lunes, 25 de abril de 2016

PABLO QUINTANILLA: Uso de la palabra: Pragmático



La próxima vez que uses la palabra “pragmático” asegúrate de saber de qué estás hablando

Filosofía y Humanidades

Por Pablo Quintanilla
6 de Enero de 2016 a las 09:15
 
 
 
                              Lo que nadie te cuenta del significado de la palabra “pragmatismo” te lo cuenta Sophimanía. Un texto del filósofo Pablo Quintanilla nos sumerge en los orígenes de éste término, nos relata cómo ha cambiado en el tiempo perdiendo densidad y complejidad hasta llegar al superfluo uso coloquial actual y, finalmente, da cuenta de cómo su raigambre se asienta y continúa viva en la filosofía, en la que le augura indiscutible preeminencia.

Pablo Quintanilla acaba de presentar el libro, "El pensamiento pragmatista en la actualidad: Conocimiento, lenguaje, religión, estética y política", en co-edición con Claudio Viale, (Lima: PUCP, 2015).

PRAGMATISMO, FILOSOFÍA Y PROFUNDIDAD
Por *Pablo Quintanilla

En el vocabulario coloquial contemporáneo la palabra pragmatismo está envilecida. Una persona se suele autodenominar pragmática para dar a entender que no le interesa reflexionar sobre los presupuestos de sus creencias o de sus actos, porque considera que eso obstaculizaría la eficiencia o rapidez de sus determinaciones. En el terreno político, calificar a una acción o decisión como pragmáticas suele connotar que estas prestan poca atención a la ética o, por lo menos, que están acompañadas de poco celo por ella. En su versión más amable, se usa la palabra pragmático para aludir a una preferencia por lo práctico antes que por lo teórico, especialmente si se toma en cuenta que la palabra teoría viene del griego theorein que significa contemplación desinteresada. Así, parecería que el espíritu pragmático está en las antípodas de la filosofía y de una vocación humanista de profundidad.

Curiosamente, sin embargo, la historia de esa palabra está muy alejada de su actual uso coloquial. Ta prágmata designa en griego a las cosas o los acontecimientos que conforman la realidad. Aristóteles, en el muy comentado tercer párrafo de Peri Hermeneias (Sobre la Interpretación, 16ª 4-9) dice que el lenguaje escrito simboliza al lenguaje hablado, el cual es símbolo y signo de los estados mentales, los cuales, a su vez, representan a los hechos del mundo (ta prágmata). Lo pragmático, por tanto, alude en griego a la vocación y la capacidad por capturar y conocer las cosas como son. De hecho en las distintas lenguas indoeuropeas hay muchas conexiones etimológicas entre lo que hoy llamamos verdad y la realidad. Estas conexiones se pueden rastrear hasta el antiguo indoiranio rta, probablemente la palabra más antigua que conocemos en la tradición occidental que alude a lo que entendemos por verdad. Rta está etimológicamente asociada a vocablos como orden, armonía, areté, y tiene la connotación de rectitud, corrección o ajuste.

En el siglo XVIII Kant usó la expresión creencia pragmática para describir un tipo de creencia hipotética y contingente que está al servicio de la acción. Por su parte, a fines del siglo XIX, Charles S. Peirce dudó entre calificar como pluralista o pragmatista, pero la segunda palabra terminó primando, a una forma de hacer filosofía (no propiamente a una doctrina cuanto a un estilo filosófico), que pretendía superar la dicotomía entre teoría y praxis, que consideraba que la naturaleza y el contenido del significado y de las creencias se determinan a partir de las consecuencias que tienen en el comportamiento de las personas, que entendía la verdad como un tipo de justificación en condiciones ideales, y que no era escéptica ni relativista pero sí falibilista, es decir, que sostenía que cualquiera de nuestras creencias podría ser falsa, pero no todas ni la mayoría simultáneamente.

A partir de su artículo “Cómo esclarecer nuestras ideas”, publicado en 1878, las intuiciones filosóficas de Peirce influyeron poderosamente en la filosofía posterior. Muchas de esas intuiciones han sido progresivamente elaboradas por los filósofos contemporáneos constituyendo uno de los pensamientos más fértiles de la filosofía occidental. No son pocas las ramificaciones y variedades que ha tenido el pragmatismo filosófico, pero una de sus ideas centrales es que la fundamentación última de nuestras convicciones y posiciones filosóficas reposa sobre el fondo de nuestras prácticas sociales compartidas que nos constituyen como comunidad. De igual manera los conceptos, y los significados de las palabras, no son otra cosa que sistemas condensados y altamente densificados de prácticas sociales compartidas. Esos sistemas son evocados cada vez que, después de miles de años de uso regular de los vocablos, los empleamos en ocasiones particulares y específicas para generar situaciones comunicativas con otros hablantes en relación al mundo que compartimos con ellos. Por eso analizar un concepto (tarea habitual y quizá prioritaria de los filósofos) es en el fondo una labor de análisis de la realidad misma. Si a diferencia de un discurso superficial uno profundo es aquel que involucra más dimensiones y estratos de la realidad humana, el significado del pragmatismo tiene muy poco en común con su uso coloquial actual.

Al día de hoy el pragmatismo filosófico ha influido notablemente en las ciencias sociales (gracias a Mead y Habermas) y prácticamente en todos los filósofos importantes del siglo XX: desde Wittgenstein, Quine, Kuhn y Davidson, pasando por Husserl y Heidegger, hasta Brandom, McDowell, Putnam y Rorty. Sería excesivo e innecesario afirmar que todos ellos son pragmatistas (además, tampoco resultaría claro lo que ello significaría), pero es demostrable que todos comparten un parecido de familia con el pragmatismo.

En el Perú su influencia también ha sido importante. En 1924 el limeño Pedro Zulen, descendiente de indígenas, criollos e inmigrantes chinos, publicó Del neohegelianismo al neorrealismo: estudio de las corrientes filosóficas en Inglaterra y los Estados Unidos desde la introducción de Hegel hasta la actual reacción neorrealista, el primer libro en lengua castellana que describe la aparición del pragmatismo en los Estados Unidos a partir de las diversas tradiciones alemanas y británicas de las que procedió.

Acaso conduzcan al tedio los diversos intentos por predecir cómo será la filosofía del futuro. Sin embargo, si una predicción es solo una apuesta gratuita y apresurada, sospecho que la filosofía que se cultive en las próximas décadas va a estar preñada de intuiciones pragmatistas. Esta es, en todo caso, una apuesta con ventaja, porque eso ya está ocurriendo.


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*Pablo Quintanilla es Doctor en Filosofía por la Universidad de Virginia y magíster en Filosofía por la Universidad de Londres (King’s College). Se especializa en Filosofía del Lenguaje y de la Mente, Epistemología y Teoría de la Acción. Ha publicado varios libros como autor y como editor. Es miembro de el Grupo Interdisciplinario de Investigación Mente y Lenguaje. Es Decano de Estudios Generales Letras de la PUCP y docente en la misma universidad.

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