica Alain de Benoist) los neoconservadores norteamericanos han reivindicado la figura de Strauss, cuyo pensamiento también se aborda en el n.º 86 de la citada revista, dedicado a la relación entre el pensamiento de Carl Schmitt y el de Leo Strauss.

Alain de Benoist
27 de enero de 2015




ALAIN DE BENOIST
Hasta hace unos pocos años, el nombre de Leo Strauss apenas se conocía entre los académicos, los filósofos y los politólogos. Desde hace algún tiempo, sin embargo, ha adquirido una celebridad póstuma que, sin duda, sorprenderá a muchos. Una serie de artículos y libros recientes sobre el hecho de cómo la “inspiración secreta” de los neoconservadores llegó al poder en los Estados Unidos con George W. Bush. Lanzada esta teoría en 2003 por William Pfaff en un artículo en el Herald Tribune, la tesis se ha desarrollado, sobre todo, en los libros de Anne Norton y especialmente Shadia B. Drury: "Strauss –escribió Drury– es el pensador clave para entender la visión política que inspiró a los hombres más poderosos de Estados Unidos bajo George W. Bush".

La tesis se basa en el hecho de que muchos neoconservadores eran o habían sido alumnos de Strauss o de sus discípulos. Este fue el caso de hombres como Paul Wolfowitz, William e Irving Kristol, Richard Perle, Elliot Abrams, Robert Kagan, Abram Shulsky, Norman Podhoretz, Werner Dannhauser, David Brook, Leon Kass y de muchos de sus colegas, que hoy se expresan en publicaciones como The Weekly Standard, The Wall Street Journal, Commentary, The New Republic, Public Interest, The National Review, etc.

De ahí a considerar que "el camino a Bagdad pasa por Leo Strauss", como se ha llegado a escribir, hay una barrera que no se pueden franquear sin caer en las teorías del conspiracionismo o de la interpretación errónea. Sobre todo porque muchos straussianos (Stanley Rosen, Charles Butterworth, Joseph Cropsey) nunca han apoyado la actual política exterior de la Casa Blanca, y que entre los críticos de Strauss se encuentran también autores incluidos en la derecha como Claes Ryn, Barry Alan Shain o Paul Gottfried. Ensayistas como Steven B. Smith (Leyendo a Leo Strauss) y Catherine y Michael Zuckert (La verdad sobre Leo Strauss) han refutado, a su vez, las afirmaciones de Drury.

Para Leo Strauss, la comprensión filosófica pasa, sobre todo, a través del estudio de la historia de la filosofía. Por lo tanto, aboga por un retorno reflexivo a los temas desarrollados por los antiguos, entre ellos Aristóteles y Platón. En la tradición de los filósofos medievales, judíos y árabes, como Averroes, Avicena y al–Farabi, descubrió el ideal del filósofo, ya que es mediante el estudio de Spinoza y Hobbes, y después Maquiavelo, cuando Strauss se compromete a explorar la modernidad. Su enfoque es leer e interpretar la tradición filosófica europea, lo que le llevó a sentar las bases de una filosofía política, actualizando la querella entre los antiguos y los modernos, y reanudando de nuevo la cuestión central de la "teología política".

Pocos filósofos anteriores a Strauss han otorgado tanta importancia al concepto de filosofía política. Apoyándose principalmente en la tesis desarrollada por Platón en su República, Strauss afirma que la filosofía es la primera forma de los estudios de opinión (doxa) en la Ciudad, y llegó a la conclusión de que la primera filosofía no es la metafísica, sino la filosofía política. La pregunta fundamental de la filosofía: "¿Qué  es la buena vida?", también es, en sí misma, eminentemente política. Strauss no evoca la filosofía con fines políticos, como lo hicieron los hombres de la Ilustración, sino que retorna a la política para permitir que la filosofía pueda comprenderse mejor a sí misma. La filosofía política, dice, es un intento de pasar de la opinión al conocimiento, exponiendo las cuestiones fundamentales sobre la acción y la política públicas y sobre la sociedad.

El filósofo debe prestar atención a la política, pero la Ciudad no agrada al filósofo, ya que éste busca, sobre todo, la felicidad, no la sabiduría. El filósofo, también desafía las convenciones que rigen la vida de los hombres. Al tratar de transformar para el conocimiento las opiniones generalmente aceptadas, el filósofo amenaza el orden de la Ciudad. Es por eso por lo que debe adoptar un enfoque pragmático y cauteloso, especialmente cuidadoso con “la media de todo para todos”.

El "elitismo" de Strauss, que a menudo se ha malinterpretado, no tiene otro origen. Strauss considera que la divulgación de la ciencia o la filosofía representan un peligro para la estabilidad del vínculo social (tema que ya aborda Rousseau en su Discurso sobre las ciencias y las artes). De ahí su teoría sobre la "escritura esotérica", expuesta en 1952, en La persecución y el arte de escribir, comentando sobre el "arte olvidado de la escritura" para entender mejor cómo se concibe la relación entre el pensamiento y la sociedad, y cómo los filósofos están interesados en la comprensión de ellos mismos. 
Strauss señala que lo que se enseña a los estudiantes sobre las antiguas escuelas filosóficas difiere de lo que ha sido divulgado por un gran número de filósofos, no sólo para tratar de escapar de la censura, sino porque la divulgación indiscriminada de una serie de verdades podría llegar a constituir un peligro social.

Los modernos, como sabemos, han adoptado la posición inversa. Para los teóricos de la Ilustración, es la educación general de todos la condición misma del progreso: el "oscurantismo" debe dar paso a la razón, porque todo el mundo es igual ante la ciencia y la verdad. El pensador debe ilustrar a las masas lo máximo posible. Ello también significa que es el presente el que debe dar lecciones al pasado.

En el frontispicio de la facultad donde Leo Strauss enseñó en Chicago, se podía leer la máxima de Lord Kelvin: "Todo lo que no puede medirse no puede ser objeto de la ciencia". Es precisamente esta idea la que Strauss refuta, ya que la misma se fundamenta en la distinción weberiana entre hechos y valores, que él consideró catastrófica.

Intentar cumplir con la "neutralidad axiológica" implica distinguir radicalmente entre hechos y valores (el “ser” y el “deber ser”), haciendo del estudio de los hechos el único objeto de las ciencias sociales, lo cual, dice Strauss, es ignorar que la acción humana nunca carece de orientación política, y que el componente político de los fenómenos humanos se basa en primer lugar en un sistema de valores. No se pueden estudiar las humanidades sin tener en cuenta los valores que dan impulso a la conducta humana. La prueba está dada por la pregunta: ¿cuál es el mejor sistema político? –donde la noción misma de "mejor" se refiere directamente a los valores.

Una verdadera "ciencia del hombre" no puede separar el análisis de los hechos de una reflexión sobre los valores, porque esa es la única manera en que podemos concebir la noción de “bien común”. 

Como ya habían visto los antiguos, la vida política, que es una característica de la naturaleza humana, se basa en acciones y opciones que existen con vistas al bien común. Esto a su vez implica la noción de finalidad, que domina el pensamiento antiguo. Platón dice que todo en la naturaleza tiene una función específica que refleja su naturaleza. Para Aristóteles, la naturaleza de los seres se ordena a los efectos que le son propios. La naturaleza no puede ser concebida independientemente de un fin: el desarrollo de una “cosa” es el cumplimiento del fin de la naturaleza. En el hombre, la virtud[1] es el cumplimiento de su propia naturaleza, sin que deba interpretarse como el resultado de un deber–ser.

El bien común es, por definición, la propiedad de la persona, ya que no procede de la ley positiva, sino de la ley natural. Ello implica un cuestionamiento permanente de los fundamentos de la legitimidad de las decisiones políticas. "Reconocer la existencia del bien común no es más que la voluntad de someter la libertad personal a un orden moral –escribe Strauss–, pero hay que crear el espacio para una deliberación sobre el sentido que queremos dar a nuestra condición ciudadana." Esto significa que el bien común es la fuente fundacional de la legitimidad de las decisiones, la legalidad es en sí misma la legitimidad que se ordena para ese propósito.

Leo Strauss, a partir de ahí, ataca frontalmente al positivismo y al historicismo, cuya aparición, en la línea de la tradición de Augusto Comte y Hegel, constituye la tercera vía –la primera corresponde a la obra de Maquiavelo, la segunda a los filósofos de la Ilustración– de una modernidad en la que Strauss no duda en ver la fuente del nihilismo europeo.

Al positivismo, que sólo considera los "meros hechos aislados", le reprocha  desacreditar todo pensamiento procedente de la evaluación y no reconocer la cualidad de las ciencias como formas de conocimiento que pretenden ser éticamente neutrales. Por lo tanto, no puede llegar a ningún conocimiento genuino del bien común. El historicismo, por su parte, afirma que todo el pensamiento humano es sólo el resultado de circunstancias históricas, mientras que ofrece un ambicioso plan de desarrollo humano que encuentra su punto culminante en la ideología del progreso.

Reflexionando sobre la "crisis de nuestro tiempo", Strauss también ataca el relativismo de los valores, tema que será después largamente desarrollado por Allan Bloom en El alma desarmada (1987), pero también por Alain Finkielkraut en La derrota del pensamiento. El relativismo plantea que todos los valores son iguales, que todos los puntos de vista son verdades arbitrarias. Incluso construye una regla moral: "no deben cuestionarse los valores de los demás”. En esta "tolerancia obligatoria" Strauss no ve más que una “ignorancia de seminario”. El relativismo, para él, también se traduce en una incapacidad para reaccionar contra la tiranía: el nazismo no fue nada más que la expresa respuesta de Alemania a la crisis de la modernidad.

No hay duda a los ojos de Strauss: la victoria de los modernos se confunde con el triunfo del relativismo y del nihilismo moral. La distinción radical entre los hechos y los valores, en efecto, ha tenido como consecuencia la desconexión del pensamiento político de todo interrogante filosófico. La crisis de nuestro tiempo, dice Leo Strauss, deriva de que la cuestión de la finalidad de la existencia ha sido excluida de la política y de la razón. La modernidad reposa sobre una dialéctica destructiva, en cuanto toma la medida del hecho de la razón separándola de toda reflexión sobre los valores como motor de la actividad humana. Entonces, el bien se confunde siempre con el placer, la crítica de la tradición se convierte ella misma en una tradición, la tradición de los que pretenden que ya no es necesario creer en cualquier cosa y que el nihilismo es el horizonte insuperable de nuestro tiempo.

En Derecho Natural e Historia (1953), Leo Strauss también hace hincapié en la diferencia entre la tradición del derecho natural clásico, que es una ley objetiva, y la ley natural moderna, que llevó a la historización de la ley y a la ideología los derechos humanos. La crisis del derecho natural moderno es que la ley distingue al hombre y del ciudadano. En esto es  la heredera del cristianismo, que hace del hombre el titular de su libertad definitiva, con independencia de su inclusión en un cuerpo social.

Heinrich Meier señala correctamente que Leo Strauss considera la filosofía, no como una disciplina académica, sino como una forma de vida: "La filosofía es una forma de vida que se basa en el cuestionamiento radical, y adquiere la unidad interna por que la interrogación y la investigación van a satisfacer cualquier respuesta que extrae su legitimidad de una autoridad superior".

En 1964, Leo Strauss declaró que el "problema teológico–político” fue el tema central de toda su investigación. La querella de los antiguos y los modernos dio un giro en la década de 1930, específicamente en cuanto al origen con el que las diferentes actitudes de las dos escuelas se enfrentan al problema teológico-político: "Una filosofía que cree poder refutar la posibilidad del 
Apocalipsis y una filosofía que no cree poder hacerlo: ése es el verdadero significado de la querella de los antiguos y los modernos".

El "problema teológico–político" en Strauss sostiene la tensión entre dos polos irreconciliables: la razón y la revelación, la filosofía y la teología, la sociedad ordenada de derecho, y el bien común de la sociedad gobernada por un cuerpo perfecto – en una palabra, y por un famoso dicho: Atenas y Jerusalén.

"No podemos –scribe Heinrich Meier– concebir ninguna objeción más poderosa contra la vida filosófica que la basado en la creencia en un Dios omnipotente." ¿Qué decir? Esa filosofía considera que no puede haber libertad para cuestionar si la respuesta está dada por adelantada por la fe. Es por eso por lo que Strauss no duda en afirmar que "la Biblia tiene la única pregunta que razonablemente pueda hacerse a la pretensión de la filosofía", y también que "al basarse en un acto de fe es fatal para cualquier filosofía". Como una forma de vida, la filosofía representa una protesta radical contra el modo de vida basado en la obediencia de la fe. En otras palabras, dice Strauss, "la posibilidad de la revelación implica la posible irrelevancia de la filosofía." Frente a la pregunta fundamental: "¿Cuál es la buena vida?", la filosofía y, por tanto, la revelación, pueden adoptar enfoques opuestos. "La reconstrucción de la filosofía política y la confrontación con la religión revelada –señala Heinrich Meier– son dos aspectos de una misma empresa."

Leo Strauss no se pronuncia todavía por “Atenas contra Jerusalén” o por “Jerusalén contra Atenas”. Piensa que es más bien la tensión entre estos dos polos –las demandas conflictivas de la religión y la filosofía– lo que constituyó hasta el siglo XVIII la fuerza de la civilización occidental. Debe seguir siendo el Apocalipsis un desafío para la filosofía, al igual que la filosofía sigue siendo un reto para el Apocalipsis.

Frente a los modernos que consideran que el pasado no puede educar, Leo Strauss no aboga por un retorno al pensamiento antiguo, sino que sólo quiere abordar la modernidad sin perder sus principios, reabriendo la actitud filosófica de los antiguos, que favorece la pregunta sobre el sentido y el propósito, en lugar de dirigir al positivismo y al cientificismo. Es por ello por lo que sostiene que el estudio del pasado es un camino hacia la libertad: no hay vida sin el sentido consciente de un legado. 

Y es también por esto que impugna radicalmente el progreso moral de la humanidad: "El hombre moderno, escribe, es un gigante que no sabemos si es mejor o peor que el hombre antiguo".

La ideología moderna del progreso está, en sí, vinculada al deseo cartesiano de conquista de la naturaleza: "el hombre se convierte en amo y señor de la naturaleza para mejorar su propia condició". 

En el racionalismo moderno, que proclamó la autonomía humana olvidando que eel hombre es básicamente un "ser ambiguo", la razón no es más que la garantía metafísica de una concepción técnica de la existencia individual y colectiva. La ideología del progreso sirve para identificar "el 
Estado universal y homogéneo", donde Strauss contempla "un Estado en el que la base de la actividad humana se derrumba o en la que el hombre pierde su humanidad: el “estado del último hombre", sobre el que hablaba Nietzsche. Resueltamente “antiglobalista”, Strauss afirma que la amistad, como la ciudadanía, implica una cierta exclusividad.

Muy apreciado en Francia por Raymond Aron, así como también por Claude Lefort, quien hizo mucho por dar a conocer su obra, Leo Strauss, sin duda, ha revivificado la filosofía política en un país donde se tendía a diluir en las ciencias sociales dominadas por el positivismo. Con todo, Strauss sigue siendo un autor bastante difícil, cuya lectura se presta a muchas interpretaciones erróneas. Su forma de argumentar no se efectúa a partir de una exposición sistemática de su pensamiento, pero su historia de la filosofía puede resultar sorprendente. Ello transforma su lectura en un trabajo de exploración que invita a superar ciertas oscuridades.

[1] Entiéndase en el sentido de la virtus romana o de la virtù florentina: valor, fuerza, grandeza de ánimo. (N. de la Red.)

domingo, 7 de mayo de 2017

Entrevista a Alain de Benoist: Francia: Elecciones 2017


Esta entrevista antes de los resultados de la segunda vuelta es una reflexión sobre la situación política en Francia. Evalúa el cambio y las nuevas tendencias en el panorama político Francés.


Alain de Benoist: “Emmanuel Macron es una pequeña cosa temperamental, manipulable e incapaz de decisión”

Entrevista a Alain de Benoist – “Las elecciones de 2002 no tienen relación con las que acabamos de vivir”.

Después de la primera ronda de las elecciones presidenciales que ha visto clasificarse a Emmanuel Macron y a Le Pen, recogimos las reacciones de Alain de Benoist.



Breizh-info.com: ¿Qué lecciones ha aprendido de la primera vuelta de las elecciones presidenciales? ¿En qué difiere de todas las que la precedieron?

Alain de Benoist: El hecho capital de estas elecciones, lo que les confiere un carácter histórico real, no es ni el fenómeno Macron ni la presencia de Marine Le Pen en la segunda vuelta. Es la derrota total de los dos antiguos grandes partidos de gobierno, el PS y Les Républicains. Lo había presagiado aquí mismo en febrero, en un momento en el que nadie parecía advertir que: por primera vez desde que el jefe de Estado es elegido por el voto popular, ninguno de los dos partidos que desde hace casi medio siglo han gobernado Francia alternativamente estará en la segunda ronda.

En el pasado, estos dos partidos nunca habían representado entre ellos menos del 45% de los votos (57% en 2007, 55,8% en 2012). Hoy en día, juntos sólo representan una cuarta parte (19% Fillon, Hamon 6%), menos que Sarkozy en 2007 u Hollande en 2012. Ambos se encuentran en un estado de ruina y al borde de la implosión. Su descomposición marca el final de la V República como la hemos conocido. Ellos son los grandes perdedores de las elecciones.

Este trueno sin precedentes no debe sorprender sin embargo, ya que es perfectamente coherente con el esquema populista. En todos los países donde el populismo gana puntos, son los partidos que representan a la antigua clase dominante los que más sufren. Esto lo vimos en Grecia, España, Austria y en otros lugares. Ahora es la hora de Francia. Y esto es probablemente sólo el comienzo, ya que sin duda vamos a dirigirnos ahora a un período de inestabilidad, de crisis institucional y de gran confusión.

Breizh-info.com ¿Es este el fin del sistema tradicional izquierda-derecha que conocemos desde hace décadas?

Alain de Benoist: Los antiguos partidos de gobierno eran también los que usaban la tradicional división izquierda-derecha. El cursor se desplazaba entonces sobre un plano horizontal, lo que cansó a los votantes que por añadidura no acaban de ver bien lo que distingue a la izquierda de la derecha. Macron y Le Pen tienen en común el surfear sobre este cansancio vis-à-vis del “sistema”. Repito aquí lo que ya he escrito muchas veces: el viejo eje horizontal correspondiente a la división izquierda-derecha ha sido sustituido en lo sucesivo por un eje vertical que opone a los de arriba con los de abajo. El pueblo contra las élites, la gente contra los poderosos.

Podemos, por supuesto, querer preservar a toda costa el par derecha-izquierda, pero entonces hay que constatar que las clases populares están cada vez más hacia la derecha, mientras que la burguesía está cada vez más a la izquierda, lo que ya constituye una revolución .

Breizh-info.com: Los resultados también parecen confirmar la fractura entre las ciudades y la “Francia periférica”, pero también entre la Francia que cuenta con menor número de inmigrantes, que vota a Macron, y la que cuenta con más, que vota a Le Pen. ¿Qué piensa de ello?

Alain de Benoist: Creo en efecto que la división Macron-Le Pen cubre en gran medida la oposición entre la “Francia periférica”, la de las clases populares humilladas, dejadas de lado, que se sienten con razón víctimas de una exclusión a la vez política, social y cultural, y la de las metrópolis urbanizadas donde viven los altos ejecutivos y los “bobos” [burgueses bohemios], las clases poseedoras y la burguesía intelectual integrada, que se benefician de la mundialización y aspiran siempre a más “apertura” . De un lado, la Francia que se gana bien la vida, del otro, la que sufre y la que se inquieta.

Pero esta oposición espacial, particularmente bien explorada por Christophe Guilluy, tiene también (y sobre todo) el sentido de una oposición de clase. Comparto esta opinión, no sólo de Guilluy, sino también de Mathieu Slama, según el cual “la lucha de clases resurge políticamente gracias a un duelo de segunda ronda que opone al liberal Emmanuel Macron y a la soberanista Marine Le Pen“.

“Detrás de esta lucha de clases, añade Slama, se esconde un enfrentamiento entre dos visiones del mundo: la visión liberal y universalista que no cree ni en el Estado ni en la nación, y la visión que ahora llamamos populista o incluso soberanista, que quiere restaurar el Estado, las fronteras y el sentido de comunidad, frente a los estragos de la mundialización“.

El error simétrico de la derecha y de la izquierda clásicas siempre ha sido creer que la política podía extraerse de las cuestiones de clase – la derecha por alergia al socialismo y al marxismo, la izquierda porque cree que la clase obrera ha desaparecido y que el pueblo ya no interesa.

Breizh-info.com: ¿Qué representa Macron?

Alain de Benoist: La morfo-psicología ya nos dice que Emmanuel Macron es una pequeña cosa temperamental, manipulable e incapaz de decisión. Dicen que es un algoritmo, una imagen de síntesis, un multimillonario de las telecomunicaciones, un flautista programado para engañar a quienes no ven más allá de la punta de la nariz. Es el candidato de la casta, el candidato de los dominantes y de los poderosos.

Es un liberal-libertario que concibe Francia como una “star up” y sueña solo con la abolición de las fronteras y de los límites, de las historias y las filiaciones. Es el hombre de la mundialización, el hombre de los flujos migratorios, el hombre de la precariedad universal. El jefe de filas de los “progresistas”, en contraposición a los que ya no creen en el progreso porque han constatado que éste ya no mejora, sino más bien al contrario, se ensombrece cotidianamente.

En el pasado, los círculos de negocios apoyaban al candidato que estimaban como el más apto para defender sus intereses (Alain Juppé a principios de la campaña). Esta vez, encontraron más fácil presentar uno ellos mismos. Aude Lancelin no tiene la culpa, en este sentido, de hablar de “golpe CAC 40” [Índice bursátil francés según la capitalización de los 40 valores más significativos de entre las 100 mayores empresas negociadas en la Bolsa de París, N.d.T.].
Breizh-info.com: ¿Fracaso de Jean-Luc Mélenchon?

Alain de Benoist: ¡Fracaso muy relativo! Orador incomparable, tribuno verdaderamente vivido, Jean-Luc Mélenchon es el que, en la forma y en el fondo, hizo la mejor campaña electoral. En el espacio de algunas semanas, remontó más que ningún otro candidato en los sondeos, aplastando de paso al pitufo del PS, alcanzando prácticamente el nivel de Fillon y duplicando su resultado en relación con 2012.

Más importante aún, estas elecciones presidenciales le dieron la oportunidad de encarnar un populismo de izquierda que antes de él sólo existía en forma de bosquejo. Usted posiblemente habrá observado que comenzó a subir en los sondeos desde el momento en que no habló más de la “izquierda” en su discurso, sino sólo del “pueblo”. Es un detalle revelador. Añádase a esto que, a diferencia de Hamon o Duflot, tuvo el coraje de no llamar a votar por Macron. Personalmente, lamento mucho que no se encuentre en la segunda ronda.

Breizh-info.com: Marine Le Pen, ¿tiene todavía posibilidades de ganar? ¿Cuáles deben ser los principales ejes de su campaña? ¿Dónde está su reserva de votos?

Alain de Benoist: Sus posibilidades en la segunda vuelta son a priori bastante débiles, ya que todas los sondeos la dan por derrotada. Sus principales competidores llamaron a votar por Emmanuel Macron, comenzando por François Fillon (lo que no carece de picante), pero queda por saber si sus consignas serán seguidas. Las transferencias de votos jamás son automáticas. Además de los abstencionistas, Marine Le Pen puede esperar recoger al menos un tercio de los votos de Fillon, más de la mitad de los de Dupont-Aignan, incluso el 10 o el 15% de los votos de Mélenchon, pero dudo que esto le permita alcanzar la victoria. El resultado de la segunda vuelta debería ser un 60/40 o un 55/45 en el mejor de los casos.

Dicho esto, con el 21,4% de los votos (contra el 17,9% en 2012), Marine Le Pen gana puntos seriamente, no sólo porque accede a la segunda ronda, sino también porque reúne cerca de ocho millones de votos (el doble que su padre en 2002), frente a sólo seis millones en las últimas elecciones regionales. Lo más importante es que supera al PS y a Les Républicains, lo que pone al FN como principal fuerza de oposición frente a la futura coalición “progresista” de Macron.

Digamos, sin embargo, que su campaña fue bastante desigual. No hay suficiente lirismo, no hay suficiente emoción: sabe hacerse aplaudir, pero no sabe hacer vibrar. En su vídeo de campaña, el pueblo estaba ausente por otra parte.

Su única oportunidad es hacer comprender a la mayoría de los franceses que la segunda vuelta no será un voto a favor o en contra del Frente Nacional, sino un referéndum a favor o en contra de la globalización. Haría falta también que fuera capaz de convencer prioritariamente a los votantes de izquierda de que sería insensato dar su voto al hombre del desguace social y de la ley El Khomri, de la dictadura de los accionistas y de la omnipotencia de los mercados financieros, al portavoz del Capital para quien la política es solo un instrumento al servicio de intereses privados.

Breizh-info.com: ¿Le sorprende la débil movilización en las calles contra Marine Le Pen, a diferencia de lo que vimos en el 2002?

Alain de Benoist: No me sorprende en absoluto. Las elecciones de 2002 no tienen relación con las que acabamos de vivir. Sólo los diplodocus y los “antifa” no entienden que hemos cambiado época.

Breizh-info.com: ¿Una observación final?

Alain de Benoist: Si un guionista hubiera escrito de antemano la historia de esta campaña electoral tal y como efectivamente se celebró, ningún realizador hubiera encontrado creíble su escenario. Ella desbarató en efecto todos los pronósticos. François Hollande ha soñado durante años solicitar un segundo mandato, pero finalmente tuvo que renunciar a él. Lo dábamos por un fino maniobrero, pero perdió el control de su propio partido. La derecha consideraba que esta elección era “imperdible”, y sin embargo la perdió. Las primarias se supone que deberían reforzar el poder de los partidos y consagrar a los mejor colocados para ganar (Sarkozy o Juppé, Valls o Montebourg), definitivamente los debilitaron y seleccionaron sólo a “outsiders“ que no brillaron.
En cuanto al fenómeno Macron, nadie lo imaginaba posible hasta hace un año. Esto demuestra que en política nada está fijado nunca con antelación. La historia está siempre abierta.

Fuente: Breizh-info

https://paginatransversal.wordpress.com/2017/05/03/alain-de-benoist-emmanuel-macron-es-una-pequena-cosa-temperamental-manipulable-e-incapaz-de-decision/


miércoles, 3 de mayo de 2017

François Hollande, un presidente normal en tiempos extraordinarios

François Hollande, un presidente normal en tiempos extraordinarios

El jefe de Estado espera que una victoria de su discípulo Macron rescate un mandato trágico e impopular
MARC BASSETS: París 3 MAY 2017 - 00:30 CEST




El presidente saliente de Francia, François Hollande, abandona su última cumbre europea, el 29 de abril

El presidente saliente de Francia, François Hollande, abandona su última cumbre europea, el 29 de abril 

François Mitterrand, el último monarca de la V República, lo decía en su crepúsculo: “Soy el último de los grandes presidentes. Después de mí, sólo habrá financieros y contables”.

Después llegó Jacques Chirac, malévolamente apodado el rey holgazán. Y después, Nicolas Sarkozy, el hiper presidente, según la versión más favorable, o, según otra más desfavorable, el presidente bling-bling, onomatopeya del ruido de las joyas que señalaba la metamorfosis de la augusta institución en el escenario de un show para las revistas del corazón.

Entonces llegó François Hollande, curtido apparatchik socialista, ex diputado y ex alcalde, pero nunca antes primer ministro, ni ministro, poco carismático pero seductor en la corta distancia, irónico y bromista. “Monsieur chistosto”, le llamaban. “Un presidente normal”, se anunciaba a sí mismo en la campaña que le llevó a la victoria, en 2012.

Cinco años después, el presidente normal apura sus últimos días en el Palacio del Elíseo. Es el más impopular de la historia de la V República, fundada en 1958 por el general De Gaulle. El terrorismo a gran escala —los atentados de Charlie Hebdo y París en 2015, el de Niza en 2016— ensangrentó el quinquenato. Las divisiones sociales —el aumento de la extrema derecha, los focos de islamismo radical— definen se mandato. Las reformas económicas, acompañadas de conflicto social y rebeliones en su partido, han sido demasiado tímidas para los liberales y demasiado liberales para la izquierda.

Nada resume mejor el quinquenato que la decisión de Hollande de no presentarse: la conclusión, más o menos reconocida por parte del presidente, de que su balance y su imagen eran insuficientes para optar a la reelección. También en esto, como en la impopularidad, Hollande es una excepción: todos sus antecesores intentaron continuar.

“Era un hombre normal para un cargo anormal. Y esto rubricó su fracaso”, resume Fabrice Lhomme, coautor con Gérard Davet del voluminoso “Un presidente no debería decir estas cosas…”, retrato humano y político del quinquenio de Hollande. “No se dio cuenta de que, en este cargo, y en Francia, la gente espera un rey, alguien con una especie de soberbia, que se eleve por encima de la ‘mêlée’. Y Hollande no es así”.

Lhomme y Davet, periodistas en Le Monde, se entrevistaron con Hollande 61 veces y más de cien horas durante cinco años. La publicación del libro, lleno de detalles sobre las entrañas del Elíseo y la relación del presidente con sus colaboradores, probablemente contribuyó a la decisión de renunciar a la reelección. Lo más chocante era sin embargo el retrato humano —demasiado humano— que emergía del protagonista, un hombre que nunca llegó a sentirse cómodo en los ropajes monárquicos, que en las entrevistas decía, como señala el título, “un presidente no debería decir estas cosas…”, o “resulta que soy presidente...”, como si él mismo se sorprendiese de verse con tal título. Para usar la terminología de Mitterrand, más un contable que un rey.

“Es el mal-entendido”, comenta Davet, el otro autor del libro. En el doble sentido: fue un malentendido, y nunca fue entendido.

“Me choca la distancia increíble entre lo que ha hecho, que puede ser criticable, y la percepción que la gente ha tenido”, dice Lhommme. “Para la opinión pública, la suya es una presidencia catastrófica, cataclísmica. Pero cuando se mira la realidad, es más matizada”.

Hollande es un presidente a medias. El que aprueba el matrimonio homosexual, medida progresista, y el que, sin éxito, intenta enmendar la Constitución para retirar la nacionalidad a los condenados por terrorismo con doble nacionalidad, medida apreciada por la extrema derecha. El que mantiene al país unido tras los atentados, pero militariza las calles e impone un estado de emergencia aún en vigor. El socialista que en campaña señala al mundo de las finanzas como el enemigo, y el socialdemócrata que gira al centro en un intento de ‘tercera vía’ a la francesa. El que estabiliza la tasa de desempleo y evita la austeridad, pero no logra sacar al país del malestar, la sensación de declive. El que, con la intervención en Malí, o en Siria e Irak, recuerda al mundo que, en pleno repliegue de EE UU, Francia es una potencia militar a tener en cuenta, pero también el que se ve forzado a constatar el sorpasso alemán en la UE. El que se ve golpeado por un escándalo mayúsculo como son las cuentas en Suiza de su ministro de Hacienda pero también el que endurece las reglas de transparencia e impone la probidad.

“Mire, no es frecuente tener presidentes de la República inteligentes y honestos”, decía hace unos días Jacques Attali, consejero áulico de Mitterrand. 

Algunos son una cosa o la otra, pero ambas a la vez, es raro. “Él”, remachó, “es inteligente y honesto”.

“Se le dará crédito en política internacional. Y en el plano nacional será el hombre que tuvo que gestionar la mayor ola de terrorismo que Francia ha sufrido”, dice Davet. “Se recordará un quinquenato trágico, desde todos los puntos de vista”, añade Lhomme. “Trágico por los atentados nunca vistos. 

Tragicómico al revelarse su infidelidad en público [al publicarse fotos de él visitando a su amante en moto]. Y trágico políticamente, porque hizo explotar la izquierda y el Frente Nacional ha llegado a la segunda vuelta [de las elecciones presidenciales]”.

Una victoria de Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional, en la segunda vuelta, el 7 de mayo, sería su peor pesadilla, la definitiva condena de su legado. 

Si gana el centrista Emmanuel Macron, un exbanquero que trabajó con él en el Elíseo y después fue su ministro de Economía, podría empezar la rehabilitación del quinquenato. A fin de cuentas Macron era, de los 11 candidatos en la primera vuelta, el 23 de abril, el más continuista.

Un contable y un financiero: Mitterrand lo vio bien. La gran paradoja es que los franceses pueden estar a punto de elegir al candidato de su presidente más impopular.

Referencia: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/02/actualidad/1493762394_637074.html

Apparatchik /ˌɑːpəˈrɑːtʃɪk/ (Russian: аппара́тчик [ɐpɐˈratɕɪk]) is a Russian colloquial term for a full-time, professional functionary of the Communist Party or government "apparat" (apparatus) that held any position of bureaucratic or political responsibility, with the exception of the higher ranks of management ...

PAÍSES BÁLTICOS: CAYETANO ACUÑA VIGIL. 03 11 24 PCAV

 PAÍSES BALTICOS: More than 25 years after the re-establishment of independent Baltic States, Latvia, Lithuania, and Estonia have built stab...