lunes, 19 de mayo de 2014

Recordando estrategias de transformación productiva

Recordando estrategias de transformación productiva

Por Felix Jimenez 
La Primera el 17 mayo, 2014  
Recordando estrategias de transformación productiva

En nuestra carta del 10 de marzo de 2011 enviada al entonces presidente del Acuerdo Nacional, Dr. Max Hernández, le recordamos las estrategias de transformación estructural que se habían aplicado en América Latina y en el Asia y que no podían reiterarse ni aplicarse en el Perú para cambiar su actual estilo de crecimiento primario exportador y construir una economía dinámica y diversificada, con un patrón de comercio distinto al actual y con mercados internos integrados y desarrollados. 

Cuando se olvida lo viejo aparece como nuevo La CEPAL de los años cincuenta y sesenta proponía, para desarrollarnos,un cambio estructural conducido directamente por el Estado, y entendido como diversificación y generación de actividades que fundamenten el crecimiento sobre la base de la productividad, mediante la sustitución de importaciones (ISI). Una estrategia supply side parecida fue formulada para nuestro país hace un poco más de tres años por Michael Porter. Él propuso desarrollar cadenas productivas y clusters sobre la base de nuestros «recursos naturales y de la amplia biodiversidad y ecosistemas».

La única diferencia de su planteamiento con el de la CEPAL radicaba en el papel que le asignaban al Estado. El Estado intervencionista de Porter debía participar solo en la elección de los sectores donde debía impulsar la formación de cadenas y clusters. Ambos planteamientos, sin embargo,privilegiaban el lado de la oferta, y olvidaban el papel de la demanda. Si suponemos, en reacción al proteccionismo Cepalino, que la fuente de demanda se encuentra en los mercados internacionales, entonces estaríamos otra vez apostando por un crecimiento exógeno, dependiente y vulnerable a sus fluctuaciones. A este impase se llega por no endogenizar la demanda, con lo cual se superaría la supuesta contradicción entre en crecimiento endógeno y la apertura de la economía. 

Para Porter la desregulación y la liberalización del comercio son elementos importantes en su estrategia por la competitividad.Una estrategia parecida porque privilegiaba el papel de las exportaciones, fue la de los «cuatro tigres asiáticos». Esta estrategia de promoción de exportaciones (EPE) tuvo éxito porque estos países no tenían competidores. El crecimiento notable de la participación de sus exportaciones en el mercado de Estados Unidos, alcanzó su pico en el año 1988 (15.4%). Después disminuyó hasta situarse en los niveles que registró a fines de los años 1970 (9.4%).

El mismo comportamiento registraron las exportaciones de Japón. Por lo tanto, en el mundo globalizado actual no es posible que todos los que siguen una estrategia exportadora sean ganadores, sobre todo con la actual competencia de China y otros países del continente asiático.

Recordando estrategias de transformación productiva Liberalización comercial y abaratamiento de los costos laborales La estrategia Cepalina(ISI) era lógicamente incompleta: hacía énfasis en la construcción de una oferta industrial diversificada para el mercado interno, pero no explicaba la fuente ni el tamaño de la demanda agregada. La crisis de esta estrategia no condujo a superar la carencia de una fuente interna de demanda, sino a la liberalización del comercio. En cambio, la estrategia de los «tigres asiáticos» (EPE),que también fue de sustitución de importaciones, sí tuvo una demanda bien identificada. 

El éxito de los «tigres asiáticos» persuadió a otros países a seguir su estrategia exportadora. En los años 1990 algunos países la incorporaron como parte de las políticas del Consenso de Washington. Mantuvieron la propuesta central de diversificar la oferta exportadora, concentrando las ventas en determinados mercados externos (Estados Unidos y/o países de la OCDE) donde se supone que «hay» demanda sostenida para las exportaciones; y, al énfasis en la promoción de la inversión extranjera con este fin, le agregaron el abaratamiento del costo de trabajo (la desregulación del mercado laboral) para «ganar competitividad» y los tratados comerciales. La aparición de China reveló la fragilidad de la estrategia EPE.

La participación de las exportaciones chinas aumentó a costa de las exportaciones de los otros países asiáticos. La misma suerte están corriendo los países subdesarrollados que continúan compitiendo por los mercados de Estados Unidos y Europa. Pero, lo que importa destacar es que, en esta carrera, todos los países como el nuestro tratan de ganar competitividad desmantelando los estándares regulatorios de las condiciones de trabajo, de los regímenes tributarios y del medio ambiente. 

A modo de conclusión Cuando no se imagina la posibilidad de desencadenar endógenamente la inversión y el cambio técnico, se opta por el recurso fácil de mirar solo hacia afuera. Mientras no cambien las condiciones en las que se desenvuelve la inversión privada nacional, las empresas –micro, pequeñas y medianas– que orientan su producción hacia los mercados externosy que producen con bajísima productividad, seguirán buscando ganancias de competitividad abaratando el costo del trabajo (salarial y no salarial) y demandando regímenes tributarios y crediticios especiales.Ya somos testigos de las consecuencias de esta estrategia.

La actual manera de crecer ha acrecentado la vulnerabilidad externa de nuestra economía y está alimentando el conflicto social (mientras el PBI y las exportaciones reales per cápita crecieron de manera notable en la última década, los salarios reales promedio se mantienen estancados).

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domingo, 18 de mayo de 2014

Isaiah Berlin: Georg Hamann

El Mago del Norte

Isaiah Berlin recopiló escritos del teólogo y filósofo alemán Johann Georg Hamann, enemigo mortal de la Ilustración y portavoz del irracionalismo. El resultado es una fiesta de las ideas

FERNANDO VICENTE

Isaiah Berlin fue un demócrata y un liberal, uno de esos raros intelectuales tolerantes, capaces de reconocer que sus propias convicciones podían ser erradas y acertadas las de sus adversarios ideológicos. Y la mejor prueba de ese espíritu abierto y sensible que contrastaba siempre sus ideas con la realidad a ver si las confirmaba o contradecía, la dio dedicando sus mayores empeños intelectuales a estudiar, no tanto a los filósofos y pensadores afines a la cultura de la libertad, como a sus más enconados enemigos, por ejemplo un Carlos Marx o un Joseph de Maistre, a los que dedicó ensayos admirables por su rigor y ponderación. Tenía la pasión del saber y, a quienes promovían las cosas que él detestaba, como el autoritarismo, el racismo, el dogmatismo y la violencia, antes que refutarlos, quería entenderlos, averiguar cómo y por qué habían llegado a defender causas y doctrinas que agravaban la injusticia, la barbarie y los sufrimientos humanos.

Un buen ejemplo de todo ello es el volumen titulado The Magus of the North. J.G. Hamann and the Origins of Modern Irrationalism (1993), colección de notas y ensayos que Berlin no llegó a integrar en un libro orgánico y que recopiló y prologó Henry Hardy, su discípulo, al que nunca podremos agradecerle bastante su extraordinaria labor de rastreo y edición de las decenas de trabajos que Isaiah Berlin, por su escaso interés en publicar y su maniático perfeccionismo, dejó dispersos en revistas académicas o inéditos. Yo creía haber leído todos los trabajos del gran pensador liberal, pero éste se me había escapado y acabo de hacerlo, con el mismo absorbente placer que todo lo que escribió.

Lo extraordinario de estas notas, artículos y bocetos de ensayos que a lo largo de su vida dedicó Berlin al teólogo y filósofo alemán Johann Georg Hamann (1730-1788), enemigo mortal de la Ilustración y portavoz afiebrado del irracionalismo, es que, a través de ellas, este reaccionario convicto y confeso resulta una figura simpática y en muchos sentidos hasta moderna. Su defensa de la sinrazón –las pasiones, el instinto, el sexo, los abismos de la personalidad- como parte integral de lo humano y su idea de que todo sistema filosófico exclusivamente racionalista y abstracto constituye una mutilación de la realidad y la vida son perfectamente válidas y sus audaces teorías, por ejemplo sobre el sexo y la lingüística, en cierto modo prefiguran algunas de las posiciones libertarias y anárquicas más radicales, como las de un Michel Foucault. Asimismo, resulta profética su denuncia de que, si continuaba por el camino que había tomado, la filosofía del futuro naufragaría en un oscurantismo indescifrable, máscara del vacío y la inanidad, que la pondría fuera del alcance del lector común

El pensador germano fue enemigo de lo colectivo como categoría social y signo de identidad
Donde estas coincidencias cesan es en aquella encrucijada en la que aparece Dios, a quien Hamann subordina todo lo que existe y que es, para el místico germano, la justificación y explicación única y final de la historia social y los destinos individuales. Su rechazo de las generalizaciones y de lo abstracto y su defensa de lo particular y lo concreto hicieron de él un confaloniero del individualismo y un enemigo mortal de lo colectivo como categoría social y signo de identidad. En este sentido fue, de un lado, dice Berlin, un precursor del romanticismo y de lo que dos siglos más tarde sería el existencialismo (sobre todo en la versión católica de un Gabriel Marcel), pero, del otro, uno de los fundadores del nacionalismo e, incluso, al igual que Joseph de Maistre, del fascismo.

Hamann nació en Königsberg, hijo de un barbero cirujano, en el seno de una familia pietista luterana, y su infancia transcurrió en un medio de gentes religiosas y estoicas, cuyos antepasados desconfiaban de los libros y la vida intelectual; él, sin embargo, fue un lector voraz y se las arregló para entrar a la universidad donde adquirió una formación múltiple y algo extravagante de historia, geografía, matemáticas, hebreo, teología, a la vez que por su cuenta aprendía francés y escribía poemas. 

Comenzó a ganarse la vida como tutor de los hijos de la próspera burguesía local y, durante algún tiempo, pareció ganado por las ideas que venían de la Francia de Voltaire y Montesquieu. Pero no mucho después, durante una estancia en Londres vinculada a una misteriosa conspiración política, y luego de unos meses de disipación y excesos que lo llevaron a la ruina, experimentó la crisis que cambiaría su vida.

Ocurrió en 1757. Sumido en la miseria, aislado del mundo, se sepultó en el estudio de la Biblia, convencido, según escribiría más tarde, como Lutero, que el libro sagrado del cristianismo era “una alegoría de la historia secreta del alma de cada individuo”. Emergió de esa experiencia transformado en el conservador y reaccionario pendenciero y solitario que, en panfletos polémicos que se sucedían como puñetazos, criticaría con ferocidad todas las manifestaciones de la modernidad allí donde aparecieran: en la ciencia, en las costumbres, en la vida política, en la filosofía y, sobre todo, en la religión. Había regresado, y con celo ardiente, al protestantismo luterano de sus ancestros. Se hizo de adversarios y enemigos por doquier por su carácter intratable. Solía, incluso, enemistarse con gentes que lo respetaban y querían ayudarlo, como Kant, lector suyo y quien trató de conseguirle un puesto en la Universidad. De él dijo que “era un pequeño homúnculo agradable para chismear un rato pero totalmente ciego ante la verdad”. A Herder, que fue su admirador confeso y se consideraba su discípulo, nunca le tuvo el menor aprecio intelectual. No es extraño, por eso, que su vida transcurriera casi en el anonimato, con pocos lectores, y fuera sumamente austera, debido a los oscuros empleos burocráticos con los que ganaba su sustento.

Los académicos del siglo XVIII le parecían “paganos” más alejados de Dios que los ladrones.
Después de muerto, el Mago del Norte, como Hamann gustaba llamarse a sí mismo, fue pronto olvidado por el escaso círculo que conocía sus obras. Isaiah Berlin se pregunta: “¿Qué hay en él que merezca ser resucitado en nuestros días?” La respuesta da lugar al mejor capítulo de su libro: The Central Core (El núcleo central). Lo verdaderamente original en Hamann, explica, es su concepción de la naturaleza del hombre, en las antípodas de la visión optimista y racional que de ella promovieron los enciclopedistas y filósofos franceses de la Ilustración. La criatura humana es una creación divina y, por lo tanto, soberana y única, que no puede ser disuelta en una colectividad, como hacen quienes inventan teorías (“ficciones”, según Hamann) sobre la evolución de la historia hacia un futuro de progreso, en el que la ciencia iría desterrando la ignorancia y aboliendo las injusticias. Los seres humanos son distintos y también sus destinos; y su mayor fuente de sabiduría no es la razón ni el conocimiento científico sino la experiencia, la suma de vivencias que acumulan a lo largo de su existencia. En este sentido, los pensadores y académicos del siglo dieciocho le parecían auténticos “paganos”, más alejados de Dios que “los ladrones, mendigos, criminales y vagabundos –los seres de vida “irregular”-, que, por la inestabilidad y los tumultos de su arriesgada existencia podían muchas veces acercarse de manera más honda y directa a la trascendencia divina.

Era un puritano y, sin embargo, en materia sexual propugnaba ideas que escandalizaron a todos sus contemporáneos. “¿Por qué un sentimiento de vergüenza rodea a nuestros gloriosos órganos de la reproducción?”, se preguntaba. A su juicio, tratar de domesticar las pasiones sexuales debilitaba la espontaneidad y el genio humano y, por eso, quien quería conocerse a fondo debía explorarlo todo, e, incluso, “descender al abismo de las orgías de Baco y de Ceres”. Sin embargo, quien en este dominio se mostraba tan abierto, en otro sostenía que la única manera de garantizar el orden era mediante una autoridad vertical y absoluta que defendiera el individuo, la familia y la religión como instituciones tutelares e intangibles de la sociedad.

Aunque este libro de Isaiah Berlin es una amalgama de textos, adolece de repeticiones y da a veces la impresión de que hay muchos vacíos que quedaron por llenar, se lee con el interés que él sabía imprimir a todos sus ensayos a los que siempre convertía, no importa de qué trataran, en una fiesta de las ideas.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2014.
© Mario Vargas Llosa, 2014.

lunes, 12 de mayo de 2014

Mi bitácora de Filosofía Política

Mi Bitacora sobre Filosofía Política
Ref: El outsider o el mal menor


El disparador para mi escrito es el artículo de CM publicado el sábado 10 de mayo del 2014 en "El Comercio", en la sección: Opinión.




La referencia a un dibujante de historietas es el punto de partida del articulo que empleo para escribir este documento. En mi concepto es una forma precisa para ubicar el texto. 

En nuestro concepto la historieta es un genero banal para llegar al publico y consecuentemente dicho escrito es uno banal y de carácter folklórico, pero al estar publicado en un diario de circulación nacional reviste interés, pues identifica la banalidad con que se mira la realidad política desde éste horizonte.

Es ampliamente conocido que el interés por el cómic puede tener muy variadas motivaciones, desde el interés estético al sociológico, de la nostalgia al oportunismo. [1] y que además durante buena parte de su historia fue considerado incluso un subproducto cultural [2], empleado para alcanzar a la publicidad, el diseño, la moda y, no digamos, el cine». [3].

El termino procede del griego Κωμικός, kōmikos, ‘de o perteneciente a la comedia’, [4] y es un género narrativo que ha sido despreciado con frecuencia. Esto se explica por el paradigma que identifica la palabra escrita con lo culto y la imagen que la explica -o, como en este caso, la enriquece y transforma- con lo iletrado. [5] Mauro Entrialgo es de la opinión de que: Es un medio que requiere para su disfrute menos preparación y concentración que, por ejemplo, la literatura, pero más que, por ejemplo, la televisión. 

Así que no obtiene ni el prestigio de la primera ni la difusión popular de la última. [6] También hay que destacar que muchas historietas clásicas "ofrecen sólo una de las caras de sus personajes y ocultan todas las demás", quedando por lo tanto en la pura anécdota [7].

El medio en su conjunto ha tendido a «traducir una ideología tradicional, conservadora e inmovilista durante muchos años»,ya sea por las convicciones de sus autores o para no desagradar al conjunto de sus lectores y arriesgarse a perderlos o incluso sufrir los efectos de la censura, como ocurrió en regímenes como los de Mussolini o Franco y, respecto a las historietas de horror y crímenes en los Estados Unidos y la Gran Bretaña de los años 50.

Esto explica que las historietas que no se ceñían a los valores sociales imperantes se manifestasen a través de publicaciones underground y que temáticas como la homosexualidad no aflorasen a la superficie hasta los años 80, conforme iba siendo aceptada en la cultura oficial, ni produjesen hasta entonces sus primeros autores reconocidos por crítica y público. 

El cerebro tiene que pensar y necesita el lenguaje escrito, mientras que el dibujo tiene un lenguaje subterráneo que llega a través de los ojos. El mensaje que el dibujante envía es un mensaje secreto, en código cifrado, que va del dibujante al cuerpo, a las sensaciones. Pero la conciencia, la razón tienen que ser educadas para poder descifrarlo según una lógica que vaya más allá de la sensación inconsciente. [7] 

Qué dice el artículo que se escuda con un dibujante de historietas. 

Dice que aquí la política es un híbrido con tres partidos. Nada nuevo, salvo el epíteto de híbrido, que no corresponde y que caricaturiza la realidad. Un híbrido es el organismo vivo animal o vegetal procedente del cruce de dos organismos de razas, especies o subespecies distintas, o de alguna o más cualidades diferentes. 

Evidentemente el termino no aplica y deforma la situación. Además califica al posible ganador como uno institucionalizador o uno entre la ambigüedad y la incertidumbre. Esto se hace sin argumento, sin diagnóstico, sin evidencia, sólo en base a prejuicios de historieta. Aquí se ridiculiza la realidad, para tratarla como una simple manga.

Con este afán ridiculizador de historieta se emplea términos extranjerizantes para calificar las diversas opciones que a su juicio estan presentes en el panorama local. 

Este modo le da un tono folklorico y peyorativo al texto que no ayuda a explicar la situación, si ese fuese su objetivo. Hace referencia a una situación de colapso de partidos como si esto fuese ampliamente conocido y sin ninguna referencia bibliográfica, que podría servir de referencia para los lectores de historieta, aunque no sea su costumbre.

Califica las opciones presentes de modo antojadizo, sin explicarlas, y haciendo referencia a un cenáculo de cófrades que parece han escrito sobre el tema, ya que tampoco se hace ninguna referencia explicita a lo que podrían haber escrito. 

Trata de dibujar un escenario sin sustento ni fundamentación de sus apreciaciones. Supone una tácita existencia de ellas y señala indicios hipotéticos sin ninguna confirmación empírica. Todo en conjunto es un ejercicio de ciencia ficción.

Referencias

[2] Remesar, Antonio en Tecleando sobre Carlos Giménez, publicado en Un hombre, mil imágenes n.º 1. Norma Editorial. 1982, p. 40.
[3] Aguilera, Ricardo en Tebeos e historietas: Cómic, para Gente de cómic: De Flash Gordon a Torpedo, publicado en Gente del Diario 16, 1989, p. 13.
[4] "comic adjective" The Oxford Dictionary of English (revised edition). Ed. Catherine Soanes and Angus Stevenson. Oxford University Press, 2005. Oxford Reference Online. Oxford University Press. Surrey Libraries. 21 April 2008
[7]   Vázquez de Parga, Salvador, con el seudónimo de Santi Valdés (05/1998). Los cómics gay. Barcelona: Ediciones Glénat, S. L.

lunes, 5 de mayo de 2014

LIPOVETSKY: UNA TEORÍA DE LA SOCIEDAD POSTMODERNA



Reflexiones sobre la obra de Gilles Lipovetsky



Gilles Lipovetsky es uno de los estudiosos más fecundos de lo que él llama la “hipermodernidad”. Consideramos que su obra es un paradigma de base para reflexionar sobre la situación actual en contextos y realidades diferentes.
   Sostiene que desde hace 20 años, se esta desarrollando una dinámica que favorece las tendencias de exhibicionismo narcisista individual.
   Encuentra que los límites pueden percibirse en la proliferación de psicopatologías. La vida en este tipo de sociedades es a la vez difícil y fácil, por eso vemos a mucha gente con estrés, ansiedad y las personas ya no tienen más certezas. Ese es un primer límite. El segundo lo vemos expresarse en paralelo a este individualismo, como es la crítica al consumo, la protesta ecológica, etc. No hay que tener una mirada apocalíptica de este individualismo. El asunto es que las dos fases cohabitan.
   Afirma que la individualización ha ido en paralelo a la crisis de los productores o instituciones colectivas. No puede haber una individualización real, estructural, si se tienen ‘grandes relatos’, puesto que aquel proceso implica justamente que cada uno pueda, por ejemplo, construir su propia religión. Lo mismo en la política. Esta situación no ha desaparecido, más bien se ha acentuado.
   Y esa desorientación de los individuos se ha convertido en algo estructural. Ya no es una crisis, porque esto acompaña a la individualización. El primero que se percató de esta dinámica fue Nietzsche a fines del siglo XIX.
   Concuerdo con el pensador en que las tendencias populistas no son exclusivamente de los estados de América Latina. Lo vemos también en Italia, en Francia, en otros países vemos esa lógica que consiste en hacer que los individuos se levanten contra las élites políticas, y que tengan cierto éxito. Este es el resultado de la caída de las grandes utopías colectivas de la modernidad, y de una individualización que genera miedo. La individualización no es solo hedonismo. Las personas que se ubican en estos movimientos populistas están desestabilizadas en su situación.
   En su obra trata de mostrar que el capitalismo es más complicado que las críticas que veían en él una máquina destructora de la belleza, del estilo; son críticas muy clásicas, desde el siglo XIX.
  Coincidimos en que hoy, por un lado, el arte ya no se plantea más como enemigo absoluto del mercado, eso es cierto desde Andy Warhol y, por otro lado, el mercado integra cada vez más en las industrias culturales, el diseño o el cine, la dimensión estética creativa. Esto da una nueva configuración, el ‘capitalismo transestético’. Hoy existen fenómenos transversales por todas partes, que hace que la moda sea ahora presentada en museos, por ejemplo.

LIPOVETSKY: UNA TEORÍA  DE LA SOCIEDAD POSTMODERNA 





¿Es el humor un instrumento de coerción social? 
Cuando se trata del humor o la risa en una obra sociológica, el fenómeno al que se suele atender (casi exclusivamente) es al control social por medio del ridículo. Se restringe, pues, el estudio al humor aristotélico, a la risa de superioridad, a la carcajada que señala una situación de desigualdad. Hay, sin embargo, otras formas de humor que pueden limar los bordes más afilados de las estructuras sociales y hacerlas tolerables a quienes tienen que vivir dentro de ellas:
Lipovetsky percibe el humor de las sociedades postmodernas ausente de pathos. ¿Quiere eso decir que en tales sociedades ya no hay lugar para la angustia? En absoluto:
A fin de cuentas, no parece plausible el nihilismo sin un mínimo de desesperación; la sociedad postmoderna padece males característicos y le aplica remedios característicos, pues «el sense of humor consiste en subrayar el aspecto cómico de las cosas sobre todo en los momentos difíciles de la vida». Tal vez por eso, en una sociedad particularmente caída en desgracia de los dioses y sus certezas, «el humor se convierte en una cualidad exigida al otro»), y esa omnipresencia de lo festivo no indique felicidad, sino una implacable ocultación de su antítesis.
La pérdida de la fe salpica, también a las ideologías. La política de una sociedad humorística tiene, por obligación, que adoptar formas nuevas, desconocidas hasta la fecha:
La política se convierte casi explícitamente en circo de entretenimiento. Lipovetsky cita el caso del cómico francés Coluche, que llegó a ser candidato presidencial en su país después de una flamante carrera artística construida las más de las veces a base de patochadas y sal gruesa. Lipovetsky, cuyo texto es contemporáneo del suceso, afirma que  «todo el mundo está contento de que un payaso profesional ocupe la escena política, puesto que ésta se ha convertido ya en un espectáculo burlesco».
Una vez alcanzada la mayoría de grandes reivindicaciones sociales del pasado, las banderas comunes que podían convocar tras de sí considerables movimientos colectivos, las aspiraciones políticas del presente se acercan gradualmente a lo esperpéntico, al particularismo exacerbado propio de una sociedad hedonista donde todos exigen carta de naturaleza para sus rasgos personales y construyen comunidades minúsculas partiendo de criterios que bordean el capricho:
Naturalmente, esa primacía de lo particular impregna también nuestra forma de percibir a los demás y, por tanto, la interacción social en su escala más básica. La muerte de la razón como instancia legitimadora de las acciones individuales da paso al hedonismo, al principio de placer, a la primacía de las preferencias personales. Por necesidad, esa sucesión de funciones tiene que hacerse patente en todo el cuerpo social:
Y a partir de los niveles más simples de interacción podemos ascender a estadios más complejos, en los que se define la concepción misma de la ciudadanía y la comunidad sociopolítica, pues: «...el modo de aprehensión del otro no es ni la igualdad ni la desigualdad, es la curiosidad divertida, de manera que cada uno de nosotros se ve condenado a parecer a corto o largo plazo extraño, excéntrico ante los otros».
De esta forma, la convivencia acaba por fundamentarse en la disimilitud y en la extravagancia del prójimo. Una extravagancia que es en sus manifestaciones diferente a la nuestra, pero en su principio, idéntica, pues se basa en la presunción a priori de respetabilidad para todo comportamiento que produzca placer y bienestar a su agente

 Insiste Lipovetsky:
¿Es esa la sombra del ciudadano postmoderno? Perdidos los lenguajes comunes del pasado (mitos, religión, razón), ¿está condenado el individuo a no poder comunicar el contenido de sus actos, a ser eternamente incomprendido salvo por aquellas otras escasas almas perdidas que comparten su placer? ¿Está condenado a no comprender a sus semejantes? La respuesta de Lipovetsky no puede estar más alejada de la de, pongamos, un McIntyre: la base común es ese vago ideario hedonista-democrático, para el cual toda ocupación placentera es legítima en tanto no interfiera en la libre elección ajena; a partir de ahí, los lenguajes se dispersan y se hacen tanto más incompatibles cuanto más lejos se lleva el principio de partida.
¿Qué lenguaje común reconcilia todas esas diferencias? ¿Qué lenguaje común evita la dispersión absoluta, la desintegración de lo social en un hervidero de “nacionalidades” extravagantes? Principalmente, el comentario humorístico autorreflexivo que, por su propia naturaleza lúdica, recuerda el principio personal hedonista común a toda la variedad:
¿Hay un humor postmoderno?
          La teoría de Lipovetsky sería significativa y más que digna de atención para todo estudioso del humor aunque sólo fuera por la seguridad con la que postula dos afirmaciones:
1)       Que la sociedad postmoderna es específicamente humorística. Esto es, hay una serie de rasgos variados que caracterizan lo que se conoce como sociedad postmoderna, y uno de ellos, y no uno de los menos importantes, es su carácter humorístico.
2)      Que hay un humor específico de la sociedad postmoderna. Esto es, que el humor propio de la sociedad postmoderna y que, tal como se afirma en el punto anterior, define en cierta medida dicha sociedad, es esencialmente diferente a las formas de humor que pueden encontrarse en otras sociedades, en otros espacios, en otros tiempos.

He aquí, resumidos y ordenados, los rasgos característicos del humor postmoderno, tal como él lo define:
1)     Omnipresencia. El humor postmoderno lo impregna todo, se adentra en terrenos hasta ahora vedados para el discurso de su género. En épocas anteriores, el humor era una explosión episódica (tal que la fiesta medieval) o una herramienta identificada y claramente ubicada en el almacén de recursos de la razón (tal que el humor ilustrado). Si nos atenemos al ámbito de los productos de consumo cultural, observamos como la ironía penetra en géneros que dejan de tomarse del todo en serio a sí mismos y que sólo son aceptados por el público cuando hacen un guiño a su inteligencia por medio de comentarios autorreflexivos .
2)    Hedonismo. El humor, aunque, como ya hemos visto, sirva a propósitos diversos, sólo se justifica explícitamente por sí mismo. Se tiene por un fin en sí mismo. No se considera un humor instrumental, no es algo que necesite excusas; toda la razón de ser que necesita es el placer, la diversión, el gozo que proporciona.
3)  Ausencia superficial de angustia. El humor postmoderno, por razón del principio hedonista expuesto en el punto anterior, renuncia de partida a mostrar en primer plano los aspectos oscuros o desagradables de la realidad. Le interesa lo lúdico, lo brillante, lo festivo, lo espectacular, lo estrafalario, lo llamativo.
4)    Habilidad social. El humor, en la sociedad postmoderna, se convierte en lenguaje universal y, por tanto, en una habilidad social más que hay que dominar para desenvolverse exitosamente en el entorno. El humor se hace componente necesario en la comunicación interpersonal y deviene arma de seducción, quizá no suficiente por sí sola para conseguir un objetivo dado, pero sí necesaria.
5)     Igualitarismo. Aristóteles afirmó que, mientras la tragedia es el espectáculo de las desgracias que acontecen a personajes superiores al espectador (y que, por ello, tiene un efecto conmovedor), la comedia es el espectáculo de las desgracias que acontecen a personajes inferiores al espectador (y, por ello, tiene un efecto hilarante). Si en todo humor existiese un componente de desigualdad, en el humor postmoderno, opina Lipovetsky, dicho componente está reducido al mínimo: el humor nace del espectáculo de la diversidad, y aunque la propia diversidad sea objeto de comedia (pues, como dice Lipovetsky, la igualdad se ríe de la igualdad), en última instancia hay, por necesidad, un respeto esencial a dicha diversidad. Cabe suponer, no obstante, que el humor postmoderno no es tan suave cuando toma por objeto comportamientos ajenos a la sociedad postmoderna y que, por tanto, sí son susceptibles de observación desde una perspectiva superior.
6)       Presencia soterrada de angustia. El humor postmoderno es, después de todo, el humor de una época que ha perdido las certezas. Si bien, como hemos dicho, en su superficie todo es color, fiesta y alegría irresponsable, persiste un fondo de nihilismo angustiado. La fiesta postmoderna no puede presumir del abandono dionisíaco de la fiesta medieval; lo lúdico postmoderno es necesariamente tenso, pues oculta un abismo existencial y, por su propia proliferación (por esa omnipresencia que hemos señalado en el primer punto), el efecto cómico se diluye, se dispersa.
7)    Variedad y novedad. La superficie colorida y dicharachera del humor postmoderno implica, además, la necesidad de una sensación constante de diversidad, de cambio, de novedad interminable. No vale la repetición monótona de un mismo recurso humorístico. Para funcionar, el humor postmoderno tiene que ser, cuando menos en apariencia, proteico.
8)      Individualismo. El hedonismo postmoderno es un hedonismo individual, basado en el placer individual, que deriva de la obtención de los objetos de deseo personales. El humor postmoderno es comunitario en tanto sirve de lenguaje común para comunicar todas esas individualidades diferentes, inmersa cada una en su propia empresa de placer, pero el punto de partida para el diálogo es el reconocimiento respetuoso de la realidad de esas diferencias.
9)       Autorreferencia. El humor postmoderno tiene por objeto privilegiado al propio humorista, sea profesional o no. Incluso cuando comenta el comportamiento de un individuo distinto del comentarista, el fondo de la cuestión es la relación con la propia opción personal de quien habla. Uno de los grandes problemas con que se encuentra una sociedad que ha desechado los grandes relatos, repetimos, es el vacío que genera en la legitimación de acciones, en las herramientas de valoración y los criterios para la toma de decisiones sobre la propia existencia. Comentando el absurdo de las decisiones ajenas (que son absurdas en cuanto carecen de una razón última que las justifique), comentamos el absurdo de las nuestras.
10)   Utilidad. Ya hemos señalado que el humor es, en la sociedad postmoderna, una habilidad social y una herramienta de seducción. Esto quiere decir que, en última instancia, es un instrumento que puede ser utilizado para obtener fines diversos (partiendo de que, aunque se produzca un vacío en el sistema de ideas a la hora de justificar los fines, dichos fines siguen existiendo). Lipovetsky propone el ejemplo bastante obvio de la publicidad: el humor sirve para vender productos, haciendo mofa de la propia noción de la promoción y venta de productos. Sabemos que dicha actividad no tiene un sentido último, como tampoco lo tiene la existencia (o que no somos capaces de ponernos de acuerdo respecto a un sentido último; a efectos sociológicos, eso es lo que cuenta); la publicidad persiste en esa actividad carente de sentido último, pero indica que es consciente de que carece de sentido último.
11)   ¿Función? El punto anterior señala una posibilidad de alcance un tanto superior. En la medida en que el humor es útil, o, cuando menos, utilizable... ¿es posible que cumpla una función social (o varias) reconocible(s)? Nuestra hipótesis: sí, aunque no exclusivamente. El humor oficia de sistema ideológico de legitimación subsidiario (¿y transitorio?) y ayuda a mantener la cohesión social en una época en la que el vínculo comunitario, en su sentido espiritual, se presenta especialmente débil. En otras palabras, el humor viene a suavizar y a hacer aceptable el vacío que han dejado los grandes relatos al desmoronarse (recordemos a Lyotard). No es, evidentemente, el único elemento que cumple dicha función; para empezar, cabe la duda de que los grandes relatos hayan desaparecido por completo. Pese a todo, hay esa percepción de vacío, de debilidad, de nihilismo y el humor contribuye a hacerla tolerable. Las construcciones ideológicas que sustentaban la práctica cotidiana de las sociedades occidentales se han demostrado insuficientes; el humor colabora para que, pese a todo, tal práctica cotidiana se mantenga, comentando su absurdo esencial y convirtiéndolo en placer cómico.

Estas son, pues, las intuiciones de Lipovetsky, expuestas hace cerca de veinte años. ¿Se atreverá algún científico riguroso a poner a prueba estas hipótesis o quedarán olvidadas como tantos otros caprichos intelectuales del ensayismo postmoderno?

Por arbitrarias que sean sus clasificaciones, por desmesurada que sea la ambición explicativa de sus páginas, en ellas encontramos herramientas de utilidad analítica. En su propuesta de desarrollo histórico del humor en tres estadios (medieval, ilustrado y postmoderno) nos ofrece tres tipos ideales válidos para el estudio de la realidad contemporánea.

El humor “moderno” o “ilustrado” necesita un blanco contra el que cargar, y sólo es comercial cuando hay una proporción suficiente del público que está de acuerdo con la pertinencia de dicho blanco. Cuanto mayor es el desencanto político, cuanta menos fe tenemos en nuestra capacidad de cambiar las cosas (para mejor, claro) haciendo uso de la razón... más se parece nuestro humor a lo que describe Lipovetsky.
       Ahora, habría que mirar el quiosco, la televisión, el cine... y preguntarnos qué humor es el que más vende. Y por qué...




















MATEO EL EVANGELISTA_ BITÁCORA DE CAYETANO ACUÑA

  MATEO EL EVANGELISTA. MATEO EVANGELISTA Mateo el Evangelista , en   hebreo   מתיו הקדוש (también conocido como   Mateo Leví ,   Leví de Al...